Se conocen como Textos de las Pirámides un conjunto de textos religiosos grabados en las paredes de las pirámides de reyes y reinas egipcios desde finales de la Dinastía V (c. 2375 a. C.). Constituyen el corpus de escritos religiosos más antiguo descubierto hasta la fecha y nos dan a conocer rituales funerarios, ceremonias religiosas, ofrendas, fórmulas mágicas y, en general, todo lo que podía proporcionar el bienestar del rey difunto, facilitando su nueva existencia en el Más Allá.
Se escribieron durante las Dinastías V a VIII. Los más antiguos fueron descubiertos en la pirámide de Unis (2375-2345 a. C.), último faraón de la Dinastía V, conocida por los egipcios como «Perfectos son los lugares de Unis». También se encuentran en las pirámides de Teti (2345-2323 a. C.), Meryra-Pepy o Pepi I (2321-2287 a. C.), Merenra-Nemtyemsaf (2287-2278 a. C.), Neferkara-Pepy o Pepi II (2278-2184 a. C.) y Kakara Ibi o Aba (c. 2160) y en las de las esposas de Neferkara-Pepy: Neit, Iput y Udyebten, todas ellas en la necrópolis de Saqqara. Además, existe una copia de la declaración 32 en una mesa de libación que se encuentra en el templo mortuorio de la pirámide de Pepi I. Algunos de los pasajes aparecen luego grabados en tumbas de nobles de los Reinos Medio y Nuevo y del Período Tardío. Posteriormente se añadieron nuevas fórmulas, de acuerdo con la propia evolución de las ideas religiosas, dando lugar a los llamados Textos de los ataúdes, en el Reino Medio, y más tarde, al Libro de los Muertos, del Reino Nuevo. Especial atención tiene la mastaba de Senusret-anj (Dinastía XII), alto sacerdote de Ptah, que incluye una copia de los textos de la pirámide de Unis a los que se le añadieron otros que aparecen en pirámides de reyes posteriores, lo que nos hace pensar que posiblemente ya existían en época de Unis y que no se grabaron en su pirámide por cuestiones de espacio
Si bien los textos escritos más antiguos pertenecen a finales de la Dinastía V, representan ideas religiosas mucho más antiguas y algunos pueden datarse en los inicios de la civilización egipcia. Existen pasajes de los que ya tenemos noticias en estelas y mastabas de las dos primeras dinastías. Esto nos puede dar una idea de la importancia de los textos que, ya en el año 2400 a. C., reflejaban un complejo sistema religioso, formulado mucho antes de ser escrito en las paredes de las pirámides, y que debió transmitirse, a lo largo de los años, por tradición oral, sin que haya constancia de escrito alguno previo.
Estructura de los textos
Los escritos no describen relatos o narraciones secuenciales sino que son extractos de las teorías de la creación, de las luchas entre Horus y Seth, de diferentes leyendas y sobre todo de textos de ascensión, de resurrección o de identificación con los dioses. Lógicamente, esto nos hace pensar que cuando fueron recopilados las leyendas debían ser ya ampliamente conocidas, al menos en los círculos religiosos y sacerdotales, por lo que es muy posible que estuviesen escritas —bien en otros monumentos menos duraderos, bien en papiros— mucho antes de ser grabadas en la pirámide de Unis.
La pirámide de Unis, «Perfectos son los lugares de Unis», la primera en la que se escribieron, consta únicamente de 228 declaraciones a las que se añadieron, en construcciones posteriores, más del triple, hasta completar las 712 que aparecen en la de Pepi II, «La pirámide establecida y viviente», la más completa de todas. Los textos de la pirámide de Kakara Ibi, un faraón de la Dinastía VIII, en el Primer Periodo Intermedio, se han utilizado para cubrir las lagunas existentes en las otras pirámides, pues, a pesar de que el lenguaje empleado en ellos parece no ser posterior a la Dinastía V, el conjunto general representa una variante y se aleja de las formas empleadas en los textos más antiguos.
Las declaraciones se distribuyen por todas las salas, corredores de acceso, antecámara y cámara funeraria, pero no en el serdab (pequeñas cámaras inaccesibles destinadas a colocar una estatua del rey difunto). Los textos se encuentran agrupados en columnas y separados por líneas de división, que bien pudieron ser trazadas antes de realizar los jeroglíficos pues, al menos en la pirámide de Unis, se observa que las columnas son del mismo grosor. En algunas, estaban policromados y conservan aún restos del color original. Generalmente, comienzan con la frase Dd mdw («palabras para recitar»), aunque en la pirámide de Unis solo aparece al principio, y marcados al final por un signo tomado del jeroglífico , Hwt (capítulo o sección), ideograma empleado para definir una construcción. La primera pirámide en la que se empleó, de forma generalizada, el término Dd mdw es la de Teti, y posteriormente se grabó en las de Pepi II y Neit.
