Egipto: signos y símbolos de lo sagrado – Letra S

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Elisa Castel Ronda – Agosto de 2007

SA

Sa

El amuleto protector Sa es uno de los símbolos cuya identificación es problemática. Dependiendo del autor consultado encontramos que pudiera ser una tienda de pastor de papiro enrollada (al menos en la Dinastía XVIII), un abrigo plegado de pastor que se usaba para proteger la espalda del viento o una especie de salvavidas de papiro. Ciertamente, lo que no cabe duda es que nos encontramos ante un elemento vegetal curvado hacia abajo con los cabos atados.
Fue un símbolo de protección por excelencia que aparece tanto solo como acompañando a las divinidades bienhechoras Tueris y Bes, así como compaña a otros símbolos mágicos como por ejemplo el Anj .
El Sa aparece con mucha frecuencia inscrito en los llamados “marfiles mágicos”, junto a otros genios protectores pero también se utilizó como elemento ornamental y profiláctico en objetos de joyería.

SACRIFICIO

Sacrificio

El hallazgo de algunos cuerpos en los enterramientos del Periodo Tinita parecen apuntar que el sacrificio humano se realizó en Egipto aunque esta práctica desapareció muy pronto. Las razones bebieron tener que ver con la idea de que al fallecer el monarca necesitaba sirvientes y compañeros que le asistieran en el Más Allá al igual que lo habían hecho en vida.
En la tumba del Horus Aha (Dinastía I) se encontraron 34 pozos que podrían corresponder a otros tantos sacrificios de individuos que no excedían los 25 años y bajo el reinado de Dyer –cuando se produjo el mayor número de ejecuciones rituales- se hallaron más de 318 inhumaciones de siervos o servidores en las inmediaciones de su tumba en Abidos; de algunos de estos personajes se encontraron estelas, y corresponden a 76 mujeres, 11 hombres y 2 enanos. En la cámara funeraria de este rey se enterró también su esposa, inmolada a la muerte de su marido.
Todo parece indicar que las víctimas eran ejecutadas antes de ser introducidas en las cámaras funerarias que les servirían de morada eterna.
Al finalizar la Dinastía II este tipo de sacrificios desaparecieron definitivamente siendo reemplazados por la reproducción mágica de éstos sobre los muros de las tumbas o por estatuillas de sirvientes, portadores/as de ofrendas, carniceros, panaderos… y posteriormente en las mal llamadas maquetas. También con esta utilidad se incluyeron, a partir del Reino Medio unas figurillas mágicas denominadas Usheties.
Los “Textos de las Pirámides”, del Reino Antiguo, recogen mitos, costumbres y tradiciones que se remontan a la Prehistoria. En ellos existen ciertos pasajes, que se han venido denominando “Texto Caníbal” en los que el monarca se come a los dioses; quizá sea una reminiscencia de ciertos ritos remotos o quizá una licencia para expresar de forma metafórica el poder que alcanza el rey a su muerte y la fuerza que posee para defenderse en el Más allá.
Otro tipo de sacrificios que acontecieron en el Valle del Nilo y se mantuvieron hasta el final de la civilización fueron aquellos que incluían animales. Mediante la inmolación de los mismos se conseguían varios objetivos, entre ellos la eliminación del mal personificado por un genio maléfico o un enemigo potencial. Esto se hacía mediante la ofrenda a un dios determinado de una animal concreto que era de su agrado o, simplemente, gracias a la presentación de alimentos animales que servían para el sustento de los dioses primero (éstos se nutrían de su esencia) y de los sacerdotes después (la parte material de los mismos).
En la ceremonia de la “Apertura de la Boca” se sacrificaba un buey, al que se le arrancaba la pata delantera. Ésta se aproximaba a determinadas partes del cuerpo del fallecido para que pudiera tomar, de forma mágica, el poder y la fuerza del animal difunto.
Otros sacrificios de animales eran aquellos que se llevaban a cabo bien para interpretar a partir de sus vísceras en los oráculos o bien un simulacro de este sacrificio, realizado gracias a la reproducción mágica en cera de su efigie, que más tarde era consumida por el fuego.
Algunos restos de los animales sacrificados se aprovechaban para hacer ciertos objetos, tales como vestidos de piel de Orix o escudos de la concha de la tortuga.

