Javier Uriach Torelló – Septiembre de 2005
Dentro de la inmensa cantidad de antigüedades egipcias, después de los escarabeos sagrados, las piezas más numerosas y posiblemente una de las más características que han llegado hasta nuestros días son unas pequeñas estatuillas funerarias, conocidas por los egiptólogos como shabti, shawabti o ushebti[1].
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Generalmente se les reconoce por su reducido tamaño, forma momiforme, textos inscritos y portando aperos agrícolas, aunque un estudio más pormenorizado nos va a mostrar una mayor gama de aspectos. Es precisamente el estudio de todos y cada uno de estos aspectos lo que ha contribuido a facilitarnos mucha más información acerca de la sociedad egipcia, sus creencias y sus ritos funerarios.
El origen de estas piezas se pierde en el tiempo, ya que no han llegado hasta nuestros días fuentes que expliquen con precisión su origen y posterior desarrollo hasta su desaparición. El mismo vocablo para designarlos es motivo actual de controversia, como también parece que lo fue en época faraónica[2].
Su popularidad viene ya de épocas antiguas. En su momento debieron ser un buen reclamo “turístico” para fenicios, cartagineses, griegos y romanos. Así lo atestiguan el que hayan sido encontradas multitud de figuritas en asentamientos antiguos a lo largo de toda la costa del Mediterráneo. Lejos de conocer su verdadero significado de sustitutos del difunto, para estas gentes debían actuar como si de un talismán o amuleto se tratara.
No es hasta que Champollion consigue descifrar la escritura jeroglífica, que encontramos la primera aproximación al verdadero significado de estas piezas. Podemos considerar que es en ese preciso momento (año 1822), que se inicia el largo recorrido del estudio que llevará a recuperar y entender el verdadero significado y función de estas estatuillas.
El que está considerado como primer artículo con referencia expresa a los shabtis, lo escribe el egiptólogo francés Chabas en 1863[3]. Más tarde, en 1883 Loret publica el primer catálogo de estas piezas, correspondiente al Museo de El Cairo[4].
Para muchos egiptólogos, la primera gran obra monográfica y una de las referencias imprescindibles, es la que publica Petrie en 1935 y que lleva por título “Shabtis”[5].
Pese a no existir una amplia bibliografía acerca de los ushebtis, varios son los autores que han publicado grandes obras. De entre todos destaca Hans D. Schneider y su obra “Shabtis”[6], publicada en 1977. Su sistema de clasificación de los ushebtis es la más conocida y aceptada por la mayoría de expertos. Otros autores sobresalientes son el matrimonio Aubert, Stewart, Speelers, Chappaz, Bovot y Newberry[7].
Orígenes y desarrollo del concepto de Shabti
Como dice Chappaz[8], el origen de estas figurillas funerarias hay que buscarlo en las creencias que los antiguos egipcios tenían sobre el Más Allá. Dichas creencias no se pueden presentar como un dogma coherente, ni teológicamente consecuente y único, sino que provienen de una multiplicidad de aspectos basados todos ellos en un mismo desconocimiento de la vida después de la muerte. Esta diversidad de doctrinas son la base que desembocará en la creación de un complejo culto funerario.
Para los egipcios la muerte era solamente un tránsito, algo admitido de forma natural. La aceptación de la muerte venía de la idea de que únicamente a través de ella se podía volver a renacer y vivir eternamente. Para sortear los peligros que conlleva el paso de la muerte hacia el paraíso, los sacerdotes egipcios idearon un culto funerario en el que la importancia de la palabra y la escritura tenían un poder mágico. Mediante los textos funerarios se consiguieron una serie de fórmulas y encantamientos, que una vez recitados ante el difunto facilitaban su progresión hacia el otro mundo[9].
Los primeros textos conocidos, son los llamados Textos de las Pirámides (TP), una compilación de fórmulas mágicas y encantamientos cuyo origen se remonta a épocas predinásticas y que en algunos casos pueden resultar inconexos entre ellos[10]. Estos textos incluían una serie de conjuros que debían ser recitados durante la celebración del ritual funerario, subrayando de esta forma la importancia que tenía la palabra escrita y hablada en la práctica mágica.
Dentro de esta compilación de textos, hemos de destacar la número 305 que hace referencia a las ofrendas alimenticias de pan y cerveza que el difunto recibirá cuando alcance el paraíso. Como veremos más adelante, el concepto de “ofrenda” es básico para entender la figura del shabti.
