El fenotipo de los varones de la familia de Amarna

Manuel Juaneda-Magdalena Gabelas – Julio de 2003

Algunas consideraciones sobre las enfermedades más frecuentes atribuidas a la familia de Amarna en relación a los hallazgos artísticos y antropológicos.

¿Enfermedad o mito?

…”Tú creas la semilla en el hombre y nutres al niño en el vientre de la madre tranquilizándolo para que no llore y para nutrirle alientas y mantienes la vida de todo lo que has creado.
…Tú estás en mi corazón, no hay ningún otro que Te conozca, a no ser el hijo Neferkheprure, hijo único de Ra;
…Tú eres la fuente de vida,
…Tú te levantas para tu hijo. Engendrado de Tu propio cuerpo, rey del Sur y del Norte, Neferkheprure, único hijo de Ra, el que vive en verdad, señor de las diademas, Akhenatón, grande en su duración y la gran esposa del rey, a la cual él ama, señora de los Dos Países, la que vive y florece por siempre y siempre”.

(fragmento del gran Himno de Atón, a la entrada de la tumba de Ay, pared oriental, en Amarna).

El fonotipo de los varones de la familia Amarna

Fig. 1.

Alguien dijo una vez que el simple aleteo de un insecto podría perturbar el equilibrio de un extremo al opuesto del cosmos, dejando cambios tan definitivos e imperceptibles que ya nada sería igual en el futuro.

De igual modo, el aleteo de la revolución amárnica produjo en el devenir de la historia tantas perturbaciones, y no sólo en el ámbito egipcio, que las vibraciones de su repercusión no dejaron indemnes los cimientos de su cosmos más tampoco al nuestro. Obviamente, hubo ímprobos esfuerzos en contra para aniquilar sus secuelas religiosas (sobretodo), pero éstos cayeron exhaustos comprobando la futilidad de su esfuerzo, y finalmente optaron por claudicar dejándose arrastrar por un encanto tan irresistible.

El fulgor de su brillo aunque intenso y cegador, fue breve debilitándose con el tiempo. Más su luz residual perdura en nosotros como una galaxia lejana ha tiempo extinguida, hablándonos quedamente pero también inquietantemente del genio de su creador.

Cuántos ríos de tinta se han vertido, qué inconmensurable cantidad de literatura científica y literaria ha generado este periodo de la historia egipcia.

Durante mucho tiempo la familia amárnica ha sido objeto (y sigue siéndolo) de abundantes especulaciones, referencias bibliográficas y vitolas de tanta controversia, enconamiento y enjundia, que podría hasta resultar una tarea harto ingrata alcanzar un acuerdo general. Tanto es así, que aquéllas se retroalimentan en un círculo vicioso dentro de una generación continua y prolija de nuevos trabajos.

Cuántas veces no habremos leídos adjetivos muchos de ellos teñidos del tópico al uso cuándo se lee sobre la personalidad de Akhenatón. No supone un gran esfuerzo encontrarnos con referencias tan variopintas como: Revolucionario religioso; Precursor del Monoteísmo(1); Mitómano; Humanista; Promotor de un arte nuevo; Gobernante inútil y corrupto; Ególatra, etc. No nos cansaríamos de enumerar tan enorme cohorte de términos más o menos afortunados en torno a su al menos extraña y a la vez atractiva personalidad.

Los médicos para más ahondamiento hemos estimulado la cizaña de la controversia acostumbrados ante la observación de los fenómenos naturales o patológicos, a juzgarlos a veces con cierto rigor, ignorando que en ciertas culturas antiguas la realidad de lo representado camina por senderos divergentes.

El fonotipo de los varones de la familia Amarna

Fig. 2.

Por otra parte, clasificamos enfáticamente las huellas de un complejo sindrómico ante la dificultad de estudiar una supuesta enfermedad inasequible al conocimiento, ante la dificultad de aprehenderla por la lejanía temporal y física de los restos humanos. Y en el supuesto de la familia de Amarna esta dificultad se ha hecho más manifiesta por estas carencias.

Ante la excitación y el desasosiego por la observación de las expresiones amárnicas. La preeminencia de los aspectos biológicos, anatómicos, fenotípicos, del arte amárnico han fundamentado una visión a veces ilusoria, sesgada y por no decir fantástica de ciertos autores cuando se embelesan con una ambivalencia o indefinición sexual, que como dijimos antes, se escapa más allá de lo visual y de lo aparente.