SALIVA

Saliva

Según la cosmogonía heliopolitana, el dios Atum, tomando conciencia de sí mismo, creó con su saliva a la primera pareja de dioses formada por Tefnut (la humedad) y Shu (el aire). También gracias su saliva el dios Thot pudo curar el Ojo herido de Horus, entendiéndose que así se producía el fenómeno físico del crecimiento de la Luna .
En este sentido es inevitable poner en conexión esta secreción del cuerpo humano con los actos de creación y de sanación llevados al ámbito divino quizá por el conociendo inconsciente de las cualidades alcalinas de la saliva, que engloba a las bacterias, las pone en suspensión y facilita su expulsión.

SANGRE

Sangre

Como es lógico, la sangre en todas las civilizaciones antiguas se consideró vital para el ser humano dándole un protagonismo especial y convirtiéndolo en símbolo vital. De este modo, adquirió un poder mágico-sanador y se relacionó con el vino y la cerveza, empleados en el tratamiento mágico, por ejemplo, de las picaduras de escorpión. Así, dioses relacionados con el vino y su proceso de producción también se relacionaron con la sangre desde el momento en el que un individuo pecador que había fallecido podía correr el riesgo de ver su cabeza exprimida para obtener vino.
La mitología egipcia nos presenta distintos relatos en los que la sangre juega un papel crucial, tanto es así, que en una leyenda nos transmiten algo que no suele ser habitual: la creación de la humanidad y en ella hacen responsable de esta creación a una gota de sangre del dios Ra brotada del su falo al ser circundado. Pero la sangre como protagonista de la creación se repite también en los árboles: el cedro, había surgido gracias a la sangre de Gueb, el dios de la tierra.

SARCÓFAGO

Sarcófago

Palabra griega (Sarkophagos) adoptada por el latín (Sarcophagus) que significa “que se come el cuerpo”, en sentido figurado. No deja de llamar la atención que los egipcios lo llamaran “al señor de la vida” puesto que se entendió como una morada para el fallecido que acogía su cuerpo momificado e incorruptible eternamente, un microcosmos donde se introducía el fallecido. Así su tapa se relacionó con la bóveda celeste y en consecuencia con la diosa Nut mientras que la caja, es decir el lugar donde reposaba el cuerpo, puso en conexión con el dios de la tierra Gueb, lográndose la participación y la fusión del difunto en el cosmos.
Sin embargo, los primeros difuntos egipcios no fueron inhumados en sarcófagos. Por aquel entonces los difuntos se enterraban directamente en la arena -que actuaba como deshidratador natural-, conservándolos a la perfección. Entre finales de Nagada III y comienzos de la Dinastía I, las tumbas fueron más complejas y los cuerpos de los difuntos empezaron a estar expuestos al aire por lo que se hizo necesario añadir un elemento para protegerlos que, en principio, fue la envoltura en una piel animal.
La evolución de la tumba y de la protección del muerto continuó a lo largo del Período Tinita cuando se introdujo la costumbre de utilizar unos recipientes cerámicos a modo de huevos y después pequeños sarcófagos rectangulares de madera, donde el cuerpo se colocaba en posición contraída. De forma intermitente en la Dinastía III (con más frecuencia en la Dinastía IV) aparecieron los tradicionales sarcófagos -más largos que los anteriores- para que el cuerpo del fallecido pudiera estirarse, como respuesta a una necesidad: poder acceder al abdomen en el proceso de la momificación para practicar la incisión por donde se sacaba las vísceras para ser embalsamadas aparte.
En las leyendas mitológicas también aparece este elemento. Un sarcófago fue el que se usó para encerrar el cuerpo de Osiris cuando fue asesinado por su hermano Seth.
El difunto egipcio podía enterrarse en una serie de sarcófagos dispuestos y encajados uno dentro del otro a modo. Podían ser rectangulares (qersyu) o antropoides, que solían ser los internos (suhet), surgiendo el primer antropoide de madera en el Reino Nuevo con Userhat y en piedra con Merimose, Virrey de Nubia en tiempos de Amenhotep III. Toda su superficie podía estar decorada, pasando por distintas etapas: Los primeros (Reino Antiguo) solían grabar lo que tradicionalmente conocemos como “Fachadas de Palacio”; en el Reino Medio, se añadieron algunas inscripciones mágicas, dos Ojos de Horus, mediante las cuales el fallecido podía ver su “viaje”, y una pequeña “puerta”. A estos se les irá añadiendo progresivamente más iconografía que incluía dioses protectores garantes de su cuidado y ciertas fórmulas apotropaicas, que aseguraban su bienestar. Esta costumbre alcanzó su zénit en el Tercer Período Intermedio, encontrándose desde entonces ejemplos de una gran belleza inscritos tanto en el exterior como cubriendo las paredes interiores de la caja, con escenas de los libros sagrados funerarios.