A finales del Imperio Antiguo los TP sufren una evolución y desembocan en lo que se han venido a llamar Textos de los Sarcófagos (TS)[11]. Las fórmulas que los componen son en su mayoría provenientes de los TP además de otros hechizos y encantamientos cuyo origen también nos es desconocido.
Es precisamente en estos últimos textos que encontramos la primera referencia escrita a la palabra “shabti”. En el hechizo número 472 de los TS, se emplaza al shabti para que realice los trabajos para su amo en el reino de Osiris. Este hechizo actúa como si de un decreto se tratara por el cual el difunto queda exento de los trabajos y los transfiere al shabti. Este texto divino debe ser recitado ante una estatuilla de madera que represente al difunto tal y como era en vida (se refiere a la estatua de su Ka).
Todos estos textos sagrados tenían la finalidad de ayudar a alcanzar al difunto el paraíso. Para ello, era de vital importancia que los mismos estuvieran cerca de la tumba para poder ser convenientemente recitados.
Dentro de la explicación del origen de los textos funerarios han aparecido dos conceptos considerados muy importantes para entender el shabti como tal y las funciones que tenía encomendadas. Por un lado, en TP 305 se mencionan las ofrendas y más adelante en TS 472 se habla de trabajar para el amo, con lo que implícitamente podemos entender que la figura del shabti adquiere un rol de sirviente.
Para mantener vivo al difunto en el Más Allá, era necesario hacerle llegar ofrendas de alimento, las cuales eran llevadas por los familiares y descendientes a su capilla funeraria, garantizando de esta forma su supervivencia. Al encontrarse el muerto en su cámara mortuoria y no poder acceder a él directamente, las ofrendas eran realizadas a su estatua, en donde residía su Ka[12].
Como medida de seguridad y como si desconfiaran de que los descendientes se olvidasen de seguir realizando sus ofrendas, las capillas funerarias también se decoraron con escenas pintadas en sus paredes con representaciones de todo el proceso de elaboración de los alimentos. Con el poder mágico de las palabras esas escenas cobrarían vida y llegarían a producir el alimento que necesitaría el difunto durante toda la eternidad.
De igual forma y depositados en la tumba acompañando al difunto, aparecen modelos de figuras que escenifican diferentes oficios relacionados también con la elaboración de alimentos, como por ejemplo panaderos, cerveceros, molineros, carniceros, etc. (fig.2).
Con esta forma de sustitución, se tenía la creencia de que se activarían sus propiedades mágicas y los alimentos ahí producidos podrían sustentar el espíritu hambriento del difunto para toda la eternidad.
A principios del Imperio Medio aparece un nuevo tipo de estatuilla, de forma momiforme, que representa al difunto y que viene a sustituir, conceptualmente,la estatua del Ka (aunque ésta no llega a desaparecer). En los TS se le denomina como shabti y actúa simultáneamente como sustituto del difunto y del sirviente[13].
El concepto shabti no procede de una doctrina religiosa específica, sino que se desarrolla durante el Imperio Antiguo a partir del culto a las ofrendas en las tumbas de personajes no pertenecientes a la realeza. La noción de “trabajo duro” en el Más Allá para beneficio del faraón y los dioses, debía formar parte de las creencias populares sobre la otra vida. Es por ello, que posiblemente la “fórmula shabti” debía de tener ya una larga tradición cuando se instaura de forma oficial en el Imperio Medio.
Se ha mencionado el reino de Osiris, pero no se ha explicado como lo concebían los antiguos egipcios. Los egipcios amaban la vida y tan enamorados estaban de ella, que estaban convencidos que tras la muerte el paraíso no podía ser sino, una réplica de la vida terrenal, pero mejorada (idealizada). La vida en Egipto giraba en torno al Nilo y parte de su riqueza provenía del dominio que tuvieron a la hora de controlar sus crecidas produciendo ricas y variadas cosechas. Luego es razonable pensar, que el reino de Osiris fuera concebido como un paraíso agrícola, donde se podían cultivar las tierras eternamente y producir todo el alimento necesario. Dentro de este paraíso existían los “campos de ofrendas” que eran los lugares escogidos para producir ese alimento[14].
