Nacho Ares – Marzo de 2005
Profesor de egiptología de la Universidad Americana de El Cairo y fundador y director del Theban Mapping Project.
Entrevista realizada el 17 de marzo de 2005 en Madrid
Kent Weeks lleva casi tres décadas trabajando en uno de los lugares más apasionantes desde el punto de vista arqueológico de todo Egipto y, casi me atrevería a decir, de gran parte del planeta. El Valle de los Reyes, inmerso en la montaña tebana de Luxor, cuenta con una de las excavaciones más fructíferas que ha dado el país en los últimos años. La KV5, más conocida como la Tumba de los Hijos de Ramsés, es el feudo de trabajo de este americano.
Kent R. Weeks es profesor de egiptología de la Universidad Americana de El Cairo (AUC) y fundador y director del Theban Mapping Project. Este proyecto viene desarrollando en las últimas tres décadas, gracias a este fascinante plan arqueológico, la obtención de un mapa definitivo de toda la necrópolis tebana, incluyendo detallados planos de las tumbas.
La campaña de 1989 en el Valle de los Reyes incluía la búsqueda de una tumba perdida, la KV5 (Valle de los Reyes 5), descubierta en 1825 por James Burton y desde entonces olvidada hasta el punto de que las excavaciones posteriores la taparon con escombros. Tras una rápida y afortunada localización, el equipo de Weeks se dispuso a realizar una inspección con el fin de comprobar la exactitud del croquis realizado por Burton. No solamente se confirmó la precisión de dicho plano sino que se hallaron casi 150 salas más. Kent Weeks acababa de descubrir la tumba más grande de Egipto, la tumba de los hijos de Ramsés II (1298-1232 a. C.).
¿Cuál fue su primera impresión de la tumba?
Normalmente en el Valle de los Reyes cada tumba era construida para una sola persona. Lo extraordinario de la KV5 es que allí fueron enterrados muchos de los hijos de Ramsés II. Hemos encontrado varias momias y sobre los muros numerosas representaciones de los hijos de Ramsés con sus respectivos nombres. Muchos de ellos ocuparon cargos importantes dentro de la corte de Ramsés. Si pensamos que este faraón reinó durante casi 67 años, muriendo a los 90, y que la media de edad en el antiguo Egipto estaba entre los 30 y los 35 años, no es extraño que fallecieran muchos de sus hijos antes que el propio rey”.
Quizá lo más importante del hallazgo es la tumba en sí. Pensemos que no hemos descubierto algo como la tumba de Tutankhamón, repleta de figuras y oro por todas partes. Gracias a un papiro de Turín en donde se habla de un juicio realizado a ladrones de tumbas, conocemos incluso los nombres de los saqueadores que llegaron hasta la KV5 hace más de 3.000 años. También hay que contar los daños realizados por las inundaciones de la zona a lo largo de estos siglos. Las aguas arrastraban todo lo que se encontraban por delante. Aún así, hemos encontrado cientos de fragmentos de la decoración de las paredes, de vasos de alabastro, sarcófagos de madera y granito, fragmentos de estatuas, etcétera.
El trabajo es lento aunque apasionante. La excavación de esta tumba es algo que durará varias generaciones de arqueólogos. No solamente por el trabajo de campo que queda por hacer sino por las diferentes líneas de investigación que posee la egiptología con el paso del tiempo.
¿Qué parte de mediático y qué de científico hay en un proyecto como el de “El castigo de Ramsés: ¿divino o terrenal?” de Discovery Channel?
Nosotros somos científicos. No voy a negar que la espectacularidad de los hallazgos que se han realizado en la KV5 podrían dar pie a propaganda mediática. Sin embargo, ése no es nuestro trabajo. Nosotros hemos descubierto un cráneo con muchas posibilidades de haber pertenecido a Amun-her-khepeshef, el primogénito de Ramsés II. De él se dice en la Biblia que falleció debido a una de las plagas que Dios mandó sobre Egipto al no dejar salir a su pueblo. Ahora bien, tenemos varios inconvenientes. No sabemos a ciencia cierta si esa descripción hace referencia a un hecho histórico que sucedió realmente en Egipto y que, además, fue durante el reinado de Ramsés II. No obstante, el estudio del cráneo podría dar una nueva vía de investigación para hacer encajar las piezas de este puzzle histórico desde otro punto de vista. Si descubrimos que la muerte de Amun-her-khepeshef se debió a un hecho anómalo, ahí tenemos una prueba que podría encajar con la historia tradicional.
