La lactancia en el antiguo Egipto – 4.6.- La sangre: factor de germinación, de integración, y de ligazón del ser en el vientre materno

Índice del libro

4.6.- La sangre: factor de germinación, de integración, y de ligazón del ser en el vientre materno.

La sangre de la madre también jugaba un papel primordial en la evolución embrionaria y en el crecimiento fetal. Como se viene anunciando con insistencia la presencia de la divinidad no podía faltar pues los dioses eyaculaban la simiente en la vagina de las diosas encargadas de unir y de yuxtaponer los elementos de ambos padres, así como de conformar la arquitectura fetal[1]. ¿Cómo tendría lugar el acto de creación del feto en el vientre materno, cuál sería el adherente o catalizador que pegaba las diferentes partes heredadas de sus progenitores? En algún momento es Isis quien se encarga de desvelar el misterio, respondiendo en parte a la primera cuestión según se referencia en los Textos de los Ataúdes[2].

“He moldeado la forma del dios dentro del huevo como mi hijo…” (Encantamiento 148, 212)

La sangre materna es imprescindible para el crecimiento de las diferentes partes constituyentes del cuerpo humano en formación. Es junto con el influjo vital del aire emitido por las deidades, la fuente de toda acción dinámica que llega a todos los lugares del organismo donde se necesita. La importancia de la sangre, su presencia, se pormenoriza en un texto religioso del templo de Dendera que habla del renacimiento de Osiris (o del muerto en su representación), cuando está depositado en la cavidad del sarcófago: el útero de la diosa Nut. El pasaje, que se cita a continuación, compila en síntesis el saber embriológico del egipcio antiguo tamizado por la pátina de la religión[3]. Un ejemplo más de cómo los submundos del conocimiento biológico y de la religión cooperaban entretejidos con firmeza para definir su propia esencia en el mundo.

Himno a Osiris:

“¡Osiris que preside el Occidente (Lugar a donde van los muertos), el gran dios que reside en el Iunet (la ciudad de Dendera), el gran Heliopolitano que reside en la Villa del Escarabajo! Tu madre Nut está en cinta de ti en el interior de su vientre (“Mwt.k Nwt, iwr.s im.k), cuida de tu embrión (“swDA.s swHt.k), da forma armoniosa a tus huesos, da la juventud a tu cuerpo, da la vida a tu piel para tus miembros, dilata tus vasos para tu sangre…[4] (Capillas osirianas, pared norte, primer registro).

Diferentes textos médicos dan firmeza a la acción aglutinadora de la sangre en la constitución y en la creación del cuerpo humano. La importancia del factor sanguíneo se muestra en su participación en recetas de uso capilar, y es por eso que en el papiro de Ebers 459 (65, 19-20) y 451 (65; 8-9)[5], se indica: “Remedio para expulsar la sustancia que devasta los cabellos y de cuidarlos: sangre de toro negro[6] (el color negro usado en el presente ejemplo o en otros, implicaba una sangre de similar característica y mayor potencialidad). Será cocido en grasa/aceite. Untar muy a menudo.”

El interés que despiertan las prescripciones es debido a que se cimentaron sobre bases tan “fisiológicas” como mágicas, hasta el punto de que orientaban a la selección de los tratamientos que a su vez dependían del origen y el lugar de las afecciones. También tenía importancia la analogía de los ingredientes con la anatomía y biología animal[7]. Son estas cuestiones las que añaden un valor intrínseco a las recetas y al mismo tiempo les proveen de la potencia sanadora que deseaba el terapeuta egipcio.

Los elementos que aportan solidez a la anatomía humana o animal: huesos, conchas de tortuga, etc., (representantes de las partes de sostén) y como contrapartida de la sangre y la placenta, (representantes de las partes blandas), se aplicaron como ingredientes por su fuerza formadora e integradora que era intrínseca a la naturaleza e idiosincrasia de cada animal. Por tanto, dicho impulso benéfico habría que aprovecharlo cuando la debilidad acuciaba. De manera circunstancial, la sangre menstrual recibió la misma aceptación.

Los conocimientos que surgen de la literatura mitopoética y médica, otorgan a la sangre catamenial que se mantiene retenida durante la concepción una virtud seminal. Del menstruo se derivarán las partes blandas o carnosas que de forma genérica son sanguíneas. Es por ello que tanto la leche materna como las vísceras se consideraron copartícipes de la propia naturaleza sanguínea al haber sido heredadas biológicamente de la madre, al igual que la placenta y la leche materna eran alimentos intra y extrauterinos. Aun antes de que se iniciaran los acontecimientos que se sucederán antes de la gestación, el demiurgo habría de propiciar el llenado del depósito seminal del varón. En el momento que se conjugaran con éxito las dos simientes, se encendería la chispa que iniciará el mecanismo de transformación en el vientre materno. Pese a ser la mujer la receptora de la semilla, ella gozaba en igualdad de responsabilidad biológica con el varón y tenía el privilegio de constituir y colaborar a la creación de la materia embrionaria y fetal, y aún más, el hecho extraordinario de aportar los nutrientes básicos para el embrión-feto: la sangre y la leche.

