Egipto: signos y símbolos de lo sagrado – Letra T

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Elisa Castel Ronda – Agosto de 2007

TAMARISCO

Tamarisco

Los egipcios denominaron a este arbusto, de hoja penenne, iser y lo asociaron a un dios del área de Abidos denominado Upuaut, “el abridor de caminos”, así como también a Thot, Ra, y posiblemente Nemty, quizá por el color rojo de sus hojas y por sus cualidades refrescantes y depuradoras.
Según Plutarco, el tamarisco también estaba vinculado a Osiris puesto que sobre la tumba de este dios se plantó el arbusto, información coincidente con los análisis realizados en los restos hallados en el Osieium de Abidos.
Por otro lado, el tamarisco era el árbol sagrado del nomo XVIII del Alto Egipto, donde se veneraba a Nemty.
Se usó para la elaboración de un numero variado de objetos.

TEKENU

Tekenu

Tekenu

Copyright Alain Guilleux Une promenade en Egypte

Es una enigmática figura que ha tenido múltiples interpretaciones y que aparece representada sobre las tumbas desde el periodo tinita, relacionada con las ceremonias que se realizaban en los funerales y en concreto con la ceremonia de la “Apertura de la Boca”.
Entre algunas formas de representarse aparece como un hombre acurrucado, tapado con una piel o sudario, con la cabeza asomando y sobre un trineo. Algunas veces esta cabeza humana no aparece y simplemente el Tekenu adopta una forma indeterminada,. En otros casos, simplemente aparece un individuo agachado y, finalmente, hay ejemplos en los que lo representa un hombre vestido con una indumentaria de tipo sudario, pero con líneas horizontales rojas.
Una de las múltiples interpretaciones apunta a que en el interior de este “paquete” podían agruparse aquellos órganos internos del ser humano que no se introducían en los vasos canopos, vísceras que no podían ser eliminadas sin más. Otra hipótesis afirma que simbolizaba el cuerpo en sí mismo, o que es la iconografía heredada del arcaico sacrificio humano que se practicó en periodos remotos y que involucraba a un prisionero extranjero. Es decir, que este objeto pudo reproducir, de forma simbólica, una inmolación que realmente ya no se practicaba, pero que de forma mágica se llevaba a cabo “idealmente” sin crueldad ninguna.
Cuando está manifestado en un hombre acurrucado y envuelto en un sudario encarnaba al difunto que, una vez que se despojaba de la tela envolvente, rememoraba el renacimiento, pudiendo ponerse en paralelo con la salida del niño del útero.
Para Reeder el Tekenu no es un receptáculo donde agrupar los órganos y tejidos humanos que no se habían introducido en los canopos sino que: “Seguramente el tekenu es un actor principal en las ceremonias funerarias, conduciendo la procesión, con gente gritando a su paso durante el camino a la tumba”.
En cualquier caso, parece que el Tekenu estaba encarnado en sacerdote Sem cuando, entrando en trance, actuaba en un momento concreto de los funerales, es decir cuando acudía en busca del “alma” del difunto, llevando a cabo un rito de transformación. En un pasaje del texto de la “Apertura de la Boca” se indica que el individuo “duerme” o “duerme profundamente”, quizá un modo de expresar lo que hoy entenderíamos por trance.

