Manuel Juaneda-Magdalena Gabelas – Junio 2012
Hierve en médicos Egipto: médicos para los ojos, médicos para la cabeza, para las muelas, para el vientre; médicos en fin para los achaques ocultos (Heródoto, Historia, II, LXXXIII).
Aunque médicos, sacerdotes y magos estuvieron involucrados en el acto curativo, vamos a describir solo el modo de trabajo de aquellos que se ocuparon de la medicina llamada convencional, aun admitiendo los inconvenientes que esta separación entraña cuando se estudia la medicina de la época. Existe constancia temprana de la presencia del profesional de la medicina en el antiguo Egipto. Era el médico o “sunu/sinu” el experto que cumplía con el acto de la curación según consta en los conocidos papiros médicos: (…) Tú deberás preparar un tratamiento del libro secreto de las plantas que hace el médico (Ebers 188bis).
Por desgracia Egipto no legó documento alguno informándonos sobre la organización de la profesión médica. Es gracias a los escritos de la vida diaria, que ha sido posible extraer suficiente información para construir, a grandes líneas, la organización de los médicos egipcios desde el punto de vista profesional y administrativo. Personajes siempre presentes y bien integrados en la sociedad egipcia.
El médico
Sin duda alguna se hizo muy necesaria su presencia pues era el encargado de aliviar las dolencias y velar por la salud de sus conciudadanos. Serían los primeros en ser solicitados, por lo tanto suponían el contingente más numeroso. Salvo excepciones, ninguna información de estos médicos generales, por definirlos de alguna manera, nos llegó por su propia sepultura, sino más bien, por la benevolencia de algún protector más preeminente o colega de mayor prestigio. Quizá no fuera desacertado decir que los generalistas eran los más modestos de la profesión, los que asumían la labor más dura e ingrata, y peor remunerada, lo que hizo que su recuerdo fuera más difuso y perecedero.
“Inscripción en la puerta falsa de la capilla de Juy. Saqqara (Dinastía VI)”:
Aunque en ella se repiten una y otra vez los cargos directivos en Palacio, además de la máxima autoridad sobre los médicos del País, resulta tanto más interesante la acumulación de diversos conocimientos médicos del propietario: al de dentista, se le unía el de proctólogo, y otros tal vez más relacionados con la magia y lo oculto: El Jefe de los Médicos del Palacio, Conjurador de Selkis, Jefe de los Médicos del Norte y del Sur, el Venerado al lado de Anubis que está sobre la montaña, la (mejor) mano del Palacio, Juy. El Jefe de los Médicos del Palacio, Conjurador de Selkis, Director de las dos Sedes, Director del cántaro negro, Secretario del Palacio, Médico del Palacio que es el Pastor del ano, Juy. El Jefe de los Médicos del Palacio, Conjurador de Selkis, el Venerado, Jefe de los Dentistas, Juy. El Médico del Palacio que es el intérprete del arte secreto, el Venerado, Juy.
El médico especialista
Desde muy antiguo sabemos de la especialización médica en sus diferentes ramas del saber; y así lo expresaba Heródoto (Historia II): La medicina se distribuye en Egipto de esta manera: cada médico trata una sola enfermedad no varias. Hoy en día, sabemos cómo y de qué manera los antiguos egipcios designaban las disciplinas médicas más usuales. Al respecto, conviene aclarar que la definición de especialista era imprecisa, en tanto que no hay constancia que para serlo, el galeno tuviera que pasar por una formación básica. Aun así, estamos al corriente de algunos oculistas, swnw ir.ty, literalmente el “médico de los dos ojos”. Numerosas son las prescripciones de aplicación ocular en el papiro de Ebers conformando un capítulo bien individualizado de la especialidad. Asimismo aparecen citados los que atendían las enfermedades digestivas con la denominación de swnw Xt: el “médico del vientre”. Diodoro (Biblioteca Histórica I) nos recuerda lo preocupados que eran los egipcios por la limpieza de su tracto digestivo, usando vomitivos y lavativas para asegurar su salud y prevenir las dolencias. Había otra especialidad que esconde una acepción tan misteriosa como curiosa: nrw pHw.t que se traduciría como el “pastor del ano” y que recuerda la práctica que en la actualidad incumbe al proctólogo.
Diversos documentos descubren al dentista (ibH), lo que unido al nombre de médico, hizo que quedara registrado para la posteridad como “el de los dientes”, o dicho de otra forma, en el sentido de tratar o cuidarlos. Sin embargo, había entonces como ahora, profesionales que aplicaban los cuidados dentarios como sucede con los higienistas. De la especialidad encontramos evidencias en los papiros de Ebers, Hearst, Kahun y Chester-Beatty exponiéndose agrupadas una serie de recetas bajo los epígrafes: “Consolidar los dientes” o “Detener las inflamaciones o las Hemorragias gingivales”. Sabemos de otra actividad dentaria bien curiosa: la confección de prótesis; aunque se conocen algunos ejemplares, poco importa de cuál fue su uso si para el cosmético o embellecimiento del cadáver. Había otra especialidad que alude al que “entendía y conocía los órganos del cuerpo humano escondidos ante los ojos”. Y el título de aquel que interpretaba los líquidos (o humores): swnw Aaa mw m Xnw nTnT.t (“netnetet”). Como en la actualidad, también entonces, el médico no tenía prejuicios a la hora de acumular varios saberes sin que hubiera entre ellos relación, tanto es así, como que un práctico de los dientes podría ser proctólogo y, a su vez, intérprete cualificado de todos los órganos del cuerpo; o que otro fuera un experto oculista y de las dolencias gastrointestinales.
