Egipto: signos y símbolos de lo sagrado – Letra H

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Elisa Castel Ronda – Agosto de 2007

HALCÓN

Halcón

El halcón común fue otra de las divinidades cósmicas que se adoraron en Egipto Simbolizó al Bajo Egipto, se vinculó al rey vivo y a todos los dioses guerreros.
La divinización de este pájaro posiblemente se debió a la admiración hacia el halcón peregrino, una espléndida ave de rapiña, bastante agresiva, que surcaba el cielo egipcio de forma majestuosa.
El culto a deidades identificadas con el halcón en Egipto fue algo muy extendido. Suponemos que en el Periodo Predinástico muchos de estos halcones se fusionaron en Horus –el distante-, ya que éste terminó siendo el más importante aunque también fue la encarnación animal de Ra, Sokar, Montu, Mandulis, Sopdu, etc.
Se entendió que tenía por ojos el Sol y la Luna. Es decir, se pensó que era una transfiguración del Sol, tomando el nombre de Hor-Behedeti, y a la vez se convirtió en un símbolo real. El monarca era un halcón en la tierra, era la hipóstasis de Horus, por lo que era el propio dios Horus.
En la necrópolis de Sakkara existía un lugar donde estas aves eran enterradas con toda clase de cuidado y respeto ya que en muchos templos donde se adoraba al halcón se criaban estos animales. No todos los ejemplares fueron considerados sagrados sino que constituían ofrendas o presentes agradables a la divinidad que los peregrinos llevaban a los lugares de culto, sobre todo en Baja Época. El halcón elegido como ofrenda era únicamente el depositario de la encarnación terrestre del dios.
Dos de los cinco nombres del rey estaban identificados con el halcón: el nombre que se introducía en un Serej y el denominado Horus de Oro .
En Egipto también encontramos, aunque en muy contadas ocasiones y en épocas muy tardías, halcones femeninos. Éstos se hallan, por ejemplo, en las criptas del templo de Dendera y representan a la diosa Hathor o a la diosa Isis.
En contextos funerarios protege la nuca o el pecho del difunto.

HEKA (Energía mágica “Hekau” o magia y Cayado)

Heka (Energía mágica Hekau o magia y Cayado)

Bajo el mismo nombre pero con dos grafías distintas encontramos dos conceptos distintos: un cetro y la personificación de la magia.
El cetro Heka se ha interpretado como un antiguo cayado de pastor, que más tarde pasó a ser un símbolo del dios Andyeti, una deidad de la ciudad de Busiris y Abidos. Cuando Andyeti fue fusionado a Osiris, el cayado pasó también a formar parte de la iconografía de este dios permaneciendo a lo largo de toda la historia faraónica. Se encuentra presente en las pinturas de la tumba 100 de Hierakómpolis datada a finales predinástico tardío.
Ambos cetros, el flagelo y el cayado son dos instrumentos cuyo origen puede remontarse a los primeros estadios de la civilización faraónica. De hecho en la tumba Uj del cementerio predinástico de Abidos se encontró uno de estos cetros. El flagelo indicaría la función de conducir (ganado), mientras que el cayado indicaría protección, pasando más tarde a relacionarse con la conducción de los hombres, cuya dirección era responsabilidad del monarca.
Además el cetro Heka era una insignia real, un báculo que aparece en manos del monarca junto al flagelo Nejej. Era uno de los cetros más importantes y más poderosos de todos los hallados en el país del Nilo y se encuentra, a modo de amuleto, en los enterramientos privados como símbolo de protección real.
Bajo este mismo nombre encontramos al dios Heka, personificación del poder mágico del Sol, es decir, de la magia. Fue considerado el “Gran Ka de Ra”.
Era la fuerza energética de origen mágico que ha de tener el difunto para defenderse de los posibles peligros de Más Allá pero que proviene de su propia personalidad.

