Nacho Ares – Agosto de 2009
George Edward Stanhope Molyneux Herbert, quinto conde de Carnarvon, ha pasado a la historia como el descubridor de la tumba de Tutankhamón y el protagonista principal de su maldición. Desde su muerte, la familia consideró la egiptología como un tema tabú. Su biznieto, el octavo conde de Carnarvon, ha dado la vuelta a la historia y, sin miedo, se enfrenta por primera vez al oculto poder de los faraones.
El rostro sosegado de Geordie Herbert, VIII conde de Carnarvon, con los ojos azules que han caracterizado a todos los miembros de su familia y la sonrisa sempiterna, transmiten la misma quietud y sosiego que los retratos de su bisabuelo, el V conde de Carnarvon, descubridor en 1922 de la tumba de Tutankhamón. De alguna forma, Geordie, también ha heredado algunas de las inquietudes que marcaron a su antecesor, como el sentirse atraído por el fascinante mundo del antiguo Egipto.
Después de dejar el negocio del software, ayudado por su esposa, Fiona Carnarvon, al heredar el título en 2001 decidió reconducir su vida a la rehabilitación de su enorme condado de 2.400 hectáreas y el fastuoso castillo de Highclere, al sur de Inglaterra (Newbury, Hampshire), levantado en 1793, para actos públicos, conciertos, certámenes, etc. Y como no podía ser de otra manera, ello implicaba volver a que la figura de Tutankhamón recuperara el estrecho vínculo que siempre había mantenido con los Carnarvon.
Los tiempos han cambiado y los aristócratas, a pesar de su cercanía a la familia real británica (él es el hijo de quien fuera durante tres décadas el manager de las carreras de caballos de la actual reina de Inglaterra), son personas muy cercanas y afables. Eso sí, lo quieran o no, su vida diaria está salpicada en cada momento por el descubrimiento en el Valle de los Reyes. No hay pasillo en la mansión que no tenga un retrato o una fotografía que recuerde aquellos momentos tan apasionantes de la década de 1920.
Donde todo empezó
Acompañado de su esposa, y en la misma biblioteca en donde su bisabuelo y Howard Carter debatían sobre las actuaciones que debían de seguir en la próxima campaña de excavación, el conde nos desmenuza algunos de los detalles de lo que durante décadas ha marcado con el negro sello de la muerte la historia de su familia.
“Mi abuelo, el VI conde de Carnarvon e hijo del descubridor de Tutankhamón, era un hombre muy supersticioso. Creía en la mala suerte que había generado en la familia el descubrimiento de la tumba y lo relacionaba con la repentina muerte de su padre en El Cairo”.
En efecto, Lord Carnarvon falleció el 5 de abril de 1923. En aquella madrugada el aristócrata inglés moría en su habitación del hotel Intercontinental de El Cairo, comenzando así la historia de la maldición de Tutankhamón. En el mismo instante en que el conde expiraba su último aliento de vida, su perra Susie moría también de forma inexplicable en Highclere, a miles de kilómetros de su dueño. “Extraña telepatía a través de la atmósfera –intenta explicar el VIII conde de Carnarvon–. Los perros pueden sentir todo lo que padecen sus dueños, si están preocupados, enfermos, etc. Pero realmente, mi bisabuelo murió por septicemia como resultado del envenenamiento de la sangre. Se produjo una herida afeitándose en el lugar en donde un mosquito le había picado. La herida se le infectó y murió. A esto hay que añadir todo el estrés que le produjo el propio descubrimiento de la tumba. Fueron semanas muy duras negociando con la prensa, dando la exclusiva al Times, lo que le generó increíbles problemas con el resto de medios, y los políticos locales, el negociar el régimen de visitas a las autoridades, qué hacer con los miles de objetos aparecidos en la antecámara, etc. A todo esto hay que añadir que no se cuidó bien la infección y como consecuencia de ello falleció. Sorprendentemente -añade Lord Carnarvon, esperando el acuerdo de su esposa-, la parte más débil de la máscara de Tutankhamón, es la misma región del rostro en donde él sufrió la picadura que se le infectó”. Todas las teorías están abiertas.
