Egipto: signos y símbolos de lo sagrado – Letra O

[Introducción]
[A] [B] [C] [D] [E] [F] [G] [H] [I] [J][K]
[L] [M] [N] [O] [P] [R] [S] [T] [U] [V]

Elisa Castel Ronda – Agosto de 2007

OBELISCO

Obelisco

Obelisco es un término de origen griego que sirvió para designar a un monolito en piedra, con forma de tronco de pirámide cuadrangular (casi un paralelepípedo), rematado en su parte superior por una sola pieza piramidal denominada piramidion. Generalmente tuvieron una altura que podía sobrepasar los treinta metros aunque los hubo de pequeñas dimensiones. Los egipcios lo denominaron tejen.
El obelisco más antiguo data del reinado del rey Teti (Dinastía VI) y se emplazó en Heliópolis, tenía una altura aproximada de tres metros. Algunos personajes privados, desde el Reino Antiguo y en concreto de la Dinastía VI, también erigieron obeliscos de menor tamaño (hasta de 80 centímetros) y peor calidad que los construidos por los monarcas ya que éstos llegaron a alcanzar los 30 metros.
Idealmente debían estar recubiertos de oro, al menos el piramidion, pero en la práctica no todos los obeliscos pudieron cubrirse con tan preciado metal. A lo largo de sus caras suele llevar una inscripción jeroglífica conmemorativa que incluye el nombre del monarca que lo mandó levantar. En la base, un friso de babuinos subrayan su estrecha relación con el sol.
Vinculados al simbolismo solar, estaban relacionados con la colina Benben; de hecho, eran la estilización de ésta. Además, igual que las pirámides su forma se entendía como petrificación de los rayos solares al caer a la tierra, y por ello eran sagrados en sí mismos.
Durante el Reino Nuevo se emplazaron a pares ante los pílonos de los templos no sólo por la solarización de los dioses iniciada en el Imperio Medio (la asimilación de los dioses a Ra), sino también como símbolo de un lugar “santo”, una morada del dios. El hecho de presentarse en pareja puede tener relación con el concepto de dualidad tan arraigado en el pensamiento egipcio.

OGDÓADA

Ogdóada

El término ogdóada sirve para designar un grupo de ocho divinidades responsables del huevo de donde nació Ra, en el comienzo de los tiempos, según la cosmogonía elaborada en la ciudad de Hermópolis. Estas formas divinas se encontraban imbuidas en el caos primigenio y en conjunto se denominaron “Los Padres y las Madres que Crearon la Luz” es decir, el sol. Sin embargo son elementos inmateriales, vínculos para explicar un proceso concreto, el nacimiento del verdadero creador del mundo ordenado: Ra. Ellos preparan el terreno, crean una colina para que se pose el astro y esta colina se llamará la “Isla de las Llamas”. Realmente son manifestaciones del dios Thot que se encuentra a la cabeza de este escenario creado para la aparición del disco solar.
La ogdóada estaba estructurada de forma dual, ya que se compone de cuatro parejas de machos y hembras, encarnados en serpientes y ranas respectivamente, que simbolizan distintos aspectos del océano primordial. Dichas parejas fueron: Nun y Naunet el agua primitiva (primordial), Heh y Hehet el espacio infinito indeterminado, Kek y Keket las tinieblas, Nia y Niat la vida o la indeterminación espacial. A este grupo de cuatro deidades se añadió con posterioridad Amón y Amonet, sustituyendo a los últimos, con fines claramente legitimistas, por parte de los teólogos tebanos.
La elección de estos animales para crear tal mito cosmogónico se debió a que tanto las ranas como las serpientes son las primeras en aparecer cuando se retiran las aguas de la crecida del río Nilo, que, por otra parte, están identificadas con las aguas primigenias. Dichas criaturas podían ser observadas en los islotes que iban surgiendo del río, relacionados con la colina primordial. Este acontecimiento natural se puso en conexión con la creación en los primeros tiempos y convirtió a sus protagonistas en los responsables del cuidado del sol.

OJO

El ojo ha sido en todas las culturas un símbolo vital ya que el órgano visual es uno de los más importantes en el ser humano. Precisamente por esta causa los hombres lo llevaron a las esferas divinas y lo relacionaron con el concepto de luz y de energía luminosa.

Ojo humano

Ojo humano

El ojo humano es un elemento que aparece representado desde la Dinastía V.
Aunque se desconoce su significado exacto pudo estar relacionado con la capacidad de percepción del mal y fue un poderoso amuleto contra las fuerzas negativas.