Sin embargo, tal y como se ve en el documental, no fue así como sucedió. La calavera de Amun-her-khepeshef presentaba una fractura con hundimiento en la parte superior de la cabeza que pudo haberse producido en el momento de la muerte y ser la causa del fallecimiento. Todo parecía indicar que la herida se produjo mediante el empleo de un objeto no punzante que golpeó el cráneo, lo que demuestran las líneas que parten del centro. Por lo tanto, Amun-her-khepeshef murió de muerte natural, me refiero a nada que se debiera a una supuesta plaga divina. Si realmente el programa de Discovery hubiera pretendido hacer una historia más sensacionalista no se habría llegado a esa conclusión ni, por supuesto, nuestro grupo se habría prestado a ello.
Tenemos que agradecer a Discovery Channel la propuesta que nos hizo. Si no llega a ser por ellos seguramente no podríamos haber hecho la excelente investigación que se ha desarrollado en torno a esta calavera y algo también muy interesante, su comparación con el rostro de Ramsés II cuya momia se conserva en el Museo de El Cairo.
Por cierto… ¿sigue teniendo las mismas dudas que hace 30 años de las momias reales de este museo?
Cuando examinamos las momias reales en el Museo de El Cairo, allá por los años 70, identificamos por primera vez este problema. Nos dimos cuenta de ello porque cuando los patólogos miraron las placas obtenidas de las momias descubiertas en 1881 en el escondite real de Deir el Bahari, la primera pregunta que se hicieron fue: ‘¿cuál es la edad en la que murieron estas personas?’. Señalaron, por ejemplo, ‘este individuo murió cuando solamente tenía 20 años de edad’. Con esos datos en la mano lo que hicimos fue ir a las fuentes históricas. Entonces nos dimos cuenta de que la persona supuestamente identificada con esa momia había vivido hasta los 55 años. La pregunta es clara, ¿cómo resuelves el problema de tener por un lado los restos de una persona que murió con 20 años y que la historia nos dice que llegó a vivir hasta los 55? Había algo que no encajaba. La primera respuesta que se nos ocurrió es que cuando las momias fueron llevadas desde sus enterramientos originales en el Valle de los Reyes hasta este escondite, las etiquetas que cubrían e identificaban los cuerpos se debieron de desprender. Entonces, alguien vino y quizá con precipitación, las fue reasignando colocándolas en las momias equivocadas. De esta forma, hoy tenemos casi una treintena de momias reales en el Museo de El Cairo que están mal identificadas. Llevando este problema a la KV5 vemos que nos encontramos con algo parecido. En la tumba de los hijos de Ramsés hemos encontrado numerosos cuerpos. Si partimos de un análisis antropométrico facial, el estudio estadístico nos dice que tal momia es más parecida a ésta que a esta otra. Realizando este tipo de estudios comparativos en las momias del Museo de El Cairo podemos afirmar con certeza que esta momia, por ejemplo, tiene más posibilidades de ser Amenofis II que Tutmosis III. Con estos cambios y basándonos en esta clase de estudios estadísticos descubrimos que la identificación de las momias encaja perfectamente en una nueva recolocación de todas ellas, en todos los sentidos, incluyendo la edad a la que debieron de morir. Por lo tanto, es cierto que hay muchas momias que están mal identificadas y que las investigaciones de E. Wente y Jim Harris proporcionaron datos y posibilidades muy, pero que muy acertadas.
¿Ya sabe quién le va a sustituir en la KV 5?
Es algo que no me planteo. De momento contamos con un equipo magnífico con el que trabajamos al día en los descubrimientos que vamos realizando en cada campaña. El futuro en la KV5 es muy prometedor. No se conseguirá acabar el trabajo hasta dentro de varias generaciones, por lo que queda mucho por hacer. Lo más importante ahora es dejarlo todo lo mejor posible para que aquellos que continúen el trabajo en un futuro puedan hacerlo en las mejores condiciones posibles.