Si nos atenemos a la literatura especializada de finales del siglo pasado y principios del presente, leemos que se pone continuamente en “tela de juicio” la “hombría” del faraón Akhenatón(2). Alguno, sin más recato, creía formalmente encontrarse sencillamente ante una mujer; incluso autoridades nada sospechosas veían en él a un eunuco castrado que había perdido sus atributos sexuales en las guerras nubias, después de haber engendrado a sus hijas(2).

A Cyril Aldred le parecía inexplicable que Akhenatón instruyera a sus artistas para retratarle con una fisonomía patológica que no tiene correspondencia ni con una mujer ni tampoco con un hombre normal, si verdaderamente él no sufrió trastornos del sistema endocrino(3). Cierto egiptólogo consideraba a los monumentos de Akhenatón francamente de retratos horribles, cuya fidelidad general no podía ser puesta en duda(4).

La verdad es que no es difícil encontrar en detalle patologías de origen endocrino que supuestamente podrían coincidir en sus manifestaciones con el fenotipo de Akhenatón y de su linaje. A dichas enfermedades se alude ante la remarcada realidad de las representaciones amárnicas que demuestran un sustrato fenotípico de apariencia andrógina o hermafrodita de sus representaciones.

En algunas de ellas, realmente, cabrían encontrar semejanzas con éstas pero en otras las coincidencias se distorsionan por aquéllos que al albur de su propia imaginación, pretenden casarlas con entidades nosológicas ajenas a la propia Medicina(6,7). Por tanto, no es infrecuente encontrarnos con los llamados Síndromes de la dinastía XVIII o el Síndrome de Tutankhamón, intentando buscar en todo el linaje de finales de la dinastía XVIII una ginecomastia de expresión y transmisión familiar; lo cual no deja de ser un ejercicio puramente especulativo.

El fonotipo de los varones de la familia Amarna

Fig. 3.

Ocasionalmente, se ha visto en la descendencia femenina de Akhenatón, varones con fenotipo de mujer; víctimas de una expresión incompleta de un Síndrome de feminización testicular(9) (origen de esterilidad), olvidando que algunas de ellas alcanzaron la edad núbil y la preñez (Meritatón, Ankhesepatón); sin olvidar el prematuro deceso de la muy llorada Meketatón durante un parto (Aldred, 1963).

No sólo se ha puesto en duda la virilidad de Akhenatón sino que también su capacidad procreadora. Incluso se ha negado su participación en la prole habida con su esposa principal Nefertiti y con otras (Kiya); a favor de influyentes cortesanos, intrigantes o advenedizos; protagonistas de una trama de ficción espúrea y novelesca que de un estudio serio y riguroso más afín con la historia. En este sentido también se ha invocado una psicología sexual imprecisa pero sin una base por supuesto fiable.

En medio de este mar tumultuoso de confusiones, lo más sensato sería anteponer el esclarecimiento de los auténticos lazos familiares de la familia amárnica. Se comprende la dificultad de desenredar tamaña madeja por cuanto, hasta el momento, sólo disponemos de la garantía de autenticidad de las momias de cuatro miembros de la familia (Amenhotep III, la reina Teye, Tutankhamón y Smenkharé).

Según los estudios serológicos realizados del grupo sanguíneo, (curiosamente extraños) entre sus contemporáneos (A2MN) (5). Y en virtud de los datos antropológicos y radiológicos de sus restos, se certificó con una alta estimación, que los dos últimos tenían un parentesco muy próximo (probablemente hermanos).

En cuanto a la reina Teye, posiblemente abuela de éstos; se ha propuesto su identificación con la de la momia encontrada en la KV 35 de Amenhotep II en 1898 por V. Loret (“la Vieja Señora”), después del estudio del mechón de cabellos (con técnicas de electrones) hallados en un relicario de la tumba de Tutankhamón.

Encontraríamos numerosas descripciones en los libros de arte sobre los retratos de la época. Debemos acudir simplemente al azar para poder tener una idea clara de ellas o buscando el apoyo de autores prestigiosos y fuera de toda sospecha como François Daumas. Simplemente bastan unos pequeños pero entrecortados retazos para conseguir adquirir una idea clara de la fisonomía artística tan peculiar en Akhenatón.

