Miguel Angel Díaz – Noviembre de 2003
Una ciudad nació donde antes sólo vivían los escorpiones. Un terreno nunca hollado por los pies de ningún dios de Egipto fue consagrado a Atón, y en donde no había más que terreno yermo, nació una de las ciudades más hermosas e innovadoras de la historia. Por el empuje de un hombre, lo que fue desierto se convirtió en vergel.
En el año AK4 (cuarto año del reinado de Ajenatón), el nuevo rey elige un lugar a unos 300 Km al Sur del actual El Cairo para establecer su nueva capital. Ésta se sitúa a medio camino entre Menfis y Tebas, intentando crear un eje Norte-Sur equidistante entre las tres capitales.
Información sobre los lugares del plano:
- Tumbas norte y sur
- La tumba real
- Estelas fronterizas
- La ciudad central
- La aldea de los artesanos
- El Maru Atón y Kom el-Nana
- Los palacios del norte
- Los barrios norte y sur
- La ciudad del norte
Necesitaba un lugar virgen, que no hubiese sido consagrado a ningún dios anteriormente, y eligió un circo en el lado oriental del Nilo, recordando las montañas que lo rodean el jeroglífico del Sol entre las colinas, que al final la representaría. El lugar, según Ajenatón revelado por el mismo Atón, se llamaría “El Horizonte de Atón”, y marcaría a la capital del nuevo culto.
El Rey anuncia que se excavarían allí tumbas para la familia real, para el toro sagrado de Heliópolis y para los sacerdotes de Atón. Con la declaración sobre el toro sagrado, vincula la nueva capital a la teología solar de Heliópolis.
La construcción de una nueva capital no es en sí algo impensable, pero si extraordinario en esa fecha. Más normal era un cambio de capitalidad, de lo que Egipto usó mucho durante su historia. Pero nunca antes se había construido una ciudad desde cero. Más tarde, Ramsés II construiría Pi-Ramsés, pero por el momento éste era un gasto que Egipto apenas si se podía permitir. Es cierto que “el oro abundaba tanto como la arena” pero las arcas de Amenhotep III no estaban en su mejor momento debido a la política de “regalos” que estaba llevando a cabo para mantener las alianzas asiáticas y las fabulosas ofrendas que había realizado a Karnak. Las minas de oro de Nubia, aunque continuaban dando el precioso metal, comenzaban a mostrar signos de agotamiento. De todas formas, la construcción comenzó ese mismo año. Y con reformas, claro. Los impuestos recibidos por Karnak, pasarían a costear la construcción, gran parte de la mano de obra de Tebas pasó a Ajetatón, y en el año AK8 se paralizaron definitivamente las obras tebanas por falta de obreros, ya que Ajenatón trasladó el resto de mano de obra para acabar antes lo que faltaba de la ciudad. La velocidad de construcción afectó a la calidad. Apenas se usó la piedra, ni para los templos. En su lugar se usaron ladrillos sobre los que se hacían los grabados (talatates) que embellecería la ciudad, que según los restos encontrados, tuvo que ser magnífica. Una hermosa comunión entre el hombre y la naturaleza, convirtió el desértico circo entre montañas en un oasis. Regadíos artificiales inundaron la ciudad de estanques, y sus amplias avenidas, diseñadas ortogonalmente, darían entrada a la nueva cosmópolis.
En el año AK5, el Rey añade el epíteto “que vive de Maat” a su nombre. La razón de este añadido pudo ser para tranquilizar al pueblo y a la administración ante los desórdenes económicos y sociológicos producidos por la construcción.
En el año AK6, la familia real toma posesión de la ciudad y mediante una visita solemne, se consagran las 11 estelas fronterizas del primer grupo, cuyo texto refleja la voluntad de no traspasar lo límites marcados por éstas. El texto de una de ellas, lo presenta Christian Jacq con la siguiente traducción (no me parece muy correcta según otros escritores anglosajones, pero más o menos dicen lo mismo y es la más estilizada):
“Juramento prestado por el rey del Alto y el Bajo Egipto, que vive de Maat, el señor de las Dos Tierras, Neferkeperuré, el único de Ra, el hijo de Ra, el que vive de Maat, el dueño de las coronas, Ajenatón de gran duración de vida, a quien se le da la vida eternamente.