TEMPLO

Templo

En Egipto el templo era la “Casa del Dios” y allí se cumplían los ritos para que la divinidad estuviera atendida y tuviera todo lo que pudiera necesitar. De este modo se pretendía que la divinidad complacida, diera a Egipto todo lo que esperaba y deseaba de ella.
Sin embargo y aunque utilicemos los términos “templo”, “santuario” o “Centro de Culto”, en ningún modo debemos entender este emplazamiento como las actuales iglesias cristianas, las sinagogas judías o las mezquitas musulmanas, ya que allí no acudía el pueblo para celebrar culto y, ni siquiera los sacerdotes ejercían forma alguna de apostolado para captar nuevos creyentes.
En cada uno de los templos egipcios se representaba la creación, es decir eran en sí mismos un microcosmos. Allí se encontraba el primer trozo de materia sólida (colina primordial) que había emergido del caos en el comienzo de los tiempos, el punto de unión entre el cielo, la tierra y el mundo subterráneo.
Dentro del templo, todo era tal y como debía ser ya que allí reinaba la Maat (el orden, el equilibrio, la estabilidad). Fuera del recinto sagrado, se encontraba todo el potencial peligroso, el caos que amenazaba lo creado, el desorden. Por ello el recinto sagrado o témenos lo aislaba del exterior delimitándolo con este muro de circunscripción. Así se creaba un espacio, una zona sagrada separada del espacio profano y se marcaba el lugar donde se levantaba el recinto sagrado como símbolo del universo, como centro local del mundo, las fronteras físicas de la Casa del Dios que reposaba en su Sancta Sanctorum asistido por el clero que le lavaba, vestía, acicalaba, alimentaba…
En Egipto hubo distintos tipos de templos y aunque básicamente todos ellos reunían los mismos elementos y tenían idéntica función, algunos variaban ligeramente en su arquitectura. Así podemos distinguir los Templos Solares (a cielo abierto, sin techos), los Templos para el culto real (templos funerarios), los Templos del Valle y los Templos de Culto Divino.
El templo tebano estaba flanqueado por una entrada monumental que los griegos llamaron Pylon (pílono)y los egipcios bejent Bejent. Estos elementos han sido interpretados como la alegoría de las dos cadenas montañosas limítrofes del Valle del Nilo: la arábica y la líbica. El lugar que queda entre las dos masas de piedra era por donde míticamente nacía el Sol cada mañana, recorriendo el santuario, al igual que ocurría en el país diariamente. Sus fachadas estaban decoradas con símbolos del poder real, cumpliendo una doble función: magnificar visualmente el poder del rey y alejar los poderes malignos que quisieran amenazar al templo. En Época Ptolemaica los pílonos se identificaron con Isis y Neftis.
De todas las zonas del santuario, las más peligrosas eran las puertas, por donde podían penetrar fuerzas del mal. Precisamente por esta razón debían dotarse con una protección adicional y se colocaban ciertas invocaciones además de representar sobre ellas divinidades aladas que las guardaban.
Ante los pílonos se colocaban obeliscos Obelisco, generalmente dos. Una vez pasado el primer pílono, el templo seguía una trayectoria que incluía suelos ascendentes y techos descendentes hasta llegar al lugar más sagrado, la Sede Venerable. En este trayecto la iluminación iba decreciendo y precisamente la parte más interna se encontraba en penumbra.
Las primeras dependencias estaban formadas por grandes patios abiertos al Sol. La siguiente, normalmente era una hipóstila. En este lugar se levantaba todo un bosque de columnas que se elevaban hacia el cielo y que representaban pilares cósmicos. A la vez reproducían motivos vegetales en sus fustes y capiteles, ya que la sala en sí era la reproducción de las primeras plantas crecidas gracias al fértil limo. Eran bosques de papiros o lotos emergiendo del suelo, de la tierra primordial, reemplazada aquí por suelos que podían estar cubiertos de plata. Ésta, al oxidarse por el contacto con el aire, se convertía en un metal negro, dando la sensación de ser el limo fertilizador. De hecho, en las bases de las columnas se representaban símbolos relacionados con el río, con el crecimiento y la fertilidad; éstos podían ser motivos vegetales o figuras de fertilidad.
Los techos se decoraban con estrellas de cinco puntas, buitres y halcones con alas extendidas o motivos astronómicos que reproducían el cielo egipcio.
Sobre los muros se recogían escenas que rememoraban acontecimientos míticos o reales que acontecían en la tierra: las ceremonias, las ofrendas, el dominio del faraón sobre los enemigos (a partir de Thutmés III)… Todos ellos eran actos que ocurrían entre el cielo y la tierra, es decir en el lugar exacto que el santuario quería simbolizar.
El interior del templo no era de acceso público, ya que se requerían ciertas cualidades de pureza para penetrar en él. Sólo en determinadas ocasiones y con motivo de ciertas fiestas, algunos personajes podían acceder hasta un patio exterior, llamado “Patio de las fiestas”. Más allá y en dirección hacia el santuario donde estaba la estatua sagrada del dios, los sacerdotes penetraban según su jerarquía, de modo que al final del recorrido, en el Sancta Sanctorum o Sede Venerable sólo podía penetrar el Rey o en su defecto el Sumo Sacerdote como su representante directo.
En Egipto hubo dos tipos de Naos: el de piedra, colocado en los santuarios y el de madera, que era el empleado para guardar a la divinidad en las procesiones.
Los santuarios tenían unos “lagos sagrados” donde míticamente se encontraba el agua del Nun y en ellos se hacían ciertas ceremonias y purificaciones. También aquí se rememoraba el origen del universo y el proceso de creación.