“La boca es de una gran sensibilidad, y el labio inferior es incluso sensual. La raíz de la nariz es bastante gruesa y los lóbulos se ensanchan ligeramente. Los ojos en forma de almendra, algo oblicuos, bastante hundidos bajo las cejas, tienen un encanto melancólico que viene en parte de su aspecto meditativo. La considerable proyección del rostro entre el mentón y el cuello da (…) una expresión tensa que sin duda alguna traduce cierta actitud natural del rey”. (14)
“El cuerpo, hundido de pecho, con el vientre abultado, las caderas anchas y las pantorrillas delgadas, es lo contrario de lo viril”. (4)

El fonotipo de los varones de la familia Amarna

Fig. 4.

El objetivo principal de este artículo no reside en la innovación. Es más bien mostrar al lector las bases patológicas lo más sucintamente posible. Se pretende cumplir con la necesidad de que tras su descripción, tenga, aunque no posea de una formación médica, sí de unos elementos de juicio lo suficientemente sólidos, que le sirvan para advertir las razones del por qué no pocos autores se inclinaron hacia diagnósticos tan irreales. Es de justicia reconocerlo así, contagiados, por la visión tan subyugante y nerviosa que provocan la observación de formas tan confusas.

Se subraya que la mayoría de estos trastornos, por no decir su totalidad, son auténticas rarezas, y por tanto, de infrecuente estadística entre los recién nacidos vivos.

A raíz de la exhibición de una imagen de Tutankhmón e el año 1.970 en el Museo británico, ciertos autores(6,7,11) creyeron que un Tumor suprarrenal (TS) sería la causa más plausible de sus simuladas mamas femeninas (ginecomastia) y también de su prematura muerte(7).

El TS tiene mal pronóstico(9), frecuente entre los 20-45 años y va ligado a una ginecomastia bilateral, depósito y distribución femenina de la grasa, pérdida de vello, disminución de la libido y a veces una atrofia testicular. Pues bien, si en algún momento se llegara a considerar el padecimiento de ésta enfermedad, deberíamos descartarla según los argumentos esgrimidos por el Dr. Harrison(8). Y el Dr.Derry (en los años veinte). Ninguno observó alguna anomalía morfológica (ni siquiera atrofia testicular) que indujera su sospecha, después de los estudios forenses y radiológicos del cadáver por ellos practicados.

Definitivamente, si ello fuera factible, haríamos bien en observar el estudio microscópico de los riñones de Tutankhmón además de otros detalles.

La enfermedad de Wilson (EA) o degeneración hepatolenticular(9) también ha sido involucrada como otra de las entidades candidatas a provocar la muerte del citado faraón. La EA es una alteración congénita (hereditaria) del metabolismo del Cobre, cuyas manifestaciones dependen del almacenamiento de este mineral en los tejidos del organismo en grandes cantidades (hígado, Sistema nervioso, etc.). Aparece entre consanguíneos en una elevada proporción. Digamos que el organismo encuentra grandes dificultades para eliminar el cobre que pasa a la sangre actuando tóxicamente en los lugares mencionados.

Rara vez se descubre antes de los cuarenta años, pues es precisamente en este momento cuando comienzan los síntomas de una Cirrosis hepática y de una afectación neurológica. Precisamente son los cambios que induce aquella degeneración hepática (rostro enjuto, adelgazamiento de miembros, vientre hinchado hasta ocasionar una hernia de ombligo, aumento de las mamas, desaparición de vello axilar y pubiano); los que crearían la modificación anatómica en el sentido femenino(9).

Creo que no es preciso entretenernos demasiado en la hipótesis de que él la padeciera y entrar en más profundidades. Simplemente la edad del deceso (en torno a los 18 años) la descalificaría. No obstante, hay quien la sostiene con escaso argumento (7). Para más luz bastaría con analizar cualquier muestra de sus tejidos; por ej. : el tejido muscular, entre otros, donde se podría cuantificar sus niveles de Cobre.

Paul Ghalioungui(17) propuso ya en 1947, que el curioso aspecto de Akhenatón fue secundario a una infección de una Esquistosomiasis(*), que con el tiempo degenera en una cirrosis hepática con ascitis (líquido intraabdominal) severa, que se asocia con el aspecto físico que es conocido sobradamente. A ello, hemos de añadirle un hipogonadismo (involución de los órganos sexuales). Por supuesto, esta enfermedad debió haberse desarrollado después del nacimiento de sus hijas. Sin embargo, ha de admitirse que el contagio de la enfermedad aunque era frecuente entre el campesinado, no lo era tanto entre las clases sociales más privilegiadas y mucho menos entre los miembros de la realeza.