HIERRO

Hierro

Antes de que en Egipto aparecieran los primeros centros de fundición de hierro, es decir en la Baja Época (Dinastía XXVI), éste estaba presente a través de una serie de objetos considerados mágicos, litúrgicos y religiosos. Tradicionalmente en casi todas las culturas se entendía que el hierro era un material al que temían las fuerzas del mal y por ello pudo emplearse para determinadas herramientas de orden mágico-religioso.
El primer hierro egipcio fue de origen meteorítico y se denominaba bia en pet, es decir, “metal del cielo”. Precisamente su procedencia celeste le llevó a ser considerado sagrado ya que había caído desde la infinitud del cielo donde habitaban los dioses; fue emblema de fertilidad y, algunas veces considerado eje del mundo. Con bastante probabilidad la tradicional piedra sagrada de Heliópolis, el benben, tendría esta procedencia. Asimismo, ciertos instrumentos de la ceremonia de la “Apertura de la Boca” debían estar elaborados con “hierro celeste”; cabe citar como ejemplo la azuela, que facultaba y daba vida a los distintos órganos sensoriales, además de tener la capacidad de obtener la rehabilitación y reanimación del fallecido.
Gracias al origen estelar del hierro, los fallecidos podían, ascender al cielo, al lugar de donde procedían los meteoritos, es decir a las estrellas imperecederas, meta deseable para todo difunto en el Valle del Nilo.

HIPOCÉFALO

Hipocéfalo

El hipocéfalo es un objeto funerario en forma de disco que servía como talismán y que debía estar situado bajo la cabeza del difunto para proporcionar calor, es decir, para darle energía tras la muerte y obtener luz eterna.
Los precedentes directos del hipocéfalo se hizo en resina; más tarde, en la Dinastía XVIII se elaboraron con lino y aparecen como tal. A partir de la Dinastía XXI, cuando fueron más populares, se confeccionaron con lino estucado, papiro, tela, madera o bronce estucado e, idealmente, debían estar pintados de color oro.
En el disco se inscribía el Capítulo 162 del “Libro de los Muertos”, adornándose con una complicada iconografía relacionada con el Sol. Tenía por función provocar una llama bajo la cabeza para que el finado estuviera siempre caliente. De este modo, el difunto sentía el calor de Amón-Ra que le ayudaba y auxiliaba en el Más Allá. Frecuentemente estos discos están decorados con la figura de la vaca Ihet, a la que por otro lado se consideraba “la Madre del Sol”.
En el periodo grecorromano se incluyó en sus inscripciones el Segundo Libro de las Respiraciones, acompañado de otras fórmulas de protección mágica.

HIPOPÓTAMO

Hipopótamo

Desde tiempos Predinásticos fue representado en gran cantidad de figuras, tanto en forma de pintura, relieve o estatuilla.
Parece simbolizar el vigor y la fuerza, características de este mamífero herbívoro pero además por su asociación con las aguas del río y los terrenos pantanosos (siempre que fuera hembra) se relacionó con la fertilidad y la maternidad.
El macho de la especie simbolizó al mal. Esta identificación (sobre todo si era de color rojo) no carece de lógica, puesto que realmente suponía un peligro para las frágiles embarcaciones de papiro e, incluso para la barca de Ra, en el Más Allá. Es más en el arcaico ritual de la caza del hipopótamo se reproducía la victoria del orden (el bien) sobre el caos (el mal), manteniendose así el equilibrio cósmico.
Como representante del desorden se relacionó con el dios Seth, siendo éste uno de los muchos aspectos que podía tomar este dios y así lo encontramos representado en los muros del templo ptolemaico de Edfú donde se reflejan las batallas acaecidas entre Horus, para vengar la muerte de su padre y su tío Seth.
La hembra del hipopótamo se relacionó, entre otras, con la diosa Tueris. Su voluminoso vientre recordaba al de las embarazadas, haciendo de ella una entidad positiva que con su gran fuerza defendía a las mujeres, les otorgaba fertilidad y, después de la muerte regeneración. Otras divinidades femeninas que toman el aspecto de una hipopótamo hembra fueron Opet, Isis, Nut y Hathor, entre otras. Todas ellas ayudaban al difunto para que se produjera su renacimiento en el Más Allá.

