La lactancia en el antiguo Egipto – 4.1.- Las pruebas del embarazo conforme a los papiros médicos

Índice del libro

4.1.-Las pruebas del embarazo conforme a los papiros médicos

El interés por el advenimiento de un embarazo era el paso consiguiente del conocimiento de la fertilidad y de los medios potenciales de acrecentarla. De su importancia se deduce, una vez más, la alta estima que provocaba en una familia egipcia la llegada de un niño[1]. Por eso, no resultaría desmedido advertir que los egipcios eran demandantes de una serie de pruebas fundamentadas a menudo en la analogía. Por ello necesitaron aprender a reconocer unos cuantos signos físicos y percatarse de los cambios precoces o tardíos, objetivos y subjetivos, de la mujer en su tiempo de preñez, pues entendieron que la observación y la experiencia se habían mostrado y enseñado válidas desde antiguo. El conocimiento de una gestación en un matrimonio suponía el tránsito de la esperanza a la alegría, que la propia familia o la propia sociedad les apremiaban[2]. La mujer se vería con una mayor responsabilidad por tener descendencia, si bien podía darse el caso no exento de ironía, de que una viuda, o divorciada por culpa de la nuliparidad, tuviera hijos después de una segunda unión[3]. Cuestiones todas que acuciaron y obligaron a los médicos a formular una serie de pruebas de embarazo.

4.1.1.- Las pruebas más antiguas. Una prueba para determinar el sexo.

La prueba de embarazo más antigua y afamada de la que se tiene referencia en Egipto y tal vez de la humanidad, es la del papiro ginecológico por antonomasia de Berlín[4]:

“Tú debes poner en dos sacos de tela granos de trigo y de cebada[5], y paralelamente dátiles y arena[6] en los dos sacos quela mujer ha de orinar diariamente encima. Si ambos crecen tendrá descendencia. Si el trigo crece, pondrá al mundo una niña. Si la cebada crece, echará al mundo un hijo varón. Si ambos no crecen no tendrá hijos.” (Berlín 199; verso, 2, 2-5; Carlsberg III, 1,6-x+3)[7]

El deseo de tener un hijo de uno u otro sexo[8] promovió la necesidad de investigar en las pruebas de determinación sexual del niño antes del nacimiento. Era una demostración de gran riesgo que pondría en un brete al más avezado “obstetra” egipcio. El pronóstico no debió carecer de trascendencia para las dinastías faraónicas. A nivel doméstico, la mujer de la casa no mostraría una curiosidad menor por conocer el sexo de su progenie.

El método de determinación del embarazo enunciado encontró eco en los trabajos de Constantino Africano, quien a su vez pudo haber recogido el testigo de las traducciones coptas y árabes de originales egipcios. Iversen (1939)[9] encontró la pista en los escritos del médico florentino Petrus Bayrus (Siglo XVI d. C.). Con independencia de las múltiples rutas de transmisión cultural que sirvieron a la recepción del conocimiento médico egipcio en general y en particular al pronóstico del sexo hasta el mundo occidental, el método, dejando de lado las credenciales científicas posibles, sobrevivió muchos siglos después en la Europa de los llamados “uromantes”, quienes pretendían hacer el diagnóstico ya no sólo del embarazo, sino también, del tratamiento de muchas enfermedades por medio de la orina[10].

En 1926, en una publicación que marcó un hito entre los ginecólogos de la época, se describió lo que aún hoy en día se conoce como la prueba de Aschheim y Zondek. La evidencia permite predecir con un 95% de fiabilidad la gestación en los dos primeros meses de embarazo; basándose en el contenido hormonal de la orinas de las embarazadas. La famosa demostración corrobora con absoluta fidelidad la genial intuición de los antiguos egipcios quienes encontraron que la orina de la embarazada portaba elementos germinantes ausentes en la mujer no preñada. En tal sentido, Manger, años más tarde, demostró que la de la mujer encinta estimulaba el ritmo del crecimiento del trigo candeal cuando el niño por nacer era varón y el crecimiento de la cebada si era una niña[11]. El cereal se empleaba además para la determinación de la fertilidad femenina como se ha tenido ocasión de anunciar. Experimentos realizados en la Universidad de Ain Shams han demostrado que la orina, siendo la mujer no grávida, no estimulaba el crecimiento del trigo y de la cebada, mientras que la de la mujer preñada promovía la germinación en un 40% de los casos[12].

4.1.2.- El valor de la clínica en la observación en el pronóstico y diagnóstico del embarazo.

