El Halcón

Tus trabajos escolares

Marina Sánchez Parrilla – Noviembre de 2002

Dedicado a mi profesora doña Elena, que me ha soportado dos cursos y se jubila este año.

Tutankhamón se despertó de nuevo:

  • Creo que hoy será un gran día, Hakón –este pájaro emitió un chillido.
  • Sí, sé que estás nervioso, pero es mi deber controlar la cosecha, luego le debo pedir a mi escriba real que me prepare el discurso. Bien, allá vamos.

Esta vez Hakón salió volando hacia el comedor donde le esperaba su comida favorita: carne. Mientras Tutankhamóncomía higos y pastel, acompañadode un poco de vino. También probó un poco de fruta. Más tarde salió con Hakón en su carro. Pero de repente, mientras conducía, las ruedas se saltaron. Tutankhamón cayó al suelo, justo en la orilla del Nilo.

  • Alguien ha intentado matarme –pensó-, yo sé nadar, pero… el lodo no me dejaría salir.

Él no lo sabía, pero era un aviso del que tendría que haber hecho caso, pero lo tomó por algo normal.

  • Venga, Hakón, vamos.

Pero cuando llamó a su halcón vio que lo estaba persiguiendo un gato.

  • ¡Eh, oye gato, tú, fuera, no lo mates!

El gato asustado se fue maullando, cuando una chica cogió a este animal y le dijo:

  • Venga, minino, no pasa nada.

Dicho esto vio a Tutankhamón y se arrodilló hasta tocar el suelo con la frente.

  • ¡Oh! perdona –dijo Tutankhamón-, no sabía que era tu gato –se excusó.

La chica se levantó, estaba nerviosa y dijo:

  • No importa. Bo, bo, bonito halcón.

Tutankhamón se fijó entonces en su ropa: estaba rota y sucia, y la chica estaba descalza. Se compadeció y le lanzó una bolsa de oro:

  • Toma, cómprate ropa y comida, así no se puede ir –dijo Tutankhamón amablemente. La niña le dijo gracias y salió corriendo con la bolsa en las manos.

Esa noche Tutankhamón volvió a casa cansado.

  • Ufff, ¡qué día tan agotador, Hakón!

De pronto llamaron a la puerta. Era su escriba.

  • Señor, ya tengo su discurso.
  • ¡Oh!, gracias, déjalo encima de la mesa.

Aquella noche Tutankhamón no durmió tranquilo: él nunca cobraba demasiados impuestos, alguna parte de la cosecha pero eso no es nada. ¿Quién le quitaría tanto cultivo a los campesinos? Al día siguiente volvió donde había visto a esa pobre chica, y esta vez la vio con un cuenco de agua en la cabeza. Esta se fue a arrodillar pero se le cayó el agua:

  • ¡Oh, no! –dijo la chica.
  • Tranquila, yo mandaré a mis mensajeros a por agua de la mejor. Ahora una pregunta: ¿quién os quita tanta cosecha?
  • Eeeh, lo, lo los sacerdotes del templo –explicó la chica.
  • ¡Qué! ¡Los sacerdotes! –se extrañó Tutankhamón.
  • ¡Sí, se llevan más de la mitad de la cosecha y no tenemos comida! –dijo la chica llorando de rodillas en el suelo.

La chica se levantó, cogió el cuenco y salió corriendo y llorando.

Tutankhamón salió detrás de ella, pero se perdió por unas callejuelas, y escuchó una conversación: “Ya está todo listo para la matanza de… Un momento, alguien nos espía.”

Tutankhamón sin aliento y con el corazón a mil por hora, se dispuso a salir corriendo cuando encontró un escorpión venenoso.

  • ¡Oh, no! –dijo gritando sin querer, y salió corriendo.

Se fue adentrando en ese barrio que cada vez era más pobre.

  • Esa chica que conocí debe ser de por aquí –pensó.

Entonces se dio cuenta de que al pasar la gente se inclinaba y le bendecían: “Que Ra proteja tu vida.”

De repente le pareció ver a la chica de antes y ¡oh! llevaba a su halcón.

La chica se le acercó con Hakón en el brazo.

  • ¿Cómo te llamas? –preguntó Tutankhamón.
  • Issera, vivo con mi madre Ivela.
  • ¿Tú vas a la escuela?
  • No –contestó la chica.
  • Qué pena.

Una señora de aspecto joven salió de una puerta.