(*) Para más información el autor de este artículo tiene un trabajo sobre esta enfermedad parasitaria en el antiguo Egipto.

Otra enfermedad esta vez con más apoyos morfológicos estaría más en consonancia con la fisonomía de la familia Amárnica. Hablamos del Síndrome de Marfan (SM) (9). Es una enfermedad también de origen genético. La pérdida de un gen del cromosoma 15 que codifica una proteína (Fibrilina) que estabiliza o da consistencia a todo el tejido de sostén del organismo (músculos, huesos, etc.); obligaría a unos cambios constitucionales muy severos. Algo así como si el armazón que soporta todos nuestros órganos se debilitara enormemente siendo incapaz a soportar nuestra propia estructura. Es una enfermedad transmisible de modo que si la anomalía comenzara en nosotros, nuestros hijos se verían afectados la mitad de ellos.

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Fig. 5.

El SM tiene una expresión clínica que consiste en una serie de deformidades que con mucha razón se han querido ver en todas las representaciones del arte amárnico, imitándolas con éxito y con pasmosa perfección. Aunque hay una gran variabilidad dentro del Síndrome bastaría únicamente observar con atención cualquiera de los bustos o colosos de Akhenatón para comprender el asombro y la estupefacción del espectador al percibir tan grandes coincidencias. Este sin duda iría enumerando los siguientes detalles fundamentalmente centrados en la idiosincrasia de la morfología esquelética: dedos largos y finos en exceso (aracnodactilia); miembros inferiores delgados y muy largos: son individuos que sobrepasan con facilidad los 180 cm de envergadura.

Deformidad multiaxial (en todos los ejes) de la columna (cifoescoliosis); hundimiento del esternón (pectum excavatum); o su contrario con un tórax acuminado o en quilla (pectum carinatum). Son capaces de mover las articulaciones de manera impensable en un individuo normal (hiperlaxitud ligamentaria).

También son frecuentes los problemas cardiovasculares y alteraciones del cristalino del ojo (ectopia lentis) que manifiestan una mirada muy especial e intensa (gran miopía). ¿Acaso no nos llama la atención esa mirada entre burlona y sensual en la cara de los colosos de Akhenatón?

La cabeza es alargada (dólicocefalia) recordando sobremanera los cráneos de Tutankhamón y su hermano, Smenkharé. Una cara con tanto estigma que a los médicos se les ocurrió identificarla con la de “un pájaro”. El vientre flácido, de bajo tono muscular. Y un detalle muy importante puede acompañarse de ¡debilidad mental!.

¡Realmente, cuesta mucho concebir que el autor del himno a Atón la padeciera!

No tenemos, al menos que yo lo desconozca, conocimiento del paradero de los restos de Akhenatón, al menos que sean los atribuidos a Smenkharé, propuesta que con toda lógica no parece ser admitida por cuanto que la edad cronológica que presumiblemente tendría aquél, no se corresponde con la edad ósea de los restos admitidos para éste (20-25 años). En el caso de que encontráramos los de su padre, sería suficiente con realizar una radiografía del esqueleto o un TAC de su momia que determinarían los trastornos que hemos descrito (si estuviera afectado). O sino, un estudio genético para identificar la anomalía genética correspondiente.

Fig. 6. Mómia del rey Tutankhamon.

Fig. 6. Mómia del rey Tutankhamon.

Si morfológicamente, y según lo descrito, nadie puede cuestionar la semejanza entre los afectos de la enfermedad y las figuras amárnicas. Por qué implicar, entonces, con un mismo aspecto a toda una familia (ya que genéticamente es imposible) (10).

Y si sólo fuera eso, por qué involucrar a toda la elite de cortesanos que siguieron el credo del dios Atón y con el mismo realismo se hicieron mostrar a la posteridad con un aspecto tan similar al de su patrocinador. Es posible qué fueran razones sicológicas de autoafirmacion y de rearfimación, de una personalidad con taras físicas tan diferentes al resto de los mortales, las que impulsaron un fenotipo tan extremado. O era, quizás, en suma el principio de una raza alienada pero sin patologías y al mismo tiempo privilegiada y por tanto diferente del común a quién Atón, habría otorgado el don exclusivo de crearla con una apariencia similar a la suya.