Si es importante destacar las dotes de observación que tenía el médico egipcio en el diagnóstico, todavía es más meritoria la perspicacia en el momento de prejuzgar el pronóstico de la preñez. Hay algunas referencias de las que merece la pena dejar constancia bien fuera porque la glándula mamaria sirviera también como ayuda para emitir un juicio sobre la viabilidad fetal. Los vaticinios se fundamentaban en la anatomía y la fisiología de la mama de la mujer preñada[13], en su turgencia, en que tuviera aumentada o disminuida la circulación sanguínea y, consecuentemente, en la pigmentación de la piel (paño o cloasma gravídico) o en la sensación táctil térmica[14], sin olvidar el aspecto y el color de los ojos de la parturienta. El papiro ginecológico de Kahun nº 26[15], y que tiene su correspondencia en una fórmula del papiro de Berlín 196 (verso, 1, 9-11), dice:

“Para distinguir quien concebirá (de manera normal) de la que no estará encinta (de manera normal)”:Al acostarse tú untarás su pecho y sus dos brazos hasta los hombros con grasa y aceite nuevo. Tú te levantarás por la mañana para ver eso. (Si) tú compruebas al día siguiente, al levantarte, que sus conductos-metu (circulación) están íntegros y perfectos, sin depresión: el parto será normal. (Si) constatas que están deprimidos (hundidos) y del color de su carne superficial. Eso significa aborto (¿?). (Si) tú constatas que permanecen íntegros entre la noche y el momento de su examen: parirá más tarde[16].

Los textos acadios (entre los siglos VIII-VI a de C.) publicados en los años cincuenta del siglo pasado por Labat, versan sobre las enfermedades pero también nos hablan de las mujeres y los lactantes y, en particular, del pronóstico del sexo del futuro niño[17]. Este pueblo mesopotámico estaba también interesado en la enseñanza de los mismos cambios, como en el antiguo Egipto, apreciables en la piel del rostro, y, especialmente, en la de los pezones, en el aspecto de las mamas, en las modificaciones de la nariz y en la boca de la futura madre. Aunque el texto acadio que se expone al final del párrafo, tiende a un tono adivinatorio –muy querido de esta cultura- en nada desmerece su comparación con los pronósticos egipcios, pero a diferencia de aquéllos, éstos proceden a dar soluciones terapéuticas a los problemas que vayan surgiendo[18].

“Si la (futura) madre, en la parte alta de la frente es blanca brillante: el niño que ella lleva es una niña-ella será rica.

Si la (futura) madre, el pezón de los senos está encogido: no llevará a término el niño que lleva.

Si es negro: está encinta de un varón.

Si es rojo: está encinta de una niña.

(…)

En otra prescripción del mismo papiro de Berlín, se alude a otra forma de diagnóstico del embarazo considerando si éste puede ir adelante o en cambio puede interrumpirse, mediante el simple hecho de comprobar el aspecto y el color de los ojos. Es una cuestión que una vez más, Hipócrates recoge en su obra (Aforismos V). Se puede observar cómo y de qué manera los signos clínicos mamarios (tamaño y vascularización) y oculares (color), además de las pruebas, comportaban un alto potencial predictivo. Sin embargo, no carece tampoco de fundamento empírico la observación de los rasgos étnicos de los ojos, por citar algunos, en tanto que se apoyaban también en cimientos desconocidos y en cuanto que se ignoraba el porqué del amparo en ciertas referencias fisonómicas de los diferentes grupos humanos vecinos al egipcio para realizar el diagnóstico. No obstante, esto no resulta en demérito de la capacidad de observación del médico egipcio[19].

Otra (manera de) ver. Tú deberás hacer que se detenga bajo el umbral de una puerta. Si encuentras que similitudes entre los dos ojos, un (ojo) comparable al de un asiático, el otro comparable al de un nubio, no parirá de (manera normal). Si los encuentras de un mismo color, concebirá” (Berlín, 198; 2, 1-2)[20] (de manera normal).

Notas

[1]Fayad, Adib, 2001, 45-48. Lo que se puede constatar en la abundante imaginería donde los grupos familiares son muy frecuentes denotando el papel que la familia tenía en la comunidad.

[2]El-Amir, 1964, 103-107: Hace referencia a contratos matrimoniales por un tiempo limitado y un acuerdo de divorcio, se dice: Me has satisfecho con tu contrato de matrimonio con los hijos que me has dado. Puede consultarse un ejemplo de contrato matrimonial escrito en demótico sobre papiro (dinastía XXVI), actualmente en Berlín, procedente de Elefantina (P. 13614). De la misma localidad, en el mismo museo hay otro ejemplar escrito en griego (P. 13500), véase: Wildung, Reiter, Zorn, 2010, fotografía 61, 118-119.

[3]Fayad, Adib, 2001, 67-79.

[4]Androutsos, Marketos, 1994, 715-725; Morton, 1995, 180-186; Cole, 1986, 27-33; Lexa, 1925, I, 71-72.