La numeración de las fórmulas fue establecida por Sethe, comenzando con las de la pirámide de Unis, a las que luego añadió las de Teti, Pepi, Merenra y por último las de la pirámide de Pepi II. Cada una de las fórmulas las dividió en secciones (representadas por el símbolo § o el texto Pyr), de modo que para referirse a un texto se utiliza este último sistema, mientras que para hacer referencia a toda la fórmula se emplea PT (por ejemplo PT 273-274 o Pyr 393 a 414 para el Himno caníbal). Aunque aparentemente la numeración establecida por Seteh no parece la más apropiada, hay que decir que cualquier otra secuencia tampoco conduce a una disposición lógica. Si partimos de la base de que la distribución se ajusta a un recorrido relacionado con los oficios fúnebres, un sacerdote iría leyendo los textos desde la entrada de la pirámide hacia el interior o bien realizaría la lectura a la vuelta del ritual. La estructura y numeración realizada por Sethe, que se ha mantenido como norma, comienza en la pared de la cámara funeraria y, a través del corredor de acceso, finaliza en el corredor de la entrada, ajustándose más al segundo caso, al ritual inverso, que al primero. De cualquier forma, leídos en uno u otro sentido, no parece existir un orden secuencial y hasta ahora no es posible determinar una estructura de ubicación lógica. Por otra parte, resulta difícil pensar que los oficios de Pepi II incluyesen la lectura de todos y cada uno de los pasajes grabados en la pirámide (712). Además, hay que hacer notar que, si bien en diferentes pirámides hay declaraciones ubicadas en los mismos lugares, también es cierto que existen pasajes que aparecen en zonas diferentes e incluso dentro de la misma pirámide hay textos repetidos, con variantes, distribuidos en cámaras diferentes.
A cada una de las fórmulas Sethe las denominó Spruch y Faulkner Utterances por empezar con la frase «palabras para ser dichas». Nosotros las hemos traducido por «declaraciones» por tratarse de fórmulas orales. El hecho de que sean precisamente oraciones funerarias implica la no existencia de textos descriptivos que nos den a conocer, de forma clara, los pensamientos religiosos, las leyendas, las teorías, los lugares o dioses y las referencias son simplemente tangenciales. Por ejemplo, no contamos con una definición cartográfica de las diferentes zonas que componen el Más Allá, algo que sí aparece en textos de períodos posteriores, ni de un relato secuencial de las luchas entre Horus y Seth, sino de breves indicaciones, en algunas ocasiones contradictorias, a este y a otros acontecimientos.
Objetivo
Sethe pensaba que podían haber sido textos transmitidos de tiempos muy antiguos mediante tradición oral. Un análisis individual de algunos pasajes sí podría llevarnos a esta conclusión, pero un estudio en conjunto de todos los textos hace pensar que se trata de una recopilación desordenada de un sistema cosmogónico y religioso muy avanzado, pero a la vez sin pulir, y no de un simple compendio de mitos o leyendas locales. Por otra parte, parece aceptado por la mayoría de autores, eso sí, con variaciones de interpretación, que los textos representan letanías recitadas durante los rituales fúnebres por los sacerdotes encargados de oficiar el entierro. Hay dos tipos de textos, los rituales, que están dirigidos al rey en segunda persona y que probablemente fueran recitados por un sacerdote lector que oficiaría en nombre del hijo del rey, y los personales.
Los textos se pueden clasificar en las siguientes categorías generales:
- Rituales de ofrenda e insignia. En este grupo encuadramos las fórmulas de ofrendas, libaciones, preparación para la apertura de la boca, —ritual que devolvía al difunto su capacidad de ingerir alimentos y respirar— preparación de vestimenta, quizás a una estatua del difunto que luego se presentaría a los dioses. Estos textos breves se situaban en la pared norte de la cámara funeraria. Están escritos en segunda persona, dirigidos al difunto.
