Egipto: signos y símbolos de lo sagrado – Letra C-

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Elisa Castel Ronda – Agosto de 2007

CABALLITO DE MAR

Caballito de mar

El hippocampo o caballito de mar no es en absoluto frecuente en la iconografía egipcia, sin embargo aparecen documentados al menos un par de casos, un bronce y un sarcófago, donde fueron representados. El primero se encuentra en el Museo de la Real Academia de Bellas Artes de Madrid (bronce nº 5 de la colección Faure) y el segundo forma parte de la decoración pictórica de la caja del sarcófago de Amenemone del Tercer Periodo Intermedio hoy alojado en el Museo del Louvre en París aunque, en este se ha representado un genio del Más Allá de cuerpo serpentiforme cuya cabeza es la de un equino y que evoca lejanamente a un hippocampo.
En todos los contextos parece lógico pensar que, de algún modo, se relacionó con alguna forma de divinidad asociada a la regeneración del difunto, pudiendo tener connotaciones apotropaicas. Su iconografía, sin embargo, no tuvo la resonancia que, paralelamente, tuvo en el Mundo Clásico.

CABEZAS DE RESERVA

Cabezas de reserva

Las “Cabezas de Reserva” son esculturas anepígrafas que representan sólo la cabeza y el cuello del fallecido a tamaño natural –o algo mayor- y a modo de autorretrato idealizado y a menudo con una especie de casquete o pelo corto. Pertenecen al culto funerario, y se encuentra en muchas de las mastabas del Reino Antiguo durante las Dinastías IV y V. La más antigua procede de la mastaba 5 de Dashur y está datada bajo el reinado de Seneferu.
Hay diferentes hipótesis en torno a su funcionalidad; se piensa que se colocaban en la cámara del sarcófago, en el suelo, en el espacio entre el pozo y la cámara sepulcral o en el serdab. Contextualmente, todas se hallaron en la subestructura. Una de las variadas teorías con las que se está trabajando supone que su propósito era que el “espíritu” del difunto pudiera reconocer su imagen en caso de que la momia sufriera algún percance, sirviendo además para la celebración de la ceremonia de la Apertura de la Boca. Recientemente se tiende a pensar que servían como modelos de escultor para hacer sobre ellas máscaras de yeso o limo, lo que explicaría los restos de yeso que hay adheridos sobre algunos ejemplares y las marcas verticales que, algunas de ellas, tienen en la parte posterior del cráneo. Algunas conservan parte de la policromía que tuvieron en origen, dominando el rojo y el amarillo. Incluso un ejemplar hallado por la misión australiana en el enterramiento 64560 de Guiza parece que fue pintada de negro.

CAMPOS DE IALU (CAMPOS DE OFRENDAS, CAMPOS DE CAÑAS)

Campos de ialu (campos de ofrendas, campos de cañas)

Los Campos de Ialu, también llamados Campos de Osiris o Campos de Cañas, son los fértiles campos del Mundo del Más Allá, ideados a imagen de la tierra egipcia. En ellos crecía una exuberante vegetación y discurría un río de aguas inagotables. Estos campos eran el dominio de Osiris. Ante la posibilidad de que dios ordenara al difunto que trabajara para su mantenimiento, desde el Reino Medio, los fallecidos se hicieron enterrar con unas figurillas llamadas Usheties o “respondedores”, que, a modo de peonada, les sustituían en el trabajo.
En las tumbas tebanas hallamos unas bellas representaciones de estos campos, siendo la más conocida la de la Tumba de Sennedyem, en Deir el Medina (TT1). En ella se observan cinco registros horizontales, cada uno de los cuales queda delimitado por un canal. Básicamente la distribución es la siguiente: en el registro superior el difunto y su esposa están ante ciertos dioses en acto de adoración y se practica la Ceremonia de la “Apertura de la Boca” del cuerpo de Sennedyem aproximando una azuela mágica, por la cual se restituirá el uso de los sentidos. En el segundo registro (empezando desde arriba) Sennedyem y su mujer cortan con una azada el cereal, que ha alcanzado una altura considerable. En el tercer registro Sennedyem abre la tierra con la ayuda de un buey y un arado para que su esposa pueda echar sobre el surco el grano, que germina con rapidez según se muestra en la pintura. En el cuarto registro hay todo un muestrario de los ricos y variados árboles que se daban en el Valle del Nilo y que también crecen en el Más Allá.

