Jaume Vivó – Febrero de 1999
En Guiza, en el cementerio de la dinastía IV situado al este de la pirámide de Quéope (Jufu), donde se hicieron enterrar sus familiares más próximos, se halla la extraordinaria mastaba de Mersyanj (III), dónde hay esculpida una singular inscripción; parece ser que esta inscripción es única, pues en ninguna otra mastaba de esta época se ha encontrado ningún texto de una singularidad parecida.
Mersyanj (III) era hija del primogénito del rey Quéope, el príncipe Kawab y de Hetep-heres (II), hija también de Quéope y de una reina secundaria. La mastaba donde fue enterrada Mersyanj, -que murió cuando tenía aproximadamente cincuenta años-, fue inicialmente construida para su madre Hetep-heres, a la que también pertenecía el sarcófago de granito negro, donde se depositaron los restos de Mersyanj, tal como lo indican los textos verticales grabados sobre las cuatro esquinas del sarcófago: “yo lo he dado (el sarcófago) a la hija y esposa real Mersyanj”. La denominación de “hija real” no debe tomarse al pie de la letra, puesto que el príncipe y heredero al trono Kawab, padre de Mersyanj, murió antes que su padre Quéope y no pudo llegar a gobernar. Mersyanj fue esposa también de Quefrén, -hijo de Quéope y sucesor de Radyedef (Didufri)-, constructor de la segunda pirámide de Guiza, a quien dio varios hijos.
El arqueólogo americano George Reisner descubrió la tumba de Mersyanj (III) el 23 de abril del año 1927, cuando estaba a punto de finalizar la excavación de la tumba de la reina Hetep-heres (I), madre de Quéope y bisabuela de Mersyanj. El hecho inusual, de que las distintas salas de la tumba de Mersyanj, estuvieran excavadas en el interior del núcleo macizo de una mastaba y debajo del nivel del suelo, a la que se accedía mediante unos escalones, hizo que se encontrara en un admirable estado de conservación. Las tres salas que la componen, aún conservan en muchos lugares restos de pintura. Esta tumba, es posiblemente una de las mejor conservadas y más interesantes de la necrópolis de Guiza, o por lo menos, una de las más extrañas, pues en ella se fusionan los dos tipos característicos de sepultura utilizada en Guiza: la mastaba y el hipogeo excavado directamente en la roca.
Sobre la inscripción que ha dado pie a escribir estas líneas, hay que decir que actualmente queda disimulada por la gran puerta metálica que protege y a la vez da acceso a la tumba. La inscripción se encuentra grabada verticalmente a ambos lados exteriores de la puerta de entrada. En el lado norte (a la derecha), con los signos mirando hacia la izquierda, se puede leer: sAt nswt Mr.sy-anx HAt-sp 1 Abd tpy Smw sw 21 Htp kA.s xpt.s r wabt, “la hija real Mersyanj, año 1, mes 1 de Shemu, día 21. El reposo de su ka y su traslado a la casa de purificación.” Según esta inscripción, se entiende que Mersyanj murió el día 21 del primer mes de la estación de verano del año 1, probablemente del reinado de Micerino (Menkaure) y que fue transportada a la casa de purificación para ser embalsamada.
En el lado sur, a la izquierda de la puerta, otra inscripción, pero con los signos mirando hacia la derecha, dice: Hmt nswt Mr.sy-anx (m)-xt sp tpy Abd 2-nw prt sw 18 xpt.s r is.s nfr, “la esposa del rey, Mersyanj, año después del 1, mes 2 de Peret, día 18. Traslado a su bella tumba.” Donde se entiende que la esposa del rey, Mersyanj, el día 18 del segundo mes de la estación del invierno del año 2, probablemente del reinado de Micerino, fue enterrada en su tumba.
Confrontando las dos inscripciones y haciendo un pequeño cálculo, podemos ver que desde la muerte de Mersyanj hasta su enterramiento, pasaron 273 ó 274 días. Un período de tiempo bastante más largo del que dicen Heródoto y más tarde Diodoro de Sicilia, respecto al tiempo que se destinaba, normalmente de 70 días, al proceso de momificación. Diferentes autores, comenzando por el propio Reisner, atribuyen este largo período de tiempo a la necesidad de adaptar la primitiva mastaba de Hetep-heres y adecuarla para su hija Mersyanj.
Es posible que esta explicación sea la más plausible, pero… estos datos resultan muy sugerentes, pues los 273 días que pasaron desde su muerte hasta el enterramiento de Mersyanj, equivalen aproximadamente a nueve meses de 30 días, y nueve meses es el período del proceso normal de gestación de los humanos. ¿No sería posible y lógico a la vez, que el cuerpo de Mersyanj, esperara nueve meses para volver a renacer en el interior de su bella tumba? Si tenemos en cuenta que no hay datos que nos ilustren sobre la duración del período de momificación durante el Imperio Antiguo, y más concretamente de la dinastía IV, donde precisamente se estaba en plena búsqueda y evolución sobre los mejores medios para la conservación y momificación de los difuntos, y si además también tenemos en cuenta, que las explicaciones que dio Heródoto sobre este proceso datan aproximadamente del año 450 a.C., ¿no cabría la posibilidad de que este período de tiempo fuera el “normal” en aquella remota época, para tal proceso?
Desde aquí no se pretende afirmar ni negar nada, puesto que no tenemos, hasta el momento, suficientes datos para hacerlo, simplemente se ha querido hacer una pequeña reflexión para darnos cuenta de lo lejos que estamos de conocer y comprender las motivaciones, las creencias y sobretodo la evolución, que hizo el pueblo egipcio durante toda su historia hacia la preparación y el culto a sus difuntos, muy lejos de la uniformidad y conservadurismo, que algunos autores otorgan a una cultura que se extendió a lo largo de más de 3000 años.
Este texto fue publicado en el Full Informatiu de la SCE, n. 13 (1999), p. 76-77
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