Ojo de Horus

Ojo de Horus

Ciertas luchas mitológicas acaecidas entre el dios Horus y su tío Seth hicieron que el ojo de Horus, simbolizara la totalidad, aquello que ha vuelto a su ser y se ha completado. Los egipcios lo denominaron Udyat. Dicha narración cuenta cómo Horus tuvo que luchar encarnizadamente con su tío Seth para vengar la muerte de su padre Osiris. En la batalla Horus perdió el ojo izquierdo, que fue dañado o robado por Seth, teniendo que ser sustituido por el Udyat.
El ojo izquierdo de Horus se relacionó con la Luna, mientras que su ojo derecho se identificó con el sol. El punto de conexión entre el Udyat y la Luna se debe a una versión del mito que cuenta que el ojo herido tuvo que ser sanado y reconstruido por el dios Thot. El proceso de curación se percibía en la naturaleza a través de las fases lunares, es decir, la Luna modificaba su aspecto cuando estaba en trance de curación y la Luna Llena aparecía cuando el Ojo de Horus estaba sanado completamente.
La conexión entre mitos solares y osiríacos que se percibe en esta leyenda parece indicar que los propios egipcios fusionaron historias que pertenecían a deidades distintas, Horus el Viejo (Haroeris) y Horus el Joven (el hijo de Osiris e Isis) y que al final el Ojo sirvió como modelo de la ofrenda que Horus el Joven le hacía a su propio padre para volverle a la vida. Es decir, Horus el Joven llegó a fusionarse con su homólogo cuando el mito de Osiris comenzó a cobrar importancia.
En forma de amuleto, era uno de los más poderosos e importantes y la cantidad de ejemplares que se llevaran o incluyeran en la momia incrementaba el valor protector del mismo. Servía para contrarrestar los efectos del mal de ojo, como remedio contra las enfermedades oculares y para proteger al difunto de cualquier encantamiento dañino o de la mala suerte, potenciándole la visión, tanto la real como la introspectiva.
Aparece en multitud de contextos; por ejemplo, sobre los muros de los templos se recoge la ofrenda de dos Ojos de Horus para asegurar el buen funcionamiento del ciclo solar y lunar. Idéntico simbolismo tenía la presentación de dos espejos (Véase “espejo”). También en el santuario el Udyat se personifica en la cerradura del naos de la divinidad. La parte por donde entraba el pestillo se denominaba de este modo y el pestillo en sí era “el dedo de Seth” evocando de nuevo los problemas entre ambos dioses; el retorno de maat (orden), personificado por el dios del templo, estabilizaba el cosmos agitado por esta lucha.
El Udyat se encuentra en el ajuar funerario, formando parte de la decoración o, incluso, integrado en la ornamentación de cetros, proas de las barcas, etc. Con la inclusión del ojo se animaba el objeto y de forma mágica se facultaba para que tuviera la facultad de ver.
El Ojo de Horusfue considerado la ofrenda por excelencia. En opinión de Hornung (1992) podría ponerse en paralelo con la ofrenda de Maat ya que con ambos se conseguía alejar las amenazas peligrosas y dañinas logrando que la justicia y la armonía permanecieran o retornaran. Estas dos ofrendas se presentaban una junto a la otra en ceremonias tales como el “Culto Diario” y se acercaban a la boca de la divinidad. Una estatuilla representaba a la diosa de la justicia y del orden cósmico, Maat, que portaba sobre la cabeza una pluma de avestruz como símbolo distintivo. Ella constituía el alimento genérico del dios, ya que éste se sustentaba de la justicia, fortaleciéndose con el “espíritu” de este concepto que facultaba la buena marcha del país. Por otro lado, el Ojo de Horus simbolizaba la salud, otro de los elementos esenciales para el mantenimiento del maat. Gracias a estas ofrendas se insuflaba a la estatua la “vida” mágica y poderosa, necesaria para la armonía de la tierra egipcia.
Algunos dioses como Iah (la Luna) o Nefertum en su aspecto de “Soberano de la Comida” (Reino Nuevo) llevan con frecuencia este órgano en la mano como símbolo de “toda” ofrenda. Es decir, llegó a personificar no sólo conceptos relacionados con la luz, sino que también podía ser, por ejemplo, la materialización mágica de alimentos. Representado en el lateral de los sarcófagos servía para que el difunto pudiera ver mediante ellos el viaje que realizaba a través del cielo, incluyéndose a finales del tercer milenio.