SAUCE

Sauce

Es un de madera rojiza y ligera y fue llamado por los antiguos egipcios tcheret.
En Egipto fue símbolo del dios Osiris, posiblemente porque en una de as versiones de la leyenda de Osiris fue le que protegió su cuerpo cuando, después de ser asesinado, quedó varado en la costa de Biblos (algunas variantes de la misma leyenda identifican el árbol con el cedro). Otra narración nos comenta que sobre sus ramas se posaba un ave, que era el “alma” de Osiris, bajo su forma de pájaro Bennu, cuyo cuerpo se encontraba bajo éste. Por todo ello, todos los centros religiosos en los que se veneraba el culto al dios del Más Allá se jactaban de poseer la hipotética tumba de Osiris y se adornaban con este árbol, símbolo del dios.
En Egipto existía una fiesta anual denominada la “Erección del Sauce” y en el templo de Hathor de Heliópolis existía una capilla llamada “capilla para alzar el sauce. El simbolismo de ambas guardaba sin duda estrecha relación con el campo, el crecimiento de los árboles y con la ceremonia de la “Erección del Pilar Dyed”, que por otra parte, aunque en origen fue símbolo del dios Sokar y del dios Ptah, más tarde pasó a formar parte de la iconografía tradicional del dios del Más Allá.
Fue empleado en medicina ya que tiene propiedades antiinflamatorias y sirvió como soporte para la elaboración de estelas durante la Época Baja.

SEJEM

Sejem

Fue un cetro de poder, fuerza y autoridad, constatado desde momentos muy tempranos, que llevaron reyes, nobles y algunas reinas, cuando realizaban algún ritual que guardaba relación con el poder.
El cetro parece que estuvo asociado a dos deidades: Osiris y Anubis y cuando aparece en la iconografía egipcia lo hace como manifestación o emblema de estas divinidades.
Como personificación de poder, fuerza y autoridad fue imprescindible en las ceremonias funerarias y divinas puesto que garantizaba que los ritos fueran especialmente favorables.
Sejem también era una de las partes del ser humano y significaba la energía del espíritu divino.

SEMA Y SEMA TAUI

Sema y Sema Taui

La interpretación de lo que representa se nos escapa aunque algunos autores piensan que puede ser la estilización de los pulmones y la tráquea de un animal.
Como amuleto tenía una significación relacionada con la unión, la unificación.
Cuando se colocaba sobre un cuerpo difunto en forma de amuleto, simbolizaba la garantía de que su cadáver estaba unificado, es decir que no se iba a fragmentar, que permanecería unido eternamente, una garantía esencial para poder disfrutar de una vida eterna.
También este símbolo aparece en Sema-taui, Sema-taui es decir en la “unión de las dos tierras” (el Bajo y el Alto Egipto). En este grupo encontramos el Sema Sema en la parte central, en el lugar donde se atan las plantas simbólicas del Norte y el Sur, representadas por el papiro Papiro y el loto Loto . Las plantas están atadas por dos genios que personifican ambas partes geográficas de Egipto, aunque también pueden ser sujetadas por los dioses Horus y Seth, como representantes de ambos puntos cardinales.
Algunos autores piensan que la adscripción del loto como emblema del Alto Egipto es equívoca y que sería más correcto considerarlo emblema del punto cardinal Este y del área de Heliópolis, siendo el papiro el representante del área menfita y del Oeste. Igual ocurriría con los dioses Set y Horus relacionados con dichas zonas. De este modo Horus debería identificarse con el Oeste y Set con el Este. Así el Sema-taui sería la unificación de las dos riberas del Nilo y no de la tradicional división del Sur y de Norte. Sin embargo esta última interpretación ha de ser tomada con precaución hasta que nuevas investigaciones confirmen tal hipótesis.

