Nacho Ares – Febrero de 2005
Conservador de la colección egipcia del Museo Myers del Eton College (Berkshire, Reino Unido).
Entrevista realizada el viernes 25 de febrero de 2005 en el Hotel Conde-Duque de Madrid.
Nicholas Reeves (1956) autor de obras tan conocidas como Todo Tutankhamón (1991) o Akhenatón, el falso profeta de Egipto (2002) es uno de los más reputados especialistas en el período de Amarna. Recientemente ha visitado España coincidiendo con la exposición de piezas del Eton College, de la que es conservador. En esta entrevista nos habla de sus comienzos en la egiptología y de sus proyectos futuros.
Él es uno de los egiptólogos más conocidos. Su dilatada labor como investigador y divulgador de temas principalmente relacionados con el período de Amarna y el reinado de Tutankhamón, le han convertido en uno de los máximos especialistas en el terreno. Entre sus trabajos cabe destacar Todo Tutankhamon (Barcelona 1991), Akhenatón. El falso profeta de Egipto (Madrid 2002) y Todo sobre el Valle de los Reyes (Barcelona 1998). Además, Reeves también es autor de otras magníficas obras relacionadas con el mundo de Tutankhamón que no han sido traducidas al castellano como Howard Carter Before Tutankhamun, escrito junto a John H. Taylor en 1992. Además de su trabajo ha salido la supervisión de muchas obras dedicadas a la figura del Faraón Niño como la reciente reedición de The tombs of Harmhabi and Touatânkhmanou, escrita en 1912 por Theodore Davis.
Nicholas Reeves visitó España en febrero de 2005 para participar en la inauguración de la exposición “Azules Egipcios” que pudo verse en el Centro Cultural Conde Duque de Madrid. Esta exposición ha podido verse antes en Estados Unidos y en Alemania. Como conservador de la colección del Museo Myers del Eton College, institución a la que pertenece esta magnífica colección de piezas, la gran mayoría de fayenza, Reeves tuvo un hueco en su apretada agenda para compartir con nosotros una de sus grandes pasiones la egiptología.
Atrapado por un libro
Reeves se considera el hijo de una generación de egiptólogos que se vieron atrapados por el entusiasmo que emanaba del descubrimiento de la tumba de Tutankhamón. “Estudié en el University College de Londres. Durante mi primer año de carrera me interesaba la arqueología anglosajana pero no fue hasta el segundo año de mis estudios en esta universidad cuando comencé a interesarme más por la Historia Antigua y en especial por la egiptología. Supongo que me vi atraído por la figura de Tutankhamón.”
A comienzos de la década de los 60 la eclosión de Tutankhamón alcanzó su máximo apogeo. El conocimiento casi universal de la figura del Faraón Niño que se tuvo desde entonces en todo el planeta no se debió a la acción mediática de la prensa sino al propio conocimiento físico de Tutankhamón. Millones de personas en todo el mundo pudieron conocer a este faraón y enfrentarse rostro con rostro a la historia de Egipto gracias a las exposiciones itinerantes de los tesoros descubiertos por Howard Carter en el Valle de los Reyes.
Desde el mes de noviembre de 1961 hasta el de julio de 1981, las piezas más importantes del tesoro de Tutankhamón estuvieron de gira por el mundo como los baúles de la Piquer. Fueron casi veinte años en los que los objetos recorrieron Estados Unidos, Canadá, Japón, Francia, Inglaterra, la antigua URSS y la antigua Alemania Occidental.
“En el año 1972 —continúa explicándonos Reeves— en Londres se podía visitar una magnífica exposición en el Museo Británico dedicada a este faraón con motivo del cincuenta aniversario del descubrimiento de su tumba en 1922. Dos años antes ya había tenido contacto con piezas egipcias en mi museo local cuando tenía quince o dieciséis años, trabajando como voluntario. Pero nunca pensé que me convertiría en egiptólogo aunque sí tenía claro que quería estudiar precisamente eso. Es algo extraño. El libro que cambió mi vida en este sentido fue El descubrimiento de la tumba de Tutankhamón, de Howard Carter. Es el mejor libro jamás escrito en la historia de la egiptología. Es un historia apasionante en la que se mezclan elementos como intrigas, conspiraciones, romances… que lo convierten en una de las mejores historias del siglo XX.
