Francisco López – julio de 2004
Atención. Para una correcta visualización del artículo necesitas tener instaladas las fuentes de transliteración y GlyphBasic. Si no las tienes puedes descargarlas aquí.
[Introducción] [Fuentes] [La Vaca del Cielo] [Bibliografía]
1. Introducción
‘El Libro de la Vaca Divina’ o ‘Libro de la Vaca Celeste’ se encuentra representado, total o parcialmente, en el primer féretro de Tutanjamón y en los muros de las tumbas de Sethy I, Ramses II, Ramses III y Ramses VI. El texto se compone de cinco partes claramente diferenciadas.
- El Castigo a la Humanidad. Relata el final del reinado de Ra sobre la Tierra. La Humanidad, cuando Ra ha alcanzado la vejez, se burla de él y comienza a conspirar contra el dios que, temeroso de perder el dominio sobre su propia Creación, hace llamar a los dioses para pedirles consejo. Está dispuesto a castigar a los hombres que él mismo ha creado para evitar la pérdida de poder, pero necesita el consentimiento de los dioses primigenios. Estos le aconsejan que envíe a su Ojo en la forma de la diosa Hathor a castigarlos. Surge así el aspecto más sanguinario de la diosa, pero es tal la matanza que lleva a cabo, que el propio Ra quiere poner fin a los acontecimientos, considerando que el castigo ha sido ya suficiente y que su autoridad puede volver a ser la misma de antes. Es entonces cuando aparece otra forma aún más terrible de la divinidad, la de Sejmet. Ra conoce la sed de sangre de la diosa y que la única manera de acabar con la matanza es mediante algún ardid. Por eso encarga fabricar una bebida somnolienta a base de cerveza y ocre rojo, traído de Elefantina, de modo que el compuesto tenga el mismo aspecto que la sangre humana. La diosa ante la visión del líquido se embriaga olvidándose de la Humanidad, y Ra consigue así apaciguarla y parar la masacre.
- La Ascensión de Ra. La segunda parte del mito relata la ascensión de Ra. El dios ha envejecido y cansado de gobernar la Tierra decide conceder su reinado sobre los hombres a Thot, que será a partir de entonces, su representante en la Tierra y en el Mas Allá. Hasta ese momento los hombres y dioses convivían juntos, el Cielo y la Tierra no estaban separados y la eternidad era lineal, no cíclica, por lo que no existía el constante renacer. Ra transforma a Nut en la bóveda celeste, y a lomos de ella, como vaca celeste, abandona la Tierra que hasta entonces ha gobernado. Se da lugar de esta forma al espacio entre ambos, y será Shu quien junto con los nuevos dioses Heh, deba soportar el cielo representando el espacio entre Geb y Nut. Es el propio Ra quien ordena a Shu que se interponga entre la Tierra y el Cielo al sentir miedo cuando Nut le asciende a las alturas. Es a partir de ese momento y gracias a ese nuevo espacio creado, cuando los rayos del Sol pueden desplegarse sobre la Tierra.
- Descripción de la imagen. Se conoce como ‘El Capítulo de la Vaca’ y en él se da una descripción detallada de cómo ha de ser la representación de la vaca para que pueda proteger al difunto; el color, los dioses, su situación, el texto a escribir en un sentido u otro y las barcas a representar. La vaca representa el cielo por el que navega Ra y las patas los cuatro puntos cardinales. La zona en la que residen los dioses y espíritus se encuentra en la parte trasera de la vaca.
- Establecimiento del nuevo orden. Es una breve descripción de la nueva situación y el gobierno del Orden Cósmico trás la la ascensión de Ra al cielo, con un diálogo dirigido a Thot.
- Teología de los Bas y Hechizos y fórmulas mágicas. Esta última parte constituye una recopilación de divinidades y entes que son bas de otros dioses, junto con fórmulas mágicas de protección.
