Egipto: signos y símbolos de lo sagrado – Letra D

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Elisa Castel Ronda – Agosto de 2007

DESIERTO

Desierto

El desierto fue denominado la “Tierra Roja” (deshret) mientras que el fértil Valle del Nilo se llamó Kemet. De la primera palabra procede la moderna voz “desierto” y de la segunda “química”.
Como ocurría con otros fenómenos o accidentes naturales que se producían en Egipto el desierto también fue objeto de identificaciones divinas y simbólicas. Se relacionó con el dios Seth, el hermano de Osiris, con el desorden y con las fuerzas del mal. Esto puede interpretarse del modo siguiente: la zona de cultivos ha de luchar continuamente para que las arenas del desierto no inunden el Valle, al igual que Horus luchaba eternamente para vencer a Seth. Por otro lado la aridez de este territorio, en el que aparentemente no existe la vida, y las pocas posibilidades de supervivencia fueron otros determinantes que, sin duda, hay que tener en cuenta, identificándose su sequedad con elementos dañinos o condenatorios.
A causa de los peligros que acontecían en estos terrenos yermos, los egipcios sintieron la necesidad de encomendar ciertas rutas a deidades benéficas que debían proteger determinados accesos o caminos. Como por ejemplo el dios Min, encargado de la custodia de las rutas caravaneras.
Pese a todo ello, los egipcios escogieron el desierto para inhumar a sus difuntos, sobre todo el desierto Occidental. Allí estaban localizadas la mayor parte de las necrópolis y era el lugar de entrada al Mundo Subterráneo. Precisamente en este punto cardinal desaparecía el Sol cada noche para renacer al día siguiente por el Oriente completamente rejuvenecido, un simbolismo tan acorde con el pensamiento egipcio que no pudieron pasarlo por alto.
Una de las indiscutibles causas para esta elección fue la limitada extensión de la zona fértil o, para ser más exactos su anchura. Es evidente que no podían permitirse desaprovechar zonas de cultivo en beneficio de zonas de vivienda o cementerios. Por otro lado, desde tiempos remotos los egipcios descubrieron que la arena actuaba como desecante y, por tanto, conservante natural y cuando los cuerpos comenzaron a ser embalsamados artificialmente, el desierto no se abandonó y continúó desempeñando su función de acogida de los fallecidos.

DUALIDAD y DUALISMO

Dualidad y dualismo

Como dualidad entendemos la reunión de dos caracteres o fenómenos distintos en una misma persona o cosa y como dualismo la concepción que supone que en el conjunto de la realidad hay dos principios que se oponen irreductiblemente, pero que son igualmente necesarios, eternos e independientes el uno del otro. Ambos conceptos en Egipto llegan a unirse de tal manera que a veces es muy difícil establecer la frontera para poder hacer una clara distinción.
El concepto de dualidad expresa una idea de complementariedad que para coexistir implica que también subsista su antagonista. Se encuentra presente en gran cantidad de aspectos, representando pares opuestos. En muchos casos, se manifiesta bien mediante los principios cosmológicos, la androginia divina, una forma de expresar que el demiurgo se bastó por sí solo para comenzar a crear. El dualismo se hace evidente a través de otros muchos símbolos: el Alto y el Bajo Egipto, el desierto y el Valle, el bien y el mal personificados en Horus y Seth, el Este y el Oeste, o lo que es lo mismo la vida y la muerte, la derecha y la izquierda relacionadas respectivamente con Occidente y Oriente, la Corona Roja y la Corona Blanca, la izquierda (la Luna) y la derecha (el Sol), arriba, donde se encuentran los dioses y abajo donde están los genios peligrosos (el mundo subterráneo), etc.