TEREBINTO

Terebinto

Es una higuera salvaje de donde se obtiene la trementina. De madera dura, de él se obtiene la trementina. Sus frutos son rojizos pero que conforme van madurando se transforman en negros.
Posiblemente el terebinto pueda identificarse con el árbol que los egipcios denominaron Ayebaty nefer de donde se obtenía una resina de cualidades purificadoras y fuerte olor, con marcadas propiedades mágicas.
Se asoció a Hathor-Jentet-itenus y fue emblema de las ciudades de Licópolis (Assiut) y Cusae.

TEXTOS DE LAS PIRÁMIDES

Textos de las Pirámides

Este término es moderno y no existe jeroglífico que agrupe el conjunto de textos inscritos en el interior de las pirámides del Reino Antiguo, a partir del reinado de Unas.
Los “Textos de las Pirámides” son el primer corpus religioso que aparece en el Valle del Nilo. Se hicieron inscribir por vez primera en el interior de la pirámide del rey Unas, y se mantuvieron en nueve pirámides de reyes y de algunas reinas del Reino Antiguo y del Primer Periodo Intermedio.
Aunque posiblemente fueron recopilados por los sacerdotes heliopolitanos, en ellos se agruparon tradiciones muy arcaicas que pueden remontarse a la Prehistoria, junto a concepciones estelares, nuevas doctrinas solares e, incluso, pasajes relacionados con el dios del Más Allá Osiris. Realmente se trata de un completo compendio de fórmulas mágicas que ayudaban al difunto rey en el tránsito hacia el Más Allá.
Estos textos posiblemente fueron conjuros de tradición oral que el sacerdocio funerario regio recogió por escrito. En total constituyen un corpus de más de 760 conjuros distintos, cada uno de ellos con una utilidad específica.
Este corpus volvió a ser utilizado con bastante frecuencia bajo el renacimiento saita.

TEXTOS DE LOS SARCÓFAGOS

Textos de los Sarcófagos

No existe termino jeroglífico conocido que sirva para denominar el conjunto de textos religioso-funerarios que se recogen en los sarcófagos del Reino Medio.
Los “Textos de los Sarcófagos” están compuestos por un grupo de fórmulas que se inscribían en los sarcófagos, con la finalidad de servir de guía y protección al difunto en su deambular por el Mundo de los Muertos. El traslado de los textos desde los muros de las pirámides, en el Reino Antiguo, a la superficie de los sarcófagos, en el Reino Medio, tuvo que ver sin duda con motivos económicos y prácticos.
Este conjunto recopilaba fórmulas de los “Textos de las Pirámides” además de incorporar invocaciones propias.
En el Reino Antiguo el rey, sus familiares y allegados más cercanos, podían disfrutar de textos mágico-religiosos que les aseguraban la consecución de una feliz vida en el Más Allá. En el Primer Período Intermedio esta práctica se hizo extensiva a miembros de la nobleza hasta alcanzar a cualquier individuo, sea cual fuere su categoría, que pudiera permitirse la inclusión de estos textos en su sarcófago. Los primeros textos de este tipo se encontraron en el sarcófago de Medunefer, que vivió bajo Pepi II. Todos ellos pertenecen a personajes nobles puesto que no se han hallado textos reales de esa época.
Este proceso se ha venido traduciendo como una “democratización” de las creencias funerarias y coincide con la generalización del culto a Osiris.

