Egipto: signos y símbolos de lo sagrado – Letra B

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Elisa Castel Ronda – Agosto de 2007

BA

Ba

El Ba era uno de los elementos poderosos e inmateriales que componían al hombre una vez que había acaecido la muerte (al menos durante el Reino Nuevo).
Tuvo aspecto de cigueña jabiru y, en el Reino Nuevo, de pájaro (halcón o ibis) con cabeza y brazos humanos.
El hecho de escoger estas aves pudo deberse a sus costumbres migratorias. Estos pájaros viajan hacia lugares remotos para retornar puntualmente en cada ciclo anual, interpretándose que ellas volaban al mundo de los dioses para más tarde, al llegar la noche, acudir a la tumba y alojarse en ésta con el cuerpo, ya que el Ba es una fuerza exclusivamente funeraria.
Éste es un elemento de difícil definición ya que no existe ninguna concepción actual que recoja fielmente tal concepto. Tradicionalmente se ha traducido como “alma”, sin embargo no puede interpretarse totalmente según nuestras concepciones modernas sino que sería más acertado decir que el Ba era la fuerza animada del difunto por la cual reyes y dioses pueden manifestarse en el mundo, la personalidad individualizada de cada persona que hacía que cada individuo fuera diferente a otro, la parte espiritual de este individuo, la animación, la manifestación una vez acontecida la muerte. Por medio del Ba, el difunto podía desplazarse y reunirse con su Ka, actuando como intermediario entre el cielo y la tierra, entre el mundo de los dioses y la tierra
Tanto las estatuas de madera que se encontraban en la tumba, la Estela de Falsa Puerta o el cuerpo momificado, eran receptáculos para que el Ba pudiera reconocer la imagen a la que había pertenecido en vida y descansar en su interior.
No sólo los hombres tenían Ba. Los dioses e incluso ciertos objetos inanimados, como por ejemplo las pirámides eran expresión de este concepto. El Ba de las divinidades se manifestaba a través de sus encarnaciones terrenas (animales o estatuas de culto) o de otras entidades divinas con las que se asociaban, esto es, ciertos seres.
Bajo la forma de un amuleto se incluyó en las momias a partir del reinado de Tut-Anj-Amón y se colocaba sobre el pecho. Servía para preservar al difunto de un posible decaimiento.

BARCA

Barca

Como es lógico, en un país atravesado por un río, las embarcaciones grandes o pequeñas fueron, desde los primeros momentos de la civilización, el medio de transporte por naturaleza. Por ello los egipcios elevaron éstas a sus creencias divinas y, por supuesto, al Más Allá.
Las barcas, como medio de transporte, servían para desplazarse de un lugar a otro, interpretándose que también eran el medio para expresar un símbolo de transición, un modo de expresar el periplo de los cuerpos celestes, es decir del Sol y de los difuntos a través del cielo .
Durante el Reino Antiguo e incluso en época tinita, era común enterrar una o varias barcas para que el difunto pudiera hacer su viaje por el Más Allá. En las primeras dinastías eran más un simulacro de navíos; de este tipo son las halladas en Abidos. Uno de los ejemplos mejor conservados, aunque de época posterior, es una de las barcas de Jufu (Dinastía IV), que hoy se expone junto a su pirámide. Sin embargo, éste no es el ejemplo más temprano.
El dios Ra atravesaba el cielo egipcio en este medio y, llegada la noche, viajaba por el Mundo Subterráneo. Es fácil hallar la representación de una barca sujeta por un dios, el océano primordial Nun, con los brazos levantados que sujeta la barca para que no se caiga. Ra suele estar acompañado de una gran comitiva que le ayuda y defiende en ese peligroso deambular. Por otro lado es habitual encontrar en los relieves y pinturas egipcias a los dioses partiendo en barcas transportables que eran llevadas a hombros por los sacerdotes en el transcurso de las procesiones. Son barcas no funerarias, sino procesionales.
Aunque todos los dioses tenían sus propias barcas para desplazarse, las del Sol eran muy importantes. Ra tenía dos: la que utilizaba en el día, llamada Mandet, que tenía como emblema la golondrina,y la empleaba en la noche que se significaba por un niño sentado con el dedo en la boca y que se denominaba Mesektet. Ésta tenía la facultad de convertirse en serpiente para atravesar la caverna del Sokar en el Más Allá.
Otra barca fundamental era la que transportaba al dios Osiris, es decir la Neshmet, la gran barca Userhat del dios Amón (llamada Seshem-Ju en la capilla roja de Hatshepsut y cubierta de oro por Dyehuty) o la que parece más arcaica, la barca Henu del dios Sokar. Ésta tenía una gran cabina abovedada y numerosos remos. La proa estaba vuelta hacia el interior del navío y terminaba en una cabeza de oryx con cuernos muy largos. Algunas reproducciones de las barcas de los dioses eran de tamaño menor y se usaban, sujetas a un soporte, para ser llevada a hombros por los sacerdotes en el transcurso de en las procesiones. Durante el recorrido existían unos “reposaderos de la barca” para realizar ciertos ritos y darle descanso a los porteadores.
Un curioso elemento que se incluyó en tumbas del Reino Medio es una colección de reducidas barcas, mal llamadas maquetas. Su función consistía en actuar como los antiguos portadores de ofrendas cuando, por ejemplo, estas representan escenas de pesca. También servían para realizar el peregrinaje póstumo a las ciudades sagradas (Heliópolis, Busiris y Abidos) ya que, por magia, podían hacerse realidad.