DUAT

Duat

Los egipcios entendían que el Más Allá era un mundo dinámico, es decir, podían disfrutar de la vida tras la muerte de distintas maneras. Era posible ser felices en los campos de Ialu, donde gozarían de los placeres de la “vida”, pero donde también debían cultivar los campos. También era posible ascender a las estrellas y surcar el cielo junto a Ra cada día, pero por la noche hacían un recorrido por el submundo, por la duat, que era a la vez subterráneo y celeste.
Para ser más específicos comentaremos que durante el Reino Antiguo la Dat, se situó en el cielo y durante el Reino Nuevo paso denominarse Duat y a designar al mundo subterráneo.
El amor de los egipcios hacia su país hizo que reprodujeran tras la muerte muchos aspectos de su tierra; así para la Duat se concibieron campos idílicos e incluso un río subterráneo a imagen del Nilo.
Al ser éste un mundo complicado, plagado de lugares enigmáticos y genios dañinos o beneficiosos, a partir del Reino Nuevo se compuso un libro llamado “Libro de la Amduat” donde se recogía su geografía y sus habitantes para que pudiera ser empleado a modo de guía. Todo esto se enmarcaba en el viaje nocturno del Sol y en su nacimiento en la mañana. El fallecido se asimilaba a este dios y de este modo viajaba por el Más Allá.
Este libro se recogió en papiros y en las decoraciones de las tumbas.

DYED

Dyed

Nos encontramos ante uno de los símbolos más frecuentes en Egipto pero también ante uno de los menos claros en cuanto al objeto físico que reproduce.
Parece evidente que el pilar dyed pudo ser un antiguo fetiche de la prehistoria que pasó a formar parte de la iconografía egipcia, permaneciendo representado hasta el periodo romano. Estaba relacionado con los ritos agrícolas.
La presencia de dos pilares Dyed de época Tinita, hallados en Heluan y su inclusión en el recinto funerario del rey Dyeser en Sakkara (necrópolis de Menfis) indican que fue un símbolo asociado a otro concepto (soporte del cielo) o a otra divinidad y ésta bien pudiera ser Sokar y Ptah, ambas entidades divinas del área de Menfis, ya que los dos aparecen sujetando este distintivo en sus manos. Es muy posible que, dado que Osiris, Ptah y Sokar fueron en cierto modo asociados, el pilar pasara a formar parte del simbolismo de Osiris cuando se difundió su culto. Por otro lado, el Dyed también se encuentra en ciertas representaciones divinas que no incumben a estas divinidades. Tal es el caso de los dioses Thot y Jonsu..
Las interpretaciones que se han vertido acerca de lo que puede simbolizar han sido muy variadas y debatidas. Por un lado se piensa que pudo representar la columna vertebral del dios Osiris, por lo que aparece en los sarcófagos emplazado a la altura de esta zona del cuerpo. Por otro lado y a causa de la relación de Osiris con cultos agrícolas se ha creído ver en él un árbol, un poste con gavillas de grano atadas, etc.
En el Papiro de Ani, del Reino Nuevo lo encontramos situado sobre un signo Anj que está dotado de brazos que sujetan un disco solar en su nacimiento mientras una serie de monos proceden a saludar y adorar al Sol. Sin embargo, en este caso (no así en Dyeser) no hay lugar a dudas respecto a que el representado con forma de Dyed es el propio Osiris, ya que a ambos lados se encuentran su hermana Neftis y su esposa Isis.
En relación con este pilar, existía una célebre ceremonia que se llamaba “Erección del Pilar Dyed”. Aunque de origen menfita, posiblemente para el dios Ptah, fue “osirianizada” con posterioridad y se reprodujo, entre otros lugares, en el templo de Sethy I en Abidos, lugar inequívoco de culto a Osiris. Mediante la celebración de esta ceremonia se simbolizaba la estabilidad del reinado, la resurrección de Osiris, la victoria de éste sobre Seth. Era un modo de evocar al rey difunto relevado por otro monarca que también era merecedor de ostentar el trono de Horus. Además y dado que este rito debía repetirse durante la fiesta o ceremonia del Heb Sed, constituía un modo de renovar, de regenerar y revitalizar periódicamente las fuerzas del monarca para que éste fuera capaz de seguir reinando de forma válida sobre el trono de Egipto.

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