Lo mismo que mi padre vive, Ra-Horajti que se regocija en la región de luz en su nombre de Chu que es Atón, que da la vida para siempre, así mi corazón se regocija a causa de la gran esposa, real y de sus hijas. La edad avanzada le será concedida a la gran esposa real, Nefer- Neferu-Atón Nefertit viviendo eternamente, en esos millones de años, mientras está bajo la protección del faraón. La edad avanzada será concedida a las princesas Mery-Atón y Meket-Atón, sus hijas, bajo la protección de la reina, su madre.
Éste es mi juramento, en verdad, que mi corazón pronuncia y que no traicionaré nunca. La estela del sur que está en la montaña del este de Ajetatón es la estela de Ajetatón, que erigiré en su lugar Nunca traspasaré ese limite sur. La estela sur este ha sido levantada para darle frente, directamente en el punto opuesto.
Erigiré en su lugar la estela norte de Ajetatón. Es la estela norte de Ajetatón. Nunca traspasaré ese límite norte. La estela del norte que está en la montaña oeste de Ajetatón ha sido levantada para darle frente directamente, en el punto opuesto. En el interior de esas cuatro estelas, desde la montaña del este a la montaña de occidente, se encuentra ahora Ajetatón. Pertenece a mi padre, Ra-Horajti, que se regocija en la región de luz en su nombre de Chu que es Atón, que da la vida para siempre, con las montañas, los desiertos, las llanuras, las tierras nuevas, las tierras altas, los campos, el agua, las orillas, la población, el ganado, los árboles y todas las demás cosas a las que mi padre dará el ser eternamente.
Nunca traicionaré el juramento que he hecho a Atón, mi padre. Perdurará en la estela de piedra de la frontera suroeste y en la frontera noroeste de Ajetatón. No será destruido. No será borrado. No será martillado. No será recubierto con yeso. No desaparecerá. Si desapareciese, si fuese aniquilado, si la estela en la que está inscrito cayese, lo renovaré en el lugar en el que debe estar”.
En el año AK8 se colocarían las 3 estelas fronterizas del segundo grupo cuyos textos explican que la elección del lugar vino de la mano de Atón. El decimotercer día del cuarto mes de invierno del AK6, se funda teológicamente la ciudad. Según textos de las citadas estelas:
“[…] El rey apareció sobre un gran carro de electrum, semejante a Atón cuando brilla sobre su región de luz y llena la tierra con su amor. […] La tierra resplandecía de júbilo y todos los corazones se regocijaban viendo al Rey haciendo una gran ofrenda a su padre, ofrenda de cerveza, de pan, de ganado con cuernos largos y cortos, de caza, de vino, de frutas, de incienso, de libaciones, de hortalizas […]” (Christian Jacq).
Estructura básica de la ciudad
El Horizonte de Atón se veía dividido ens eis sectores básicos, comunicados por una gran via de 42 m. de ancho (Camino Real) que formaban la ciudad como una unión de pueblos separados entre sí:
La Ciudad Norte: Complejo residencial doméstico de la familia real y sus allegados. Allí se encontraba principalmente el Palacio de la Ribera Norte, hogar de Ajenatón y Nefertiti. También se hallaban en ese punto las puertas comerciales y aduanas de la ciudad.
La ciudad Centro: Complejo administrativo, diplomático y religioso de la ciudad. Allí se realizaban todas las funciones de dirección de la ciudad y residía la nueva capitalidad de las Dos Tierras. Estaba flanqueado por los Barrios Norte y Sur, verdaderas ciudades dormitorios de la población de Ajetatón.
Sector Sur: Allí se encontraban los templos Maru o panorámicos. Su función parece ser de lugares de descanso y de recogimiento religioso.
Necrópolis: Existieron dos centros para los enterramientos de los Nobles: Las Necrópolis Norte y la Sur. Entre ellas, e internado en un wadi hacia Oriente (al contrario que en el resto de Egipto) se hallava el Valle Real, lugar de enterramiento de la familia solar.
Pueblo de los Trabajadores: Al igual que en tebas, en Deir el-Madinah, una concentración de casas pertenecientes a los trabajadores de las necrópolis formaba este poblado alejado de la metrópolis.
Zonas de Cultivos: Básicamente situada entre el Barrio Sur y rodeando los Marus, y hacia el interior , este sector ayudaba, junto al resto de Egipto, a mantener la población de Ajetatón.