- Rituales de resurrección. Un conjunto de escritos con un objetivo mucho más importante que el anterior, conseguir la transformación del rey difunto en un aj (Ax), el más importante de todos los aju que habitaban el Más Allá, un paso intermedio hacia el definitivo estado divino, con el que su inmortalidad y resurrección quedaban aseguradas. Esto se conseguía proporcionándole los medios necesarios para ascender al cielo como una estrella, convirtiéndose en el más poderoso de los seres que habitaban el nuevo mundo al que pertenecía. En este sentido, es de destacar, la gran cantidad de declaraciones en las que se le facilita al rey un medio para ascender al cielo o transfigurarse en ese ser divino. Los saju, término que significa «Los que hacen aj», eran estos textos orientados a conseguir esa transformación en un aj, la forma en la que el difunto habitaba en el Más Allá y uno de los elementos que componían el hombre. Tenía relación con el concepto de «ser luminoso», una especie de «espíritu transfigurado», vinculado con las estrellas, y a este aj se llegaba con la unión de otros dos conceptos fundamentales del ser, el ka y el ba.
El ka (kA), era uno de los cinco elementos de todo humano (ka, ba, aj, sombra y cuerpo). Su traducción es compleja por ser un término muy específico de la religión egipcia, pero se podemos traducirlo como un concepto que representa la fuerza vital que acompaña a cada individuo desde su nacimiento, y de ahí que en muchas imágenes aparezca el dios Jnum modelando el ka del ser recién nacido. El ka necesitaba alimentarse igual que lo hace el hombre, al que acompañaba hasta el momento de su muerte. El concepto «Ir al ka» significaba morir, pero el ka continuaba viviendo después de la muerte corporal. Se representa como unos brazos extendidos hacia arriba o hacia delante.
El ba (bA), otro de los cinco elementos del ser, se ha traducido generalmente por «alma», pero realmente se trataba de una manifestación espiritual del individuo, también de difícil traducción y especialmente en el Reino Antiguo, época en la que se escribieron los textos de las pirámides. El ba nacía cuando el individuo moría y representaba la parte animada del difunto, con la facultad de poder desplazarse libremente para encontrase con el ka. Era un nexo entre el mundo de los dioses y la tierra. Es el ba el que proporciona al difunto la movilidad para visitar los lugares que desee en el Más Allá. Siempre está asociado al mundo de los difuntos. Se representaba como un ser con cabeza humana y cuerpo de pájaro, normalmente de halcón, aunque también aparece con cuerpo de ibis o cigüeña jabirú.
Una vez completada la transfiguración en un aj, este convivía con esos el ka y el ba, también necesarios en el mundo de los difuntos. Se representaba con aspecto de ibis crestado. Estas fórmulas, destinadas a la resurrección, se situaron en la pared sur de la cámara y son, por lo general, más largas que las de ofrendas.
- Ritual de la mañana. Se trata de fórmulas destinadas a ejecutar los rituales que se realizaban cada mañana, como despertar, alimentar o vestir al difunto. Estaban directamente relacionados con el amanecer, y por tanto se situaban en paredes orientales del interior de la pirámide: pared este de la antecámara (Merenra), pared oriental de la cámara sepulcral (Pepi II) o en el pasaje que conduce al serdab (Teti y Pepi I), una cámara que incialmente se pensó que hacía las funciones de almacen funerario, pero que es muy probable que tuviera un significado cósmico tan importante como la cámara funeraria o la antecámara.
Además, existen declaraciones destinadas a conseguir la supervivencia y el bienestar del difunto en el Mas Allá, con la ayuda de fórmulas que le permitirían librarse de los peligros topográficos, de los animales dispuestos a acecharlo, dirigidos a una estatua del difunto o destinados a enaltecer el cuerpo del difunto, identificado con Osiris, a Nut, diosa del cielo, identificada con el sarcófago.
Para los egipcios todo podía obtenerse mediante el poder mágico de la escritura y la palabra. Cuando los textos eran leídos, las palabras mágicas podían hacer volver a la vida al difunto. De ahí que los enemigos del faraón en su viaje al Mas Allá aparezcan en muchas ocasiones mutilados, de forma que en caso de recobrar la vida no representasen un problema para el rey. Llama la atención que la pirámide de Unis, la primera en la que se grabaron los textos, es la única en la que no se cumple esta regla y los enemigos del rey no aparecen mutilados. Además, los textos en los que se encuentra el dios Seth en la pirámide de Teti solo aparecen escritos fonéticamente, mientras que en la de Unis aparecen con la clásica representación antropomorfa del dios.
