Nacho Ares – Marzo de 2008
Arqueólogo submarino, descubridor de las ciudades de Canopo y Heracleion.
Entrevista realizada el martes 4 de marzo de 2008 en Madrid.
Franck Goddio es el espíritu de un proyecto ambicioso que pretende, hasta ahora con increíble éxito, conocer el legado arqueológico que permanece bajo las aguas de la bahía de Alejandría y en otros lugares del Mediterráneo egipcio. Hasta la fecha, ha descubierto la ciudad de Heracleion-Tonis, Canopo y varios puntos clave de vital importancia para la historia de Alejandría. Esto es lo que ha contado a los lectores de Revista de Arqueología sobre su trabajo.
El 16 de abril se inauguró en Madrid la exposición “Tesoros sumergidos de Egipto”. En ella descubrimos casi 500 piezas procedentes de las excavaciones subacuáticas realizadas en la costa egipcia por uno de los mayores expertos que hay en este campo, el francés Franck Goddio.
Goddio lleva casi un cuarto de siglo trabajando en este campo. Él mismo reconoce que no es ni arqueólogo ni egiptólogo, pero al mismo tiempo es crítico con los que argumentan que no es la persona más indicada para realizar este trabajo. Todo lo contrario, nadie puede negar la enorme valía de Goddio como pionero en técnicas de excavación subacuática y sobre todo, como verdadero arqueólogo en una de las especialidades más difíciles de esta técnica de investigación histórica. Buena prueba de ello es el propio reconocimiento del Consejo Superior para las Antigüedades egipcias (SCA), muy celoso en la concesión de permisos par excavar en el Valle del Nilo, si los equipos que lo solicitan no están perfectamente nutridos de especialistas académicos.
Hace pocas semanas tuvimos la oportunidad de comer con él. Franck Goddio es una persona afable, muy cercana en el trato y que, además, habla un perfecto español. Esto es lo que nos contó sobre su trabajo en Alejandría fruto del cual es la exposición que vamos a poder disfrutar en Madrid hasta el próximo mes de noviembre.
¿Cómo empezó a interesarse por el antiguo Egipto?
Fue en el año 1984 cuando trabajaba en una misión para estudiar un pecio de un barco de Napoleón Bonaparte en la bahía de Abukir (Egipto). Entonces hacía un estudio de los trabajos que se desarrollaban en arqueología subacuática en diferentes lugares del mundo como Italia, Francia, Estados Unidos o Egipto. La excavación era supervisada por el SCA, dirigido en aquella fecha por el Dr. Abdel Nur El-Din (ver su entrevista en RdA 316). Los arqueólogos me comentaron que en la década de 1930, no lejos de la costa de Abukir, se habían descubierto unos restos arqueológicos. Por entonces no se sabía nada de Heracleion, Canopo o el Portus Magnus de Alejandría.
Poco después hice un acuerdo con el comisario de la energía atómica de Francia para un equipo de medición subacuática. Primero lo probamos en el mar de Filipinas, en un barco que se llamaba el San Diego, con resultados sorprendentes. Hablamos de este proyecto al ministro de Cultura egipcio, Faruk Hosni, que es de Alejandría, quien se mostró entusiasmado con la idea. Pero el principal inconveniente estaba en la política egipcia de aquella época, enfocada más a la conservación y restauración del patrimonio que en la excavación de nuevos emplazamientos. Sin embargo, el enfoque del método de trabajo les pareció tan novedoso y excepcional que nos dieron los permisos para poder realizar las prospecciones geofísicas necesarias, sin necesidad de tocar absolutamente nada. Por lo tanto, hasta el año 1992 yo no había tenido contacto directo con la arqueología egipcia. Y fue en 1994/95 cuando empezamos a trabajar en Alejandría.
Como yo no soy egiptólogo, formamos un equipo con especialistas de este período del mundo griego como Étienne y André Bernand. Se trata de uno de los momentos de la historia de Egipto más interesantes. Es un mundo de transición con mezcla de cultura, de religión y de mentalidad.
¿Qué opina de la gente que le llama ‘cazatesoros’?
Es curioso que digan este tipo de cosas cuando llevo casi 25 años trabajando en el mundo de la arqueología subacuática. Hemos desarrollado una nueva filosofía en la que proponemos un máximo de prospección y un mínimo de intervención. Antaño se excavaba todo de una manera casi destructiva. Nosotros hemos diseñado métodos de trabajo en los que tras una prospección rigurosa, solamente excavamos en un mínimo de emplazamientos, para no destruir nada con el fin de que quede el yacimiento para las generaciones venideras. Es cierto que este método no lo usan todos lo grupos de arqueólogos pero cada vez son más lo que comparten con nosotros esta filosofía. Por ejemplo, en el yacimiento de Heracleion, tras hacer una prospección geofísica, tienes una marca en la pantalla del ordenador de algo que mide 150 metros de largo. ¿Qué es?
