Nacho Ares – Marzo de 2007
Egiptóloga, autora del libro The Mummie’s Curse
Entrevista realizada en marzo de 2007 en Madrid
Aunque parezca insólito, la formación de una persona en el ámbito de la egiptología en Australia tiene prácticamente las mismas dificultades que en España. A la falta de una tradición hay que sumar quizá uno de los mayores inconvenientes, su lejanía del resto de Occidente en donde esta disciplina académica se imparte en las universidades de Europa o Estados Unidos. De ahí que parecía lógico que la primera pregunta a Jasmine Day fuera cómo surgió en ella la inquietud por estudiar una disciplina tan singular.
“La escuela a la que iba no estaba lejos de mi casa, se llamaba Como Primary School. Cuando llevaba tres años en la escuela, en 1981, los compañeros descubrieron que yo era una chica despierta y decidieron ignorarme. Esto hizo que pasara mucho tiempo sola durante la hora del almuerzo. Fue entonces cuando descubrí la biblioteca de la escuela. Al principio solo leía libros de ficción, pero cierto día cayó en mis manos un libro titulado Archaeology. No tenía ni idea de lo que significaba esa palabra, pero los objetos que aparecían en la portada, incluyendo un ataúd de Tutankhamón, una calavera azteca cubierta de mosaicos, me atraparon al instante.
Dentro del libro había fotografías de las radiografías de una momia parcialmente desvendada del Museo Británico en la década de 1960. Entre las piernas de la momia se podía ver un amuleto que los médicos extrajeron del cuerpo. Todo eso me parecía fantástico. No sabía si era la antigüedad de la momia, la imagen exótica de Egipto o que simplemente me atrapó la idea de un objeto mortuorio totalmente extraño para un niño. No lo sé, quizás fue una mezcla de todo aquello. De repente me sentí mucho más mayor que los 8 años que tenía entonces, como si fuera consciente en un solo segundo de la profundidad del tiempo y la grandeza de la Historia. Sentí como si alguien, —parecía ser que era la momia— me estuviera llamando para que la siguiera y descubriera mi propio camino. Encontré mi raison d’etre aquel día. Es la única vez en mi vida que he tenido una experiencia sobrenatural.
En los años siguientes visité en varias ocasiones la propia momia que me hizo comenzar aquel camino, un joven sacerdote llamado Hor, en el Museo Británico de Londres. Siempre le agradezco la oportunidad que me dio de encontrar una identidad y un modo de vida, algo que muchas otras personas incluso más mayores que yo, todavía están buscando”.
¿Dónde te preparaste?
“Hay mucha gente que me pregunta cómo en la pequeña ciudad de Perth me las arreglé para estudiar egiptología sin haber un solo curso en sus universidades. Para responder a esta pregunta, tengo que precisar antes el trasfondo egiptológico que hay en Perth. Mientras que la enseñanza primaria y secundaria en Australia Occidental incluye materias como egiptología, arqueología o Historia del Mundo Clásico, la mayor parte de estos estudios se dan en un nivel terciario. Y mientras que es posible hacer aquí un doctorado de materias como arqueología o Historia Clásica, no hay nada para hacer egiptología. Esto se debe en parte a una falta de financiación gubernamental o de filantropía privada, pero en su mayor parte debido a la lejanía geográfica y a la tardanza de los europeos en llegar hasta aquí (Perth se fundó en 1829), restringiendo así a los habitantes de Australia Occidental el acceso de las antigüedades egipcias. Cuando tanto las excavaciones legales e ilegales en Egipto aportaban a los museos de Europa y de los Estados Unidos grandes colecciones de antigüedades, había muy pocos australianos de la zona occidental con los recursos económicos necesarios para poder viajar a Egipto. Como consecuencia de ello, nuestro Museo Australiano Occidental tiene una colección egiptológica muy pequeña, compuesta parcialmente de pequeños objetos o fragmentos de piezas donadas por los descendientes de viajeros locales, así como objetos adquiridos por intercambio de artefactos aborígenes, como es el caso de la cerámica de Abydos que tenemos procedente de las excavaciones de Loat y Grastang.