Como podemos apreciar, en la división anterior, el relato se aleja bastante de los clásicos textos reales del Reino Nuevo, en los que el objetivo principal es asegurar el bienestar del rey difunto y facilitar su viaje por el Más Allá, con detalladas descripciones de las regiones a atravesar. Encontramos claros ejemplos de este tipo de ‘libro’ en El Libro del Amduat o el Libro de la Cavernas, entre otros. Sin embargo en el Mito de la Vaca del Cielo tenemos un relato mitológico, más o menos completo, que refleja de forma detallada la cosmogonía egipcia del Reino Nuevo y que no volvió a ser representado en etapas posteriores. En el papiro Bremner-Rhind se describe, de forma muy concisa, la Creación por Ra. El texto de la Vaca del Cielo es de gran importancia porque representa el final de la Creación misma. Mientras en el primero se relata el acto de la Creación inicial, lo que podría denominarse una ‘primera Creación’, que da lugar a un gobierno conjunto de Ra sobre los hombres y los dioses, en el Mito de la Vaca Celeste se refleja una ruptura en esa unión, surgida por el castigo que Ra ordena ingligir a la Humanidad y fundamentalmente por su ascensión al cielo, un cielo no creado hasta ese momento. Es ahora cuando se produce el acto definitivo de la Creación que establece un primer orden y sobre todo un segundo estado en el que los hombres y los dioses se separan claramente. Hasta esa época la Enéada se encontraba en su primera etapa, anterior a las revueltas (CT VI, 261). El castigo a la Humanidad no es más que la causa de su ascensión y por tanto de la nueva situación y orden que se establece en el Universo. La parte más importante del mito corresponde, sin ninguna duda, a la ascensión al cielo.
Realmente La destrucción de la humanidad es una mala definición del acto emprendido por Ra y de la primera parte del relato. Podría considerarse que la intención del demiurgo es destruir a los hombres que él mismo ha creado y que posteriormente se arrepiente, ante el baño de sangre que lleva a cabo la diosa Sejmet como representante del poder del Ojo de Ra. Pero realmente no es la destrucción lo que persigue el dios, sino el castigo, un acto de dominio sobre los hombres, lo suficientemente fuerte como para poder mantener el control sobre ellos y su Creación, a pesar de la frase ‘He deseado matar hasta el último’, que aparece al final de la columna 27, y que debe tomarse de forma aislada respecto al resto del relato, pues para el dios es suficiente reducirlos. Es la personificación de su poder, Sejmet, quien pretende acabar con la Humanidad, por su insaciable sed de destrucción.
A pesar de que en este estado inicial de la Creación, dioses y hombres son gobernados conjuntamente por Ra, existe ya una diferencia entre ambos. Los primeros forman parte del acto mismo de la Creación, son los dioses primigenios, ‘compañeros del demiurgo’ y fieles a él en todo momento e incluso se les solicita consejo a la hora de actuar contra los hombres, que son los verdaderos artífices de la revuelta. Lógicamente no se nos escapa la similitud del Diluvio, relatado en los textos bíblicos, con el Mito de la Destrucción de los Hombres. Pero basándonos en los textos, existe una diferencia apreciable. Ra pone freno a la posible sublevación de los hombres. Hasta ese momento el único delito de estos ha sido burlarse de su creador, al que ven anciano y por tanto débil. Ponen en duda su opción de gobierno sobre ellos, mientras que el Diluvio es un castigo provocado por el mal comportamiento humano. Dios castiga a los hombres cuando estos ya han sobrepasado ese estado inicial de poner en duda su gobierno. Es, por otra parte, la segunda vez que Ra se enfrenta a una sublevación. Poco después de la Creación es objeto de una revuelta, esta vez protagonizada directamente por un conjunto de dioses, no especificados en el relato, aunque se hace referencia a 257 conspiradores y ocho oficiales al mando de todo un ejército. Hay cierta similitud entre ambos relatos que hacen hincapié en la vejez del dios, incapaz de controlar a sus hijos y de combatirlos directamente. En esta primera revuelta es Horus el Anciano el encargado de enfrentarse a los rebeldes. Para este mito, puede verse: Meeks, Dimitri & Farvard-Meeks, Christine, La vida cotidiana de los dioses egipcios p. 42 y ss. y la bibliografía que en ella se cita. Lo que hace a Meeks tratar este texto como un primer combate contra Ra, es de suponer que está basado en que Ra permanece en la tierra tras vencer a sus enemigos, y por tanto la leyenda no se adaptaría a un combate posterior a la destrucción de la humanidad, tras la cual el dios asciende al cielo y deja el gobireno sobre los hombres. Es más lógico pensar que se trata de dos leyendas independientes, relacionadas eso sí, pero sin continuidad. Además este último texto pertenece a la cosmogonía del templo de Kom-Ombo, muy posterior al mito de la vaca celeste.