HORIZONTE (Ajet)

Horizonte (Ajet)

Ajet era la forma de designar el horizonte. Consistía en la representación del Sol saliendo entre dos montañas, que evocaban las dos cadenas montañosas lindantes con el Valle del Nilo, cuya imagen evocaba el renacimiento. Estas montañas también estaban personificadas por el dios Aker, cuya iconografía es la de dos leones yuxtapuestos entre los cuales nace el disco solar. También está representado por los dioses Shu y Tefnut, que toman, como Aker, el aspecto de dos leones que se dan la espalda. Este espacio era el lugar donde residía y renacía Ra, el Sol. Por ello éste era también un símbolo de renacimiento.
Ajet aparece implícito en muchos otros símbolos egipcios, como por ejemplo los pílonos de los templos cuyo aspecto se asemeja al que venimos mencionando, las dos cadenas montañosas, en los dos cuerpos laterales y el centro, más bajo, el lugar por donde el Sol renacía cada mañana.

HUEVO

Huevo

El huevo estuvo relacionado con la inmortalidad, con el concepto de repetición del acto creador en el comienzo de los tiempos y se identificó, en muchas las culturas, con el creador. El huevo es un receptáculo cerrado y misterioso de donde surge la vida sin que aparentemente intervenga ningún otro elemento, un símbolo uterino relacionado con el vehículo de la divinidad, al igual que las barcas o el uroboros. Es decir, al igual que las aves nacen de forma espontánea y misteriosa de un huevo, el dios Sol aparece por primera vez del mismo modo. Es la vida en potencia y se convirtió en un símbolo cósmico.
En Egipto muchas leyendas locales nos hablan de este nacimiento y emplean el huevo como lugar de donde surge el Sol. Sin embargo no sólo es Ra el que sale de un huevo, sino que dioses como Nefertum, que normalmente nace de un loto, a veces aparece representado naciendo del mismo lugar. A ellos se une Harsomtus, el cual aparece en las criptas del templo de Hathor en Dendera con el aspecto de una serpiente encerrada en un huevo, que emerge de un loto. El propio Himno de Atón, atribuido a Ajenatón (Dinastía XVIII), hace referencia al milagro de la vida saliendo del huevo, gracias al calor de Atón.

HUMANIDAD

Humanidad

Es curioso que los egipcios no expliquen de una forma clara y concisa cómo se produce el nacimiento de los hombres y que, sin embargo, sí relaten con bastante detalle la formación del cosmos y el mundo en si mismo. Da la sensación de que mitológicamente este punto no fue tan importante como el origen de sus dioses, ya que quedó recogida con bastante poca frecuencia y bastante imprecisión, creándose varias teorías que constituían modos de explicar de una forma un poco vaga la organización de los seres vivos y la de la humanidad.
Los hombres según una leyenda surgieron fruto de las lágrimas de Ra, ya que la palabra llorar (remu) y la palabra hombre (remet) fonéticamente son similares. Así, indagando en los textos encontramos cómo se articula este “juego”:

“Un dios sacrosanto nacerá hoy. Cuando abra su ojo, será luz, cuando lo cierre, serán las tinieblas. Los hombres nacerán de las lágrimas de su ojo y los dioses de la saliva de sus labios”.

Es decir, realmente nos informan de que la humanidad se crea a partir del ojo del propio dios creador haciendo un juego semántico más: la palabra iret (ojo) y la palabra iret (hacer, crear, producir).
Otros mitos también se refieren a la aparición del hombre, pero de forma radicalmente distinta. En ellos nos cuentan que fue creado partiendo del barro; él fue moldeado por el dios alfarero Jnum, una deidad en forma de carnero con cuerpo humano cuyos principales centros de culto estaban en Esna y Elefantina. Él creó a los hombres formándolos en su torno, tal y como podemos observarle, por ejemplo, en el templo de la reina Hatshepsut en Deir el-Bahari (Tebas Oeste).
Otros textos mitológicos hacen también referencia imprecisa del nacimiento del hombre. Así la teología surgida en la ciudad de Menfis hace responsable a su dios Ptah y nos cuenta que la humanidad debe su nacimiento gracias al pensamiento y la palabra mágica de este dios, es decir, Ptah piensa en los hombres, los nombra y automáticamente se crean, pero también este texto deja una laguna importante para nosotros ¿por qué siente la divinidad suprema la necesidad de darnos nacimiento?.

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