En los textos se observan dos teorías cosmogónicas: por una parte, mitos solares, contemporáneos de los faraones que mandaron escribirlos y por otra unas ideas más antiguas relacionadas con la mitología estelar. En la primera, el faraón es conducido hacia el dios solar Ra, mientras que en la segunda el camino a emprender se dirige a las estrellas circumpolares, aquellas que por no desaparecer nunca del cielo nocturno eran consideradas inmortales. Para J.P. Allen esta identificación constante del rey con las estrellas imperecederas refleja la marca distintiva de la nueva existencia del rey difunto frente al rey vivo y que no es otra que la inmutabilidad, y la eternidad, conceptos que aparecen también asociados al proceso de momificación y a la construcción del complejo piramidal. Este es el primer cambio reflejado en la nueva existencia del rey, que se transforma desde una vida marcada por inevitables cambios físicos, y con medida del tiempo, en otra existencia eterna e inmutable que cambia solo cuando él lo decide.
La duración de la vida del rey es La Recurrencia Eterna
Su límite es la Identidad Eterna,
En ese su privilegio de Cuando le gusta, lo hace;
Cuando no le gusta, no tiene que hacerlo
(Pyr 412a-b, traducción recogida por J. P. Allen, en The Cosmology of the Pyramid Texts. La traducción de Faulkner es ligeramente diferente).
A pesar del predominio de las teorías celestes y de las alusiones a Horus como dios de los cielos, con el que el rey vivo queda identificado, también el rey difunto es ya identificado con Osiris y aparecen pasajes relativos a las teorías osiríacas y a los mitos relacionados con su desmembramiento y muerte. Por otra parte, las teorías cosmogónicas identifican al rey con Atum o con Ra como demiurgos. El Rey es creado antes que cualquier otro ser. Tanto los elementos materiales como las ideas abstractas aparecen después de que el Rey «venga a la existencia», frase que se repite constantemente en muchos pasajes de los textos. Pero antes que él existía el Nun, el caos primordial del que después surgió todo lo que compone la vida y que parece ser una masa líquida. Para J.P. Allen, que utiliza el término Abismo, «se trata de una extensión insondable sobre el cielo que se encuentra en constante oscuridad, a la que no acceden ni los dioses, ni los ajs, ni el sol ni ningún habitante del mundo celeste».
Historia de un descubrimiento
Auguste Mariette nació en Boulogne-sur-Mer en el año 1821 y llegó a Egipto en 1850 con la intención de realizar un inventario de los manuscritos coptos que se conservaban en algunos monasterios. La tarea, que aparentemente debía resultar fácil, se complicó y Mariette no conseguía los permisos necesarios para llevar a cabo su trabajo, por lo que se instaló en una tienda frente a las pirámides con la intención de estudiar los monumentos de la antigüedad. En 1880, tras haber realizado trabajos que lo llevaron a descubrir el Serapeum, Mariette obtuvo del gobierno francés dinero para realizar excavaciones, con la condición de que abriese al menos una de las pirámides de Saqqara. Hasta ese momento se creía que las pirámides no aportarían ningún tipo de inscripción y, ciertamente, no existía razón para pensar lo contrario, ya que en ninguna de las exploradas hasta entonces se habían encontrado inscripciones. A pesar de que Mariette consideraba que las pirámides del recinto no le iban a reportar ningún descubrimiento importante, tenía que cumplir las condiciones impuestas por Francia. En mayo de ese mismo año, mientras se encontraba en Francia, el rais Mohamed Chahin abrió la de Pepi I, descubriendo así los primeros textos, que fueron copiados por Emile Brugsch, conservador del Museo Bulaq. Gaston Maspero fue el encargado de traducir estos primeros escritos, enviados por Mariette. Meses después, cuando volvió a Egipto, se abrió la pirámide de Merenra. El 18 de enero de 1881 Mariette murió sin conocer la importancia real de los textos descubiertos. Algunos días antes de su muerte había llegado a El Cairo Maspero, su sucesor. Fue él quien continuó la búsqueda de los textos, ayudado económicamente por J. M. Cook. Durante los meses siguientes continuaron las visitas a las pirámides de Pepi I y Merenra, en las que se copiaron más textos, además de abrir las de Unis y Teti. Al año siguiente comenzó la primera traducción de los textos de las pirámides, en la obra La Pyramide du roi Ounas, que se alargaría hasta 1892. En 1894 se publicó un volumen único con todos los artículos realizados a lo largo de los años anteriores. Mucho después se abrieron las pirámides de las tres esposas principales de Pepi II: las reinas Udyebten (1925), Neit e Iput (1931-1932), además de la del rey Kakara Ibi. El conjunto de todas estas recopilaciones de textos, junto con los que se encontraron en años posteriores, ya con una importancia mucho menor, es lo que se ha llamado Textos de las Pirámides.