Ojo de Ra

Ojo de Ra

Como se ha citado en el apartado anterior, el ojo está relacionado con el concepto de luz y de energía luminosa. El ojo izquierdo de Horus está relacionado con la Luna, mientras que el ojo derecho se identifica con el Sol y es el Úreus vigilante y defensor que se encuentra en su frente.
En este caso nos encontramos ante la personificación del ojo del dios solar, que tenía la facultad de ser independiente del dios, pero que le preservaba del mal.
El Ojo de Ra estaba identificado con la llama, con el fuego y éste a su vez se relacionaba con la diosa Sejmet, el aspecto destructor del sol. Esta diosa podía tomar la forma de una cobra o el de una mujer con cabeza de leona. Dicha cobra protectora se colocaba sobre la frente del dios Ra y en la del soberano como símbolo de poder potencia y defensa.
La leyenda cuenta cómo el Ojo (personificado en una diosa Hathor-Sejemet) se desprende del propio dios Ra y, encolerizado por el trato que los humanos han dado a su padre (el sol) viaja furiosa hasta Nubia para vengarse de los hombres y aniquilarlos a su paso. Dándose cuenta del desastre que está ocasionando, Ra le ordena cesar la matanza, pero ella, enfebrecida por el sabor de la sangre, no escucha sus ruegos. Por ello el sol ha de convocar a los dioses y ordenar a una comisión divina que parta en busca de su Ojo y le ordene retornar a su lugar. Cuando la encuentran tratan de aplacarla con música y danzas, y deciden embriagarla con una bebida de color rojo, compuesta con madrágoras fermentadas, que vierten sobre el suelo. Al despertar, la diosa bebe en abundancia y completamente borracha calma sus ánimos, así los dioses logran llevarla a Egipto donde se lava en las aguas de la primera catarata del río Nilo (relacionadas en este caso con las aguas primordiales) y se convierte en una hermosa mujer. Después de ser recibida en varios centros religiosos con muestras de alegría y alborozo, Ra la convierte en Úreus y la coloca en su frente para que nunca más pueda escaparse.
Este mito se recoge por primera vez en la Tumba de Sethy I en el Valle de los Reyes y más tarde, con distintas variantes, se repite en los templos ptolemaicos, documentándose también en papiros de época Grecorromana. Es conveniente recordar que la sangre y el vino estaban en Egipto íntimamente relacionados. En cualquier caso esta leyenda varía en función de la versión del mito que se consulte. Así, en algunos lugares el responsable del retorno y del apaciguamiento de esta deidad es el dios Thot, mientras que en otros textos es Onuris, Shu y Tefnut, etc. En todos los casos el responsable se hace acompañar de todo un cortejo de dioses menores, genios y músicos que mediante sus cánticos y el sonido de sus instrumentos calman a la diosa encolerizada y la hacen volver con su padre Ra que la coloca en su frente en forma de Úreus.

OLIVO

Olivo

Fue cultivado desde el 3.000 a.C y se encuentra representado en algunas paletas del período tinita (Wilkinson 1998). No tiene gran altura (unos cuatro o cinco metros), es de hoja perenne, copa ancha que si no se poda tiene forma piramidal y tronco retorcido de madera dura y extremada longevidad (de 500 a 1.000 años). Su fruto es la aceituna.
Quizá las cualidades citadas fueron las causas para determinar su conexión con la ciudad de Heliópolis ya que en esta urbe se relacionó con el dios Horus, en su aspecto de dios halcón solar.
El olivo también se fusionó con una arcaica deidad de la que no hay muchos datos, llamada Jeribakef, al que se le denominó “El que está bajo su olivo”.
Como soporte de objetos artísticos, sólo se empleó en el la Baja Época para elaborar estelas.
La hoja del olivo es un poderoso hipotensor, cualidad que pudieron conocer los egipcios.
El testimonio físico más antiguo se encuentra unos ramilletes de olivo, atados con persea que se han encontrado en la tumba de Dyehuty, en Tebas Oeste, donde está excavando un equipo español.