Se han barajado otras fuentes de enfermedad, como materias de análisis. Muchas en concordancia con las patologías de los cromosomas sexuales. Probablemente sean éstas las más socorridas a la hora de disputarse el primer puesto en el cajón de salida. Y las que con más reclamo han servido para bruñir el oscurantismo con que se han visto teñidos nuestros personajes.

Con el síndrome de Klinefelter (SK), diversos autores han lanzado sus saetas torpemente dirigidas contra la figura de Tutankhamón(6).

Se presenta en varones(9) con una incidencia de un 1% por anomalías en la división celular de la línea germinal (del espermatozoide o del ovocito materno). En resumidas cuentas, el sujeto heredaría un cariotipo de estas características: 47 XXY; en lugar de los consabidos 46 XX (mujer) o 46XY (hombre).

Estos individuos carecen de un desarrollo de los genitales externos completo (atrofia testicular) o ambigüedad sexual; mamas similares a las femeninas (Ginecomastia), hábito (constitución física), eunucoide; talla elevada; retraso mental y en algunos casos conductas agresivas o delictivas.

Están incapacitados para reproducirse. No obstante, hay digamos, formas “suavizadas” dentro de lo que en genética se denominan como mosaicismos que serían formas atenuadas sin las características tan marcadas, y que eventualmente podrían tener descendencia. Hoy en día, se cree que esta cromosomopatía estaba escasamente detectada(9).

Aunque para un mejor comprensión y actualizada información del Síndrome se remite a las siguientes páginas: www.sindromedeklinefelter.es o al foro http://klinefelter.mforos.com. También puede dirigirse a la Fundación Genes y Gentes (www.fundaciongenesygentes.es) donde seguró le darán una definición médica más ajustada a la realidad.

No sería acaso exagerada la pretensión de qué toda una familia estuviera marcada por la enfermedad, aun conociendo que es frecuente entre miembros con cruces consanguíneos tan probables a lo largo de la dinastía XVIII. Un caso repetido de Klinefelter es, no obstante, sumamente raro dentro de una misma familia a pesar de esta contingencia. Sería menester recordar que los últimos esponsales de los faraones de la dinastía, de algún modo, purificaron la sangre con enlaces bien foráneos o bien de origen plebeyo.

Tendríamos que descartar la primera posibilidad de un (SK) agresivo y en cuanto a la segunda, mostrarían unos rasgos tan sumamente suavizados que probablemente no llamarán la atención a los observadores de la época y por supuesto a la posteridad.

¿Podría Tutankhamón ser merecedor de semejante etiqueta por el anecdótico hallazgo de verse representado con una ginecomastia?.

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Fig. 7.

Entramos en el interior de otro campo tan resbaladizo como los anteriores. Son los falsos hermafroditismos(9). Entre ellos hay una variedad conocida como pseudohermafroditismo tipo I (familiar incompleto) (11). Se creía hasta fechas recientes, que la esterilidad era completa(2). Estudios más recientes sugieren que ésta pueda no ser tan imposible en hombres con mínimas anomalías. Por el contrario, el extremo opuesto del abanico lo marca el Síndrome de Morris (SM) o de feminización testicular (FT). ¿En qué consiste esta enfermedad hereditaria?. Sus cromosomas sexuales identifican al sujeto como un varón (genotipo), pues tiene un cromosoma X e Y; pero la confusión la crea su apariencia externa y sus caracteres sexuales externos que le hacen presuponer una anatomía prácticamente femenina (fenotipo) (9).

La confusión tiene su origen en la resistencia de los propios tejidos ha dejarse influir por las hormonas masculinas aun presentando unos niveles normales en el organismo. De este modo, son las femeninas las que proyectan su influencia y lo manifiestan dando al varón un aspecto cuasi femenino, no permitiendo un desarrollo genital normal en un varón.

Así pues se manifiestan con unos testículos normales pero escondidos en la región inguinal o dentro de hernias inguinales; ausencia de vello pubiano; vagina corta y escasamente desarrollada. La confusión adquiere unos tintes de tanta verosimilitud que pueden llegar a casarse como mujeres. Por supuesto no tienen menstruación y las mamas pueden tener un desarrollo muy aceptable.

Desde Amenhotep II hasta Akhenatón y los faraones intermedios tuvieron madres con una característica común: algunas no fueron hijas de faraón (Mutenmuia, Teye) (2). Esto es importante porque la mujer es la que trasmite normalmente la anomalía genética al varón por uno de sus cromosomas X (herencia ligada al cromosoma X), de manera recesiva.