La obligación de arar e irrigar esos campos correspondía al difunto, pero si como decimos la vida en el Más Allá era una réplica de la vida terrenal, podríamos llegar a preguntarnos ¿quiénes hacían el trabajo duro en la tierra? Parece razonable pensar que si en vida el amo tenía sirvientes, también los tuviera una vez muerto.
Aquí nos encontramos con una de las grandes paradojas de la mitología egipcia: Si la muerte es igual para todos, si el paraíso es un lugar de descanso y disfrute para todo el mundo… ¿Cómo es que existen sirvientes que continúan trabajando para sus amos? No se sabe muy bien cómo, pero está claro que de alguna forma mágica el amo consigue desviar la dura responsabilidad del trabajo hacia sus sirvientes, mejor dicho, hacia sus homólogos esculpidos, pintados o moldeados.
Por los nombres y titulaciones de los propietarios sabemos que solamente los más privilegiados, es decir aquellos que en vida disponían de sirvientes, fueron propietarios de los shabti en el Más Allá. Los shabti nunca existieron para los pobres.
En esta remota época (Imperio Medio) parece ser que el número de shabtis que disponía el difunto era proporcional al número de sirvientes que tuvo en vida.
La supuesta democratización del Más Allá (todos somos iguales ante la muerte), demuestra la contradicción: los shabti no se inventan para aliviar la carga de los pobres después de una laboriosa vida en la tierra, sino que su utilización era la prerrogativa de los grupos elitistas en la sociedad, para continuar ejerciendo sus privilegios en el otro mundo. Y esto no varió a través de toda la historia de Egipto.
Evolución de los Shabti
Intentar poner fecha a la primera aparición de los shabtis es tarea difícil. Se han encontrado diminutas figuras de cera o barro en el interior de pequeños ataúdes, solamente con el nombre inscrito y aparentemente desnudas. Están datadas en las dinastías IX y XI (Primer Período Intermedio) y su origen es en la necrópolis de Saqqara y Deir-el Bahari, respectivamente.
A partir de la dinastía XII (Imperio Medio) comienzan a aparecer unas pequeñas figuras momiformes hechas en madera o piedra. La cabeza se representa con peluca, el cuerpo envuelto en vendas y las manos raramente aparecen, aunque en algunos ejemplos pueden aparecer portando amuletos o jarras de purificación. Con frecuencia, continúan apareciendo depositadas en diminutos sarcófagos y son consideradas como sustitutos de la momia en caso de que ésta desapareciera (fig. 3). La mayoría no llevan inscripción o como máximo únicamente el nombre y títulos.
Durante el Segundo Período Intermedio (dinastías XIV-XVII) se produce en el país un período de anarquía e inestabilidad interna motivada por las invasiones extranjeras, de las que destaca la de los hicsos. Los únicos ejemplos de figuras funerarias provienen de la dinastía XVII y de la capital Tebas. En su mayoría están elaboradas de forma burda y son de madera de tamarindo o de persea, por ello, probablemente se les denomina shawabty (ver nota 2). Apareciendo también las primeras versiones de la “fórmula shabti” del capítulo VI del Libro de los Muertos[15].
Durante el Imperio Nuevo (dinastías XVIII-XX) se produce la gran eclosión de las figuras funerarias en cuanto a su innovación y creatividad. La versión del capítulo VI del Libro de los Muertos se alarga, apareciendo dos nuevas versiones de la fórmula ya existente en la dinastía XVII. En cuanto a los materiales, éstos se diversifican y aparecen las primeras figuritas de fayenza[16]. Las técnicas de fabricación mejoran y las producciones se incrementan.
Bajo el reinado de Tutmosis IV aparecen las primeras figuras portando herramientas agrícolas (primero pequeñas herramientas de bronce modeladas y posteriormente pintadas directamente sobre el ushebti). El rol del shabti pasa a ser el de sustituto del difunto para trabajar en el Más Allá (fig. 4).
En el breve periodo amarniano (1350–1334 a.C.), Akhenatón cambia de nuevo el rol de los shabtis, haciéndolos representar sin herramientas agrícolas y portando solamente el símbolo Anj y el flagelo. Las inscripciones obvian la figura de Osiris y solamente mencionan al dios supremo Atón[17]. Más tarde durante la dinastía XIX aparece un nuevo tipo de figura representada en ropa de diario, con peluca doble a la manera de las que se llevaban en vida (fig. 5).