OREJA

Oreja

Las orejas representaban la capacidad del dios de escuchar las plegarias de los devotos y con su ofrenda el egipcio esperaba que sus ruegos llegaran al dios de forma mágica más fácilmente y con mayor rapidez. Podemos encontrarlas inscritas en las estelas o modeladas en forma de ofrendas.
Un gran número de ojos y orejas votivas se encontraron, por ejemplo, en Deir el-Bahari (Tebas-Oeste); estaban destinadas a la diosa Hathor para que escuchara las plegarias de sus devotos.
En la cara este del templo de Karnak existía una curiosa construcción de época de Ramsés II, denominada “Amón el de la Oreja que Escucha” o “Amón que escucha las plegarias”, cumpliendo la misma función y en Menfis existía un lugar similar para el dios Ptah, denominado “Grandes de Oído”. En otros centros religiosos se hallaron más ejemplos de este tipo, e incluso algunas orejas de reducidas dimensiones las llevaban los egipcios como amuleto.
En otro plano los egipcios pensaban que la oreja derecha el punto por donde entraba el soplo de vida, mientras que la izquierda era por donde entraba la muerte.
Las orejas requerían un cuidado especial ya que por ellas podían penetrar en el individuo fuerzas negativas que avanzaban por el cuerpo hasta alcanzar la sede del “pensamiento”, es decir, el corazón.

ORO

Oro

El oro en Egipto simbolizó la carne de los dioses, especialmente de Ra, ya que los rayos del astro se asimilaron al color de este metal inalterable y teóricamente imperecedero. Además el oro tiene la cualidad de mantenerse brillante y sin oxidación, fenómenos que no fueron pasados por alto por los observadores egipcios y que se relacionaron con la vida eterna..
Una leyenda de la Dinastía XIX nos cuenta que el cuerpo de Ra estaba formado por huesos de plata, carne de oro y cabellos de lapislázuli, uniéndose en una misma entidad divina el simbolismo de los materiales y del color.
La relación entre el oro y el dios Ra, como entidad suprema, fue precisamente la causa por la que los egipcios incluyeron este metal en muchos de los objetos funerarios que se incluían en las tumbas. Además, se “imitaba” en la pintura y por ello en algunos enterramientos se utilizaba el amarillo para la decoración. Es más, la Cámara del Sarcófago se llamaba “La Sala o Casa del Oro” ya que aquí se producía el renacimiento, la regeneración del difunto.
Otras divinidades, tanto masculinas como femeninas, asociadas al oro fueron: Hathor, denominada en muchos casos “la dorada”, una manifestación femenina de la luz del astro del día, Horus y las diosas Isis y Neftis, las cuales, con frecuencia, están arrodilladas sobre el símbolo que representa este metal y Seth puesto que su culto se centró en una ciudad denominada Nubt, palabra que también servía para designar este metal. Del mismo modo, los egipcios pensaban que la constelación de Orión, (Sah para los egipcios) tenía la piel de oro.
La importancia ritual del oro se manifiesta en un texto donde Dyehuty, Intendente del Tesoro de Osiris y orfebre, relata haber incrustado con oro y plata uno de los suelos del templo de Karnak y la barca Userhat de Amón.
Uno de los cinco nombres que tenía cada monarca egipcio era “El Horus de Oro”, asociando al rey con el sol. Sin embargo, por otro lado tenemos constancia de que el dios halcón Horus recibe el nombre de “oro” en multitud de ocasiones y otro halcón relacionado con el cielo y con el sol denominado Ra-Horajty lleva el epíteto de “Disco de Oro”.
Según Daumas, pesaba prohibición sagrada (tabú) sobre el contacto con el oro, lo cual explicaría el que apenas circulara (en forma de moneda) entre los egipcios, tras las primeras acuñaciones, quedando en manos de mercenarios griegos.

ORTÓPTEROS (SALTAMONTES, LANGOSTAS Y MANTIS)

Ortópteros (saltamontes, langostas y mantis)