TIERRA

Tierra

Como otras concepciones o fenómenos de la naturaleza, los egipcios entendieron la existencia de la tierra desde planos muy dispares, pero en ningún modo este antagonismo supuso un problema de entendimiento. Todas las interpretaciones plurales, modos de describir algo que tangiblemente existía: la tierra.
Su formación había sido posible gracias al dios creador Ra que, en el comienzo de los tiempos y según la cosmogonía heliopolitana, había hecho surgir el montículo benben de las aguas caóticas y primigenias que lo envolvían todo. Así se había creado un cosmos ordenado y en él estaba la tierra. Según otras concepciones teológicas, como por ejemplo la de la ciudad de Menfis, la tierra había nacido gracias al dios Ptah-Tenen (la tierra emergida). También se pensó que la tierra era una superficie plana, situada sobre el océano primordial. Por ello, se justificaba la existencia de las aguas suterráneas.
La tierra era el dios Gueb, el esposo de la bóveda celeste Nut. Se encontraba separado de ella por el dios del aire Shu y constantemente intentaba levantarse para poder volver a unirse a su pareja. Esta era la explicación de los terremotos y por ello se alzaban las montañas.
En Egipto, a diferencia de otras culturas la tierra no se consideró una entidad femenina (diosa-madre) sino que se entendió como una entidad masculina (en oposición al cielo que era femenino).
En un ámbito local, la tierra egipcia fue el Valle del Nilo constituido por la tierra fértil que flanquea el Nilo y por el desierto. El Valle fue símbolo de fertilidad y se denominó Kmt, la “Tierra Negra” en contrapartida con la zona árida, el desierto, Deshret. El motivo para estas dos designaciones fue la observación de un fenómeno natural: los depósitos de limo negro fértil que dejaba el Nilo tras la crecida. Por otro lado el desierto, de arenas doradas o incluso rojas, fueron las que dieron nombre a esta región y el color, junto con su esterilidad y su peligro. Fue inevitable llevar a la mitología estos dos territorios; El Valle del Nilo se veía a menudo invadido por las arenas abrasadoras del desierto, que amenazaban con cubrirlo. Todo ello se plasmó en las luchas acaecidas entre Seth y Horus, convirtiéndose cada una de estas deidades en emblemas de sus respectivas zonas.

TITULATURA REAL

La titulatura real se colocaba ante el nombre de los monarcas y servía para indicar algunas de las cualidades concretas del rey. Hay cinco elementos distintos; veamos a continuación su significado y su aplicación.

El Nombre de Horus

Nombre de Horus

Fue el título más antiguo. Remarcaba la naturaleza divina del rey asociándolo al halcón Horus, pero de carácter solar. Se colocaba sobre un serej, o fachada de palacio, un muro de resaltes y nichos.
El nombre que le sigue es el propio de cada monarca ya que todos ellos eran encarnaciones distintas de esta divinidad.
Posteriormente se mantendría Horus, pero no el serej.

Nebty

Nebty

Se traduce como “el de las Dos Damas”, es decir la diosa buitre Nejbet del Alto Egipto y la diosa cobra Uadyet del Bajo Egipto.
El motivo para escoger estas dos divinidades se debe a que ellas fueron las diosas patronas del Sur y en el Norte de Egipto en la época formativa. Nejbet tenía su centro de culto en la ciudad de el-Kab y Nejbet en Nejeb.
Con este título se enfatizaba y potencia el poder del rey sobre todo el Egipto unificado, considerándose una monarquía dual.
Apareció con Aha en la Dinastía I.

Horus de Oro

Horus de Oro

Se representó con un halcón posado sobre el símbolo jeroglífico de oro. Se interpreta como la encarnación del monarca identificado con Horus y con el resto de los dioses, que mitológicamente tenían la carne de oro, como símbolo de incorruptibilidad.
Ser un Horus de Oro suponía convertirse en un ser inmortal asociado a la divinidad. Es decir, aunque a la hora de la muerte el soberano falleciera, como cualquier ser vivo, se le asimilaba directamente a uno de los dioses más poderosos e influyentes del panteón.
Apareció con Den, en la Dinastía I.