SENET

Senet

Fue uno de los múltiples juegos de mesa que usaron los egipcios, quizá el más popular y uno de los más antiguos. Su nombre significa “pasaje o tránsito”.
Sus reglas no se han conservado y que jugó un papel simbólico en entornos funerarios. Consistía en un tablero rectangular provisto de 3 filas de 10 casillas. El juego consistía en partir de la casilla de salida hasta la número 30, sacando allí las fichas y venciendo al oponente.
Para incentivar el juego, sobre el tablero había algunos signos jeroglíficos, que servían a modo de casillas “seguro” o “puente”. Los peones tenían forma cónica o de carrete (cilíndrica) y, a modo de dados, se usaban tablillas o huesos de astrágalo que, dependiendo de cómo caían sobre la mesa o el suelo, determinaban el número de casillas a avanzar.
En el terreno simbólico el juego se relacionó con conceptos de inmortalidad es decir, el fallecido lo empleaba como símbolo que servía para sortear las dificultades que encontraba en el Más Allá y ganar la eternidad.
Una curiosidad radica en que en las pinturas y relieves, el fallecido juega sin un contrincante conocido, ya que éste jamás se representa.
El ejemplo más antiguo se hallaba en la tumba de Hesy, que vivió en la dinastía III.

SERDAB

Serdab

No existe una palabra en el antiguo Egipto para designar lo que nosotros denominamos serdab; es un término árabe sirdãb que sirve para designar sótano, subterráneo, cripta o pasadizo. Parece que cuando los antiguos egipcios se refieren a esta construcción la denominan “Casa del Ka” y no tiene nada que ver con el sentido literal del préstamo actual del árabe.
El serdab en las construcciones faraónicas fue un recinto semicerrado donde se introducía la estatua del ka del difunto para que pudiera disfrutar de las ofrendas que se colocaban frente a este lugar y para que el ba tuviera un lugar donde residir (además del cuerpo) cuando retornaba a la tumba. El recinto estaba comunicado con el exterior a través de una pequeña ventana o abertura.
Aparece bajo el reinado de Dyeser y permanece en enterramientos privados del Reino Antiguo y desaparece como tal al finalizar el Reino Antiguo.

SEREJ

Serej

Es el nombre antiguo que empleamos para designar lo que hoy conocemos como “fachada de palacio”, probablemente de origen mesopotámico. Su decoración consiste en resaltes y nichos verticales, con o sin un halcón, posado en la parte superior.
Presente desde Nagada I y claramente definido en el período de Nagada III, fue el modelo en piedra de la decoración de antiguas residencias reales hechas con materiales vegetales. Una vez que los egipcios dominaron el arte de trabajar la piedra, tales motivos se reprodujeron con este material imperecedero y también sirvieron para la decoración de templos funerarios, tumbas, “Estelas de Falsa Puerta”, sarcófagos de piedra del Reino Antiguo, etc.
El serej como motivo epigráfico, se usó para introducir el nombre del soberano en caracteres jeroglíficos, relacionándolo con Horus que era la divinidad que se posa sobre él.