Al principio, pensé que sería arqueóloga, por lo que en 1991 empecé a estudiar arqueología junto con antropología e Historia Antigua en la Universidad de Australia Occidental (UWA). Contamos con varias universidades en este estado pero los cursos de la UWA en este campo son los más importantes. El curso de arqueología, sin embargo, consistía prácticamente en su totalidad en nuestra especialidad local, prehistoria aborigen, en la que yo no tenía un gran interés. Mientras tanto, sin embargo, descubrí que me apasionaba la antropología, el estudio de la cultura —desde la religión y las relaciones de género hasta la política y las relaciones humanas con el medioambiente—. Cuando tuve que elegir entre arqueología y antropología para mi Ponencia Honorífica de Cuarto Año, elegí antropología, sabiendo que si quería una puntuación lo suficientemente alta para que me invitaran a hacer el doctorado, podría elegir cualquier tema para realizar mi tesis doctoral, a saber, algo relacionado con el antiguo Egipto. Nuestra clase en las ponencias era muy competitiva, y aunque puntué bien en este apartado, aún así no estaba entre los mejores alumnos. No podría desarrollar una tesis doctoral sin una beca. Los estudiantes que habían conseguido mayor puntuación podrían optar a las dos becas que se ofrecían ese año. Sorprendentemente, una estudiante decidió hacer su tesina, el paso previo a la tesis, otra persona se tomó un año sabático, y un tercero no estaba de acuerdo con el funcionamiento del departamento y se fue, ¡dejándome paso libre para optar a las dos becas de postgrado que se ofrecían! La suma de la beca durante tres años y medio y el apoyo del departamento me harían posible viajar por Estados Unidos y Gran Bretaña para desarrollar mi investigación.
Por último, el punto más importante relacionado con mis estudios es que cuando no tienes oportunidades, la imaginación te crea otras oportunidades. Me fascina el período victoriano y la exploración que se hizo en esa época de otras culturas. Se me ocurrió entonces que el tema de la percepción del antiguo Egipto de los pueblos modernos, es decir egiptomanía, no se había estudiado mucho desde el punto de vista antropológico y que podría ser un gran tema para una tesis doctoral. Por lo tanto, si la egiptología no era una opción, sí lo era el estudio antropológico de las apropiaciones que hacemos del antiguo Egipto. Mi tema favorito es por supuesto las momias, por lo que el enfoque fue la ‘momiamanía’. Lo que más me interesa es la profundización y el estudio extensivo antropológico de la momiamanía que jamás se ha llevado a cabo. Esto aporta una cantidad significativa de nueva información a nuestro conocimiento de este tema. ¿He estudiado egiptología de forma adecuada? No sé si podría haber aportado algo comparable si lo hubiera hecho de otra manera”.
¿Quién dirigió tu investigación?
“La mayor parte de las universidades tienen un profesor mayor para cada estudiante de doctorado a modo de supervisor, pero si esta persona está de viaje o fallece (como ha sucedido en varias ocasiones), el proyecto del estudiante se desvanece. La disciplina de antropología y sociología en la UWA tiene la política de que cada tutor y estudiante ha de tener dos supervisores, pero debido a la naturaleza de mi proyecto, que abrazaba egiptología, museología, culturas de todo tipo, filmografía, antropología, etcétera, necesitaba tres supervisores. Arreglármelas en los horarios con los tres para verlos cada semestre fue realmente difícil.