Nesut bity

Nesut bity

Traducido como “el de la Caña y la Abeja”. Es lo mismo que decir “Rey de las Dos Tierras”.
Tiene un simbolismo similar al título Nebty aunque, en este caso, no hay seguridad en cuanto a cuál fue la razón para emplear estos dos signos para el Bajo y el Alto Egipto.
Aunque tradicionalmente se ha considerado que la abeja (o el papiro) era el emblema del Bajo Egipto y la caña del Alto Egipto, este último presenta dificultades y desacuerdos en su interpretación. Se ha especulado que podría ser un junco marítimo, pero esta planta no se encuentra en el Valle del Nilo.
A continuación se escribía el llamado “Prenomen” en el interior de un “cartucho” que incluía el nombre que el rey tomaba en la coronación y que, con mucha frecuencia, agrupaba el nombre del sol en el de el propio rey. De este modo se obtenía el dominio y la asimilación del soberano con el sol y su circuito, tanto en el día como en la noche.
Apareció con Den en la Dinastía I, aunque es posible que fuera empleado con anterioridad, aunque no precedió a un “cartucho” hasta el reinado de Seneferu (Dinastía IV). Durante el Reino Medio este es el más importante de los títulos, seguido del nomen.

Sa Ra

Sa Ra

Se traduce por “Hijo de Ra”. Este título precedía, al llamado “nomen”, es decir, el nombre que el soberano había recibido al nacer, el cual se introducía en el interior de un cartucho.
Gracias a él, el rey asumía el parentesco directo con la divinidad más importante del panteón, aquella que creó el universo. Como tal, era responsable de hacer cumplir sus leyes en la tierra.
Durante el Reino Medio este es el segundo nombre en importancia, precedido por el prenomen.
Apareció con Seneferu en la Dinastía IV.

TOCADOS

Tocados

Los tocados de dioses y soberanos fueron muy variados y, en el caso de las divinidades, fueron en muchas ocasiones, su distintivo particular.
Muchos tocados se compartieron; tal es el caso de los cuernos y el disco solar de las diosas Isis, Hathor, la pluma de avestruz de Maat o Shu o los cuernos de carnero retorcidos de Jnum o Benebdyedet. Todos ellos denotan aspectos generales de las deidades representadas. Así por ejemplo, los cuernos en forma de lira y disco solar indican una relación con el cielo, con deidades que podían representarlo pero que guardan alguna relación con el Sol. Los tocados formados por plumas suelen corresponder a entidades creadoras y están relacionados con el aire, el aliento, necesario para subsistir. Los formados con cuernos de carnero indican procreación, sexualidad claramente activa. Aquellos en forma de cuernos de toro también están relacionados con la creación, pero, además se identifican con aspectos lunares, algo que también ocurre con los cuartos crecientes del astro de la noche.
En otro plano están las coronas de los reyes; éstas pueden ser relativamente sencillas o incluir tal cantidad de elementos mágicos que llegan a ser complicadísimas, aunando elementos protectores que las dotan de un mayor poder profiláctico. Con esta complejidad fueron comunes en Baja Época y en el Período Ptolemaico y a menudo su simbolismo es tan sólo parcialmente descifrable.