Hipotéticamente, de ser cierto esto, bien pudo suceder que fuese Mutenmuia la madre (transportadora) a partir de la cual se vehiculó el defecto genético(3) con su enlace con Tutmés IV, a su hijo Amenhotep III que en algunas representaciones se le ve también con las mamas desarrolladas, y por tanto consecuentemente lo transmitió a la siguiente generación. O hay que considerar la opción de la reina Teye o Sitamón (acordando la posibilidad de su maternidad respecto a Tutankhmón y Smenkharé, como sostienen algunos). Heredera real con quien pudo casarse Amenhotep III, para revalorizar su derecho al trono(15,16).

Ciertamente los restos de los dos últimos faraones del periodo de Amarna, presentaba unos rasgos “delicados” y un claro parecido físico. Además, el serotipo sanguíneo mostraba fuertes evidencias de su parentesco familiar(5). Carter, por cierto, llegó a sugerir que la ginecomastia era transmitida por la reina Teye.

La ginecomastia, de hecho, es un fenómeno fisiológico y como tal muy normal en la vida de un hombre. En realidad tiene lugar en los dos extremos de la vida (pubertad y senectud). Considerando la edad de fallecimiento de Tutankhmón prácticamente saliendo de la adolescencia, no debería ser fuente de asombro la presencia de una ginecomastia puberal residual; hoy en día no es infrecuente encontrarnos con ginecomastias en hombres de más de veinte años que necesitan cirugía.

Una de las estelas encontradas en Amarna de Amenhotep III con la reina Teye, ¿no muestra simplemente una ginecomastia de la edad madura?. Cualquiera podría encontrar sin fatiga ejemplos de ginecomastia a lo largo y a lo ancho del arte egipcio de todas las épocas (y no sólo en las imágenes de ambiente funerario: tumba de Mehu, en Saqqara). Tendríamos que echar un vistazo al entorno de nuestros personajes, sin ir tan lejos, como el mismo escultor Bek presente en una famosa estela con unas mamas todavía más hipertrofiadas; por no hablar de otros personajes de la época (Ramose).

Finalmente trataremos sobre la enfermedad que con más frecuencia se ha invocado como origen del aspecto anatómico de Akhenatón: el Síndrome de Fröhlich o adiposogenital(9). Este síndrome se descubre aunque raramente durante la pubertad. Coincide en la clínica con los otros grupos estudiados; es decir, inhibición del desarrollo genital, ausencia de vello; y en adultos, impotencia y falta de libido. Pero lo que más le caracteriza es la obesidad manifiesta sobretodo en caderas, nalgas y monte de Venus. Su origen se debe a un tumor en la base del cerebro. Elliot Smith (1907) identificaba a éste faraón como candidato a padecer esta enfermedad.

Aún así, siguen pululando autores que defienden una anomalía familiar heredada de dudosa relevancia histórica ni médica(2,6,7,11).

El profesor Harrison de la Universidad de Liverpool, comentaba: “No hay evidencias anatómicas o patológicas en los restos de Smenkharé, a parte de unas mínimas alteraciones esqueléticas femeninas; o de que, Tutankhamón tuviera un T. Suprarrenal, Klinefelter, enfermedad de Wilson o pies planos”(8).

De forma verdaderamente irónica J. D. Swales(18) del Departamento de medicina de Manchester, decía que le parecía improbable que la feminización patológica hubiera alcanzado tintes de proporciones epidémicas en el Imperio Nuevo.

No deben existir a estas alturas de la discusión dudas de la posible fertilidad de Tutankhamón ante el hallazgo de los dos fetos no llegados a término en su tumba(19,20). En el contenido de la caja (Nº 317) se hallaron dos ataúdes con los dos fetos hembras de 20 y 32 semanas de gestación. Ambos fetos habían fallecido prematuramente y fueron enterrados de acuerdo con los ritos de un enterramiento real. El segundo feto tenía tres taras genéticas del esqueleto. Es la enfermedad de Sprengel que consta de: una elevación de la escápula unilateral; pero a lo que también se le añadían otras: escoliosis y espina bífida.

Precisamente fueron los profesores Derry del Cairo y Harrison de Liverpool, quienes se encargaron de estudiar sus momias, mediante la disección anatómica y radiológica, respectivamente(19). No restaría interés una vez más realizar el estudio del DNA de estos fetos y compararlos con los de su “padre”.