En estos primeros años el profesor que recuerdo con más cariño es Harry Smith. Fue una persona maravillosa que me introdujo en la lectura del jeroglífico; un gran profesor con mucha paciencia. Más tarde cuando desarrollé en la universidad el doctorado, mi profesor fue John Harris, especializado en la época de Amarna. Con él me introduje primero en el estudio de la tumba 55 del Valle de los Reyes (KV55) un tema que en seguida te engancha por su fascinación a todo el período de Akhenatón. Con Harris desarrollé mi tesis doctoral sobre algunos aspectos arqueológicos de las tumbas del Valle de los Reyes y su deterioro posterior en época romana. Este trabajo apareció publicado en 1990 de una forma comprimida y abreviada para el público en general por Thames & Hudson (Valley of the Kings. The Decline of the Royal Necropolis, London 1990).”
Trabajo de campo
Como es lógico, respaldado por sus investigaciones sobre la historia del Valle de los Reyes, Nicholas Reeves es uno de los máximos expertos en este tema y de los que mejor conoce la antigua necrópolis tebana. Antes del descubrimiento de la tumba de Tutankhamón, corría el rumor a mediados de la década de 1910 que el valle estaba totalmente agotado. Esto es lo que decía el abogado americano, aficionado a la arqueología, Theodore Davis. Después de trabajar durante varios años en el valle sin éxito alguno, Davis renunció a su permiso de excavación, permiso que fue retomado en 1912 por Lord Carnarvon y Howard Carter, los descubridores de la tumba de Tutankhamón. No son pocos los investigadores que hoy siguen pensando igual que lo hacía Davis hace casi un siglo. Sin embargo, Reeves no está de acuerdo con ellos.
“En absoluto se puede decir que el Valle de los Reyes está agotado —señala un Reeves muy seguro de sí mismo—. Existen varios informes que demuestran todo lo contrario. Por ejemplo, en el área central del valle la situación en la actualidad es muy diferente a lo que se pensaba hace bien poco. Hay zonas que están totalmente intactas y que no conocemos con exactitud y otras que fueron aniquiladas por las técnicas destructivas de Theodore Davis. Por ejemplo, en esta zona central nunca se ha excavado. Sabemos que hay una estratigrafía de 5 o 7 metros totalmente intacta. Además si recuperamos los cuadernos de campo de Davis o de Carter podemos alcanzar conclusiones de algunos de los lugares del valle que todavía están a medio excavar o totalmente vírgenes. La esperanza que tengo es que en un futuro no muy lejano estas zonas puedan excavarse. No olvidemos que en la actualidad contamos con técnicas de trabajo que nos permiten hacer una exploración vertical del suelo sin necesidad de estar moviendo toneladas de escombros de un lugar a otro del valle.”
La momia de la KV55
La momia descubierta por Theodore Davis en 1907 en la KV55 ha sido identificada de forma indistinta como los restos de Akhenatón, su sucesor Semenkharé o los de madre del primero, la reina Tiyi, esposa de Amenofis III. Prácticamente desde le mismo momento de su descubrimiento, el cuerpo se ha encontrado en muy mal estado. Al contacto con el aire el cuerpo se hizo polvo, literalmente. Arthur Weigall envió lo que quedaba de los huesos al médico forense Elliot Smith para que confirmara su identificación con lo que hasta ese momento se entendió como el cuerpo de una mujer. Sin embargo, la sorpresa de Smith fue mayúscula al toparse con los restos sin lugar a dudas de un varón. La extrañeza le inclinó a ponerse en contacto con Weigall para que le confirmara que no se habían equivocado de momia. Después de confirmar el envío y en vistas de los objetos aparecidos en la KV55, el propio Smith empezó a hablar de la momia de Akhenatón.