SERPIENTE

Serpiente

La gran cantidad de ofidios que habitan en África desde tiempo inmemorial, llevó a los egipcios a destacar algunas especies y llevarlas al ámbito divino.
Es muy posible que todas las variedades fueran representadas por los antiguos egipcios y que dada su similitud seamos capaces tan sólo de distinguir algunos ejemplares como por ejemplo la cobra (Úreo), la serpiente pitón (Apofis), ambas fácilmente diferentes o, en algunas ocasiones, la culebra Renenutet.
Quizá la vida silenciosa, sibilina y oculta de las serpientes, junto con la ponzoña del veneno de algunos ejemplares, fue el motivo para que desde momentos muy tempranos, tuvieran una conjunción de sentimientos encontrados, asociándolas a la divinidad.
Los oficios crecen durante toda la vida y por ello han de mudar su piel (su camisa) cuando ésta se ha quedado pequeña: Los egipcios vieron en este hecho natural los indicios de un rejuvenecimiento y un renacimiento, creyendo que tenían la capacidad de transmutarse y pensaron que ellas se habían encontrado sumidas en el océano del caos, antes del comienzo del mundo pasando después ha vivir en lugares solitarios y bajo tierra. De este modo se convirtieron en deidades primordiales y ctónicas, vinculadas a las fuerzas cósmicas protectoras de la vida, como ocurre en la cosmogonía hermopolitana.
Así las encontramos en variedad de entornos. Puede mordiéndose la cola (serpiente cósmica), como imagen del infinito o presentando varias vueltas en su cuerpo; incluso en ocasiones la encontramos con piernas bajo el sinuoso cuerpo. Sobre el lomo puede llevar cuatro cabezas que representan a los cuatro hijos de Horus o presentar un cuerpo humano con cabeza de ofidio.
Al morar bajo tierra se creyó que poseían conocimientos especiales y se las hizo patronas de causas justas, como ocurrió con la diosa Meretseger. Los antiguos egipcios pensaron que la picadura de una serpiente – en este caso una cobra – era la consecuencia y el castigo por haber realizado un acto deplorable y, con el mismo sentido también creyeron que se podía invocar a la cobra para recuperar la visión. También se vincularon al campo, a la fertilidad y al grano, tal y como se plasma en la figura de Renenutet.
Otra deidad con forma de serpiente y más concretamente de cobra y relacionada con la fuerza destructora pero benéfica del sol es Uadyet, patrona del Bajo Egipto, que en este aspecto protege la frente de Ra (y del soberano) de las posibles fuerzas malignas, siendo además la responsable de la corona roja del Bajo Egipto
Relacionada con el tiempo, se denominó metui e identificada con la infinutud del tiempo, aparece en las tumbas del Reino Nuevo en el Valle de los Reyes. Otra serpiente benefactora fue Mehen, quien guardaba a Osiris y la barca de Ra, protegiendo la cabina con su cuerpo.
En la iconografía egipcia encontramos las serpientes tanto como animales peligrosos que atacan al Sol (Apofis), como animales benéficos (serpiente protectora de Ra). También benéficas eran: Nehebkau, una serpiente pitón asociada al renacimiento del difunto que, en el “Libro de las Cavernas”, protege a Ra, y Uerethekau “la Grande en Magia” una diosa relacionada con la justicia, capaz de dar y quitar la vida, siempre que fuera justo.
Con un sentido completamente opuesto, tenemos a la ya citada Apofis, una pitón cósmica muy grande, que deambulaba por el Mundo Subterráneo (símbolo del océano primigenio y, de lo “no creado”). Ella existió antes del nacimiento del mundo y de los seres vivos y como entidad anterior al establecimiento del orden luchaba diariamente para impedir la “renovación” de Ra pretendiendo interceptar noche a noche su barca para que no pudiera seguir su camino.
La barca de Ra podía convertirse en una serpiente para poder atravesar, en el Más Allá, el reino del dios Sokar: las arenas del desierto y Atum, también podía tomar la apariencia de un ofidio.

SHEN

Shen

El Shen era una tira de papiro o una cuerda atada en la parte baja que forma una vuelta cerrada. Puede aparecer en forma de amuleto o como símbolo en los muros de tumbas, templos u otros objetos.
Algunos autores lo han relacionado con un símbolo uterino de la dualidad cosmogónica y de la realeza de la diosa Hathor. Lo cierto es que el Shen es un nudo cargado de magia que simbolizó claramente la eternidad, la duración, la infinidad, y por tanto la regeneración, sin principio ni fin. Podía estar asociado al dios Heh puesto que esta entidad era también emblema de infinitud y de vida imperecedera.
En la iconografía egipcia es muy usual. Suelen llevarlo Horus y Nejbet o el pájaro que simboliza al Ba del difunto, cuando surgen respectivamente con el aspecto de halcón y de buitre, lo llevan sujeto en las garras para ofrecer una mayor salvaguarda. También está presente en la superficie de los sarcófagos, acompañado de de Isis y Neftis que amparan al fallecido
Aparece con mucha frecuencia como amuleto para dotar al difunto con la protección del Sol y del poder universal.

