La lactancia en el antiguo Egipto – 4.4.- Referencias al embarazo en los textos sagrados de los difuntos y otras fuentes

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4.4 .- Referencias al embarazo en los textos sagrados de los difuntos y otras fuentes.

En el encantamiento 148 de los Textos de los Ataúdes (uno de los escritos sagrados de los antiguos egipcios) se relata un fenómeno poco usual en la literatura egipcia: el embarazo de la futura madre Isis, cuyo episodio se anuncia por el tránsito de un fenómeno sideral, el paso de un cometa, anticipándose en el tiempo, con aquel otro, que proclamó la llegada del Fundador del cristianismo. La diosa viuda de Osiris, Isis, demuestra su regocijo porque la semilla de su hermano anidó en su útero: (…) Su semilla (la de Osiris) está en el interior de mi matriz…[1] También en otros textos funerarios hay citas que aluden a la fecundación para que sea exitosa y saludable[2]. Aún es más aleccionador lo que la madre expone en primera persona, aunque sea de manera sencilla, que el hombre durante su estancia en el vientre materno, necesitaba de un largo proceso de maduración morfológica y orgánica[3] aun cuando sin la concurrencia de la intervención divina era una tarea inviable[4]. En el párrafo 212 del encantamiento, es Isis quien habla en primera persona: “(…) Yo he moldeado la forma del dios dentro del huevo como mi hijo que está a la cabeza de la Enéada.”

En un himno amoniano, Amón, arrogándose la capacidad de todo dios primigenio, con la facultad de crearse a sí mismo, cita el huevo como elemento de iniciación de todo ser vivo: Amón que comenzó a existir desde el principio. Nadie sabe en qué forma emergió. Ningún dios nació antes que él. No había con él ningún otro dios que pudiera relatar las formas que tomase. No tuvo madre para que le diera su nombre. No tuvo padre que le engendrara y dijera: “soy yo”. Configuró su propio huevo. Misteriosa fuerza de los nacimientos, que creó sus bellezas. Dios divino, que comenzó a vivir por el mismo: todos los dioses comenzaron a existir después de que él empezara a ser. La cita, refuerza la excepcionalidad del hecho creador. En efecto, los dioses primigenios no necesitaban del concurso de la pareja sexual para engendrar a sus hijos[5].

El sentido de la cita se sirve del recurso de la metáfora del alfarero, en tantas ocasiones empleada en la literatura sagrada egipcia por los dioses demiurgos. En tanto que lo es por excelencia el dios Jnum, además de depositar el semen del varón en los huesos, mediante su arte de ceramista creaba el “Ka” de los dioses y de los hombres, de igual manera que el cantarero en el torno da forma a la vasija, en un proceso que no es instantáneo, sino más bien un proceder parsimonioso, equivalente a la acción creadora del dios con el cuerpo de los hombres. Ni tan siquiera la constitución de uno como Horus (hijo de Isis y Osiris) puede escapar a los cauces ni a los lindes temporales que suponen un trabajo lento y artesanal, de manera que y aún menos los hombres, porque viven en conflicto con sus propias limitaciones.

También se reconoce de forma implícita el papel de la mujer en la formación del ser que guarece en su vientre, de aquello que fabricó el “Alfarero divino”, siendo ella por tanto, en exclusividad, sin competencia alguna, la que asumía la larga y ardua labor de esperar como la concepción progresaba durante sus meses. Luego ya se podrá decir que el útero como metonimia de (la mujer) no es un simple receptáculo similar al semillero que esperaba la colaboración del “horticultor” (varón) para la siembra[6]. Más tarde, se tendrá la ocasión de demostrar que el papel pasivo de la madre no es más que una mera ilusión, que se desvanecerá en cuanto se lea y se analicen las fuentes del mito, porque también en este aspecto son los dioses quienes de manera esclarecedora trazan la autenticidad de los hechos a través de la fórmula de la creación[7].

“¡Oh! Dice Atum, ¡guarda tu corazón, o mujer!

¿Cómo bien conoces? Él es el dios, señor y heredero de la Enéada, el que tú haces en el huevo[8].