Para Reeves existen varios niveles de confusión con respecto a estos huesos. “Existe una interpretación arqueológica y otra anatómica. El problema está en que las dos no coinciden. Desde mi punto de vista, las pruebas arqueológicas indican sin ninguna clase de dudas que esa momia pertenece a lo que los antiguos egipcios creían que eran los restos del faraón Akhenatón. El ataúd, los textos que hay en él inscritos, todo, nos hace pensar que desde el punto de vista arqueológico estamos antes este faraón. Sin embargo, desde la óptica de los anatomistas esto no puede ser. Se trata del cuerpo de un hombre joven. Si es así, podría tratarse de los restos de su sucesor, Semenkharé. La única manera de saber si efectivamente es Semenkharé o no, es comparar estos restos con los de Tutankhamón, y ver si existe alguna relación y a partir de ahí sacar nuevas conclusiones. En cualquier caso, si los anatomistas están en lo cierto (como egiptólogo me tengo que poner en sus manos ya que no soy médico) lo que yo me planteo es la siguiente reflexión. Si para los egipcios lo más importante era el nombre de la persona enterrada, es muy extraño que no haya evidencias del nombre de Semenkharé en la KV55.
En cierto modo sucede lo mismo con la problemática que existe ahora sobre la identificación correcta o no de algunas de las momias descubiertas en los escondites reales en el siglo XIX (ver artículo de portada de este mismo número). Yo soy arqueólogo, no soy médico y no puedo manifestarme sobre cuestiones anatómicas ya que no soy especialista en ese terreno. No olvidemos, en cualquier caso, que para la supervivencia de los antiguos egipcios lo más importante era el nombre no el cuerpo físico”.
Howard Carter y Lord Carnarvon
En su paso por España le pedimos a Nicholas Reeves que nos hiciera un perfil personal de lo que para él debió de ser Howard Carter y Lord Carnarvon antes, durante y después del hallazgo de la tumba.
“Howard Carter era un hombre extraordinario —nos señala el egiptólogo inglés—. Cuanto más tiempo pasa más me cuenta de ello. Últimamente ha habido críticas sobre su trabajo en la momia de Tutankhamón. Se le ha acusado injustamente de que destrozó el cuerpo del faraón. Eso es ver su trabajo de una manera sesgada y retorcida. Carter tardó diez años en vacias la tumba realizando un trabajo minucioso hasta el extremo. Si, por ejemplo, la tumba hubiera caído en manos de Theodore Davis, su predecesor en las excavaciones en el Valle de los Reyes, hubiera tardado diez días, perdiéndose seguramente el sesenta o el setenta por ciento de lo que allí apareció. Mientras que con Carter el material que ha llegado hasta nosotros en mal estado es prácticamente nulo. Carter fue el hombre correcto que estaba en el momento correcto para descubrir la tumba de Tutankhamón. No me cabe la menor duda. Si tenemos montones de problemas para mover piezas relativamente pequeñas y de gran valor, como las que vemos en la exposición de Madrid del Conde Duque, imaginémonos qué debió sentir Carter cuando se encontró con algo absolutamente único. Imaginemos los enormes paneles de oro de la capilla interior de la cámara del sarcófago. Debió de ser extraordinario.
Por su parte, Lord Carnarvon era una persona muy esquiva, sabemos mucho más de Carter que de Carnarvon. Era un aristócrata enormemente rico, en cierto modo arrogante, de los que creen que todo se puede comprar con dinero incluso a las personas. No tenía ni idea de egiptología, por lo que se dejó orientar por Carter llegando a convertirse la egiptología en su pasión. Llegó a ser un buen coleccionista de piezas arqueológicas, llegando a tener muy buenas antigüedades. En cierto modo creo que él veía la tumba de Tutankhamón no como una excavación arqueológica sino como un enorme museo de piezas de una belleza extraordinaria. También era algo empresario, no olvidemos cuando quiso explotar el descubrimiento desde el punto de vista mediático vendiendo los derechos de las noticias a un único periódico (The Times).”