SICOMORO

Sicomoro

Identificado por los egipcios como Nehet; el sicomoro es una higuera de la especie Ficus Sycomorus de madera incorruptible, pero de calidad tosca, por lo que no hay que divagar mucho para entender cual fue la razón para relacionarlo con conceptos de nacimiento, regeneración o infinitud.
Era el árbol celeste por antonomasia, vinculado a la protección y a la diosa Hathor -sobre todo Hathor de Menfis, Señora del Sicomoro del Sur-, Nut, Isis, Iusaas y a Ra, todas deidades solares.
Quizá por durabilidad y por su relación con la diosa Hathor, se empleó para la construcción de sarcófagos puesto que así el difunto se introducía en un micro-cosmos compuesto por la tapa (Nut), la caja (Gueb). Además todo el conjunto estaba creado con la madera asociada a la diosa Hathor que le acogía como una amorosa madre.
Tal acontecimiento fascinó sin duda a los egipcios y se empezaron a hacer amuletos con la madera del sicomoro ya que consideraron que tenía poderes mágicos y que ninguna fibra mejor que la del sicomoro podía emplearse para elaborar ciertos cordones en los que se colgarían los amuletos, para después, colocarse sobre la momia.
También en la zona tebana, y durante el Tercer Periodo Intermedio, se hicieron pequeñas estelas funerarias, policromadas, en madera de sicómoro. Todas ellas están decoradas con motivos solares y suele aparecer Ra y Atum.
Igualmente se entendió que las ramas de la copa de este árbol eran los brazos de esta diosa (Nut) que cubrían el cielo y de las que pendían las estrellas. Los dioses estaban sentados en su copa.
Otra función del sicomoro es aquella en la que aparece citado en pareja: “dos Sicomoros de Turquesa” y los sitúan en el horizonte oriental, de donde Ra surgía día a día completamente rejuvenecido. El hecho de figurar como árboles de turquesa se debe a la asociación de esta piedra con el cielo. Por ello esta imagen se conectó a la fecundidad propia de las plantas, al nacimiento y al renacimiento (igual ocurrió con la persea), así como a todo lo relacionado con estos conceptos: la procreación, la maternidad… Por ello, siempre que fuera posible, era conveniente plantar uno de estos árboles en las proximidades del enterramiento o en la entrada de los templos. El o los sicomoros del horizonte oriental parecen actuar, en muchos casos a modo de árbol cósmico de enormes dimensiones, eje del mundo.
Parece que de los frutos de este árbol se extraía cierta bebida que servía de alimento tanto para los dioses como para el Ba del fallecido.
En opinión de Koemoth (1994) el sicomoro también tuvo relación con Osiris hasta comienzos de la Época Romana.

SISTRO

Sistro

El sistro pudo ser en origen un fetiche que más tarde se convirtió en un instrumento de percusión ya que este tipo de objetos se consideran, en muchas culturas primitivas, objetos mágicos con los que poder alejar las fuerzas del mal y emiten sonidos que agradan a las fuerzas del bien. Se utilizó desde períodos muy remotos, ya que tanto en el yacimiento de el-Omari como en Nagada II, se han hallado ejemplos que han sido interpretados como primitivos sistros.
Más tarde, en el Reino Antiguo, encontramos los primeros ejemplares que podríamos denominar “clásicos” y que evolucionan con el paso del tiempo.
En Egipto encontramos dos tipos de sistros, el denominado Sesheshet y el. Sejem Algunos autores (Reynders 1995) son de la opinión de que la diferenciación clásica entre
El Sesheshet parece ser el más arcaico (Reino Antiguo), mientras que el Sejem hizo su aparición en el Reino Nuevo. Tenía forma de naos cerrada y en su interior se introducían semillas; de la base del naos nacía un mango en cuyo extremo superior suele estar representada la diosa Hathor, Bat (en el Reino Medio) o cualquier otra divinidad relacionada con ellas. Sonaba agitándolo de modo parecido a las actuales maracas.
El Sejem tenía una forma curvada, es decir era un “sistro de bastidor” y estaba atravesado por tres o cuatro varillas que, al agitarlas, producían el sonido. Éstas, además podían tener unos discos insertados, que con el movimiento chocaban entre sí aumentando la sonoridad. Al igual que el primero, el mango recogía la imagen de la diosa Hathor o de otras divinidades que de un modo u otro se relacionaban con ella puesto que se consideró la patrona de las actividades musicales. Es más, el sistro también se relacionó con su hijo Ihy.
Atendiendo a ciertos títulos y representaciones murales parece que pudo haber toda una rama sacerdotal de hombres y, sobre todo, mujeres entrenada para hacer sonar este instrumento, dirigidas por un miembro superior que normalmente era la esposa del Sumo Sacerdote. Ellos deberían aprender no sólo a tocar este instrumento (mérica y rítmica) sino también el momento en el que debían intervenir, dependiendo del ritual, y el modo de hacerlo.
El sistro no sólo se empleó en el culto a Hathro sino que también se utilizó en las ceremonias de otras divinidades y en el culto funerario ya que su sonido agradaba a los dioses y espantaba las influencias negativas y malignas y proporcionaba el renacimiento.
En multitud de ocasiones, y en los mismos contextos, el sistro está acompañado de un instrumento/collar de percusión llamado Menat,
El sistro se mantuvo vinculado al culto isíaco en época grecorromana. Son famosos los sistros de bronce hallados en el Iseum (templo consagrado a Isis) de Pompeya, siguiendo la tipología egipcia tradicional.