BARRO O ARCILLA

Barro o arcilla

El barro o la arcilla, tenía cualidades mágicas por mezclarse con agua, es decir con la sustancia del océano primordial. Además como otros componentes, era maleable, vinculándose a la productividad.
De barro, hadía el dios Jnum la figura del rey y de su gemelo en su torno de alfarero.
Se consideraba que el barro había sido la primera materia que había aparecido tras la retirada de las aguas del Nun y por ello estaba “cargada” con poderes sobrenaturales. Quizá esta fue una de las razones para que los templos, construcciones en piedra, se hicieran rodear de un muro de adobes que delimitaba el espacio sagrado llamado Thémenos (véase “templo”) y que en sus cimientos se enterraran modelos de ladrillo de adobe denominados tradicionalmente “ladrillos de fundación”. Éstos tenían como finalidad representar y asegurar la existencia de todos aquellos ladrillos que deberían emplearse en la construcción del edificio. Para que este acto mágico fuera eficaz, el barro se mezclaba con una serie de ingredientes simbólicos que hacían más efectiva su finalidad apotropaica.
El barro, como la cera, servía para hacer figurillas mágicas cargadas de poder, así como para otro tipo de figuras que después se rompían y que servían para “eliminar” simbólicamente al representado. Gracias a estas estatuillas los enemigos o los animales ponzoñosos se mantendrían alejados del ser humano.
Otro tipo de figurillas mágicas de barro son aquellas denominadas “Osiris Vegetantes”. Representaban al dios del Más Allá y eran símbolo del nacimiento de la vegetación. Para su confección, el barro (o limo) se mezclaba con el grano y, pasado un tiempo, en ellas se producía la germinación como alegoría del renacimiento tras la muerte.
Durante el Reino Nuevo, en el interior de las tumbas se incluían unos bloques de barro llamados ladrillos mágicos, cada uno de los cuales incluía un amuleto o divinidad específica y se colocaban orientados a cuatro los puntos cardinales para que les proporcionaran una eficaz protección contra las fuerzas negativas.
Por otro lado, la tradición apunta a que la mujer alumbraba sobre unos ladrillos de barro/limo sobre los que colocaba sus pies, dando a luz en cuclillas. Estos ladrillos representaban a la diosa de los nacimientos y proporcionaban a la parturienta y al niño recién nacido una protección contra los genios del mal que quisieran acosarles en tan peligroso trance.
Al barro se le atribuían cualidades de sanación; así, según el papiro Chester Beatty, era capaz de alejar los dolores de cabeza y fue empleado para rellenar el interior de algunas momias, aunque no parece que esto pueda interpretarse bajo un prisma religioso.
También de arcilla se hacían cuatro bolas mágicas que servían para protegerse de las serpientes y los reptiles ya que éstos deambulan por terrenos arcillosos y húmedos; por tanto, nada como el barro para neutralizar sus ataques.