Reeves enlaza esta última reflexión con la polémica que se desató después de la publicación del libro de Thomas Hoving, Tutankhamun. The Untold Story (New Yourk 1978), en el que se dejaba claro que Carter y Carnarvon, acompañados de Lady Evelyn Hervert y Callender, entraron en la KV62 de forma furtiva la noche del 23 de noviembre de 1922. “Seguramente, Carnarvon lo que pretendía era asegurarse que había encontrado algo que merecía la pena y que podía vender a los medios de comunicación de la época, en este caso The Times. No creo que sus intenciones fueran más allá. Al mismo tiempo Carter, en un sentido más arqueológico podría confirmar de igual manera el valor de la tumba.”
De lo que pudieran sacar o no de la tumba aquella noche, Reeves no afirma ni desmiente nada. “No tengo información para ello. Sé que Hoving en su libro habla de varias piezas que ahora se conservan en el Museo Metropolitano de Nueva York. Él dice que proceden de la tumba de Tutankhamón. No lo sé, él tendrá la información, tampoco creo que mienta ni se invente nada. Lo mismo sucede con el ushebti que se conserva en el Museo del Louvre de París. Lo que sí conozco, son algunas piezas que me presentaron cuando estaba en el Museo Británico, piezas que diferentes personas habían heredado desde la época del descubrimiento, pero que nada tenían que ver con la KV62. Es un tema en el que nunca he profundizado”.
El problema de las tumbas de las reinas
Es cierto que la necrópolis tebana cuenta con un espacio llamado el Valle de las Reinas en donde, más por tradición que por datos arqueológicos, siempre se han localizado estas tumbas. No obstante, un simple vistazo al listado de las tumbas que allí encontramos nos da una pista de la dificultad del problema. Ninguna de las reinas de la XVIII dinastía está enterrada allí, y de la XIX solamente cabe destacar la de Nefertari, esposa de Ramsés II. La inmensa mayoría de los hipogeos de esta necrópolis pertenecen a príncipes, lo que a más de un egiptólogo, como Christiane Desroches Noblecourt le ha he pensar en rebautizar este lugar como el Valle de lo Niños y no de las Reinas. En este interesante campo de la investigación, Nicholas Reeves también tiene su opinión formada.
“En una publicación reciente del Museo Británico ha aparecido un artículo sobre este tema, las tumbas de las reinas de la XVIII dinastía. El problema es muy confuso y no hay pruebas que determinen la solución en un sentido o en otro. En algunas tumbas del Valle de los Reyes se han descubierto cámaras que pudieron ser utilizadas en este sentido para albergar los restos de las reinas. Es lo que sucede, por ejemplo, en la tumba de Amenofis III en donde algunos restos de un sarcófago aparecidos en una de las cámaras se han identificado con su esposa. Estos argumentos se basan principalmente en detalles tipológicos de las habitaciones, pero todavía no hay nada claro.
Nuevos proyectos
Hasta el próximo mes de mayo Nicholas Reeves va a estar muy ligado al trabajo de la exposición “Azules Egipcios” de la que como hemos dicho es el conservador y máximo responsable de la colección Myers del Eton College. Mientras tanto sigue trabajando en nuevos proyectos editoriales. “Uno de ellos es un libro sobre la historia del descubrimiento de la tumba de Tutankhamón que completaría mi anterior libro, Todo sobre Tutankhamón publicado en Inglaterra inicialmente en 1991 y que dedicaba básicamente al campo arqueológico de la tumba: descripción de las salas, estudio de las piezas, etcétera. En este nuevo libro me adentraría en las figuras de Howard Carter y Lord Carnarvon, cómo fueron sus comienzos, su relación y cómo llegaron finalmente al descubrimiento de la tumba del Faraón Niño. Además, estoy desarrollando un proyecto de investigación sobre qué pudo pasar a los miembros de la familia de Akhenatón, muchos de los cuales desaparecieron sin dejar rastro después de la época de Amarna.”