Notas

[1] La importancia de la sangre menstrual como constituyente de la materia antes en el embrión y después en el feto, es una teoría muy antigua que pervivió durante mucho tiempo desde la antigüedad hasta Harvey (sig. XVII d. C.) quien la rechazó en su obra “Exercitationes de generatione animalium” (Arist., 1994, 109, nota 164).

[2] Faulkner, 1994, I, 125-126.

[3]Sauneron recoge la traducción de un texto religioso del templo de Esna, donde se menciona como la intercesión del dios Jnum y la sangre contribuyen al crecimiento corporal, reuniendo los elementos seminales procedentes de la parte ósea y sanguínea: “Él organiza una corriente de sangre en el interior de los huesos. Después de que el soplo de la vida lo recorre todo, la sangre creó una forma apropiada con la semiente-hueso para constituir nuevos huesos”. Cita que Bardinet, 1995, hace de Sauneron, 1962, Les fêtes religieuses d´Esna aux derniers siécles du paganisme (Esna V): 95, El Cairo, IFAO.En los templos de Esna y de Hibis se reseña la importancia de la sangre en unión con la materia seminal como principio constituyente de la materia ósea. Que sin duda ha de acompañarse con el hálito vital del dios: el ánima de los seres en formación (Sauneron, Esna, [1959], 2004, I, 99-100, ”Jnum artesano del cuerpo humano”): (…) Hizo crecer los cabellos, formó la piel sobre los (¿miembros?); fabricó la cabeza, modeló el rostro…, puso en contacto íntimo las fosas nasales con el exterior…

[4]Cauville, 1997, 105, “Chapelle osirienne est nº3. Scène centrale, paroid nord, premier registre: Hymne à Osiris”.

[5] Bardinet, 1995, 150 y 316-317: En el mismo papiro de Ebers 454 (65, 12-13), 459 (65, 19-20) y 451, se utiliza la sangre aunque esta vez no sea de origen menstrual. Sin embargo, en Ebers 453 (65, 10-12) se emplea la placenta de gata que tiene mucha identidad con la menstrual al igual que con la vulva de perra en Ebers 460 (65, 20-22). También pueden encontrarse estas referencias de los citados párrafos del papiro de Ebers en Westendorf, 1999, vol. 2, (627 y 628).

[6]El toro y la vaca fueron adorados en Egipto, el primero sobre todo por su potencia sexual y fertilidad, hasta el punto de ser la hipóstasis de diversos dioses (Gordon, Schwabe, 2004, 43-48, “Predynastic Egypt as Cattle Culture”).

      También la especie vacuna compendia complejas cuestiones cosmológicas. El faraón recibió para sí diversos y múltiples epítetos que aluden a la condición divina del animal, a las cualidades que lo distinguen, lo que le permitió mantener su papel de líder en tanto que hijo y descendiente de una gran diosa vacuna. De ahí, que no sea extraño que todo lo orgánico que procediese del animal, implicase unas virtudes de excelencia para cualquier receta médica que lo incluyese. El vigor sexual y reproductor era uno de ellos. Existen fórmulas contra el encanecimiento que contienen sangre de la cornamenta de un toro negro. Indudablemente, la potencia de los tres caracteres (color negro, sangre y cornamenta) hacían un sinergismo mágico que sugería al consumidor un efecto convincente (Lexa, 1925, I, 70, “Les remèdes magiques, les poisons et autres moyens matériels”).

[7]La información anatómica que el ganado bovino procuró a los antiguos egipcios fue excepcional. Devino como consecuencia de los cuidados de los toros, y como parte preeminente de los sacrificios rituales y religiosos practicados por los sacerdotes que prolijamente aparecen en estelas, templos, tumbas, etc., desde los primeros tiempos faraónicos hasta el periodo romano. La disección animal fue el motor que impulsó los primeros balbuceos de la medicina científica, hacia la evolución del método científico. Gordon, Schwabe, 2004, 48 y 61: Los sanadores egipcios en momentos históricos anteriores al Reino Antiguo no tenían parangón ni competencia con sus contemporáneos, a pesar de la aparente predominancia de las teorías fisiológicas posteriores adquiridas con racionalidad, derivadas de las disecciones animales. El conocimiento sobre la anatomía animal se anticipó durante mucho tiempo al de la anatomía humana. Los médicos eran más o menos cirujanos veterinarios, y los sacerdotes “Uabu” (“los puros”), que eran los encargados de la inspección ritual de los animales con destino al sacrificio, fueron los que comprendieron la similitud entre ambas anatomías (Ghalioungui, 1973, 47).

Índice del libro

No se admiten más comentarios