Nada mejor que acercarse a la historia narrada por Plutarco (De Iside et Osiride). Una vez más la leyenda de la madre fugitiva y el hijo póstumo de Osiris, ayudará a esclarecer ciertos conceptos sobre la formación y desarrollo del embrión y la responsabilidad parcial de los padres en la creación de las partes integrantes del hijo. Una vez conocida la noticia de la reciente concepción de un pretendiente al trono de Egipto (Horus), el maligno Seth, empezará a pergeñar la forma de malograr el embarazo, a pesar de la intención de ocultarlo. Y es que que después del anuncio de la futura maternidad de Isis, ella nunca dejará de estar en permanente peligro ante al acecho del fratricida. La soledad de la diosa es tan clamorosa que llega a oídos del demiurgo, que conmiserativo, busca la protección para ella y para su descendiente. Se ve que los poderes extraordinarios de la diosa (“La grande en Magia”) no son suficientes para conseguir el amparo por sí misma. No obstante es muy grande el interés porque el embarazo salga adelante, Atum, el padre de la familia heliopolitana, le hace una revelación muy esclarecedora anunciándole con la omnipotencia de su voz: la certidumbre y la culminación feliz del anclaje del huevo, confirmándole que la metamorfosis de un ser vivo en su útero será un hecho[9]:

“Estás embarazada y escondida, ¡Oh! Muchacha. Darás a luz… Él es la semilla de Osiris. Qué el villano que asesinó a su padre no venga para que no rompa el huevo en su etapa temprana…” [10]

¿Etapa temprana? Parece evidente que el cigoto, se había instalado hacía poco tiempo y que era conocido de la diosa la precocidad de su preñez. De la cronología del embarazo se colige que el tiempo mediría el ritmo del avance fetal y se daba por hecho que así fuera. ¿Existía en realidad un conocimiento egipcio aunque fuere primario de los cambios morfológicos del hombre en el vientre materno?[11] Es muy arriesgado llegar a esa conclusión, y no sólo porque lo sea en sí misma, en tanto que se conocen apenas flecos parciales del conocimiento, que debió poseer el mundo egipcio hasta ahora perdido[12].

No obstante, se ha de solicitar de continuo del auxilio del léxico egipcio para encontrar que este pueblo contenía ya en su vocabulario el vocablo feto(“twnw) (Ebers 206)[13]. La figura del bebé sentado con el dedo en la boca (A17 de Gardiner) significa el estado prenatal. El significado se recoge en un fragmento de este papiro médico, en un famoso pasaje que se ha interpretado como la descripción de una obstrucción intestinal[14]:

“(…) Si tu procedes a su examen y si compruebas que la entrada de su interior-ib está bloqueada, como el de una mujer cuyo hijo llevaba en su seno ha sido roto.”(Ebers 206, 41, 21-42, 8)[15]

Se conocen, dicho sea de paso, también otros dos vocablos en la escritura del lenguaje egipcio que señalan estas etapas muy incipientes. En el primero de los dos se ve el ideograma fetal[16]que muestra al niño formándose en el vientre de la madre[17], lo que denotaba un cierto conocimiento de la fisionomía humana antes del nacimiento: (“twnw”)[18]y(“wnw”)[19]. El segundo es el vocablo huevo[20] (“swHt”)aun cuando en principio comprende a todo el período uterino, define a un momento más laxo e indeterminado en el tiempo dentro de la vida intrauterina, incluyendo desde el preciso momento de la implantación del cigoto en el vientre materno hasta el nacimiento. No obstante, la imprecisión de aquellos vocablos en los textos egipcios hace que sean muchas veces equivalentes y escurridizos a la hora de comprenderlos con exactitud[21]. Tampoco parece a la vista de los testimonios asentados en la literatura que a los autores de los escritos les importunara utilizarlos indistintamente.

Como se está comprobando hay una evidencia terminológica médica que define y rememora el concepto moderno de “huevo” como –producto de la concepción resultante- que indica una aproximación al preconizado por el pensador egipcio; esto es: una fase primordial en la creación y formación de un organismo complejo. Véase otro ejemplo bien didáctico:

En el Museo egipcio de El Cairo hay expuesto un óstrakon (25074)[22] que data del Reino Nuevo. El dibujo es un simple esbozo que el artista trazó en la superficie caliza donde una diosa –Isis- con la peluca tripartita, desnuda, de mamas abundantes y ptósicas, de pezones prominentes, apuntando al suelo, como si fueran las de una mujer preñada. El motivo además de meritorio por mostrar la imagen de una gestante, aún lo es más porque el vientre materno contiene el fruto de un niño tal como era visto por los antiguos egipcios: en posición sedente y con un dedo próximo a la boca. Además de los brazos de la madre y de la pelvis femenina, envuelve la imagen fetal un círculo completo que algunos estudiosos han pretendido identificar con el círculo solar de Ra[23]. En verdad, la representación sugiere la demostración artística del huevo divino en el interior de la madre.

