La Paleopatología en Egipto: pasado y presente

Manuel Juaneda-Magdalena Gabelas – Enero de 2001

La complejidad de toda civilización que como la egipcia transcurrió a través de los milenios, obliga a una metodología, a una división de disciplinas perfectamente concadenadas e intercomunicadas en ramas que van al tronco común de la Egiptología. Una de estas disciplinas auxiliares es precisamente la Paleopatología.

La salud y la enfermedad de los antiguos pobladores de las márgenes del Nilo (tan pródigas pero entonces tan abundantes en peligros), han merecido sobremanera el interés por el desarrollo de esta disciplina desde hace muchos decenios. No debemos olvidar que una civilización de tanto refinamiento y lujo pero también tan llena de miserias y pobrezas, nunca hubiera alcanzado el cenit de la gloria sin la capacidad intelectual e industrial y sin la gestión y control pertinente de los elementos disuasorios de la enfermedad, y por supuesto, sin el dominio de un medio en reiterada contradicción.

No podemos ignorar las intrincadas relaciones del egipcio con el ambiente. Uno y otro en una hostilidad continua sufrieron modificaciones permanentes en la medida y proporción en que las líneas de fuerza se inclinaban a favor o en contra. En ninguna época como en la actual estos cambios se hicieron tan ostensibles como en los últimos años.

Su éxito pero aun más su fracaso ante la enfermedad le mostraron la manera de afrontar la muerte biológica. Y no podía ser de otra manera, porque la concepción metafísica y teológica de su universo y la integración de su protagonismo como elemento estrella en aquél, le hacían renegar del horror al aniquilamiento del ser, a la muerte real, ciertamente diferente a la muerte biológica, por cuanto significaba la caída al abismo del no ser, al abocamiento de lo que nunca existe.

La paleopatología en Egipto: pasado y presente

Las condiciones climáticas adversas infligían en los lugareños severas pruebas que solamente en virtud de la promoción del ingenio teórico, primeramente, y después con su plasmación en el mundo real de la técnica, sirvió para doblegar los empujes de la adversidad. La provisión del ingenio aprendido como fruto de la experiencia adquirida a fuerza de la vivencia de repetidas situaciones, ayudó a solventar con éxito situaciones verdaderamente difíciles.

La enfermedad, tributo obligado en esta larga guerra de mil batallas con el medio ambiente pudo entonces encontrar el alivio, la atenuación o incluso la solución, por ese pacto tácito que el hombre firmó con sus conocimientos. Pero a veces, el fracaso ineludible daba a la naturaleza la satisfacción de cobrarse una nueva víctima y la muerte implacable hacía su entrada.

El calor, la sequedad ambiental, los vientos de arena, originaban severos castigos entre los nilóticos; las dermatitis, las insolaciones, el desgaste dentario, las silicosis, las infecciones (tuberculosis), las enfermedades oculares, etc.; las parasitosis, se prodigaban por doquier, entre otras, animadas por la cohabitación y el uso de rutas y estaciones ecológicas comunes al hombre. Fuentes de enfermedades tremendamente activas de las que el auténtico vivero era, más que ningún otro, el medio acuático tan pleno en peligros y paradójicamente tan rico en nutrientes para la población ribereña.

La capacidad de combatir y superar el ambiente haciendo de la desgracia el acicate, del ingenio y la técnica los instrumentos de superación en absoluto extraños a toda civilización culturalmente avanzada, permitiría al hombre egipcio un control más fácil de su medio doméstico (familia, población, ganado), en definitiva del saneamiento de las viviendas y de la eliminación de los detritos, etc.

En cambio, como ya se ha citado, el fracaso clamoroso animado por la fuerza inercial desbordante del medio y el manejo instrumental de los útiles, promovería la visión de lesiones: cambios patológicos perceptibles e indelebles en los restos humanos. Nosotros no podemos ser indiferentes ante el hallazgo de deficiencias nutricionales, las osteoporosis prematuras en mujeres, cambios artrósicos degenerativos propios de una sobrecarga crónica del esqueleto en las labores de labranza, las fracturas aceptablemente consolidadas pero ocasionalmente mal alineadas. Son todas ellas formas de interpretar o descubrir el escenario en el que evolucionaban los éxitos y los fracasos, de esa guerra perenne en la que el hombre se llevaba siempre la peor parte.