Pero las innovaciones no acaban ahí. Conjuntamente a la aparición de figuras en ropa de diario también empiezan a aparecer otro tipo de representaciones como las parejas de shabtis y figuras de molineros (figs. 6 y 7 respectivamente).
En el Serapeo de Saqqara han aparecido también figuras con cabeza de Apis, lo cual se ha interpretado como figuras votivas depositadas por los vivos para rendir homenaje a Osiris (fig. 8). Asimismo, son también numerosos los hallazgos de ushebtis votivos pertenecientes a los hijos de Rameses II, Jaemuaset y Ramesu, o del gobernador Paser.
El número de figuras por propietario se incrementa y se empiezan a idear los primeros contenedores de estatuillas o cajas de ushebtis, alguno de los cuales son bellamente decorados (fig. 9).
En el Tercer Período Intermedio (dinastías XXI-XXV), el incremento de figuras es espectacular. Ante semejante avalancha de figurillas, estas empiezan a ser consideradas como grupos y no como individuos. El concepto de sustitución se va perdiendo pasando a ser grupos de trabajadores que deben rendir cuentas a su amo, es decir, al difunto. El ushebti se transforma en un sirviente de su amo y este los reclama para “…realizar los trabajos agrícolas, la irrigación de los campos y el transporte de arena del este al oeste…”[18].
Para intentar poner un poco de orden ante tanto incremento de shabti, en la dinastía XXI aparece la figura del capataz o jefe de cuadrilla (comúnmente llamado “jefe de diez”). Cada grupo de diez trabajadores es comandado por un capataz (fig. 10). Esta nueva figura, es la evolución del shabti con ropa de diario, pero ahora se le representa portando un flagelo, signo claro de su nuevo status.
De esta forma nos encontramos que el difunto puede llegar a poseer un sirviente para cada día del año, más sus correspondientes “jefes de diez”, haciendo un total de 401 shabtis[19]. Las inscripciones sobre la figura en este período suelen ser solamente el nombre y título del difunto.
En el Baja Época (dinastías XXVI-XXX) se siguen produciendo los ushebti a gran escala y la mayoría ya son hechos en moldes. Influenciados por la escultura contemporánea las figuras de esta época se caracterizan por llevar una columna en la parte trasera que actúa como pilar. Suelen estar muy bien trabajadas y son de esta época algunos de los más bellos ejemplares que han llegado hasta nuestros días. Es en este período que pasan a denominarse ushebtis (ver nota 2). Las inscripciones vuelven a llevar varias versiones del capitulo VI del Libro de los Muertos.
La producción de ushebtis reales finaliza con Nectanebo II pero prosigue con los personajes privados, todo ello hasta finales de la época ptolemaica y el inicio de la decadencia de la religión y creencias del Antiguo Egipto. En esta época el ushebti se convierte en guardián del nombre del difunto en el Más Allá[20].
Fórmulas e inscripciones
Como ya se ha mencionado anteriormente, la forma de activar las diferentes figuras funerarias para que realizaran los trabajos que tenían encomendados era a través de la recitación de ciertas fórmulas mágicas. Cuando nace el concepto de shabti, estas fórmulas pasan a llamarse de forma general como “Fórmula shabti”.
El origen de esta fórmula está tomada del hechizo 472 de los Textos de los Sarcófagos y que posteriormente se transformó en el capítulo VI del Libro de los Muertos. La versión que se muestra a continuación es la más habitual y dice así:
“Fórmula para hacer que un ushebti ejecute los trabajos para otro en el reino de los muertos:Ohushebti, si el Osiris de N (N= nombre del difunto) es requerido para realizar cualquier trabajo allá en el otro mundo, o si cualquier tarea desagradable le es impuesta, como un hombre ante sus obligaciones, tu deberás decir: Aquí estoy!. Si eres requerido a cualquier hora para servir, para cultivar los campos, irrigar las riberas, para llevar arena del este al oeste y viceversa, tu dirás: Aquí estoy!
Esta fórmula será la que se utilizará hasta la época ptolemaica, con pequeñas variaciones[21]. En esta versión (y de hecho en todas) hay que destacar la expresión Osiris de N, siendo N el nombre del difunto. Entrando aquí en juego un concepto muy importante como es la asimilación del difunto con el dios Osiris[22].