Fiona Carnarvon es una mujer más sensible a las posibilidades paranormales que rodearon a la muerte del bisabuelo de su esposo. A pesar de que los cortes de luz son frecuentes aún hoy en El Cairo, no ve explicación a que cuando falleció Lord Carnarvon en 1923, en pocos minutos se fuera toda luz de la ciudad. “Al contrario de otras ocasiones –nos comenta lady Carnarvon–, los ingenieros encargados del sistema eléctrico de El Cairo no pudieron dar con una respuesta al problema técnico. Sencillamente se había ido la luz. No es que saltaran las palancas y éstas necesitaran que las volvieran a subir. Sencillamente no había electricidad y nadie supo el porqué.”
El comienzo de la leyenda
El actual conde de Carnarvon tiene razón. Es perfectamente consciente de las circunstancias que rodearon a la muerte de su bisabuelo y a las diferentes causas que se han querido ver en los misteriosos sucesos.
En efecto, la relación del V conde de Carnarvon con los malos augurios no se da solamente con la tumba de Tutankhamón. La historia del primer descubrimiento de Carter y Carnarvon en Tebas en 1907 no tiene desperdicio. En aquella primera campaña el único objeto descubierto fue un pequeño y hermoso ataúd de madera negra con ojos amarillos, destinado a albergar la momia de un gato. Tras su descubrimiento, fue llevado a la casa de los excavadores y, por error, colocado en el dormitorio de Arthur Weigall, a la sazón, director de los monumentos de Luxor. Cuando el arqueólogo, amante de las historias de maldiciones, llegó por la noche a la casa se encontró con el ataúd del felino en el suelo, en medio de la habitación. No tuvo oportunidad de verlo y se golpeó con él, hiriéndose en la espinilla. En ese mismo instante el mayordomo de la casa fue picado por un escorpión mientras veía cómo un gato gris lo perseguía. Al abrir los ojos después de dar muchas vueltas en la cama, Weigall vio cómo la caja del gato se había girado y le miraba atentamente…
Pero la historia no acaba ahí. En medio de la noche el arqueólogo escuchó un fuerte golpe. Repentinamente vio cómo un gato gris (el mismo que persiguió a su mayordomo) saltaba sobre su cama para desaparecer por la ventana que había junto a ella. Al encender la luz vio que el ataúd del gato se había abierto en dos partes, dando la sensación de que el gato había salido de su interior.
La nueva exposición “Cosas Maravillosas” que se puede ver en los sótanos del castillo de Highclere (ver recuadro) cuenta con varias piezas de las recuperadas en sus primeros años por Lord Carnarvon, algunas de ellas cedidas por el Museo Británico de Londres. Sin embargo, “el Museo de El Cairo no nos ha cedido el ataúd de momia de gato que encontró mi bisabuelo en Sheikh Abd el Gurna –añade Lord Carnarvon lamentándose por no poder exhibir, sin temor alguno, un objeto tan hermoso.
Objetos ocultos para evitar la maldición
A pesar de ser un tema tabú durante generaciones en la familia, los nuevos condes han querido dar un lavado de imagen a la historia e involucrarse en nuevos proyectos egiptológicos. Geordie fue el primer Carnarvon en visitar la tumba de Tutankhamón y entrar en la Cámara Funeraria. Tras ese primer paso se expusieron al público las pocas piezas egipcias que conservaba la familia y que fueron descubiertas de manera sorprendente en 1988. “Aquí, en el castillo de Highclere, no hay nada perteneciente a la tumba de Tutankhamón. Lo que se descubrió en dobles fondos en algunas habitaciones de la mansión en 1988 era una parte muy pequeña de la inmensa colección de antigüedades egipcias que mi bisabuelo había reunido antes de descubrir la tumba del Faraón Niño. La colección original seguramente contaba con más de 14.000 objetos.
Había desde ataúdes hasta piezas diminutas. El 95 por ciento de esa colección fue vendido en 1925 por mi bisabuela después de la muerte de su esposo, al Metropolitan de Nueva York. Los americanos dieron una cantidad importante de dinero. El propio Howard Carter, encargado de hacer aquel inventario, señaló que en Highclere permanecería una pequeña colección de objetos sin importancia, que son los que se descubrieron hace ahora dos décadas. Al ser un tema tabú y existir un miedo real a la maldición, mi abuelo decidió esconder la colección egipcia en varias habitaciones, entre muebles o en el sótano del castillo para olvidarse de ella y mantener apartado, de alguna manera, el poder de la conjura”.