¿Cuáles son los factores qué debe situar actualmente a la Paleopatología en el mundo moderno? El primer factor es el estudio de una población y el individuo como elemento constitutivo; el segundo, es, cómo se desarrolla una cultura en un ambiente voluble en el que puede afectar una enfermedad; el tercero, la consideración de la patogenia (mecanismo de la enfermedad) y el aumento de los elementos patógenos (nocivos) como causante de la enfermedad y su énfasis hacia otros que también la determinan (trauma, estrés psicosocial).

¿Cuáles son los objetivos que debe circunscribir la acción de la Paleopatología?. Éstos han de comenzar, en primer lugar, por localizar los restos humanos en el plano histórico y geográfico; la interacción entre la población y el medio ambiente(interacción biocultural); la comprensión de los procesos involucrados en la enfermedad.

¿Cuáles son las fuentes de las que bebe la Paleopatología egipcia?. Hemos de hacer referencia forzosa a tres fundamentalmente: las artísticas, las biológicas, las escritas.

Estamos acostumbrados a las representaciones artísticas en las que el autor muestra las concepciones establecidas por unos cánones seculares consolidados desde los albores dinásticos. La idealización y el canon de las figuras palaciegas, templarias, y funerarias, denotan un rigor, una situación de permanencia, intemporalidad para aquellos que fueron dioses entre sus súbditos. Esta rigidez de formas mostró un relajo con el transcurrir de las épocas, y los retratos aunque conservando esa apariencia encorsetada fueron flexibilizando sus formas. Por lo cual, ¿sería desmesurado pasar por el tamiz de la desconfianza los criterios impuestos o adquiridos por el artista de turno cuándo ejercía su oficio?

La paleopatología en Egipto: pasado y presente

Debemos mostrar algún prejuicio ante la visión de su obra y pensar que cualquier exageración en la fisonomía del representado corresponde a una licencia artística consentida por la relajación de la Corte o por las veleidades de una moda, o bien porque aquél manifiesta con fidelidad un aspecto anatómico auténtico del representado.

Así dicho, el fenotipo del promotor de la religión atoniana indicaba una androginia o un estado intersexual real, la ginecomastia de Tutanjamon o de su antecesor Tutmés IV era una concesión al gusto de la moda o una alteración de origen familiar; el abdomen batracial de la estela de Bek, el escultor de la corte de Amarna, servía para catalogar o definir una posición social encumbrada, la ancianidad venerable, o un abdomen ascítico fruto de una cirrosis hepática o de una enfermedad degenerativa hepática; y qué hay de las escenas de la tumba de Mehu o Anjmahor en Saqqara ?

Estamos en este campo pues a merced de la subjetividad.

Las fuentes biológicas, ciertamente, consiguen un grado de certidumbre más alto. Pero, ¿realmente podemos creer ciegamente en la información acumulada por el análisis de los restos biológicos sin prestar atención debida a algunos factores intercurrentes?. De ser así, es probable que caigamos ingenuamente en un error de apreciación de calibre mayor. Es bien cierto que los restos biológicos y esqueléticos, principalmente, comportan un grado alto de evidencia sobre la naturaleza de las enfermedades de los antiguos, pero también no lo es menos que podemos hallar “artefactos pseudopatológicos” desencadenados por factores de origen muy diverso ajenos al factor patógeno de la enfermedad misma.

Son muy diversos en origen y naturaleza; el propio ambiente térmico, los componentes químicos del suelo, la humedad, la acción de desgaste de los insectos(sífilis ósea versus la acción de los escarabajos cuya acción despistó a los investigadores a principios de siglo), de los carroñeros y demás depredadores, o el roce de las especies botánicas locales por medio de sus raíces, son de forma harto frecuente, elementos perturbadores que hay que tener presentes como falsos imitadores de la realidad patológica.

El médico contemporáneo imbuido por la lógica y la razón habiendo perdido al igual que sus semejantes todo atisbo de la irrealidad, de la ensoñación, en definitiva del mundo mágico dominado y habitado por seres del reino de lo esotérico con quienes sus ancestros se comunicaba a través del rito, la palabra, o la fuerza de la magia; él, manifiesta involuntariamente evidentes carencias de apreciación cuando estudia los textos médicos.

Cuando conjetura sobre el significado de éste o aquel término o concepto, cuando precisamente hace extrapolación de aquéllos pretendiendo compararlos con los actuales en una forzada correspondencia biunívoca, y sin la perspectiva adecuada, cae en el error de interpretación de enfermedades o síntomas que en el pasado tenían un sentido pero que en nuestro mundo es otro muy distinto.

