José Miguel Parra Ortiz – Diciembre de 2000
Las tres pirámides más conocidas de todas las que construyeron los egipcios son las tres que se encuentran en la meseta de Guiza, justo al lado de la actual capital de Egipto, El Cairo.
Su fama se debe a dos cosas. La primera y más importante es que durante miles de años fueron los edificios más altos construidos por el hombre. Para que os hagáis una idea, la Gran Pirámide tiene casi exactamente la misma altura que la Torre Picasso de Madrid (ciento cincuenta metros de alto) y su base es tan grande que dentro caben ¡siete campos y medio de fútbol! Hasta el siglo XIX no se construyó en el mundo un edificio más alto. El segundo motivo es porque están muy bien conservadas y se puede entrar en ellas; algo que ya hacían los turistas romanos y griegos en la época en la que nació Cristo hace más de dos mil años. De las demás pirámides egipcias, y se construyeron muchas, sólo otras tres quedan en pie, el resto se ha convertido con los siglos en montones de cascotes.
Las pirámides de Guiza sirvieron para enterrar en ellas a tres faraones egipcios, Keops, Kefrén y Micerino. Claro, que ese es el nombre con el que los conocían los griegos, en realidad, esos reyes se llamaban Jufú, Jaefre y Menkaure, pues así aparecen en todos los documentos que conservamos de ellos. Vaya lío ¿verdad?
La primera pirámide en ser construida en Guiza fue la de Keops y para ello los egipcios tardaron cerca de 23 años. Es un edificio formado por bloques de caliza, que es una piedra fácil de trabajar y cortar y que sirve también para hacer cosas como cal. Uno tras otro, los obreros del faraón apilaron más de dos millones de esos bloques para construir la tumba de su señor. La pirámide (la tumba) era el último de una serie de edificios que se distribuían en una línea recta de este a oeste. Juntos, esos edificios formaban lo que se conoce como el complejo funerario del faraón. Además de la pirámide había: un templo funerario (junto a la cara este de la pirámide), una calzada de acceso (junto a la cara este del templo funerario) y un templo del valle (junto al extremo este de la calzada de acceso).
El templo del valle, situado junto a un puerto comunicado con el Nilo, era a donde llegaba el cortejo del faraón con su momia. La calzada de acceso era un corredor, con techo y poca luz, que salía del templo del valle y llegaba hasta la entrada del Templo funerario. Servía para comunicar a los dos edificios y estaba decorado con relieves. El templo funerario era el edificio donde las estatuas del faraón eran adoradas cada día y recibían alimento en forma de ofrendas. Era muy importante, puesto que de esas ofrendas dependía que el espíritu del faraón pudiera vivir en el Más Allá. Eso creían los egipcios al menos.
La segunda pirámide de Guiza es sólo un poquito más baja que la Gran Pirámide. Sin embargo, cuando uno las ve juntas, esta segunda pirámide parece más alta que la otra. Esto es así porque su constructor, Kefrén, que era hijo de Keops, hizo trampas. Su pirámide es más pequeña, sí, pero como la construyó encima de un saliente de la meseta de Guiza parece que sea más alta que la otra. ¡Muy listo! También es un edificio de caliza y lo acompañaban esos otros tres edificios que ya hemos mencionado: templo funerario, calzada de acceso y templo del valle. El primero y el último de ellos todavía están en pie y se pueden visitar. Son preciosos.
La tercera pirámide de Guiza es la más pequeñita de todas, pues sólo tiene la tercera parte de altura que la Gran Pirámide. Esta pirámide la mandó construir Micerino, que era hijo de Kefrén y nieto de Keops. La parte inferior está recubierta de bloques de granito rojo y el resto del edificio es de caliza. Como el faraón se murió antes de llegar a terminarla, sus templos fueron acabados de prisa y corriendo con ¡ladrillos de barro! El templo funerario es muy grande y se puede visitar.
Lo más interesante de estas pirámides es que no fueron construidas por esclavos, como todo el mundo piensa, sino por obreros que recibían a cambio un sueldo del faraón. En realidad eran empleados del rey y él se encargaba de que les dieran de comer, les proporcionaran vestidos y les pagaran su sueldo con puntualidad. Incluso tenían médicos que se ocupaban de ellos y les arreglaban los huesos rotos y otras enfermedades. Sin embargo, eso no quita para que construir pirámides fuera un trabajo muy duro, tanto, que muchos de esos trabajadores tuvieron problemas de espalda.