[5]El sentido no permite aclarar si la mujer es ya una gestante o es una prueba que permitirá saber si en el futuro tendrá niños de uno u otro sexo. Pareciera más lógico que el predominio hormonal en la orina de la preñada estaría condicionado por la diferencia sexual del feto, y de ahí el resultado.

[6]Ambos se colocarían al fin de potenciar la germinación creando al cultivo un ambiente propicio, y quién sabe si también como testigo neutral de la prueba.

[7]Westendorf, 1999, vol. 1, 436 y 437; Bardinet, 1995, 452 y 453: P. de Berlín 199 (verso, 2, 2-5); Lefebvre, 1956, 102.

[8]El pensamiento aristotélico imputaba a las características físicas del esperma la determinación sexual del futuro niño: “El esperma fino es infecundo; en cambio, el granuloso es fecundo y da origen más bien a los varones; pero el claro y sin coagular tiende a dar origen más bien a seres femeninos” (Arist., 1992, VII, 387, 582a30)

[9]Fue el traductor de famoso papiro Carslberg VIII (1939) que trata sobre ginecología, actualmente se encuentra en la Fundación que lleva su nombre (Universidad de Copenhagen). Nunn, 1997, 39, “The Medical Papyri: Papyrus Carslberg VIII”.

[10] Ghalioungui, 1968, 96-107; Laulan, 1965, 1323-1325.

[11]Androutsos, Marketos, 1994, 715-725. Obsérvese como esta versión es contraria a la teoría egipcia. Sigue una corriente del medievo alemán, pues en ese idioma los géneros para las palabras (cebada y trigo) están invertidos; la interpretación se confirma por un texto demótico de la teología menfita publicado en Sauneron, 1960, (19-27): «él hace nacer la cebada del hombre, él hace nacer el trigo de la mujer» (Ghalioungui, 1983, 137 y 138, «La gynécologie: Détermination du sexe du fetus», La Médicine des Pharaons).

                Ghalioungui, 1983, 137: Algunos autores (Grapow) pensaban que había una asociación entre el género de la palabra cebada (it) y el del trigo (bedet) que en la lengua egipcia eran masculina y femenina, coincidiendo respectivamente, con el sexo del niño que iba a nacer en próximas fechas.

[12] Ghalioungui, Khalil, Ammar, 1963, 241-246.

[13]Signos de preñez se advierten en los vasos de leche con morfología femenina y en las iconografías en las que se representa a diosas en trance de parir o sujetando en el regazo a sus vástagos en momentos previos o posteriores a la lactación (Rand, 1970, 207-212).

[14]Cole, 1986, 27-33; Bardinet, 1995, 452: Resulta extraordinario el relato (por desgracia confuso), que se encuentra en el P. Berlín 197 (verso 1,11-13), de cómo se hace la exploración de un feto en el vientre materno, tal como haría un moderno obstetra: (…)Tú habrás cogido su feto entre tus dedos mientras que la palma de tu mano está a punto de “serpentear” (¿?) los diferentes lugares de su brazo. Si (en ese momento), un “conducto-met” palpita en el interior de su brazo contra tu mano, deberás decir sobre el particular: se estará en cinta (de manera normal). No olvidemos que los médicos egipcios reconocían los movimientos fetales en los vientres maternos por medio de wnwn,según se expone en Pirámides 780 (Faulkner, 1969, 142, “Declaración 430; y del mismo autor en: [1972]1999, 61).

[15] Bardinet, 1995, 441-442; Ghalioungui, 1973, 112. Es interesante precisar como el párrafo se inicia en los dos papiros (Kahun 26 y Berlín 196) con el mismo título, advirtiendo de las dos posibilidades: un parto normal y anormal.

[16] Nunn, 1997, 192; Sullivan, 1997, 635-642; Bardinet, 1995, 441-442; Ghalioungui, 1968, 96-107; Ghalioungui, 1973, 112. Precisamente, uno de los signos físicos de anuncio de un embarazo se observa en la repleción de las venas mamarias y la tersura cuticular mamaria. Los aforismos hipocráticos (V, 37, 52 y 53) aluden además al fenómeno contrario: eran un indicio de un aborto precoz. Un vínculo bien perceptible entre la medicina griega y faraónica.

[17]Lefebvre, 1956, 104-105; el autor referencia a Labat, 1951, Traité akkadien de diagnostics et pronostics médicaux.

[18]Lefebvre, 1956,105.

[19]Bardinet, 1995, 452; Ghalioungui, 1973, 112; Lefebvre, 1956, 104-105.

[20] Leca, 1988, 327; Bardinet, 1995, 452: Una versión del mismo texto está en Carlsberg VI (2, 1-3): “Tú observarás sus ojos. Si ves que (…), el otro es como el de un asiático, ella no parirá nunca (de manera normal)”.

Índice del libro

No se admiten más comentarios