Durante el reinado de Amenhotep III (1386–1349 a.C.) apareció una nueva variante que vino a llamarse “Fórmula de Amenhotep III” que se diferencia de la anterior en que además incluye una súplica a los dioses que están en presencia de Osiris para que se acuerden de compartir las ofrendas que les sean hechas en las fiestas de Abidos[23]. En esta versión el difunto se asimila a la figura de Osiris:
“Oh dioses que estáis al lado del Señor de la Eternidad, y que os sentáis en su presencia, acordaos de mi cuando pronunciéis su nombre. Darle el alimento de la tarde (cena) y escuchar sus peticiones en el distrito de Peker (Abidos, la tumba de Osiris) cuando celebre el festival Uag. Que sea posible la presencia del Osiris N para cultivar las tierras, irrigar las riberas, transportar la arena del este aloeste. Que el Osiris N pueda ser recordado delante de Unnefer (Osiris), para recibir ofrendas de alimento en su presencia”
En la época amarniana, Ajenatón rechaza las ideas tradicionales sobre el Más Allá y las inscripciones en los shabtis no aclaran demasiado sobre este punto. A pesar de que el faraón solamente hizo ponerse sus cartuchos y títulos, en algunos ejemplos de shabti de personajes nobles encontramos textos que combinan la antigua forma tradicional. Por ejemplo:
“Una bendición que el rey da al Atón viviente, que ilumina toda la tierra con su belleza. Que reparta la suave brisa del viento del norte, agua fresca, vino, leche y ofrendas de todo tipo de hierbas frescas para el Ka de N”
En la dinastía XIX y bajo el reinado de Rameses II, se pone de moda la “Fórmula Jaemuaset”. Al igual que algunos shabtis de Abidos tenían naturaleza votiva y estaban dirigidos a Osiris, sucediendo lo mismo con otros tantos dirigidos a Ptah-Sokar-Osiris en la necrópolis menfita, llamada Rosetau (Saqqara)[24]. Esta fórmula aparece por primera vez en los shabtis del cuarto hijo del faraón, Jaemuaset y dice así:
“Que tu visión pueda ser restaurada para que veas el disco solar y (puedas) adorar al sol en vida. Que seas convocado en Rosetau y rodees el túmulo de Tja-mut (otro nombre de la necrópolis mentita), que puedas cruzar el valle del alto Rosetau y abrir la caverna secreta. Que puedas tomar tu asiento en Ta-djeser (La tierra sagrada), como los miembros de la gran tripulación que están con Re!”
Otro tipo de inscripciones las podemos encontrar en las figuras votivas dedicadas a los toros Apis halladas en sus tumbas en el Serapeo de Saqqara. Su inscripción es bastante más sencilla y suele decir algo así:
“Iluminación para el Osiris Apis, el gran dios, señor de Rosetau”.
Uno de los textos que más se dan a partir del Segundo Período Intermedio y que encabeza la mayoría de inscripciones de los shabti, son los que hacen referencia al concepto Shd (sejed) y que se puede traducir como “Iluminación”. Normalmente las inscripciones suelen decir:
“Iluminación para el Osiris N”.
Son dos conceptos que no van interrelacionados, es decir, pueden aparecer por separado: “Iluminación” y “Osiris de N”. Esta última, hace referencia a la asimilación del difunto con el dios de los muertos y su concepto es explicado en la nota 17. La expresión “Iluminación” que también puede ser traducida como “Resplandor” en el sentido de brillo, brillar e incluso “el que da brillo”. La mención de esta expresión Shd, es un claro deseo de que el difunto aproveche los rayos del astro rey en el Más Allá. La traducción exacta puede tener algunas incógnitas no así su sentido general: que el difunto sea iluminado en el Más Allá (fig. 11).
Iconografía
Formas:
A lo largo de toda su evolución, los signos distintivos externos de los shabtis han ido variando. Si atendemos a su apariencia física podemos clasificar las estatuas funerarias en tres tipos:
- momiformes
- vestidas con ropas de uso común (vida diaria)
- y capataces
La gran mayoría son momiformes, es decir, con el cuerpo envuelto en vendas, quedando solamente visible la cabeza y a veces las manos. El aspecto es similar a la de los sarcófagos antropomorfos, con las mismas pelucas, adornos y simbología sagrada. En algunos periodos, las formas fueron exageradamente estilizadas y grotescas, especialmente en los shabtis “tipo palo” de la dinastía XVII (fig. 12). El vestido de a diario, incluso para los capataces, se componía del faldellín o kilt típico de los egipcios.