El médico: (swnw) | |
El jefe médico: wr swnw | |
El inspector médico: sHd swnw | |
El director médico: imy-rA swnw | |
El dentista: iry ibH | |
El Jefe médico de Palacio: wr swnw praA | |
El jefe oculista de Palacio: swnw ir.ty praA | |
El especialista de Palacio en enfermedades del vientre: swnw Xt pr aA | |
Médico de grupo o colectivo: swnw grg.t | |
Jefe de los médicos del Bajo Egipto: wr swnw mHw | |
Jefe de los médicos del Alto Egipto: wr swnw Sma | |
Jefe de los médicos del Alto y Bajo Egipto: wr swnw Sma mHw |
La jerarquía médica y el destino profesional
La función médica se regía por una estricto organigrama siempre controlado por un estado omnipresente que decidía desde el lugar hasta la categoría profesional del ejercicio. Como cualquier funcionario del estado faraónico, el sanitario, que ambicionaba el ascenso desde el título genérico de “sunu” (el medico) conseguía el de wr swnw que, al pie de letra, significa “el más grande de los médicos”, aunque parece más correcto -o al menos más próximo- traducirlo como “El jefe de los médicos”. Los siguientes en categoría eran el sHD swnw y el imj-rA swnw, con los que identificamos al “Inspector y Director de los médicos”, respectivamente; un solo médico obtuvo este puesto y fue además una mujer (”Peseshet”), testimonio excepcional en el ámbito de la profesión, que vivió durante el Reino Antiguo, y cuya reseña histórica se encontró en una estela de la mastaba de su hijo Ajethotep. Su título, (imy.t-rA swnw.t Hm.w kA), objeto de sesudos debates, se podría traducir así: “La directora de las médicas y de los sacerdotes del Ka”. Ya es notable, que en aquellos lejanos tiempos, una dama ostentara una responsabilidad tan eximia. Se desconoce si los citados cargos (inspector, supervisor), junto con los de xrp swnw (“Administrador de los médicos”) y Hry swnw (“Uno con autoridad sobre los médicos”), eran médicos o administrativos.
De la instancia sanitaria suprema se encontraron precoces testimonios en tumbas de la Dinastía IV tales como: wr swnw mHw (“El jefe de los médicos del Bajo Egipto”) bajo cuya dirección estaban los médicos adscritos a esta demarcación; y de manera complementaria había el wr swnw Sma (“El jefe de los médicos del Alto Egipto”); y asumiendo ambos cargos: wr swnw mHw Sma (“El jefe de los médicos del Bajo y Alto Egipto”). Estos individuos coronaban, y de momento no hay datos que lo contradigan, el punto más álgido del edificio sanitario semejante al actual Ministro de Sanidad que velaba por la calidad y la moral, el buen funcionamiento del cuerpo médico de acuerdo con lo establecido por la tradición; de su importancia se deduce que la responsabilidad se mantuvo a lo largo y ancho de la historia faraónica. No obstante, existen referencias de otros honores que podrían situarse por encima del antedicho y, cuyo papel, queda en el reino de la conjetura: “Intendente de la Casa de la Salud”, y “El Jefe del secreto de la curación en la Casa de Thot”, por citar sólo algunos.
El óstrakon (Cairo, J 51518) registra el listado de las raciones que recibían los trabajadores de la necrópolis real (Deir el-Medina). En una época sin moneda, el salario se satisfacía con materias primas alimentarias que, a su vez, se intercambiaban con productos vegetales, pescados, carnes, u otros artículos de uso corriente. La cuantía de aquéllas estaba en proporción con el esfuerzo físico laboral. La escasa remuneración del médico sugiere su integración en la plantilla laboral y, además, un cobro adicional por cada servicio extraordinario, habitualmente de corta duración, que realizaba entre otros muchos al cabo de la jornada.