En otro texto literario del mismísimo Ramsés II grabado en una de las paredes del templo funerario de su padre Sethy (Abidos), hallamos las glorias y las gestas a las que estaba predestinado desde antes del nacimiento. El anuncio se ambienta en el patio del palacio de Menfis ante los más altos dignatarios del país. Aunque sirva de pretexto para el ensalzamiento real y para el elogio desmesurado y público, al faraón le interesa más certificar como en fecha tan temprana, anterior a su propio nacimiento, su genial precocidad infantil era un hecho reconocido y reconocible:

“El Todopoderoso (Ra) me hizo grande cuando era niño… puesto que el me hizo el don del País cuando yo aún era un niño en el huevo.”[24]

Otras fuentes aparecen en el templo de Filé[25]. De Jnum, el creador, del que ya se ha tenido la ocasión de comentar sus virtudes de demiurgo, se dice: “El que ha creado el huevo, el que hace crecer el niño…en el vientre”. Así mismo, en el templo de Karnak (puerta de Evergetes) en relación con el hijo de la tríada tebana, se comenta de Jonsu:

“El que ha creado el germen en los huesos en el interior del huevo”[26]

Como consecuencia es posible que por el Mito y los relatos religiosos se pueda llegar a saber los conocimientos, que aunque muy primarios, se tenían sobre el crecimiento “embriológico” humano[27]. Sin embargo, de nada valdría un esfuerzo creativo tan extraordinario de no estar acompañado de la observación atenta y secular del entorno natural y de los vestigios abortivos humanos[28]. Entre otras razones, el ingenio, la intuición y la leyenda (o la mitología), fueron el bagaje del que se sirvió el intelectual egipcio para una mejor comprensión de la naturaleza física del hombre. Tal vez ese sea uno de los singulares caminos por el que el investigador habrá de dirigirse en el futuro. ¿Qué se puede hacer mientras tanto para continuar por la senda marcada? Habrá que volver primero a ese legado médico para intentar responder al interrogante abierto al inicio del párrafo anterior; en segundo lugar, como ya va siendo familiar, debemos pedir el auxilio de las presencias artísticas que aportan mucho más de lo que parece; y en tercer lugar, a las referencias textuales sagradas escritas en los muros templarios en los que se alude a la divinidad y al faraón divinizado.

Notas:

[1] Faulkner, 1994, I, 125, “Encantamiento 148”. Igualmente en los TP 325 (530-1) se dice sobre la cualidad de los miembros del difunto y de su formación en el vientre de la madre divina: “(…) Mis piernas imperecederas que están en la matriz de mi madre Nut… Y en el párrafo que continua (532) se concluye: “HpAT, presiona sobre la matriz del cielo con el poder de la semilla que está en ello. Mírame, yo soy la semilla del dios que está en ello. (Faulkner, 1969, 105, “Declaración 325: A lustration text”).

[2]Se hace hincapié en el énfasis con que el rey-difunto se agarra al deseo.

[3]Pocas representaciones se conocen del niño en el vientre materno en el antiguo Egipto. No obstante, sí resulta verosímil y creíble el dibujo del ostrakón del Museo de El Cairo (25074), tan siquiera un esbozo, en el que con trazo negro se dibuja a una mujer cuyas manos intentan abarcar y proteger a un niño en la postura típica de un feto en gestación en cuyo vientre se aloja.