Tocados:
El tocado más común es el de la peluca tripartida, llamada así porque el cabello se dividía en dos mechones delanteros y un tercero por detrás. Esta era la típica forma de representar a los dioses. La peluca solía estar pintada, e incluso podía imitar las estrías típicas de las pelucas. Una forma característica del Tercer Período Intermedio es aquella en que las pelucas aparecen adornadas con una cinta rodeando la cabeza y atadas con un lazo por detrás.
La peluca doble, asociada con la vestimenta de diario se representa con dos mechones delanteros que se igualan por detrás (fig. 13a y 13b).
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Los hombres podían llevar barbas cortas, reservándose la barba osiríaca solamente para los miembros de la familia real. Este hecho cambia radicalmente a partir de la Baja Época en la que cualquier individuo podía llevar este tipo de barba postiza. Ocasionalmente los shabtis reales podían llevar el nemes o tocado real, tal y como se ve en la figura nº 4.
Posición de las manos y brazos:
Las primeras figuras funerarias parecen que estén desnudos y con los brazos no visibles, pero aparentemente estirados a cada lado del cuerpo. Durante la dinastía XII, siguen sin aparecer los brazos pero se suponen cruzados sobre el pecho a la manera de Osiris. A partir de la dinastía XIII, comienzan a ser visibles las manos cruzadas, asiendo diversos objetos. Incluso en modelos más tardíos es posible empezar a ver incluso la forma de los brazos cruzados sobre el pecho.
Herramientas y símbolos:
Al principio los shabti solamente portaban símbolos sagrados como el pilar Djed, el Anj, el nudo de Isis o recipientes rituales. A partir de la dinastía XVIII (Tutmosis IV), comienzan a aparecer las primeras herramientas agrícolas, siendo las más comunes: azadas, picos, saquitos para el grano y recipientes para el agua (fig. 14).
Clasificación de los ushebti:
Para poder clasificar las diferentes estatuillas funerarias y poder identificarlas se suele utilizar el método ideado por el profesor Hans D. Schneider que está basado en la aplicación de varios de los criterios anteriormente explicados y su identificación con la figura. De esta forma se puede situar con precisión la iconografía y su datación aproximada.
Los criterios utilizados son:
- Forma y apariencia externa (momiforme, vida diaria, etc.)
- Peluca (42 tipos diferentes)
- Manos (35 posiciones)
- Herramientas (24 combinaciones)
- Sacos y cestas (30 formas)
- Amuletos y atributos (7 tipos)
- Posición del texto (29 variantes)
También se tienen en cuenta las versiones de las “fórmulas shabti”, así como los materiales con los que están elaborados.
Materiales y fabricación:
Los materiales usados para la elaboración de los ushebti son muy variados. Los primeros modelos fueron realizados en cera y madera. La madera más común era la de tamarindo, persea, sicomoro, cedro o incluso el ébano. Posteriormente, se utilizaron el barro y la piedra, en sus diversos tipos (caliza, granito, esquisto, alabastro, etc). Finalmente tuvieron mucha aceptación las piezas de fayenza o incluso las de bronce.
La fabricación solía hacerse, junto con los otros objetos que compondrían todo el ajuar funerario, en los talleres de los templos o de palacio. Los encargados de su elaboración eran expertos artesanos, cada uno de ellos especializado en una parte del proceso (fig. 15). Debido a esta diversidad de personal y teniendo en cuenta que la fabricación de dos piezas idénticas era tarea casi imposible, cada pieza puede ser considerada única.
Algunos artesanos incluso llegaron a firmar sus obras, añadiendo un signo distintivo en la base del pie del ushebti. También existen casos curiosos, como la de aquel artesano analfabeto que se inventa el texto del ushebti poniendo cuatro puntos negros, pensando quizás que seguramente los familiares no se darán cuenta al ser posiblemente más analfabetos que él (fig. 17). De estos errores no se salvaron ni siquiera los faraones. Existe un conocido shabti perteneciente a Tutankhamón en el que su nombre contiene una falta de ortografía (fig. 16).
Durante la Baja Época y cuando la masificación hizo su aparición empezaron a utilizarse moldes para aquellos ushebtis realizados en cerámica o fayenza.