En el texto existen dos aspectos importantes que es necesario destacar: Shu y la eternidad. En la tumba de Sethy I todas las paredes de la sala (imagen 1) están decoradas con textos del mito, con la representación de la vaca en la pared c, junto con las columnas 51 a 55 referentes a la descripción de la imagen, pero en la pared d, además de las columnas 63 a 92, aparecen dos imágenes. La primera, bajo las columnas 63 a 70, es una imagen del rey identificado plenamente con Shu. Se encuentra dividida en dos viñetas (imagen 2). En la parte superior aparece portando dos cetros sejem y en la inferior hay una doble representación simétrica, en la que sujeta la columna del Cielo con una mano y un anj con la otra. Es Shu quien soporta el Cielo recién creado y el rey, como hijo de Ra e identificado con el dios, ejerce esta misma función. La imagen también aparece en las paredes de la tumba de Ramses II.
En la misma pared SO de la tumba de Sethy I aparecen representados los dos conceptos de eternidad: la eternidad lineal Dt (dyet) y la cíclica nHH (neheh) (imagen 3).
Hasta ese momento Ra ha envejecido, pero a partir de su ascensión al cielo resurge cada día en un nuevo nacimiento y su viaje se renueva con cada amanecer, por lo que rejuvenece eternamente. Son los dos conceptos de eternidad presentes en los textos egipcios y claramente diferenciados. Surge la eternidad cíclica frente a la lineal, el nuevo estado lleva a una ruptura en el concepto del tiempo, además de la ya mencionada separación entre hombres y dioses. El creador finaliza su acto y da lugar al primer día de la primera vez (véase F. Herbin, BIFAO 88, 1988, pg. 103). A la izquierda, con representación masculina Neneh y a la derecha, femenina, la personificación de Dyet. Nuevamente ambos soportan el cielo hasta el final de los tiempos, que aparece representado sólo en KV 17, por un conjunto de estrellas en la parte superior de la viñeta. En la otra mano llevan un anj. La representación es una alusión a los dos grandes que aparecen en el verso 309 ‘Thot la adorará, toda la dignidad del cielo que está en él, mientras Shu extiende sus brazos hacia él. (Recitará): Estoy a salvo de estos grandes y poderosos dioses que se sientan en el lado oriental del cielo, que guardan el Cielo y guardan la Tierra, con secretos duraderos’. La escena aparece en la parte superior de la pared en KV17 y en la inferior en KV7, además de en la capilla de Tutanjamón. Para una discusión sobre ambos conceptos véase Ägyptische, Excursus D, pg. 102 y ss.
A pesar de que el texto pertenece a las XVIII, XIX y XX Dinastías su origen es mucho más antiguo, pero no es hasta el Reino Nuevo cuando encontramos una versión grabada completa de la leyenda, con un lenguaje típico de este período. Ya en los Textos de las Pirámides apreciamos rastros del mito:
(388) He inundado la Tierra que sobresalía del lago, he arrancado la planta de papiro, he satisfecho a Las Dos Tierras, he unido Las Dos Tierras, me he reunido con mi madre la Gran Vaca Salvaje.
(389) Oh madre mía, la Vaca Salvaje que está en la Montaña …
(729) Tu madre es la Gran Vaca Salvaje que vive en Nejeb, de tocado blanco, plumas largas y mamas pendulantes; ella te amamanta y no te destetará.
(1370) Tú eres un hijo de la Gran Vaca Salvaje. Ella te concibe, te da a luz, te pone dentro de su ala (sic). Ella Cruza el lago contigo, atraviesa el canal %iw contigo.
(1566) Es mi madre la gran Vaca Salvaje, de largas plumas, de tocado reluciente, de pechos colgantes, la que me ha elevado al Cielo, no habiéndome dejado en la Tierra, entre los dioses que tienen poder.