El final de un sueño
Según Miriam Lichtheim, tras la muerte de Ajenatón, sin un hijo suyo que le reemplace, la aventura atoniana se desvanece. Dado el centralismo religioso que Ajenatón había puesto en su persona, la ciudad no tiene sentido. El pueblo no puede orar a un faraón que ya no está, y que no puede seguir la liturgia hacia el dios Atón. No hay más dioses en Ajetatón, salvo Atón. Nadie puede asumir esa función, ya que Ajenatón no tiene hijos que sean hijos de Atón, y el nuevo rey, que Ajenatón no ha designado como su sucesor, se desplaza a Menfis. Creo que tras la desaparición de Nefertiti, y el consiguiente nombramiento de Smenjkare como sucesor, Ajenatón es consciente de que la ciudad desaparecerá cuando él muera. También es posible la idea que defiende Christian Jacq, de que Ajenatón creó una teología y una capital para que durase lo que durase su reinado. El hecho de que pusiese límites a la expansión de la ciudad (primera serie de estelas fronterizas) parece apoyar esta idea.
Un hecho significativo al respecto, es la susencia de cementerios de segunda clase, normal en todos los asentamientos. Exceptuando las tumbas de los nobles, los suelos de enterramiento de los menos acaudalados (aunque no pobres) son difíciles de encontrar a pesar de los esfuerzos de los más expertos excavadores. Se baraja la posibilidad de que al abandonar la ciudad, los cuerpos fueron trasladados por sus familiares, pero eso no explica la falta de tumbas simples y de restos funerarios.
Seguramente Ay dio por finalizada la aventura e hizo trasladar la capital por las razones religiosas arriba comentadas. Las reformas políticas que se emprendieron podían hacerse perfectamente desde Ajetatón, pero una vuelta al culto de Amón obligaba a una capitalidad en Tebas. Hay que recordar que Egipto era una teocracia y si la ciudad no tenía sentido religioso, era una ciudad inservible y no podía ser la capital. Operativamente la ciudad se queda desierta poco a poco al comienzo del reinado de Tutankhamón. La administración se ve obligada a seguirle, y tras ellos, los artesanos que serán de nuevo llamados para las nuevas obras de restauración y después, los agricultores que ya no tienen población a la que alimentar.
Se puede dar por abandonada en el año TUT3 (tercer año del reinado de Tutankhamón), que es cuando los sacerdotes abandonan los templos. Este periodo de trabajo de los religiosos, puede indicar que la intención de Ajenatón era de que continuase ese credo, o también seguir con la consagración de la ciudad a un Atón que recuperase su posición natural en el panteón clásico. Ellos tenían que saber las intenciones de su maestro, y si hubiesen sido las de acabar el culto con su muerte, hubiesen sido los primeros en abandonar la ciudad y así marcar ellos el final del culto. Las estelas fronterizas del juramento, podían marcar el territorio justo que Atón indicó a Ajenatón (reforzado por la segunda serie), y por lo tanto, era sólo ese territorio el “Horizonte de Atón”.
De todas formas, Ajetatón se abandona oficialmente en el TUT3, pero será Horemheb quien comenzara a desmantelar los palacios para usar el material en sus propias obras.
Ante el abandono de la ciudad por parte de la policía, y con ésta en estado de abandono, Tutankhamón traslada los restos de algunos componentes de la familia real a la necrópolis tebana por razones de seguridad. Desde el inicio del éxodo han pasado tres años, y dado el negro futuro de la ciudad y la falta de vigilancia, seguramente las necrópolis de Ajetatón fueron profusamente saqueadas. Más tarde, Ramsés II daría permiso a los habitantes de Hermópolis (un poco más al Norte, en la orilla Occidental) para que tomasen libremente de Ajetatón el material de construcción que les hiciese falta. En este momento, podemos dar por finalizada la historia de la capital de Atón.
Bibliografía
- Aldred, Cyril, Akhenatón. Faraón de Egipto, Ed. Edaf, Madrid, 1989.
- Breasted, James Henry, Ancient Records of Egypt (Vol. II), Londres, 1988.
- Davies, Norman de G., The Tock Tombs of el Amarna, vols. I-VI, Archaeological Survey of Egypt, Egypt Exploration Fund, Londres, 1905-1908.
- Grimal, Nicholas, Historia del Antiguo Egipto, Ed. Akal, Madrid, 1996.
- Jacq, Christian, Nefertiti y Akhenatón, Ed. Martinez Roca, Madrid, 1997.
- Kemp, Barry J., El Antiguo Egipto. Anatomia de una Civilización, Crítica, Barcelona, 2003.