Existe también un papiro que ha llegado hasta nuestros días y que se considera un recibo de pago por la adquisición de 401 Ushebtis. El pedido lo realiza el sacerdote wab (puro) de nombre Nespernub para la tumba de su padre, el también sacerdote wab Ihafy. El que recibe el precio en plata es el jefe de moldeadores en el templo de Amón, Padijonsu[25].
Conclusión
A lo largo de estas breves notas se ha intentado dar una visión más o menos general del apasionate mundo de los shabtis, centrándose principalmente más en el concepto que en la pieza en sí.
Parece quedar claro, que la existencia de estas piezas solamente puede ser explicada bajo el contexto del trabajo servil en el Más Allá. En el paraíso agrícola de Osiris el trabajar era un hecho aceptado y obligado. Para poder hacer frente a esta carga, el difunto, asimilado en la figura del dios de los muertos, reclama a su sustituto, encarnado en forma de estatuilla, que trabaje para él. Mediante la recitación de una fórmula mágica el ushebti es activado.
La producción de estas figuritas fue enorme a lo largo de toda la historia de Egipto, hasta el punto que hoy en día la gran mayoría de colecciones y museos del mundo disponen de numerosos ejemplares.
Desafortunadamente casi todo el material que se ha publicado sobre estas piezas ha sido editado en francés, inglés y alemán. Es por ello que esperamos haber aportado un modesto granito de arena a la difusión de estas interesantes piezas al castellano y sumarnos con ello a los pocos autores que han desafiado esta “maldición”.
Notas
[1] A lo largo del artículo se usan las tres formas indistintamente. Al margen de los vocablos egipcios en cada idioma se suele utilizar un vocablo diferente: chaouabtis, shaouabtis, ouchebtis, totenfiguren, uschebti, shawabti, uixebti, etc.
[2] La palabra más común quizás sea la de shabti, derivada de otro vocablo cuyo significado es “palo” (trozo de madera). En algún momento shabti pasa a denominarse shawabty, que según Faulkner significa “los de persea”, un tipo de árbol de cuya madera podría ser que se fabricaran originalmente estas estatuillas. Al final del Imperio Medio shabti se refiere expresamente al sustituto del difunto. No es hasta la dinastía XXI que encontramos el vocablo ushebti, traducido como “el que responde” (del verbo usheb, responder). El carácter del shabti como procurador de alimento puede sugerir también que el vocablo venga de palabras expresamente referidas para comida: shabw o shbt.
[3] Chabas, Observations sur le chap.VI du rituel egyptien, à propose d’une statuette funéraire du musée de Langres, Langres 1863, en este artículo Chabas sugiere que el ushebti es una representación del difunto, equipado con herramientas agrícolas necesarias para trabajar en los campos de Ialu. También sugiere que son una especie de amuletos que garantizaban al muerto su resurrección, como Osiris, dios del Más Allá.
[4] V. Loret, Les statuettes funéraires du Musée de Boulaq, París, 1883.
[5] W.M.F. Petrie, Shabtis, Londres, 1935.
[6] Hans D. Schneider, Shabtis, vol. I-III, National Museum of Antiquites, Leiden, 1977.
[7] J.-F. Aubert, and L. Aubert, Statuettes égyptiennes: chaouabtis, ouchebtis, Maisonneuve, París, 1974; L. Speelers, Les figurines funéraires égyptiennes. Bruselas, 1923; P. Newberry, Funerary statues and model sarcophagi, Cairo, 1937.
[8] Jean Luc Chappaz, Les figurines funéraires égyptiennes, Ginebra. 1984.
[9] Los egipcios se referían a los textos funerarios como Saju, que podríamos traducir como “recitaciones rituales” o como “aquello que hace aj”. Ser aj, es el objetivo de cualquier difunto. El aj es el principio luminoso e inmortal que forma parte integrante del individuo y que es dignamente considerado por los dioses tras alcanzar satisfactoriamente la otra vida.
[10] Los Textos de las Pirámides aparecieron por primera vez inscritos en el interior de la pirámide de Unas (último rey de la dinastía V). Posteriormente fueron inscritos en las pirámides de los soberanosde la dinastía VI.
[11] Los Textos de los Sarcófagos (TS) se llaman de esta forma porque la mayoría de ellos adornaban los sarcófagos del Imperio Medio, aunque también podían encontrarse estos textos en las paredes e incluso en algún papiro. Con posterioridad los TS se transformarían en el “Libro de los muertos”.