Igualmente la traducción y la interpretación literal de palabras de textos amputados o apenas legibles más la ambivalencia semántica, forman un puzzle perfecto pero tremendamente molesto siempre que deseamos recabar una información plausible. Además, nos encontramos con el “handicap” de palabras casi siempre referidas a nombres de sustancias de origen animal o vegetal o mineral, muy particulares, siendo imposibles de identificar y que no pertenecen al fondo común o acervo lexicográfico del lenguaje egipcio más utilizado.

Desde los albores de la egiptología moderna la Paleopatología siempre ha recorrido hermanada hasta la actualidad un largo camino pleno de buenos momentos. Al principio algo titubeante y hasta balbuceante en su “modus operandi” al tener que limitarse en la pura observación y con las armas de la deducción como consecuencia de tener que sustentarse en la evolución histórica de la enfermedad.

Evidentemente la Paleopatología ha contraído una gran deuda con la Egiptología pero también ésta no puede ni debe quedar indiferente con aquella. Desde la expedición napoleónica de finales del siglo dieciocho (Description de l’Égypte), se han venido acumulando una enorme cantidad de datos fundamentados en los hallazgos de restos humanos momificados a lo largo y a lo ancho de la cuenca nilótica. A ello habría que añadir los últimos descubrimientos que han sido clamorosamente recibidos por la comunidad científica internacional y en no menor medida por todo el público en general.

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Pero con el descubrimiento de los rayos X por el alemán Roentgen a finales del siglo pasado; las aplicaciones médicas de las técnicas radiológicas abrieron un campo amplísimo, esperanzado e ilusionado de expectativas para el estudio radiológico de los cuerpos momificados. Así pues, en aquellos lejanos tiempos, ya König (1.896) empezó aquél largo itinerario en el campo del estudio por la imagen, con las radiografías de las momias de un niño y un gato. Otros pioneros contemporáneos, la Dra. Murray, F. Petrie, y por supuesto, Elliot Smith (quien marcó el hito de analizar radiológicamente la primera momia real de Tutmés IV), comprendieron las virtudes extraordinarias de la técnica.

Sería ingrato no hacernos eco de los trabajos antesala de los actuales, dignos del mayor encomio de J.N.Czermak (1.852) en la preparación de tinciones especiales para muestras de tejidos biológicos(histología); en virtud de ello, en los comienzos de la histopatología, se pudo observar que la arteriosclerosis (Strouhal, Vyhnanek 1.979) era ya un mal extendido en los tiempos faraónicos al confirmarlo en una gran arteria de una momia.

Actualmente, las técnicas de microscopía óptica y electrónica más la utilización de tinciones especiales más la colaboración de la inmunología (inmunohistoquímica), permiten el análisis de muestras mínimas de tejidos biológicos de cualquier localización aunque fuere lejana y lo que es muy importante: sin el deterioro de la anatomía de las momias. Además, de esta utilidad, se puede realizar análisis de cabellos humanos (también desde el punto de vista químico), piel, intestino, músculo, hígado, etc. No es menor, como no puede ser de otra forma, la utilidad de las modernas técnicas que asisten cotidianamente al patólogo en la clínica habitual en cualquier hospital que se precie.

Estudios muy interesantes que sustentan lo citado en el párrafo anterior, (Miller, Armelagos) empleando las citadas técnicas inmunológicas (ELISA: “enzyme linked immunosorbent assay), han mostrado la presencia en momias(predinásticas) del parásito Esquistosoma que produce la enfermedad de la Bilharziasis extremadamente frecuente en la antigüedad y también actualmente, de la que en todo el mundo hay 200 millones de infectados. Así pues, sigue siendo un auténtico azote bien de tiempos pretéritos como actuales.

Las modernas técnicas de imagen procuran descubrimientos otrora insospechados en los cuerpos momificados ya no solo de procedencia orgánica sino también de origen artificial. La tomografía axial computerizada (TAC) revolucionó el campo del radiodiagnóstico (1.972) y cinco años más tarde ya se utilizó en el diagnóstico de una momia por primera vez (Toronto).

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Las secciones virtuales multifocales de varios tubos de “Rx” en un entorno circular proyectados sobre el cuerpo objeto del estudio serán procesadas por un ordenador, y según las diferentes densidades de los tejidos que atraviesa el haz de rayos, se crean unas imágenes de un grosor muy fino que se integran en una imagen coherente. Algo así como si cortásemos al cuerpo en finísimas láminas sin la crueldad que ello supondría y con la ventaja que esa información nos aporta.