SOL

Sol

Si en Egipto existe un símbolo claro y típico, éste es el Sol, fuente de vida para todas las tierras, que distribuye felicidad a todos los seres.
Nada en África es más espectacular que el amanecer y el anochecer, dos momentos clave que fueron llevados a la mitología. En el amanecer se producía el nacimiento del sol, después de que éste se hubiera sometido a un renacimiento en el Mundo Subterráneo. En el viaje nocturno. el astro había vencido a las fuerzas del mal, a las tinieblas, al caos, y Egipto se beneficiaba de ello.
El comienzo del culto al sol data de Reino Antiguo, según se vislumbra en los Textos de las Pirámides, mientras que su apogeo fue en la Dinastía V.
Como en otras culturas, el culto solar está directamente relacionado con la élite. Sin embargo, fue tal la importancia del Sol en Egipto que en el Reino Medio casi todos los dioses fueron influidos por él. Una prueba de ello se refleja en las terrazas de muchos santuarios donde existía una capilla, llamada “solar” a la que se subía en la mañana del primer día del Año Nuevo la estatua del dios o la diosa, para que se produjera la fusión de su ka con el ka del sol, recargándose por otro año de energía.
Es conveniente recordar que la palabra que desde antiguo sirvió para designar al disco solar en sí mismo fue “atón” término empleado más tarde por Ajenatón (Dinastía XVIII) para nombrar a su único dios. Precisamente este rey compuso uno de los himnos más bellos y descriptivos:
El dios Sol(Ra o Jepri) nacía cada mañana después de haber sido alumbrado por la diosa Nut Nut completamente rejuvenecido, tomando el aspecto de un escarabajo o un niño. Aparecía entre las espaldas del doble león Aker Aker. Sin embargo parece que, en origen, el culto solar sustituyó a otro más antiguo: el celeste, personificado por un halcón Halcón.
El Sol puede manifestarse a través de muchos símbolos. Es el escarabajo Jepri al nacer Jepri, el dios Ra en el mediodía Ra en el mediodía y el dios Atum en la puesta de Sol Atum. Es decir, dependiendo del momento de la jornada, puede tener cabeza de halcón, de escarabajo o simplemente apariencia humana con la doble corona, pero, además, se representa como lo que es: un disco solar Disco solar. Precisamente bajo esta forma se encuentra en el reinado de Amenhotep IV (Ajenatón). Del disco penden unos brazos que terminan en manos extendidas que simbolizan los rayos solares dirigiéndose a la tierra Rayos solares.
El Sol puede tener aspecto de carnero El Sol puede tener aspecto de carnero; este es el animal que eligieron para entender la forma del Sol por la tarde o la forma del Sol en el mundo del Más Allá, cuando se desplazaba en su barca nocturna. Ra poseía dos barcas distintas, una la empleaba para cruzar el cielo diurno y la otra para el nocturno. Otra tradición comenta que durante su recorrido por el Más Allá, debía vencer a toda una suerte de genios malignos que querían atacarle y, además, calentar el reino del Más Allá y a los difuntos que en él se encontraban.
Sin embargo, una de las apariencias más curiosas y de significado más oscuro es cuando toma (en su aspecto de Atum) la forma de un lacértido: lagartija o geco. Quizá el gusto de estos animales hacia el sol, su capacidad para desprenderse de la cola, en caso de necesidad, y el hecho de que ésta crezca de nuevo, fueron hechos que indujeron a relacionarlos con la divinidad, asociando al Sol a conceptos de regeneración.
La imagen del Sol (en forma de disco solar o de escarabajo también aparece acompañándose de un par de alas extendidas Alas extendidas. El objeto de añadir estos elementos fue crear un sincretismo entre el astro y el cielo. Sin embargo, las variadas representaciones del Sol incluyeron muchas más formas: el león León, o la imagen de un niño tocado con el disco y con el dedo en la boca Niño tocado con el disco y con el dedo en la boca.
Otra forma de representar al Sol es mediante la creación de una imagen compuesta con otros símbolos, como por ejemplo un pilar Dyed Pilar Dyed, sobre éste un Anj Anj dotado con brazos en alto sujetando el disco solar en su nacimiento.
Una evocadora imagen del Sol es aquella que nos lo muestra saliendo del interior de un loto sagrado, de un loto que emergió del abismo en el comienzo de los tiempos. El Sol se encuentra en el interior del capullo y éste al abrirse deja ver a la divinidad con el aspecto de un niño.
Algunas divinidades con aspecto de diosas leonas se relacionaron con el Sol y se pensó que eran sus hijas, como por ejemplo Maat o la cobra Uadyet. Numerosas leyendas nos narran las historias del Ojo de Ra, una deidad femenina que tenía personalidad propia, aunque fuera una parte del mismo dios.
La diosa Hathor mantenía una especial conexión con el sol, ya que ambas deidades expresaban, en síntesis dual, la realidad del lo masculino, el disco solar (la unidad del cosmos), y lo femenino, el calor de sus rayos.