[4]Aparte de lo que enseña la evidencia teológica, la observación del mundo animal y de sus hembras durante la preñez y el parto tuvo que ser una fuente de conocimiento para el sabio, en el momento de reconocer las formas embrionarias animales y humanas. Por la anatomía comparada, el egipcio, extrapolaría conceptos similares. Los médicos griegos, en particular de la escuela médica de Cnido, delegaban y amparaban su propia ignorancia en el parco conocimiento de las comadronas, resaltando los insondables misterios que se sucedían durante el embarazo y, mostrando, a pesar de ser conscientes de ello, en ellas, su confianza. Como bien dice el autor: “(…) Ni de hecho ni de palabra no se les puede persuadir que ellas no saben lo que les pasa en sus cuerpos” (Rousselle, 1980, 1089-1115). Y es que además, como refieren los textos médicos griegos, y como ya ha sido referido, el egipcio sin duda apreció de modo empírico las mismas observaciones que sus colegas helenos. Véase de qué manera se transcribe en las páginas de la medicina hipocrática: Yo mismo he visto un embrión que, tras permanecer seis días en la matriz, cayó fuera (Tratados Hipocráticos, 2003, VIII, 261, 13).

[5] Frankfort, [1976]1998, 182, “La Creación”, Reyes y dioses. Y el mismo autor en su libro La religión del Antiguo Egipto (“Dioses cósmicos y problemas humanos”), reseña la licencia mitopoética recogida en el mismo himno amoniano cuando señala el lugar donde se produce la autofecundación: (…) para crear su cuerpo en su secreto interior (1998, 99, nota 18).

[6]Esta línea de pensamiento tan conservadora sobre la escasa participación de la madre durante la gestación, la recoge también Diodoro, 2001, I, 290, 78, 4: (…); en general, han supuesto que el padre es el único causante de la generación y que la madre proporciona alimento y espacio al feto…

[7]Bardinet, 1995, 143, en “Le dieu forme le sperme et le transfome” cita a Sauneron quien alude a su vez a Urk. VIII, 122,1: En Karnak el dios Jonsu tiene el papel dar la forma al huevo que alberga el vientre fecundado por la semilla masculina. Lo mismo se dice del dios Jnum en Filé interviniendo en el crecimiento del niño en el vientre materno.

      Spieser, 2007, 29 y 30, “De l´embryon humain à l´embryon divin en Égypte encienne”, L´embryon humain à travers l´histoire: “En el templo grecorromano de Esna se atribuye a Jnum el modelaje de los seres vivos con su torno. Donde a la arcilla se la compara con el huevo que el dios fabrica, aquéllos que recibiendo el soplo divino se transforman en embrión. La expresión hacer girar la rueda de alfarero califica el gesto regenerador del dios solar.

[8]Párrafo 216, Encantamiento 148 de los Textos de los Ataúdes (Faulkner, 1994, I, 125). En el “Gran Himno a Atón” se constatan la misma actividad creadora: “El que hace crecer la semilla en las mujeres…Quien alimenta el hijo en el vientre de su madre… (Lichtheim, 1976, II, 97, “The Great Hymn to the Aten” in the Tomb of Ay”).

[9]El anuncio de los dioses o sus mensajeros de acontecimientos extraordinarios es bastante frecuente en la historia antigua, recuérdese como la noticia del nacimiento de Jesús a María le fue anunciado por el arcángel Gabriel.

[10]Párrafo 217:Encantamiento 148 de los Textos de los Ataúdes (Faulkner, 1994, I, 125-126).

[11]Reeder, 1994, 53-59. Existen imágenes de figuras acurrucadas en algunas tumbas del Reino Nuevo que por la posición podrían recordar la de un feto en el vientre materno; a éstas se les llama el “Tekenu”. Sobre el significado del “Tekenu, sobre su polivalencia simbólica se ha dicho que representaba aquello que no ha podido ser momificado, aunque convendría que estuviera presente durante el rito. Es plausible el vínculo intrauterino a tenor de las representaciones que se encuentran en algunas tumbas tebanas (TT20), en la que un hombre se muestra en genuflexión recordando la postura fetal sobre un trineo. El hecho de traerlo a colación en el apartado se sustenta en la posibilidad de que simbolizará la vuelta del soberano al seno materno a un nuevo nacimiento y renovación (Valdesogo Martín, 2005, 71). De hecho, la silueta del mismo configurada por la piel o saco que le resguarda y cubre, recuerda las membranas que envuelven al feto. Para mayor información se remite al lector a las siguientes fuentes que estudian éstos y otros aspectos (Assmann, 2003, 453).