No lo sabes, pero has de saberlo. Buceas y ves que arriba hay sedimento, lo retiras y hace una excavación perpendicular mínima, de unos 2 metros de ancho. Encuentras un muro, por ejemplo, con características de la construcción y tipología de bloques empleados en la época helenística. Hacemos el mismo trabajo a derecha e izquierda de la marca de 150 metros de largo. Con esos datos tienes la seguridad de que lo que está determinando esa señal es la presencia de un muro de piedras calcáreas, construido de una manera determinada. Y no tocas nada más. Fíjate que con solo esas tres pequeñas perforaciones, tenemos datos suficientes para conocer lo que hay realmente debajo. De esa forma se preserva todo. Si encuentras más muros puede que estés en un templo, por ejemplo. Buscas según las coordenadas dónde está el centro del templo y excavas. Encuentras la naos del templo y una inscripción con el nombre de Amón-Gereb. Resumiendo, con muy pocas excavaciones cuentas con todos los datos para saber qué es lo que tienes debajo. Desde mi punto de vista, eso es arqueología no cazar tesoros. ¿Qué es un tesoro? Para mí un tesoro es algo de oro. Nosotros hemos encontrado estelas en Heracleion-Tonis que son mil veces más valiosas desde el punto de vista histórico que una pieza de oro. Entiendo que cuando empecé, hace casi 25 años, yo era una persona que no había estudiado arqueología, que se desenvolvía en el mundo de la arqueología con fondos de mecenas privados. Hay gente que no entiende ese binomio de dinero arqueología. Se piensa que la gente trabaja gratis. No comprenden que haya dinero privado que hace la misma función que el público. No olvidemos que, en definitiva, mi trabajo está realizado para el Estado, en este caso el egipcio. Lo que encuentro no es para mí. Ahora han pasado muchos años, por lo que creo que tengo algún derecho a ser reconocido. Incluso hemos ideado técnicas de arqueología subacuática que ahora están siendo usadas por otros colegas. Además, siempre nos hemos rodeado de grandes arqueólogos de prestigio. Me considero en cierta forma un arqueólogo generalista. Sé cómo hacer una prospección, cómo organizar el trabajo, que no haya imprevistos, que se trabaje de forma profesional, que no se estropee el sitio, y que se estudien los objetos. Con el tiempo me he especializado por mi trabajo en algunas cosas como la porcelana china. Aunque Hosni Mubarak, el presidente de Egipto, diga que soy egiptólogo, no me considero como tal. Solamente sé el trabajo que hago.
La tendencia hoy en Francia es igual. Yo cuento con arqueólogos en mi equipo que son generalistas y dependiendo de las necesidades van a trabajar al Bronce Tardío o un yacimiento de la Edad Media. Hay quien ha dicho que mis submarinistas no son especialistas en arqueología. Eso es absurdo, porque lo que ellos hacen es sacar la pieza con todas las garantías, recavando toda la información necesaria, para que una vez en tierra los restauradores puedan trabajar con ellas.
¿Cómo planean el trabajo antes de empezar en un sitio?
Depende del tipo de misión. En Filipinas trabajábamos sobre archivos antiguos. Luego en el mismo emplazamiento hacemos una prospección geofísica, fotografías por satélite. En el caso de Egipto, en un metro cuadrado puedes encontrar objetos del período saíta, ptolemaico o árabe.
También hay un apartado muy amplio que es aquello relacionado con la organización con el Estado. Los permisos que se necesitan son muy numerosos. Antes de ir has de tener un número de personas en el equipo con el visto bueno de las autoridades. Todo eso lleva mucho tiempo.
Luego el trabajo en laboratorio es muy delicado y largo. Recuerdo la primera misión en 1985 en Filipinas. Era un lugar con un tipo de cerámica que se utilizó durante un siglo. Por ello era muy difícil saber en qué momento concreto de la centuria podría datarse. Pero descubrimos un fragmento de un plato con un dibujo único que solamente se hacía entre 1570 y 1580. Con ello pudimos datar el pecio con ese trozo de cerámica.