Muy pocos tuvieron el privilegio de ejercer, adjuntado su título fundamental (“sunu”), al de pertenencia pr aA (“Palacio”), que los vinculaban a la administración de La Corte para propiciar los cuidados médicos al monarca, su familia, y también al entorno regio. En ocasiones el rango se expresaba implícitamente mediante fórmulas algo más complejas: wr swnw n nb tAwy (“Jefe de los médicos del Señor de las Dos Tierras”). Era la plantilla de Palacio -centro rector de toda actividad médica que irradiaba al resto del país-, la que bajo las órdenes del Rey, reunía a médicos generales y especialistas (de las disciplinas más necesarias: dentista, oftalmólogo, etc.; y hasta el “médico de la casa de la esposa real”: swnw n pr Hm.t nswt, etc.). Quizá la cercanía a la persona real implicaba que el “galeno” gozaba de un prestigio aún mayor que el resto de sus colegas más alejados de la Corte, independientemente del honor alcanzado. Sin duda los más capacitados y prestigiados se reclutaban guiados por su fama, aunque el sumo privilegio del título palaciego, a modo de “Consejero aúlico para asuntos médicos y de salud pública”, se alcanzaría cuando se aunaba el conocimiento con la máxima confianza otorgada por el poder regio.
El destino laboral del médico en un colectivo, es de suma importancia para comprender la atención diaria de la salud de los trabajadores en las obras impulsadas por la administración. Sin duda, más aquí que en cualquier otra parte, es donde la figura del médico se consagró como un funcionario al servicio del Estado. Al principio de la Dinastía IV se acuñó la expresión: grg.t que sustenta el concepto de un grupo de personas que vivían en un mismo suelo supeditados bajo una sola autoridad. En consecuencia, el swnw grg.t o swnw mr.t, se responsabilizaría de los cuidados sanitarios de una fundación faraónica, dominios funerarios, templos (“médico del templo de Amón”: swnw n pr Imn), explotaciones mineras, expediciones, o el mismo ejército. Hay que incluir en estos ejemplos al “médico de la necrópolis” (Lugar de la Verdad): swnw m st mAa.t, pues este era el lugar al que estaba adscrito.
En el siguiente listado del “Papiro de la huelga de Turín” (Ramsés III) se enumeran los pagos de Ueserhat a un médico y una nodriza, el juramento de que el primero no abandonará a sus tres hijos después de la muerte de su mujer quizá durante el parto. Cómo se verá a continuación, el pago a la nodriza que trabajaba durante más tiempo, era muy superior al del médico: “Año veintinueve, último día del cuarto mes de la inundación. El total entregado al médico”: aguamanil de bronce, hace cuatro deben; una bella cesta-denyt, hace cinco deben; dos pares de sandalias, hacen cuatro deben; un bastón, hace medio debén; una cesta con tapa, hace un cuarto de saco; una bella cesta-denyt, hace cinco deben; aceite de ricino, dos henu, hace medio saco; caja-sheqer de madera, hace dos deben; una bonita estera, hace un cuarto de saco. Total: 22 deben. “(Artículos) para la nodriza que son propiedad de Ueserhat: tres collares de jaspe rojo, hacen quince deben; una pieza de leña, hace diez deben; una cesta-sheqer, hace dos deben, un peine de marfil, hace dos deben; un par de correas para sandalia y un henu de grasa, hacen un deben y medio. Total: 30 deben y medio de cobre… La factura se cerró ante testigos: el tribunal compuesto por el jefe de trabajadores, el escriba de la necrópolis y todos los trabajadores y, al final, el juramento del padre.
Sabemos de su quehacer y demanda, por la gran cantidad de artesanos que trabajaron en Guiza durante los años de construcción de los complejos funerarios. Esta atención sanitaria tan compleja precisó de un eficaz ordenamiento del cuerpo médico según quedó constancia en el nombramiento ad hoc del “Jefe de los médicos de la necrópolis tebana”. Es importante destacar que el doctor no estaba integrado en el grupo laboral aun cuando era un trabajador adjunto al mismo, y con domicilio fijo, según constaba en el catastro de la época. Y esto es sabido, por los listados de trabajadores (sobre todo de la Dinastía XX) en los que al final figuraba el pA swnw (“el médico”); denotando que no se trataba de una presencia inusual.
Por uno de estos documentos (Papiro de Turín 2071) vemos en detalle cuánto era el salario del médico, quedando por detrás de dos escribas y un portero. Tal vez lo cobrara en proporción con el número de servicios realizados, además de lo que recibía del estado, mientras que sus convecinos lo harían por jornal completo. Finalmente, como parte de la administración central, el cuadro profesional médico en el antiguo Egipto, funcionó como una estructura compleja, muy jerarquizada, y siempre bajo el control del gobierno supervisado por el visir y en última instancia por el faraón.
Bibliografía
Ghalioungui, P., “Conference: Les Médecins de l´Égypte Pharaonique”, L’atelier d’Alexandrie, 1981, p. 1-28.
Ghalioungui, P., The Physicians of Pharaonic Egypt, Al-Ahram Center For Scientific Translations, El Cairo, 1983.
Jonckheere, F., “Le cadre professionel et administratif des médecins égyptiens”, Chronique d’Égypte, nº 52 (1951), p. 237-268.
Nunn, J. F., Ancient Egypt Medicine, British Museum Press, Londres, 1996.
Von Känel, F., Les Prêtes-Ouâb de Sekhmet et Les Conjurateurs de Serket, Presses Universitaires de France, París, 1984.
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