Historial de traducciones y trabajos
El primer intento de copia y traducción organizada de los textos fue de Maspero, que desde 1882 hasta 1892 escribió sucesivos artículos en el Recueil de travaux relatifs à la philologie et l’archéologie égyptiennes et assyriennes, en los que se iban recopilando y traduciendo los textos. El encargado de copiarlos fue Emile Brugsch, empleando un método que fue desastroso para los originales pues se impregnaban con una masa de papel, lo que produjo la pérdida de color de algunas inscripciones originales. Estos artículos fueron recopilados en 1894 en un volumen publicado bajo el título Les Inscriptions des pyramides de Saqqarah. En 1910 Kurt Sethe publicó la primera edición en la que se recogían los textos jeroglíficos agrupados en 741 fórmulas o recitaciones que denominó Spruche. En esta edición, fundamental para el estudio de los textos, Sethe agrupó los jeroglíficos de las distintas pirámides en columnas paralelas con secciones numeradas. Esta división es la que se ha mantenido desde entonces, si bien Faulkner la amplió hasta 759 en su edición de 1969. La obra de Sethe apareció en 2 volúmenes titulados Die Altaegyptischen Pyramidentexte nach den Papierabdrücken und Photographien des Berliner Museums. El primer volumen, de 1908, recoge las inscripciones 1 a 468 (secciones 1 a 905) y el segundo, de 1910, de la 469 a la 714 (secciones 906 a 2217). Diez años después publicó Kritischer Apparat, en la que se recogían índices y notas. Desgraciadamente, Sethe murió en 1934 antes de poder revisar y completar su obra, en la que estuvo trabajando hasta su muerte. En 1962 se publicaron los 6 volúmenes póstumos bajo el título Übersetzung und Kommentar zu den altägyptischen Pyramidentexten.
En 1912, J. H. Breasted, partiendo de los primeros textos de Sethe, publicó su obra Development of Religion and Thought in Ancient Egypt en la que incorporaba muchas citas. Louis Speleers, en 1923, publicó un índice y una traducción al francés recogidos en la obra Textes des Pyramides égyptiennes, obra que fue muy criticada por algunos egiptólogos. Cuarenta años después de la publicación de Sethe apareció la versión inglesa de Samuel A. B. Mercer en 4 volúmenes bajo el título The Pyramid Texts in Translation and Commentary. Son destacables también las publicaciones de G. Jéquier, La pyramide d’Oudjebten (1928), Les pyramides des reines Neit et Apouit (1933), La pyramide d’Aba (1935) y Le monument funéraire de Pepi II (1936), y fundamentalmente la obra de R.O. Faulkner The ancient Egyptian Pyramid Texts (Oxford 1969) en la que recogía las 741 fórmulas originales de Sethe y 18 nuevas, aportadas por los, entonces, recientes descubrimientos. Son destacables, también, la obra de Alexandre Piankoff The Pyramid of Unas: texts translated with commentary (Princeton, 1968), primera traducción íntegra de los textos de la pirámide de Unis, y la de J. Leclant, Reserches récentes sur les Textes des Pyramides et les pyramides à textes de Saqqarah, Académie Royale de Belgiques: Bulletin de la Classe des Lettres et des Sciences Morales et Pollitiques, 5 série, Tome LXXI (1985, 10-11), pp. 292-305.
Por último, en 2005, James P. Allen publicó The Ancient Egyptian Pyramid Texts con la traducción de los textos de las pirámides de los reyes Unis, Teti, Pepi I, Merenra, Pepi II y de la reina Neit. Sin duda, se trata de la mejor traducción de los textos hasta la fecha, teniendo en cuenta los avances en lengua del Reino Antiguo que se han producido desde la publicación de las versiones de Faulkner y Piankoff. Además, para cada pirámide, Allen establece una numeración nueva relacionada con el orden de lectura que supone que debió seguir el sacerdote lector, que haría las funciones del hijo del rey difunto. Al final del trabajo incluye un apéndice con la equivalencia de cada una de las fórmulas numeradas por él y el sistema establecido por Sethe.
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Traducción íntegra de LosTextosdelasPiramides al castellano
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