En este apartado nos ocuparemos de la langosta, el saltamontes por tener un tratamiento simbólico afín en el Antiguo Egipto aunque los egipcios distinguieron sin dificultad el pacífico saltamontes, la temible langosta y la mantis.
Los relieves de las mastabas del Reino Antiguo nos muestran escenas en el campo donde el saltamontes aparece, por ejemplo posado sobre papiros (Ptahotep). Sin embargo, en otros contextos pudo tener una significación religiosa.
Hay presencia iconográfica de estos animales en los techos de las tumbas, como por ejemplo la de Neferhotep (TT50), en las cajas de cosméticos (Museo de El Cairo, Dinastía VI), en las joyas (broche del brazalete de Tut-Anj-Amón Cairo 62362) y en los bronces de la Época Baja (Museo Fitzwilliam E.9, 1937, del Tercer Período Intermedio).En estos casos –y sobre todo en los numerosos amuletos- podríamos encontrarnos ante deidades protectoras asociadas a conceptos de felicidad y la fertilidad, dotadas con connotaciones de abundancia y riqueza.
La mención del saltamontes en textos religiosos es otro dato a tener en cuenta, ya que ésta es una de las formas que toma el difunto para poder alcanzar con más facilidad el cielo, el Más Allá. Como ocurre con las serpientes se relacionó con la resurrección puesto que cuando nacen las larvas y se alimentan, convirtiéndose en ninfas, mudan de caparazón para convertirse en un insecto adulto.
Ciertos autores (Budge 1969) han relacionado la langosta, desde la Dinastía IV, con una forma del dios Ra jubiloso.
En otro plano, y como animal que puede volar y que se desplaza en grupos muy numerosos asolando a su paso todo alimento vegetal que se encuentra, la langosta también fue una fuerza de destrucción y los propios egipcios en los textos religiosos sitúan al difunto en una barca divina gracias a la cual logra escapar de las langostas. Además este animal protagonizó en Egipto la octava plagas bíblica, según relata el Éxodo (10, 1-20)
La mantis parece que se relacionó con la Apertura de la Boca, según se aprecia en la tumba de Sethy I en el Valle de los Reyes y en el óstrakon 44892 del Museo de El Cairo. Esta asociación pudo deberse a la observación de la fiereza y la voracidad del animal , que utiliza sus grandes y espinosas patas delanteras para llevarse a la boca la presa viva o, incluso que devora a sus congéneres, cualidades muy útiles para el difunto, necesitado de voracidad y poder para vencer los peligros del Más Allá. Por otra parte, el color verde del animal se puso en relación con los conceptos de “crecimiento” y de “fertilidad”. La matis nace de un huevo y al ver la luz está aún desprovisto de alas permaneciendo así hasta que es adulto. Este desarrollo se asemeja al proceso de renacimiento que tenía lugar gracias a la Ceremonia de la “Apertura de la Boca”.
En forma de amuleto tuvo un uso exclusivamente funerario.

OSIRIS VEGETANTE Y CAMA DE OSIRIS

Osiris vegetante y cama de Osiris

Osiris vegetante y cama de Osiris

Copyright Alain Guilleux Une promenade en Egypte

Camas de Osiris eran unos pequeños moldes de madera con la silueta de Osiris, ataviado con la corona Atef y los cetros de poder en sus manos. Su interior se rellenaba con tierra y semilla que más tarde germinaba. Se hacían colocar en las tumbas desde el Reino Medio y son típicas del Reino Nuevo.
Los Osiris vegetantes, que aparecen en el Periodo Tardío, pudieran ser los descendientes de las “Camas de Osiris” que surgen con Hatshesut. Son unas figurillas momiformes modeladas con barro y otros materiales mágicos (minerales, sustancias aromáticas…) que se vendaban cuidadosamente y solían introducirse en un pequeño sarcófago de madera.
Ambas se incluían en el ajuar funerario consiguiendo que las semillas germinaran dentro de una imagen de Osiris, rememorando su función de dios del grano y propiciando la agricultura por medio de la regeneración, muerte y resurrección. De este modo se cumplía el ciclo de nacimiento, crecimiento, muerte y renacimiento, proceso al que se sumaba el fallecido de forma mágica, obteniendo así su propio renacimiento, su regeneración en el Más Allá.
Aunque representan a Osiris, en ellas se fusionan tres divinidades relacionadas con el Más Allá: Osiris, Ptah y Sokar. Gracias esta asimilación entre los tres dioses se creó una deidad denominada Ptah-Sokar-Osiris, que estaba unida tanto al ciclo de Osiris como al solar.
Las figurillas sufrían el proceso de la vejez y, al pasar un año, debían de ser sustituidas por otras de similares características, celebrándose un festival denominado los “Misterios de Osiris” donde se llevaba a cabo la complicada elaboración, cocción y preparación de la estatuilla mágica; en él se rememoraba el enterramiento de la figurilla de barro confeccionada el año anterior coincidiendo con la fecha en la que, de forma mítica, había acontecido la muerte de Osiris (día 18 del mes de Joiak). Al estar vinculadas a Osiris, tenían conexión con la agricultura y en concreto con el grano y de forma simbólica, con el ciclo vital. La primera estatuilla se inhumaba con toda clase de pompa, ya que había cometido su función anual: la germinación y la muerte, renovándose el proceso mágico de nacimiento-muerte-resurrección, es decir el ciclo de la vegetación.
Koemoth (1992) expone la posibilidad que estas figuras estuvieran relacionadas con ciertos objetos alargados cubiertos de trigo hallados en la tumba 2498 de Sakkara, datados en la Dinastía II.

No se admiten más comentarios