El más importante de todos era el Dr. John Stanton, conservador del Museo Berndt, un museo de la UWA en el que se conserva la mayor colección de arte aborigen contemporáneo del mundo. Además de él, necesitaba un profesor del departamento. Se me recomendó a la profesora asociada Victoria Burbano por su relación con el mundo estadounidense. Era especialista en estudios de género y era perfecta para dar otra dimensión a mi trabajo. Como tercer supervisor extradepartamental se sugirió la figura de la Dra. Moya Smith, conservadora de Antropología y de la sección egipcia del Museo Australiano Occidental. Disfruté enormemente con las visitas a Moya en su oficina del museo, viendo las piezas que están en los almacenes, los archivos, o la biblioteca. Durante el trabajo en el museo pude desarrollar investigaciones en la biblioteca y ayudar a Moya en su trabajo egiptológico”.
¿Cuál fue el tema de tu tesis doctoral?
“Desde el comienzo de mi tesis y hasta que la finalicé, mi investigación se enfocó a la momiamanía. Mientras esto puede parecer una especie de obsesión con un único tema, descubrí que las momias abren la puerta a muchas culturas, temas y periodos de la historia. Algo tan resonante, controvertido, señalable y universalmente relevante como los restos humanos, especialmente los restos de un remoto pasado, con la mística de su antigüedad es propicio a ser relacionado con la religión, ética, política y cultura popular de cualquier sociedad con la cual entra en contacto. Así, podemos contemplar los caminos en los que los americanos del siglo XIX se inspiraron para viajar y exhibir momias, incorporar analogías en las momias en sus caricaturas políticas y poesía religiosa, los usos de las momias como representaciones de una cultura “avanzada” en las exhibiciones de museos australianos para mantener las conexiones coloniales con el Imperio Británico, o la conscripción de momias, como símbolos de polución, para educar a los niños sobre la higiene en el siglo XX. No solamente estoy interesada en momias, sino también en el período victoriano, política, relaciones de género, religión, costumbres funerarias, cultura popular, cultura infantil, cultura occidental y las formas en que una cultura ve a la otra, etcétera. Una investigación reciente realizada por un grupo de especialistas, y yo misma, ha demostrado que hay muchas conexiones entre estos campos. Por lo tanto, para mí, las momias son el billete de acceso a la historia cultural del mundo occidental. Es fascinante pero extraño, pensar que la muerte del antiguo Egipto nos está ayudando a descubrir algo sobre nosotros mismos y nuestros ancestros. ¿Es éste el Más Allá con que habían soñado? Probablemente no, pero quizás es la clase de omnipotencia y poder que buscaban poseer como ‘justos de voz’.
Desde que acabé mi libro Mummymania, comencé un trabajo de colaboración para sacar a la luz lo que podría llamarse The Mummy Speaks (‘La momia habla’). Lo editaré junto a S. J. Wolfe, de la Sociedad Americana de Anticuarios en Worcester, Massachusetts. S. J. Wolfe es historiadora y bibliotecaria, ha descubierto cientos de oscuras referencias a las momias en periódicos del siglo XIX que prueban que se mandaron a los Estados Unidos más momias de las que se había pensado. Muchas se perdieron en incendios o accidentes y solamente se tiene constancia de ellas en artículos de prensa. Wolfe ha demostrado también que la leyenda que dice que se importaron a Estados Unidos momias para fabricar papel es cierta. Ha identificado varios documentos en archivos americanos hechos con papel de momia. En el curso de su investigación, Wolfe y su colega Robert Singerman, de la Universidad de Florida, se toparon con muchos poemas, historias y artículos variados que trataban de momias que quizá no podían usarse en su investigación histórica, pero que guardaban ese rancio regusto de la momiamanía. Hemos intercambiado información de mi tesis doctoral y de sus propios archivos, sacando a la luz entre los tres historias de maldición de momias más antiguas que la conocida Lost in a Pyramid: or, the Mummy’s Curse, de Louisa May Alcott en 1869”.
¿De qué trata tu libro The Mummy’s Curse?