BENBEN

Benben

La colina de donde surge el mundo es común a todas las cosmogonías egipcias y aparece en cada una de ellas con nombres distintos.
La piedra sagrada Benben, localizada en la ciudad santa de Heliópolis, era símbolo del principio creador masculino y el eje del mundo. Pudo ser de origen meteorítico y por proceder del espacio se convirtió en un objeto sagrado, en un símbolo de lo divino y primordial, de aquello que proporcionó fertilidad. El Benben sirvió para personificar el primer trozo de materia sólida que emergió del abismo u océano primigenio Nun en el comienzo de los tiempos, según la cosmogonía de Heliópolis.
En los textos aparece representada de variadas formas: pirámide de caras lisas o escalonada, montículo, trapecio… De hecho, éste elemento podría haber sido el inspirador y responsable de los montículos que se colaban sobre los enterramientos de los reyes tinitas (Dinastías I y II) y, posteriormente, de la construcción de las posteriores pirámides de caras lisas.
El acontecimiento del surgimiento del Benben se rememoraba cada año mediante la crecida del río Nilo y el Valle. Era entonces cuando el país quedaba inundado por un periodo de tiempo; al retirarse las aguas progresivamente, surgían pequeños islotes repletos de vida que iban creciendo en número hasta que el país quedaba completamente regenerado.
La relación de la piedra Benben con las pirámides y los obeliscos es indiscutible ya que su forma estilizada hacia el cielo no deja lugar a dudas. Tanto unos como otros eran una estilización de la piedra Benben y la parte alta de los mismos se cubría de oro o electrum , símbolo solar de inmortalidad por excelencia.
Tradicionalmente las culturas consideraron ciertas montañas como partes de la tierra que se elevan de forma sagrada hacia el cielo (Sinaí, Dyebel Bárkal, Kilimanjaro, Ararat, etc), símbolos de la divinidad celeste suprema y en ellas suelen morar ciertos los dioses. Estos lugares, donde convergen el cielo y la tierra, se consideraron el centro del mundo y, consecuentemente, simbolizaron a la montaña cósmica (Eliade 1981).
En la cosmogonía menfita la “tierra emergida” está representada por el dios Ptah-Tenen mientras que en Hermópolis este lugar se denomina “Isla de las llamas” donde ocurre el “resplandor del primer día”.
Personificada en los templos, se encontraba en las zonas más íntimas y sagradas: en el santuario, el lugar más elevado del recinto, donde descansaba la divinidad. En algunos casos, además era el propio templo el que de forma intencionada se erigía sobre un montículo circular y elevado que rememoraba la tierra emergida, tal fue el caso del santuario de Hierakómpolis en el Reino Medio.
La palabra benben tuvo relación con bennu y con otra que servía para designar el hecho de brillar: weben.

BENNU

Bennu

El pájaro Bennu, identificado por los griegos con su ave fénix, estuvo personificado por la garza real Ardea cinerea o Ardea purpuirea. Los egipcios, grandes observadores de la naturaleza, advirtieron que este ave migratoria aparecía puntual y anualmente con la crecida del río Nilo, cuando las aguas anegaban la tierra egipcia provocando la beneficiosa inundación. Debido a sus costumbres fue considerada símbolo de la mañana (cuando aparecía en las orillas del río) y de regeneración (por su función de ave migratoria que reaparece, que renace, que se renueva, periódicamente).
Según la tradición heliopolitana, en el comienzo de los tiempos el ave se había posado sobre la colina primordial y se había hecho responsable del cuidado del huevo de donde surgió el Sol. Esta concepción tiene otras variantes iconográficas que consisten en situarlo sobre un sauce, una persea o encima de una percha que emerge del abismo primordial en medio de las aguas primordiales. Este emplazamiento se denominó la “Isla de fuego”.
Los egipcios entendieron que el Bennu era el Ba del Sol Ra (en su forma de Atum), en cuanto a divinidad primordial que se creó a sí misma, tanto es así que, en algunos lugares, aparece como el Ba de Shu, deidad del aire, o el Ba de Osiris,.
La palabra bennu tuvo relación con otra que servía para designar el hecho de brillar: weben y también con benen la montaña primigenia.

BUITRE Y ALIMOCHE

Buitre y alimoche

El alimoche Neophron percnopterus, identificado por Gárdiner (1988) en su lista de signos con el G1, y el buitre Gyps fulvus, fueron otras de las aves de gran envergadura que los egipcios introdujeron en su panteón divino. Ellos no pudieron pasar por alto la majestuosidad de este animal y lo llevaron a la esfera divina relacionándolo con una entidad femenina que representaba el concepto de “madre”, asociándola a las diosas Nejbet y Nut y vinculándose de forma estrecha al Alto Egipto, es decir, convirtiéndola en emblema de este punto geográfico que, por otra parte, se asoció a la realeza.
Su nión al concepto de madre protectora pudo nacen en sus costumbres carroñeras; cuando los egipcios se enterraban directamente en la arena, era el ave la que acudía a las necrópolis para alimentarse de sus cuerpos, trasladándolos al cielo. Cuando los difuntos comenzaron a inhumarse en tumbas protegidas donde el animal no podía acceder, la tradición hizo que continuara siendo representada como madre de los difuntos y después como protectora y madre del rey, siendo representada en los techos, en los relieves de los santuarios y en los laterales de los tronos reales, como protectora del rey y defensora ante genios del mal.
También el ave era una de las formas que el fallecido podía tomar para alcanzar el Más Allá porque gracias a esta transformación se le facilita el vuelo y se acrecentabasu poder.

BURRO

Burro

Presente ya en la llamada “Paleta Libia” de la Dinastía I y en los enterramientos desde el Reino Antiguo, el burro (Eqqus asinus) fue conocido y empleado por los egipcios desde la antigüedad. Sin embargo no se empleó como medio de transporte ni se utilizó para el arrastre de cargas.
En el Reino Medio, se asoció a aspectos, generalmente negativos y si, además, tenían la capa del pelo de color rojizo simbolizó el mal, convirtiéndose en el representante del dios Seth y de otros muchos genios potencialmente peligrosos. Precisamente en ese aspecto aparece en la tardía historia de Setne y su hijo Siosiris (siglo II d.C).

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