Algo parecido nos sucedió en Heracleion. Una de las cosas más importantes que hemos descubierto allí, además de las enormes estatuas y estelas, es un cubito de plomo de pocos centímetros, un cuño, con la impresión de una moneda del 410 a. C. y, por detrás, la representación un carnero. Con nosotros vino un especialista en numismática de la Universidad de Oxford. Se trata de un peso que tiene cuatro veces el peso de una moneda de plata. En el mismo emplazamiento encontramos ejemplos de esas monedas de plata con el mismo dibujo en negativo. También el año pasado descubrimos un cuño parecido, en esta ocasión de bronce, lo que nos demuestra que en el templo de Amón de Heracleion se acuñaban monedas de plata con la efigie de Atenea a finales del siglo V y principios del III a. de C.
¿Qué problemas de conservación hay bajo el agua?
El mayor problema lo tenemos cuando se trata de un objeto que no es de un solo metal sino de varios. O si es metal y madera. Si es de madera solo es más fácil de trabajar. Contamos con un especialista en nuestro equipo que siempre trabaja con nosotros. Se trata de Olivier Berger que es restaurador de metales. Todos los objetos descubiertos desde la primera campaña de nuestras excavaciones están completamente restaurados. Solamente faltan algunos de la última misión que todavía están en baños químicos. Pero los objetos que se ven en la exposición de Madrid están todos restaurados por nosotros. La estela de Ptolomeo VIII Evérgetes II, descubierta en Heracleion, hecha en gneis, del siglo II a. de C., pesa 16 toneladas y tardamos dos años en restaurarla con un equipo de seis personas. Los marcos que las sustentan los fragmentos de la estela se diseñaron en suiza, se fabricaron en Alemania y se llevaron a Egipto en donde se desarrolló toda la restauración. Si gastas un euro en la excavación, tienes que separar unos 30 céntimos como mínimo para la restauración, casi una tercera parte del presupuesto va en restauración. Jamás empiezo un proyecto si no tenemos el dinero suficiente para restaurar. Ésa es la razón por la que hemos encontrado cosas que no hemos excavado por la simple razón de que no contábamos con el laboratorio necesario para hacerlo.
¿El futuro de Alejandría está en el agua?
Los hallazgos de la bahía son un verdadero milagro. En esta ciudad de 6 millones de habitantes, contamos con el Portus Magnus prácticamente inexcavado. Son 600 hectáreas de uno de los emplazamientos más importantes de la Antigüedad. No hay nada moderno, solamente dos diques modernos y nada más. Lo mismo sucede con la bahía de Abukir. Allí hay 110 kilómetros cuadrados sin nada, en donde puedes trabajar sin problemas. En tierra puedes excavar, pero cuentas con infinidad de problemas. A nada que levantes el suelo tienes estorbando un parking, un edificio moderno o una carretera. En cambio, nosotros estamos en una verdadera ciudad intacta. A 7 kilómetros de la costa está la ciudad con su templo, una vía sagrada con un canal de 1 kilómetro de largo. Aquí estamos encontrando depósitos rituales con dibujos grabados de más de 1 kilómetro, es decir, el eslabón entre la ciudad terrestre, el templo y su protección celeste. Esto en tierra no lo puedes hacer porque te faltan kilómetros cuadrados de espacio para poder tener la visión genérica de todo el conjunto. Si quiero excavar el emplazamiento en donde está el dibujo ritual de una barca solar no tengo más que señalarlo en el mapa e ir hasta allí para trabajarlo. No es como en tierra que tienes que elucubrar con la posibilidad de que esté o no en un emplazamiento determinado. Estás en el templo, en medio de una ciudad, como si tuvieras la vista del lugar desde un satélite. Cuando bajamos los submarinistas nos sentimos como en nuestra propia ciudad. Quedamos en un sitio, en una esquina de un templo, al final de un canal, como si realmente viviéramos allí. Es algo impresionante.
Diferencias entre arqueología acuática y terrestre
Las técnicas son muy diferentes. Yo siempre digo que bajo el mar no tienes tiempo. Si empiezas una excavación en tierra, comienzas quitando la superficie, pones un techo protector, una tienda de campaña, lo dejas ahí y puedes volver al año siguiente, que todo va a estar en donde lo dejaste. Pero en el caso del mar es distinto. Si abres una excavación subacuática y te vas dos horas, al volver no encuentras nada. Los peces lo han removido todo, el movimiento del agua te ha cambiado la posición de la arena, etcétera. Es un verdadero desastre. Por eso cuando empiezas algo debajo del mar lo tienes que acabar cuanto antes. Hay quien me ha dicho que vamos demasiado rápido, pero la razón es evidente. Antes de que los cangrejos te lo destrocen todo, tienes que acabarlo. De ahí también que, como decía antes, las excavaciones que abrimos son muy pequeñas. No tienes tiempo. Las corrientes, las olas te lo destrozan en pocas horas. El proceso es pues diferente al de tierra. Es parecido a la cirugía. Cuando abres a un paciente no lo puedes dejar ahí, lo tienes que operar al instante, no lo puedes abandonar y volver al día siguiente.