“Las tesis doctorales raramente se publican enteras. Los autores solamente pueden esperar rehacer algunas partes de su investigación y publicarlas en revistas especializadas. Se les dice que enfoquen su publicación para los dos o tres que van a poder leer sus artículos. A mí esta idea no me gustaba en absoluto, ¡ni que solamente un puñado de personas estuvieran interesadas en leer el final del misterio de la maldición de la momia! Algunos años después de completar mi investigación antropológica, descubrí que había utilizado una aproximación un tanto heterodoxa al tema. No solamente había investigado en museos sino que además había debatido sobre el tema con otros expertos. La mayor parte de los doctorandos no hacen esto. Susan Pearce, profesora del Museum Studies, de la Universidad de Leicester (Reino Unido) me brindó su ayuda para poder publicar mi tesis. Cuando la finalicé me puso en contacto con los editores de Routledge. Se necesitaba cambiar algunas cosas del texto, pero se respetaron la mayor parte de las ideas y los capítulos. Uno de los elementos que desarrollo en el libro, por ejemplo, es qué significan las momias. Mi respuesta puede resumirse así: las momias se relacionaron al principio como objetos curiosos o científicos, sobre los que reposaba la idea de que podrían destapar la caja de los truenos contra aquellos que los usaran como objetos y no como personas. Esta superstición caló en las películas de terror de Hollywood, pero el papel que desempeñan las momias en estas películas era el de defenderse no el de atacar. Por ello en occidente vemos a las momias como algo pernicioso. Esto nos hace pensar en qué forma se encuentra Occidente ante Egipto. Esta aproximación antropológica me permite resolver el misterio de la maldición de la momia al mostrar que la maldición era un mito que expresaba la culpabilidad existente con relación al saqueo de los extranjeros en Egipto, una de las mayores consecuencias del colonialismo.
Antropología significa el estudio del pueblo. Tiene sentido que los antropólogos busquen la participación real del pueblo, los llamados informantes, en su investigación, aunque tengan también que detenerse en los documentos históricos o en objetos materiales para su estudio. He observado con detenimiento a los visitantes de los museos en el Reino Unido, Estados Unidos o Australia cuando miran a una momia en exposición, en mi investigación he preguntado a gente, y he comprobado de qué forma las personas se ven condicionadas por otras influencias culturales como la televisión, el cine, los dibujos animados, la Biblia, etcétera. Muchos esperan ver en las momias el mismo aspecto horrible que en las películas. En ocasiones incluso llegaban a decir que eran falsificaciones porque no tenían este aspecto terrible. Siguiendo esta definición, ¡una momia solamente es auténtica si es igual de espantosa que Boris Karloff en la película de 1932!”.
¿Eres una “momiamaníaca”?
“Nunca suelo pensar en mí misma como una coleccionista, ni he tenido la ambición de hacerme con una colección enorme de objetos egipcianos. Sin embargo, después de comenzar mi tesis, me di cuenta de que sería necesario crear una colección de momiamanía aunque fuera por motivos de investigación. La razón es que los numerosos juguetes que hay u otros objetos modernos relacionados con momias, nunca se habían estudiado de forma sistemática anteriormente. Por eso empecé a utilizar parte del dinero de mi beca para comprar momias en eBay hasta que, después de varios años, me di cuenta de que tenía una colección de cientos de figuras articuladas, muñecas, juegos de tablero, comics, muñecos de Halloween y toda clase de antigüedades relacionadas con las momias. Curiosamente es una de las más grandes del mundo en este campo, comparable a otras que hay en París o en Estados Unidos.
En mi libro muestro que hay características físicas recurrentes a los objetos relacionados con momias. Esto es parte de la idea popular del mal entendimiento que se ha tenido de la momia. Por ejemplo uno de mis juguetes favoritos es una pelota de gomaespuma de los años 70, llamada Madball (“bola loca”). En ella se ve la cabeza de una momia con los ojos saltones y la cara verde. En los juguetes infantiles de nuestra cultura actual, el verde significa decadencia. Otro juguete, un dispensador de caramelos, tiene la forma de una cara con vendas que gira sobre sí misma y que cuando se aprieta un botón, se abre la boca para dejar salir una horrible lengua de caramelo que el niño tiene que chupar. Juguetes como estos nos dan la idea tradicional de las momias que nos ha quedado del mundo del cine de terror, en donde el personaje del malo son identificados por rasgos horribles. Todo esto queda en el subconsciente colectivo y los niños que visitan momias en museos creen que son realmente seres maléficos, a los que hay que tener miedo y desconfiar.