[12] El Ka es el elemento principal de la parte invisible que constituye la personalidad de todo individuo. Nace con el cuerpo, crece y se desarrolla al mismo tiempo que él. Encarna las fuerzas vitales del individuo. Por el contrario el Ba representa la energía del desplazamiento y la comunicación del individuo. Permite establecer un vínculo entre el mundo invisible y el universo sensible. Los muertos gracias a su Ba pueden desplazarse por la tumba y fuera de ella.
[13] Es importante destacar en este punto el concepto de sustitución. Su comprensión es básica para entender la figura del shabti y la estatua del difunto actúa como sustituto de la momia. La estatua del sirviente actúa como sustituto del difunto para ejercer los trabajos agrícolas. Por ello cuando ambas figuras devienen en una sola debemos entender que ésta tiene dos roles en uno sólo: difunto y sirviente.
[14] La primera mención a los “Campos de Ofrendas” o “Campos hetep” aparece en los Textos de las Pirámides. De igual manera ocurre con el concepto de “Paraíso Agrícola”.
[15] El capítulo VI del Libro de los Muertos es la evolución del nº 472 de los Textos de los Sarcófagos. En él se emplaza al ushebti para que trabaje para el difunto en el reino de los muertos.
[16] La fayenza egipcia está compuesta de arena fina cementada por un silicato de sosa (carbonato y bicarbonato de sodio, extraído del natrón). Cocido a unos mil grados de temperatura, la mezcla se autobarnizaba dejando una capa vitrificada en su superficie. Los tonos verdosos, azulados o negruzcos se conseguían añadiendo diferentes tipos de óxido: cobre, cobalto o hierro.
[17] De esta época solamente nos han llegado pequeños fragmentos de shabti pertenecientes a Ajenatón (únicamente se conserva uno entero) y algunos más de personajes privados. Parece ser que durante ese período el shabti no era imprescindible.
[18] Esta frase es mencionada en el capítulo VI del Libro de los Muertos y hace referencia a la obligación de servir por parte del ushebti. La expresión “transporte de arena” es posible que se refiera a las arenas del desierto que invadían los campos de cultivo.
[19] El número total de estatuillas funerarias depositadas en la tumba es muy variable. Por ejemplo, tenemos que en la tumba de Tutankhamón aparecieron 417 y en la de Seti I más de 700 ejemplares.
[20] Predomina el nombre antes que la representación del difunto. Desde siempre, recitar el nombre del difunto o su mera presencia en la tumba era suficiente para garantizar la perdurabilidad de su memoria. En las fórmulas de los Textos de los Sarcófagos, números 410 y 412 se dice que “un hombre debe recordar su nombre en el reino de los muertos”.
[21] El título de la fórmula :“Fórmula para hacer que un ushebti ejecute los trabajos para otro en el reino de los muertos” no figuraba inscrito en la figura pero sí en los contenedores de ushebtis y en los papiros del Libro de los Muertos. En cambio, el texto que suele figurar en las piezas, es el equivalente a: “Iluminación para Osiris (títulos y nombre), justo de voz”.
[22] Osiris fue rey en vida y una vez muerto lo fue del Mas Allá. El faraón, como dios viviente, se asimilaba a la figura de Horus y una vez muerto a la de Osiris. La inmortalidad en sus orígenes era solamente un privilegio del rey, pero a finales del Segundo Período Intermedio, el título “Osiris” empieza a ser utilizado por el resto de mortales en sus monumentos funerarios. El difunto, aspirante a identificarse con Osiris, continua sirviéndose a sí mismo en el otro mundo. Por tanto el papel del shabti es doble: como sustituto del difunto en el Más Allá (Osiris) y como sustituto del sirviente, que aun permanece en la tierra.
[23] Abidos era el centro religioso de peregrinación donde se creía que estaba enterrado Osiris. Era muy habitual ofrecer al dios figuras votivas, similares a las ofrecidas en el Serapeo de Saqqara.
[24] Se creía que Osiris había nacido en Rosetau, en la necrópolis del desierto occidental, cerca de Menfis, siendo este un lugar mítico relacionado con la función funeraria del dios.
[25] “Bill of sale for a set of Ushabtis” publicado por I.E.S. Edwards explica el contenido del papiro “British Museum 10800”. Data de finales de la dinastía XXI y principios de la XXII.
Bibliografía
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