Fig. 8. Sindrome de Marfan.

Fig. 8. Sindrome de Marfan.

La momia del joven rey tenía unos genitales externos absolutamente normales. Haciéndonos eco del informe de la momia éste comentaba: “with erected penis”. Creo que no precisa de traducción(21).

Ante este planteamiento colocar la vitola de Síndrome de la dinastía XVIII es caro de aceptar(20). ¿Debemos seguir invocando este extraño síndrome justificado con argumentaciones endebles?

De las seis hijas que Akhenatón tuvo con Nefertiti, comprobado históricamente, tres tuvieron fetos a término. Dejando en ridículo las teorías de la feminización testicular completa (FT). Además todos los rasgos genéticos o patrones hereditarios han debido quedar oscurecidos por los cruces endogámicos intensos.

Farag e Iskandar expresan, finalmente, el deseo de dar por zanjada la cuestión y de que la controversia debería quedar solucionada ante estos hallazgos. (19)

Gran número de estudiosos del arte y de la historia de Egipto han sido muy renuentes al momento de dar entrada a las anormalidades físicas como una relación imagen-especular entre aquéllas y el arte figurativo.

“La silueta involucró no sólo a las representaciones masculinas sino también a las femeninas. Durante el periodo de Amarna el género masculino y femenino se confundieron(en el sentido literal), en un término tan de moda hoy en día: “unisexo”. Es que además, ya no sería únicamente una moda sino una ideología. La circunstancia de la fusión de ambos sexos en uno no le hacía a Akhenatón ser impotente sino omnipotente para efectuar el regalo de la Creación”(12).

Con iguales argumentos aunque con diferentes palabras también lo dice Cyril Aldred hablando de Akhenatón: ¿Cómo puede un esposo tan amante de su mujer y un padre tan prolífico padecer unas patologías que forzosamente le transformaría en estéril y le privaría del apetito sexual?(13).

Por qué sino los modelos encontrados en los estudios escultóricos al paso del tiempo van perdiendo esa fuerza manierista tan propia de las primeras épocas. Razón por la cual, algunas escenas de su tumba en Amarna (habitación alfa) se vieron modificadas y mitigadas(13).

Por qué no creer que los colosos sin genitales, son manifestaciones de una bisexualidad del dios cómo padre y madre de la humanidad(13).

¿Es sensato afirmar que la teoría teológica o mística después de todo lo escrito es la más sensata y realista a la hora de explicar lo fenoménico del arte figurativo de Amarna?

Si optamos por seguir con las normas del método científico y con las clasificaciones a las que los médicos estamos obligados rutinariamente a plasmar cuando estudiamos las enfermedades; debemos esperar al afortunado hallazgo de pruebas físicas o biológicas que nos permitan definitivamente echar luz sobre las sombras que cubren todavía el problema de la familia amárnica. Mientras tanto habría que exorcizar todos los prejuicios que vamos destilando a partir de especulaciones débiles cuando intentamos razonar sobre las conductas personales (religiosas o políticas) de nuestros personajes, a través de un improbable trastorno hormonal.

Lo que él, Akhenatón, deseó, fue la perpetuación, como sólo el arte áulico egipcio podía hacer, por el sendero hacia la eternidad: con una doctrina plena de simbolismo andrógino y autofecundante. Una suerte de hermafroditismo místico, fértil y creador, de cuya fuerza fertilizadora la Creación se vería necesitada a perpetuidad para seguir con el ciclo vital cotidiano. De este modo como hijo de Atón, como la divinidad misma; la humanidad debería verlo en toda su gloria: hombre y mujer a un tiempo y en cierto modo también asexuado pues ningún sexo debería tener predominancia sobre el complementario.

Él que era el hijo de Atón, su real hijo, aceptó las deformaciones de su propia anatomía como una especie de “sagrada caricatura”. Sólo él podría adoptar a la vez el principio masculino y femenino en su propio cuerpo negando la iconografía formal conservada y avalada por la tradición.

La imagen de Atón con la suya se mostraba como un salmo delirante al disco solar, de delirio refulgente, de poder germinante y universal ya que es/era padre y madre al unísono de toda la humanidad. Así quiso mostrarse a las generaciones venideras. Sería difícil llegar en éste tema a conclusiones concertadas, pero seguramente, habrá unanimidad de que fue un hombre muy especial.

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