¿Cuál es su trabajo en la exposición de Madrid?
La exposición ha estado antes en dos lugares, Berlín y el Grand Palais de París. La escenografía es diferente. En París era enorme, muy grandioso. En el Matadero de Madrid todo va a ser más humano, más controlable y moderno. Creo que el resultado final va a ser espectacular. Mi trabajo es el de dirigir la presencia de objetos. He tenido varios criterios. Había que ilustrar tres emplazamientos: Heracleion, Canopo y Alejandría a lo largo de 15 siglos.
El primero de los criterios era el histórico, en segundo lugar está el criterio artístico y en tercer lugar, el estadístico. En este último, nosotros traemos a la exposición objetos que son muy extraños en los museos. Por ejemplo, traemos 19 simpula, los cazos rituales empleados en Roma para la extracción de líquidos de vasijas. En el Museo de El Cairo hay apenas 8. Pues bien, en el templo de Amón-Gereb de Heracleion hemos descubierto 49. Pensé que era un buen ejemplo para dar a entender la idea de la cantidad de objetos que hemos encontrado.
Además, las casi 500 piezas de la exposición no vienen de ningún museo. Es la primera vez que se exponen en conjunto, casi después de extraerlos del mismo emplazamiento en donde han convivido juntos durante siglos bajo el agua. Esos grupos los hemos restaurado y vuelto a colocar juntos, tal y como los encontramos.
A ello, hay que añadir los problemas que hubo con el SCA. Es la primera vez que sale un número tan alto de objetos de Egipto, con el añadido de que no se habían expuesto antes en el país. Esto es muy extraño tratándose de objetos como la estela de Ptolomeo VIII Evérgetes II, de la que antes hablábamos. La negociación fue tensa pero mereció la pena y ellos entendieron que también era positivo.
La idea final es exhibir las piezas juntas en un nuevo museo en el puerto este de Alejandría. Será el primer museo subacuático. Habrá una parte en tierra y otra bajo el agua, que hemos dejado in situ, y que se quedará en donde está, cerca de la isla hundida de Antirodos la isla en donde estaba el palacio de Cleopatra, y donde se construirá el museo.
¿Qué planes tiene para el futuro?
Mis planes son Egipto, Egipto y Egipto. He pedido a Zahi Hawass, secretario general del SCA, que me renueve el permiso para cien años y después de esos años ya lo renovaré de nuevo. En serio; el trabajo del puerto de Heracleion-Tonis es muy grande.
A veces me han preguntado por trabajar en el Lago Nasser. Pero los templos que hay allí son todos conocidos, aunque algunos no pudieron ser excavados, por desgracia, de una forma definitiva. Mi idea es aportar algo nuevo a la investigación, por eso prefiero trabajar en Alejandría que es un lugar totalmente virgen. En el litoral egipcio hay muchos emplazamientos por investigar que nos hablan de sus relaciones con el exterior y sus intercambios comerciales con Roda, los fenicios, y también la Península Ibérica. El puerto de los barcos que entraban allí procedentes de todos los lugares del Mediterráneo y, en general, todo lo que rodea a la ciudad, es desde mi punto de vista más importante que Pompeya. Heracleion era la capital comercial. Solamente hemos tocado el 1 o 2% de todo lo que hay bajo el agua.
Todos tenemos en la retina las imágenes que cada poco tiempo afloran en los medios de comunicación dando a conocer los nuevos resultados de las investigaciones de Franck Goddio. Submarinistas inspeccionando las profundidades del agua de la bahía de Alejandría, buceando entre colosos de piedra, verdaderos fantasmas del paso de siglos, y testigos de uno de los momentos más importantes de la historia de Egipto. Sin embargo, la realidad arqueológica no es tan excepcional como nos puede parecer a primera vista. Cuando a Franck Goddio le realizamos la pregunta de qué se siente cuando se bucea entre fantasmas de piedra, se encoge de hombros y con una sonrisa un poco decepcionante, señala: “Tengo que decir que al principio en Egipto no se ve nada. Todo está cubierto de sedimento. Sin embargo, cuando se limpian las cosas todo parece un mundo de ensueño”.