TORO

Toro

Desde el Período Predinástico podemos encontrar sobre las paletas tanto el toro como el león representando al líder predinástico y más tarde al rey que, con su potencia, su fuerza salvaje, su vigor y su fiereza destruía al enemigo..
El toro fue también símbolo de la fertilidad y fecundidad del suelo, con un marcado sentido sexual. Él era el germinador, el fertilizador, por excelencia, el portador de vitalidad y por ello se convirtió en heraldo de los dioses y símbolo de la potencia y la fertilidad masculina.
En muchas ocasiones las representaciones egipcias pueden inducirnos al error, identificando como toros los que realmente son bueyes. Los bueyes, al ser animales mucho más dóciles, con un carácter mucho menos agresivo, se emplearon para el trabajo y para ser inmolados en algunos sacrificios, como por ejemplo en la ceremonia de “La Apertura de la Boca”. Además, por ser la carne del buey comestible, de excelente calidad, y por poder aprovecharse todas sus vísceras, sirvió como alimento para el clero, que, una vez finalizadas las ceremonias, se nutría con la parte material de estos animales.
El toro estuvo relacionado con las fuerzas cósmicas y con la luna puesto que fue símbolo de la oscuridad y de la noche y además sus cuernos tenían la forma del astro nocturno. Identificado con él lo encontramos fusionado, por ejemplo, con el dios Jonsu. Sin embargo, hay veces que el toro es la representación de los ojos de Ra, el derecho el Sol y el izquierdo la Luna. Es posible que originariamente fuera un símbolo lunar que más tarde se solarizó. No hemos de olvidar que la luna se entendió como “el sol nocturno”, mientras que el ternero simbolizaba al Sol en su nacimiento.
Muchos faraones llevaron el epíteto de “Toro de Horus”, “Toro Poderoso” o “Toro de su madre” dando a entender el vigor sexual de este animal, la virilidad y el coraje y poniéndolo en paralelo con el del soberano. No obstante, estos símbolos no sólo denotaban la potencia sexual sino que también subrayaban la potencia militar del rey, su carácter guerrero y agresivo.
El toro y el buey fueron la encarnación terrestre de un número importante de divinidades, entre las que se encuentran Apis (manifestación del dios menfita Ptah), Merur (personificación de Ra o Atum-Ra en Heliópolis, denominado por los griegos Mnevis), Bujis (hipóstasis de Montu en Tebas), Kamutef (imagen terrestre de Min) y ocasionalmente Nun. Se han hallado cementerios de toros en la ciudad de Armant, para el toro Bujis; en Heliópolis para el toro Merur, y en Menfis para el toro Apis.
Algunos ejemplares, los que mostraban los signos inequívocos de ser el dios en la tierra, eran venerados en Egipto, embalsamados y enterrados con todo el ceremonial.
Una interesante costumbre funeraria fue la presencia, en los enterramientos, de un friso formado por cabezas de toros. Con este símbolo mágico se pretendía repeler a todas las fuerzas dañinas que quisieran molestar al difunto. Documentados desde el Predinástico, cuando no se encuentran físicamente, aunque están representados en piedra.
Parece que era una cola de toro la que llevaba el monarca pendiendo del cinturón de su faldellín, por detrás.

TORTUGA

Tortuga

Aunque comenzó siendo un animal simbólicamente negativo, más tarde se tornó benéfico, sin embargo nunca figura en las mesas de ofrendas pese a que sí se comieron.
Los egipcios consideraron a la tortuga una clase de pez. Aunque en otras culturas suele estar relacionada con la representación del cielo y la tierra (la parte curva del caparazón es la bóveda celeste y la plana la tierra) en Egipto no parece haberse identificado con tal concepción, sino que, muy por el contrario, estuvo adscrita al Mundo Subterráneo.
Aunque hay varios tipos de tortugas que pudieron ser identificadas con fuerzas sobrenaturales cuyo hábitat fueron el Mar Mediterráneo, el Mar Rojo y el Nilo.
La tortuga de río es de costumbres nocturnas. En el proceso de hibernación se entierra en el lodo del fondo del río y puede permanecer allí sin necesidad de respirar durante varias semanas puesto que puede extraer el oxígeno del agua, aunque no tienen branquias. Su relación con el agua y su aparente resurrección la hizo un magnifico símbolo de renacimiento. Además este animal realiza la puesta de huevos en la orilla del río, de donde, al cabo de un tiempo, surgen las pequeñas tortugas “espontáneamente” dirigiéndose directamente al río. Todas estas peculiaridades, junto a su longevidad y su capacidad para esconderse dentro del caparazón, fueron quizá motivos más que suficientes para ver en ella una entidad divina.
Cubriendo un papel mucho más negativo, a partir del Reino Nuevo, figura siendo arponeada quizá por considerarse peligrosa al nadar bajo el agua y suponer un peligro potencial para la barca de Ra.
Como ocurre con otros animales acuáticos fue considerada desde dos puntos de vista. Por un lado parece haber sido un animal protector ya que se encuentra desde el Predinástico representada en paletas de esquisto teriomorfas empleadas para moler minerales para el maquillaje, en forma de vasos y vasijas, en los marfiles mágicos del Reino Medio” y más tarde como genio del Más Allá.
Desde un punto de vista más práctico, los egipcios emplearon la concha de la tortuga de mar para confeccionar escudos.