Ofrece una gran riqueza de información al egiptólogo y al paleopatólogo. No debemos, no obstante, menospreciar la simple radiología pues sigue siendo la prueba inicial(a mi juicio) que debe realizarse como paso previo al resto de los estudios de imagen que con posterioridad se hagan. Todavía puede ofrecernos gran información. Aunque la Rx convencional no es capaz de eludir la superposición de imágenes o su efecto añadido, sí muestra datos del propio esqueleto y fundamentalmente del cráneo y de las piezas dentarias. Pero es que además, nos informa del sexo, madurez esquelética, edad del fallecido, por enumerar los más importantes.

Los modelos de almacenaje que la informática nos facilita, consiguen que los estudios se preserven a la posteridad para posteriores consultas o para ser enviados a la red de comunicaciones (Internet) entre los distintos Proyectos o Fundaciones o Institutos creados para el estudio y la conservación de las momias cada vez más frecuentes.

La resonancia magnética nuclear (RNM) ya no utiliza los rayos X sino en la física que proporciona el fenómeno de resonancia de los protones de un organismo al estar sometido a una influencia magnética. Es especialmente útil para el estudio de las partes blandas de un cuerpo y tanto es así que recibe el reconocido título de ser “la radiología de las partes blandas”. Esta técnica goza del igual predicamento que la anterior.

La importancia de técnicas de este cariz se puso de manifiesto de la siguiente manera: se venía observando decenios atrás la enorme frecuencia de pigmentaciones esqueléticas (articulaciones y discos intervertebrales de la columna, sobretodo) en momias de la antigüedad, atribuidas a una enfermedad genética la alcaptonuria u ocronosis (un defecto enzimático). Se creyó que dada la enorme frecuencia, la enfermedad era muy extendida, tal vez demasiado, para hacernos una idea, ésta era de 1 de cada 4 en los estudios radiográficos de las momias mientras que en nuestra época es de 1:1000.000.¿A qué se debía tal fenómeno?. Definitivamente los estudios realizados con la RNM, las biopsias dirigidas a las zonas sospechosas desvelaron el secreto: las prácticas embalsamadoras, el uso de sustancias como el natrón y el enebro fueron las causantes de tal confusión imitando enfermedades inexistentes. Así pues el trastorno quedó reducido a una simple pero curiosa y muy aleccionadora anécdota.

Los estudios endoscópicos ya no podrán diagnosticar hemorragias digestivas o su origen, ya no podrán diagnosticar enfermedades del árbol respiratorio. Los órganos que se podrían beneficiar de estas ventajas en el proceso de la momificación pasaron a ser una masa informe y maciza que imposibilitaría tal práctica. ¿Sin embargo, qué beneficios nos pueden conceder la técnica endoscópica?.

La paleopatología en Egipto: pasado y presente

La introducción de tubos rígidos o flexibles bajo el auxilio de ópticas de gran precisión en cavidades tales como la craneana, torácica o abdominal, facilitan enormemente la exploración de sus cavidades, vericuetos, y anfractuosidades que pasarían desapercibidas al ojo desnudo del observador. La otra ventaja reside en la extracción de materiales orgánicos o no mediante pinzas de diseño especial para su estudio histológico.

La lupa de los modernos patólogos ya no reside en las lentes de antaño que sirvieron a Cajal para descubrir e interpretar su teoría neuronal. Hoy en día, el conocimiento del patrimonio genético y las técnicas que lo han permitido transcienden del genoma humano al de nuestros ancestros, pues ellas son, el auténtico vínculo (biológicamente) que nos une.

Técnicas idénticas a las empleadas en medicina forense para el reconocimiento de la paternidad biológica o para investigación de las huellas genéticas de una muestra de saliva, sangre o semen hallados en el escenario de un homicidio, o para identificar un cadáver, son las mismas que las utilizadas para adquirir el conocimiento de los virus que infectan un organismo y su transmisión en diferentes épocas (gran valor egiptológico y médico), o la forma como se incorpora en el patrimonio genético de un ser humano; pero aún más, a su través, sabremos si Ramsés II era hijo de Seti I (por ejemplo) o los movimientos migratorios de los pueblos dentro de un territorio determinado o el grado de parentesco de las familias reales o de las momias encontradas en los diversos escondrijos.