  • ¡Issera! –gritó la mujer. Cogió a la niña y tiró de ella, pero Issera seresistió.
  • ¡Déjame! Este faraón nos dio el oro, dale las gracias por lo menos.
  • Ivela ¿no? –preguntó Tutankhamón.
  • Aaaah, eeeeh… –Ivela se quedó sin habla y se llevó a Issera.
  • ¡Nos volveremos a ver! –gritó ésta.
  • ¡De acuerdo! –gritó Tutankhamón.

A medida que iba avanzando veía más cosas de su pueblo

  • ¡Qué grande es! –pensaba.

Se acercó a una placeta y vio a unos niños jugando a la pelota. Tendrían unos cuatro años, ¡seguro que no sabían quién era él!, así que se puso a jugar con ellos.

Tutankhamón jugó por lo menos una hora, hasta que vino la madre de uno de éstos.

Rápidamente se arrodilló y se llevó a todos los niños.

  • Oh, me he quedado solo –pensó.

Y siguió andando, pero esta vez fue a un mercadito y después de regatear con un ciego, consiguió una chilaba negra y algo rota a conjunto con un pañuelo también roto. Y así nadie se arrodillaba.

Hakón sin motivo se dirigió a un saco de algodón. De detrás de una cortina salió un hombre gritando: “¡Eh, maldito pajarraco, quítate de ahí, es algodón puro, so desgraciado!”

Hakón salió volando hacia el hombro de su amo. El vendedor se le quedó mirando, de pronto abrió los ojos hasta que se salieron de las órbitas y comenzó a retroceder, se puso a temblar, se le pusieron los ojos en blanco y cayó hacia atrás. Tutankhamón no sabía qué hacer, así que echó a correr y corrió hasta que tropezó con una piedray se quedó allí quieto sin conocimiento.

Cuando abrió los ojos se encontraba sobre un montón de juncos.

Issera le estaba preparando un poco de miel caliente.

  • Toma, mi hermano te encontró tirado en el suelo –dijo ésta-. Y detrás de ella apareció un niño de dos años sonriendo muy orgulloso por haber hecho algo tan importante como aquello.
  • Le hemos dado de comer a Hakón, ¿qué hace un faraón en este sitio?
  • Estaba viendo mi pueblo.

Issera cogió a su hermano en brazos y fue a la cocina. Tutankhamón se puso entonces a observar la casa.

El salón tenía en el centro una gran roca que estaba sobre una alfombra roja rota, sucia… En fin, que parecía tener cien años.

El niño pequeño había aparecido de repente y con una sonrisa preguntó: “¿Te justa?”

  • Sí, muy típica y… sucia.
  • Y ¿clómo un falaón lleva esa lopa?
  • Puess… así paso desapercibido.
  • Podlías volal.
  • Oh no, yo no sé volar.

Se oyeron unas risas detrás de la cortina. Era Issera.

  • ¡Volar! ¡Eso sólo pueden los dioses y los pájaros –dijo ésta entre risas.
  • Ticcoto, ve a cuidar a tu hermana –dijo la chica aún riéndose.
  • ¿Te llamas Ticcoto? ¡Curioso nombre!
  • ¡Cí!
  • ¿Curioso nombre? Pues no, aquí antes de los cuatro años muchos se llaman así

Ticcoto se fue corriendo y trajo un bebé de dos meses.

  • Ce llama “esta” –dijo mientras le metía una cuchara de madera con miel en la boca.

Tutankhamón recordó que hasta pasado mañana no podía volver, en palacio se preocuparían si volviera antes.

  • ¿Dónde puedo dormir?
  • Aquí mismo –respondió Issera.
  • ¿Y lo? ¿Dónde dormo? –dijo Ticcoto asustado.
  • Tú en la mesa.

Hubo una carcajada general. Después Issera se fue a por agua.

Más tarde Tutankhamón le dijo a Ticcoto al oído: “Tranquilo, no vas a dormir en una roca”.

Ticcoto sonrió y salió a la calle a jugar con “esta” en la mano.

el halcon-halconTutankhamón salió a curiosear un poco por ahí.

Al salir un poco de la ciudad le dio la extraña sensación de que el peligro estaba cerca. Hakón hizo un chillido. Tutankhamón se dio la vuelta y vio a un hombre con una vara; le pegó tantos picotazos Hakón y tantos puñetazos Tutankhamón que el hombre salió corriendo. ¿Quién fue? No se sabe. ¿Por qué?… Issera, Ticcoto, “esta” e Ivela se instalaron en el mercado más cercano al Nilo, se veían todos los días y, por cierto, el más feliz, el más feliz de todos fue sin duda: El halcón.

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