[12]La capacidad de examen del egipcio fue perseverante y notoria, aparte de la información proporcionada por la observación de los animales domésticos de gran tamaño, procesándose los conocimientos de ver los cambios en sus crías. En este sentido las aves de corral o silvestres como sus polluelos durante la incubación, servirían para la comprensión de la evolución fetal. Igual que ocurrió en el mundo griego tal como se colige de la siguiente cita conocida en la que una mujer de vida promiscua sufre un aborto: “(…) Era como si al quitar la cáscara a un huevo crudo, el humor apareciese transparente en la membrana interna, más o menos esa era la apariencia; además era rojo y redondo… y alrededor de la membrana, por la parte externa había coágulos sanguinolentos. Por medio de la membrana salía algo fino, que a mí me pareció el cordón umbilical… (Tratados Hipocráticos, 2003, VIII, 262, 13, “Sobre la naturaleza del niño”).

      En Arist., 1992, (392, 5-20), VII, “Señales de embarazo”, adviértase cómo se describe la diferenciación y maduración de las diferentes partes anatómicas hacia los noventa días de gestación: También hacia este momento el embrión empieza a definirse; en cambio antes es una masa de carne informe. Se llaman “derrames” los abortos que tienen lugar durante los siete primeros días, y los que se producen desde entonces hasta los cuarenta días “pérdida de un hijo”. Pues bien, cuando un embrión del sexo masculino sale del vientre materno a los noventa días de ser concebido, pero se le introduce en agua fría, se cuaja dentro de una especie de membrana, de la cual, una vez desgarrada, aparece el embrión del tamaño de una hormiga grande: los miembros son visibles, así como todos los demás órganos y también el miembro viril. (…) En cambio, el feto femenino (…) aparece como una masa no articulada; pero si el embrión ha alcanzado el cuarto mes aparece ya diferenciado y rápidamente consigue articular el resto. De lo que se concluye que el embrión hembra necesitaba un mayor tiempo de madurez para alcanzar la del varón.

      Por los documentos poco se sabe de cómo percibiría el egipcio al ser humano en el útero materno, ante la imposibilidad de reconocer en el embrión cualquier vestigio de semejanza con el adulto. Tampoco hay manera de saber si el egipcio de la antigüedad llegó a conocer si esa imagen acabada, estaba ya predeterminada, desde el momento de la fusión de las semillas paternas. Como tampoco, si el nuevo ser iría cambiando en su aspecto y forma. Cualquier idea al respecto queda en el reino de la especulación. Y sin embargo, sí se sabe que el egipcio no estaba incapacitado para reconocer a la mujer en gestación mediante la observación de sus cambios somáticos (Kahun 26 o su variante del Berlín 196, Berlín 197, Berlín 198. Al respecto consúltese en Bardinet, 1995, 452, 441 y 442 y en Westendorf, 1999, vol. I, 435-436. También tenemos información de cómo instaurar soluciones para alentar la preñez o por el contrario para acabar con un embarazo no deseado en Westendorf, 1999, vol. I, (432-433): Kahun 20.

[13]Sánchez Rodríguez, 2000, 198. Este mismo autor en esta obra alude a (Amarna VI, 27, 6) donde también se utiliza el término “mAy” como sinónimo de feto: lactancia-4.4-01

[14]Que no obstante, poco o nada tiene que ver con el sentido que se le presume, y que a pesar del supuesto equívoco, le vale al redactor del texto de metáfora para explicar el caso de la mujer que ha perdido al hijo en su vientre.

[15]Según Bardinet, 1995, 281-282: Una forma literaria pero muy descriptiva de que la obstrucción era muy similar a la imagen de un aborto provocado.

[16] Las mismas carencias se dan en la iconografía bizantina donde la representación del embrión fue muy rara, utilizada más bien en las escenas religiosas como las de la Anunciación y la Visitación en las que el Niño Jesús y Juan Bautista figuran en el vientre de sus respectivas madres. Impresiona la visión de este último aún en el vientre materno en gesto de postración hacia el Cristo intrauterino (Yota, 2007, 83-106, “L´embryon dans l´art byzantin: une image insolite”).

[17] lactancia-4.4-02

[18]Sánchez Rodríguez, 2000, 464.

[19] lactancia-4.4-03Se ha encontrado el término en el libro de Nunn, 1997, 47, dibujo “c”.

[20]Nunn, 1997, 47: ; lactancia-4.4-04Sánchez Rodríguez, 2000, 359; Faulkner, 1999, 217: El autor referencia a los seres que están dentro del huevo como “imyu suHet”, lo cual es de interés porque en la escritura se muestra a un polluelo dentro de un círculo con el plural al final.