El último recodo de la maldición
Montado en su jeep, Lord Carnarvon nos acerca a visitar la tumba de su bisabuelo. Situada en una loma cercana al castillo de Highclere, a 300 metros de altura sobre el nivel del mar, cuesta creer que alguien eligiera aquel lugar tan apartado de todo para descansar. Pero Geordie tiene una explicación. “Siempre que subo hasta aquí –nos comenta frente a la reja que da acceso a la lápida– entiendo perfectamente por qué mi bisabuelo se quiso enterrar en un sitio tan aparentemente lejano en su propiedad. Desde aquí se puede sentir toda la belleza del lugar, teniendo una panorámica muy hermosa del paisaje, sus casas, las granjas, las arboledas, el propio castillo… De alguna forma se hizo enterrar en un lugar alejado aunque en contacto con sus cosas cotidianas, al igual que Tutankhamón. Él lo hizo en un lugar también muy apartado y agreste, en el Valle de los Reyes, lejos de su palacio, su ciudad, sus jardines… En cierto sentido es recuperar un poco la tranquilidad después de tantos años de trabajo en Tebas y de lograr una meta tan increíble como encontrar la tumba de Tutankhamón”.
El actual Lord Carnarvon es un hombre tranquilo. Paseando con él por la colección egipcia de su bisabuelo disfruta de la belleza de las piezas como seguramente lo debió de hacer su antecesor, con el añadido de que no tiene ningún miedo a la maldición de Tutankhamón. Con una sonrisa nos muestra la cuchilla de afeitar que acabó con la vida de su bisabuelo dando pie a la maldición. Y es que si crees en ella, difícilmente alguien te podrá convencer de lo contrario.
¿Ve usted algo…?
La pregunta lanzada por un exaltado Lord Carnarvon a su acólito, el arqueólogo Howard Carter es un clásico en la historia de la arqueología. Pero, ¿qué es lo que sintió el aristócrata cuando sus ojos se posaron por primera vez sobre los tesoros del Faraón Niño? “Aquel momento debió de ser grandioso –nos comenta su biznieto–. Una mezcla de sorpresa y de shock después de dar con los peldaños que llevaban al pasillo y encontrar la puerta de la antecámara repleta de destellos de oro por todas partes. Para luego, de forma trágica, morir al año siguiente cuando su carrera había llegado a su pico más alto. Él nunca llegó a ver la máscara de oro de Tutankhamón”, añade con resignación.
…Sí, “Cosas maravillosas”
La nueva colección permanente de Highclere ha sido montada exclusivamente por Lady Fiona Carnarvon. En las vitrinas de la exposición podemos ver no solamente las piezas egipcias de la colección particular que perteneció al bisabuelo de su marido, sino algunos de sus objetos personales. La famosa cuchilla de afeitar con la que se destapó la maldición, su botiquín de primeros auxilios que siempre llevaba consigo, la cámara de fotografiar que empleó para sacar algunas de las instantáneas más conocidas del momento del descubrimiento, e incluso las valiosísimas acuarelas que Howard Carter le regalara en 1909, hechas por él mismo a partir de relieves egipcios.
Además, las nuevas salas de la exposición cuentan con una réplica de la tumba de Tutankhamón para que el visitante pueda sentir lo mismo que sintieron los dos ingleses cuando echaron un vistazo a la antecámara el 26 de noviembre de 1922, comenzando así una de las historias más insólitas del mundo de la arqueología.
Los fantasmas del castillo
El castillo de Highclere además de ser portador de una de las maldiciones más afamadas del mundo, cuenta con sus propios fantasmas, al igual que cualquier casón inglés que se precie. Y parece que el actual heredero del título familiar parece estar orgulloso de ello, aunque no da mucho crédito a esas historias. “Hay una historia muy triste de un hombre que deambulaba justo en donde ahora estamos –nos comenta caminando por los sótanos del castillo–. Se trataba de un infeliz, un sacerdote que falleció por una explosión y que tiene su origen en la época victoriana, aunque nadie lo ha vuelto a ver desde hace tiempo. Pero quizás el más conocido es la dama de blanco que se suele pasear por la planta principal del castillo”.
Las arquerías neogóticas del salón principal de la casa pueden hacer saltar la imaginación de cualquiera. “Son solamente dos –reconoce con una sonrisa Lord Carnarvon–. No son muchos si los comparamos con otros palacios o castillos ingleses cuya tradición empieza a mediados del siglo XVII con nuestra Guerra Civil.”