TRÍADA

Tríada

La palabra tríada procede del griego triás, tríados y sirve para designar un conjunto de tres seres o cosas, estrecha o especialmente vinculados entre sí.
Ya desde el Predinástico se empleó el concepto para designar la reunión de tres divinidades que formaban un conjunto familiar -a imitación del esquema humano- dejando patente la importancia que para los antiguos egipcios tenía la familia. Ésta era una institución estable que contenía una parte importante del equilibrio cósmico (representado por la diosa Maat). Por ese apego hacia la familia, los egipcios sintieron la necesidad de agrupar a sus dioses locales e integrarles en “familias” o enéadas, respondiendo a razones históricas o políticas que hicieron conveniente que determinadas deidades se reunieran para ser adoradas como un grupo divino. De este modo se ordenó, entendió y estructuró la jerarquía sobrehumana para razonar hechos aparentemente inexplicables, que sólo podían tener origen fuera del mundo. Todo ello respondía a la idea de que si el hombre existe, debe existir una fuerza superior creadora de todas las cosas y esta entidad, aun actuando como demiurgo, debe estar rodeada de un entorno familiar.
Así en una tríada encontramos a un padre, una madre y un hijo, es decir a dos elementos masculinos junto a uno femenino. De este tipo tenemos, entre las más conocidas a Amón,. Mut y Jonsu o a Osiris, Isis y Neftis. En algunos casos, la tríada está formada por dos elementos femeninos y uno masculino; de este tipo podemos mencionar a Jnum, Satis y Anukis.
Otra tríada diferente es la que agrupa al rey divinizado, a su esposa (con el aspecto de Hathor) y a la deidad local de un nomo o bien al monarca acompañado de las dos deidades que simbolizan al Norte y al Sur de Egipto. De este tipo son las tríadas del rey Menkaura (Micerinos), de la Dinastía IV, junto a la reina y, en cada grupo escultórico la personificación de una de las provincias, a modo de portadoras de ofrendas, que éstas entregaban al soberano, obteniendo así una variada y rica alimentación funeraria.
Otra variante muestra a tres figuras masculinas, en ocasiones durante la acción de coronar al rey.
En cuanto a formas tripartitas son aquellas en las que se agrupa a tres dioses fusionándolos en una sola entidad como es el caso de Ptah-Sokar-Osiris. Prácticamente en el mismo caso se encuentran los distintos nombres citados para designar una sola entidad. El sol se denominaba Jepri al amanecer, Ra en el cénit y Atum al anochecer, o Ra-Horajty-Atum “Dios Grande Señor del Cielo”, muy venerado en la ciudad obrera de Deir el-Medina. Esta fórmula llegará incluso hasta el mundo judeo-cristiano: por un lado tenemos a la tríada canónica (padre, madre e hijo) y por el otro a la trinidad como tríadas monásticas, el equivalente a Padre, Hijo y Espíritu Santo en la religión cristiana. Además, el número tres fue la forma más pequeña de expresar la pluralidad.
Para representar las almas de los antepasados (es decir, los ancestros divinos) se empleó el conjunto de tres halcones o tres chacales antropomorfos que simbolizaban a los soberanos del Alto y el Bajo Egipto o, lo que es lo mismo, las almas de la ciudad de Pe (en el Norte) y de la ciudad de Nejen (en el Sur).

TYET/TIT (NUDO DE ISIS)

Tyet/Tit (nudo de Isis)

El Tyet es un motivo muy frecuente que, desde los comienzos del Reino Nuevo, se le denominó “Nudo de Isis”.
Era la contrapartida femenina del pilar Dyed y, en forma de amuleto, se colocaba en la nuca o en el pecho del difunto y servía para asegurarse la protección de la diosa Isis, obtener vida eterna y bienestar.
Suele aparecer acompañando al Dyed y al Anj y, más tarde, al Uas, aunque también se encuentra de forma aislada. Pero como ocurre con otros símbolos, a veces se revestía de personalidad propia y surgía coronado con las cabezas de algunas diosas tales como Hathor e Isis.
Este nudo se encontraba en el nudo de los cinturones y autores como Wilkinson entienden que representa la naturaleza invencible de la vida. Otros estudiosos (Andrews) creen que era una pieza de tela empleada en la menstruación, teniendo un color con connotaciones regeneradoras: el rojo.

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