Gracias a la moderna genética es factible extraer ADN mínimos (de los cuerpos) y amplificarlos artificialmente e indefinidamente hasta las necesidades que demande la investigación. Aunque el deterioro de las muestras sea tal, conseguiríamos idénticos resultados gracias al ADN mitocondrial (ADNmt) de origen materno dato importante por cuanto permitiría el seguimiento de la herencia maternofilial.

Ante tamaña perspectiva qué distantes quedan las grandes exhibiciones “in situ” de los Sres. Davis, Máspero, o las más antiguas que se escenificaban en los círculos victorianos de la Inglaterra del siglo XIX (Pettigrew, History of Egyptian Mummies, 1.834) o de Granville (An essay on egyptian mummies).

Meritorios pioneros de la investigación en este campo de la medicina antigua como los ya citados, la Dra. Margaret Murray de Manchester y Ruffer crearon los primeros protocolos para el estudio radiológico y abrieron el camino de la paleohistología, respectivamente; Smith y Dawson se prodigaron en importantes trabajos de difusión a principios del siglo XX.

Se han constituido organismos científicos de primer orden (Manchester Musseum Mummy Research Project, 1.973) entre otros, para el estudio de las momias y que actualmente son un referente con una meta muy clara: el abordaje científico e interdisciplinario de los restos momificados y establecer una metodología para cada investigación y fomentar el conocimiento de la enfermedad y de las condiciones de vida de las poblaciones en la antigüedad.

El excepcional aporte y conservación de los restos humanos y la aplicación de estas técnicas descritas de forma muy sumaria y otras de igual índole, tal vez algún día nos permita abrir nuevas ventanas adonde asomarnos. Hemos, probablemente de escudriñar y de rebuscar antiguos estudios venidos de épocas en las que la investigación estaba carente de métodos de investigación válidos. Es posible que nos lleváramos algunas sorpresas. Tendríamos que remover algunos pedestales.

No cabe duda que el estudio de esta ciencia debe ser inter y multidisciplinar que ha de abarcar aspectos diferentes y muy bien engranados. El comienzo de la cadena nace precisamente en el terreno donde surge el hallazgo (en la necrópolis), donde el excavador-egiptólogo empieza a cerciorarse con sumo cuidado de la valoración del entorno y recopilando los primeros datos macroscópicos del cadáver; también el antropólogo, el epidemiólogo, el radiólogo, y así sucesivamente hasta el informático o la secretaria de departamento están involucrados firmemente en la ruta de información que acabará en una base de datos extraordinariamente útil.

Tal vez, podamos algún día velar tranquilamente el sueño eterno de las momias sin la perturbación y la condena inexorable a la que antaño eran sometidas, sin el punto final y definitivo a una segunda e irreversible “muerte”. De esta forma únicamente moveremos información sin tener que recurrir a los desplazamientos de cajas o fichas que probablemente se perderían en los oscuros y polvorientos estantes de los Museos o Fundaciones.

La ciencia paleopatológica seguirá mostrando a la ciencia egíptológica, seguirá ensañando un camino que más que nunca se dirige al futuro en que se vislumbran el esclarecimiento de pasados misterios. Y qué misterio es tan importante para nosotros que el hombre y su embate con la enfermedad. Nosotros, todos, estamos condenados en algún momento a cruzar un lado u otro de la frontera, esa línea indefinida, imperceptible, entre la enfermedad y su ausencia. Por eso es importante conocer la dolencia del antepasado ya no solo como curiosidad arqueológica sino también para sonsacar merced a las nuevas tecnologías que se van descubriendo, los desórdenes patológicos que a igual que ellos todavía seguimos sufriendo.

Bibliografía

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  • AGNÈS MONIER, THIBAULT, “Le sort étonnant des mommies despuis l’antiquité”, Archéologia, Nº 308, Janvier 1.995,.
  • R.L. MILLER, G.J. ARMELAGOS, S. IKRAM, N. DE JONGE, F.W. KRIJER, A.M. DEELDER, “Palaeoepidemiology of Schistosoma infection in mummies”, BMJ, Vol 304, february, 1.992, 29.
  • JOYCE FILER, Disease, Egypian Bookshelf, British Museum, 1.995.
  • GEORGE J. ARMELAGOS, JAMES O. MILLS, “Palaeopathology as science the contribution of Egiptology”, Biological Anthropology and the Study of Ancient Egypt, 1.993
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