[21] Antelme, Rossini, 1999, 244: Designa a “iur una dualidad de significado tal como concebir, y, otra aún más interesante: “embrión humano”; obsérvese sin embargo los signos jeroglíficos que completan la palabra: lactancia-4.4-05

[22] Bruyère, 1930, 180, fig. 94; Mysliwiec, 2004, fig., de la p. 24: “Disco solar con un niño en la matriz de la diosa del cielo. Boceto para el Libro de el Día, dibujado de un óstrakon”. Una idéntica representación se localiza en el techo del corredor D de la tumba de Ramsés VI (KV. 9): la primera escena del “Libro del día”. Al comienzo del pasaje, Isis y Neftis, se disponen prestas a ayudarla en el parto, se arrodillan delante de la diosa preñada que aparece con el dios sol dentro de su abdomen (Piankoff, 1954, 389, fig. 130).

[23]¿Y por qué no, también podría representar el “saco vitelino” que ya rodea el feto en este periodo?

[24]Desroches-Noblecourt, 1996, 18-29, «Ramsés II, Le Surdoué». Durante el Reino Nuevo las biografías que describen el nacimiento del rey retoman la temática del «huevo»; Spieser, 2007, 31, “De l´embryon humain à l´embryon divin en Égypte encienne (La renaissance du souverain)”, L´embryon humain à travers l´histoire: El rey es el huevo salido de Ra o Amón; dice Thutmose III en Karnak: “Yo soy el hijo de (Amón), él ordenó que yo permaneciera sobre su trono desde que era pequeño en su nido (…)”. La época ramésida es rica en epítetos tales como: El huevo venerable, el huevo puro, el huevo perfecto, el huevo particular, e incluso, el huevo legítimo. Y Pianji, soberano de Napata, se expresa así: Yo soy un rey, una emanación divina, la imagen viva de Atum, salido del vientre marcado con los caracteres de un príncipe, (…) cuyo padre y madre conocían que él estaba en el huevo destinado a ser príncipe, el dios bueno amado de los dioses, el hijo de Ra que cuida de sus brazos, Pianji Meriamón.

[25]Spieser, 2007, 35 y 36, fig. 3 (cripta oeste nº 3, pared este), “De l´embryon humain à l´embryon divin en Égypte encienne (La renaissance du souverain)”: En una cripta del templo de Dendera se encuentra ilustrada la fase embrionaria del dios sol.

[26]Yoyotte, 1962, 139-146.

[27]Ya es premonitorio que en la ciudad de Menfis se adorara al demiurgo Ptah bajo la venerable forma de Ptah-embrión (Vassal, Cordier, 1956, 168-181). Los autores ponen en boca de otros (Parrot y Boreux) la posibilidad de que fuera un recién nacido o un feto (Heuzey). Así pues, de la misma forma que a Osiris se le representa momiforme, a la deidad que encendió la chispa de la creación y de la que surgió la materia embrionaria, se la haría merecedora también de semejante epíteto. Por tanto, en opinión de aquéllos y entrando en aspectos religiosos, la denominación de “Ptah-embrión”, supone: la esencia de lo primigenio, porque en el comienzo de la creación radica su fundamento.

[28]En la antigüedad (IV a II a. C.) cuando los conocimientos anatómicos viscerales eran muy escasos, cabía la utilización de ciertos recursos más cercanos y prácticos para paliar tal déficit. Así pues, mientras que en Egipto se seguía representando el útero bicorne de la ternera como humano, en las culturas etruscas y después en la romana, se dieron unas formas de exvotos de úteros “normales” –la sede de la vida intrauterina- como vasos o recipientes testimonios de la piedad popular, que plasmaban la manera de cómo los antiguos buscaban la protección del fruto alojado en el vientre de las madres (Ducaté-Paarmann, 2007, 65-82, “Voyage à l´interieur du corp fémenin. Embryons, utérus et autres organes internes dans l´art des offrandes anatomiques antiques”). Los exvotos fueron muy frecuentes a lo largo de la existencia de la cultura faraónica, pero hasta el momento actual, poco o nada (dicho esto con absoluta discreción) se conoce sobre la iconografía de úteros gestantes.

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