Si echamos un vistazo a los objetos de mi colección relacionados con Halloween veremos que las momias siguen teniendo ese rol de monstruo derivado del cine. Con ello se refuerza el hecho de que los niños sigan pensando de la misma forma cuando ven una momia en un museo: es un ser maléfico del que hay que cuidarse. En los museos, los conservadores podrían responder a esta investigación etnográfica desafiando los estereotipos de las momias, en lugar de ignorar la cultura popular diciendo que no es relevante para los fines científicos de las exhibiciones egiptológicas.
Aunque me gustan mucho los objetos que tengo en mi colección, mis favoritos son un raro y caro mango de paraguas de caballero y una pipa, ambos de la época victoriana y eduardiana, en forma de ataúd egipcio y algunos abrecartas de baquelita con mangos en forma también de ataúd que esconden en realidad figuras femeninas desnudas. Pero el más valioso y hermoso de todos es una figura pintada femenina erótica, pintada por un escultor austriaco, Franz Bergmann. Esta superposición de sexo y muerte no eran entendidas como algo morboso en aquella época. Antes de que Hollywood convirtiera las momias en monstruos, en los relatos románticos de finales del XIX, eran representadas como mujeres hermosas en busca de un amor”.
El congreso de momias de Lanzarote en 2007
Jasmine Participó en el Congreso Internacional de Estudios de Momias celebrado en Lanzarote el pasado año 2007.
“El congreso se celebra cada tres o cuatro años en lugares diferentes de todo el globo, normalmente en donde se pueden encontrar colecciones importantes de momias. Asistí al Quinto Congreso en Turín en el año 2004 y al Sexto en Teguisse, Lanzarote. El encuentro reunió a unos 200 especialistas de todo el mundo, incluyendo a algunos de los máximos expertos en el tema como Bob Brier, Rosalie David y Art Aufderhide. Es admirable descubrir cómo muchas personas que no vienen del mundo académico, entusiastas de las momias o simples estudiantes van al congreso. Se trata de un encuentro muy relajado e igualitario en el que existe un denominador común que es la pasión por las momias. El congreso estudia toda clase de momias, desde las humanas (naturales o confeccionadas), conservadas en hielo o desde las egipcias hasta las de Chinchorro. En él tiene cabida incluso la momiamanía, en competencia clara con otras especialidades más ortodoxas, podríamos decir, como el estudio del ADN, huesos, piel, etcétera.
Una de las novedades del congreso de Teguise fue la presentación de un nuevo tipo escáner de 3D, a todo color y con animación MRI, 32 veces más potente que el TAC usado en la investigación de la momia de Tutankhamón unos meses antes. La momia de una joven egipcia del período romano, en la colección del Museo Egipcio rosacruz en San José (California), fue escaneada por Volume Graphics y el resultado del escáner se proyectó durante una de las charlas del congreso.
El salón, una iglesia histórica convertida en salón de conferencias y que se llenaba con unas 100 personas, se quedó en silencio. El conferenciante llegó a pensar que la gente se había dormido y que su ponencia no suscitaba ningún interés. Al contrario, al acabar se escuchó un sonado aplauso. He vuelto a ver esa filmación en el Museo de San José, en donde se proyecta continuamente en la sala de las momias y he de decir que es algo realmente impactante. Gracias a la magia de las computadoras, los vendajes de la momia desaparecen, se abre el cráneo por uno de los lados y el observador, como si se transformara en una molécula, viaja por dentro de la cavidad craneal hasta el centro de la espina dorsal. Desde ahí viaja por el espacio que hay entre el cartonaje y la vitrina hasta llegar a los pies. Finalmente, el recubrimiento de los pies desaparece para dejarnos ver las extremidades”.