SOMBRA

Sombra

Junto al Ka, Ba, el nombre, y el cuerpo físico, era uno de los elementos que formaban al ser humano.
Fue un principio de protección muy eficaz, capaz de moverse rápidamente, que acompañaba al fallecido en el día y que era inseparable. Era un doble misterioso del hombre, representado en negativo y como tal, una parte imprescindible del individuo y de su existencia.
Suele representarse con el aspecto de una forma humana de color negro. Este aspecto cromático puede interpretarse de dos modos: por un lado, la sombra que hace cualquier objeto al interponerse con el Sol, es negra; por el otro, este color simbolizó la tierra fértil del Valle del Nilo y, por tanto, una tierra que sólo aporta elementos beneficiosos al hombre no puede por menos que ser un importante color protector y benefactor.
La sombra aparece con cierta frecuencia representada en contextos funerarios. Suele encontrarse junto al cuerpo y al ba quizá para otorgar una mayor facilidad y rapidez de movimientos. No iba al cielo, sino que permanecía aferrada a la tierra y a la palabra. Pese a esta concepción, la sombra podía acompañar momentáneamente al Ba cuando éste abandonaba la tumba.

SUEÑOS

Sueños

Los egipcios pensaban que los sueños podían interpretarse y que, en muchos casos, los dioses se comunicaban con los hombres gracias a ellos. Por esta razón fueron muy importantes ya que, además, advertían acerca de hechos que aún pertenecían al futuro pudiendo estar prevenidos mediante su interpretación y permitiendo estar al tanto de acontecimientos indeseados.
Su explicación se hacía por medio de profesionales que consultaban textos específicos donde se indicaba su posible significado, como por ejemplo, el papiro Chester Beatty III de época Ramésida. En él se hace una relación de los supuestos sueños indicándose sí lo soñado era “bueno” o “malo” y a continuación se detallaba su interpretación.
Uno de los sueños premonitorios más conocidos es el que tuvo el rey Thutmose IV cuando aún era príncipe. El joven, habiéndose quedado dormido al pie de la esfinge de Guiza, escuchó la voz de ésta en un sueño, el dios le comunicó que, si la liberaba de la arena que la mantenía enterrada, haría de él un futuro rey. Lo cierto es que Thutmose IV accedió al requerimiento, y a la muerte de Amenhotep II fue nombrado faraón.
Otro de similares características se recoge la llamada “Estela del Hambre”. Aunque fechado en el año 18 del Horus Neterijet (Dyeser) se trata de un documento escrito con posterioridad (Época Ptolomaica), en el que se cuentan los siete años de escasez que sufrió Egipto a causa de que el Nilo no había crecido a su debido tiempo. Fue entonces cuando el dios Jnum se le apareció en sueños al rey comunicándole que él, responsable de la crecida, haría crecer el río para que los habitantes de Egipto no pasaran hambre. Este sueño y los años de hambruna tienen su paralelo literario en la Biblia (Génesis 41, 1-39).

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