CARNERO

Carnero

En el antiguo Egipto se adoraron ciertos carneros como manifestaciones de la divinidad. Como los habitantes del Valle del Nilo representaron con extraordinario detalle su fauna y su flora podemos distinguir las distintas especies que fueron objeto de devoción; muchos de ellos fueron momificados casi tan cuidadosamente como si de un humano se tratase. Por otro lado, Igualmente, se han encontrado momias humanas envueltas en el pellejo de este animal puesto que así se obtenía la asimilación del difunto con Ra y Osiris, consiguiendo que el fallecido obtuviera unos poderes mágicos que garantizaban su inmortalidad.
El Ovis longipes palaeoaegytiacus, es un animal de cuernos largos y horizontales dispuestos en espiral, que personificó a dioses tales como Jnum, Tatenen o Herishef, mientras que el Ovis platyra, dotado de cuernos dispuestos en torno a las orejas, representó desde la dinastía XII a Amón, Banebdyedet, Herishef y Jnum, todos ellos deidades masculinas.
El carnero también sirvió para inmortalizar al Ba de Ra y de Osiris, tal y como se aprecia en las escenas de las tumbas privadas, sarcófagos y papiros, del Reino Nuevo.
Es curioso destacar que sobre las repletas mesas de ofrendas que se representan en tumbas y templos los carneros no se encuentran entre los numerosos animales que sirven para el sustento eterno.

CARTUCHO

Cartucho

Evidentemente el nombre de cartucho no es una voz egipcia, corresponde al apelativo francés, cartouche, dado por los soldados de Napoleón, (por su similitud a un cartouche de cigarrillos) al círculo sagrado que encierra la onomástica real.
Tiene forma elíptica y se cierra formando un apretado nudo. En su interior podemos encontrar dos nombres distintos de los soberanos: el de “la Caña y la Abeja” y el de “Hijo de Ra” y en su interior ocasionalmente se incorpora alguna titulatura al final del nombre propio del faraón.
Fue un símbolo solar por excelencia, quizá un alargamiento del Shen para poder circunscribir el nombre del monarca en un elemento con cualidades fuertemente protectoras.
El cartucho simbolizaba ponía en paralelo al rey con el curso del Sol que amanecía en la mañana y desaparecía en la noche para hacer su viaje nocturno, renaciendo en la mañana completamente renovado después de haber visitado a su tierra y a sus súbditos. Fue símbolo de la eternidad, del infinito retorno y por ello representó al universo.
A veces salas, sarcófagos, cofres, cajas y otros objetos, tomaron la forma de un cartucho.

CASAS DEL ALMA

Casas del alma

Bajo este nombre se han catalogado distintas construcciones de tamaño reducido, similares a maquetas de casas elaboradas con arcilla cocida.
El mayor número de Casas del Alma se encuentran, sin duda, durante el Reino Medio coincidiendo con un hecho concreto: curiosamente, a partir de finales de la Dinastía VI las tumbas egipcias de personajes acomodados, dejaron de decorarse con motivos de vida cotidiana y grandes mesas de ofrendas que servían para garantizar la alimentación mágica del difunto y fueron sustituidas por maquetas, en talla de madera policromada, que reproducían a los sirvientes y a actividades relacionadas, en su mayor parte, con la alimentación. Éstas cumplían el mismo fin: hacerse realidad por la magia de la palabra. No obstante, las maquetas no estaban al alcance de los más humildes y ellos se inhumaron con simples modelos de barro.
Bajo el término Casas del Alma se agrupan una serie de modelos que van desde pequeñas bandejas de barro o adobe donde se representan las ofrendas funerarias, dotadas con canalones para las libaciones con agua (hasta la Dinastía XII), pasando por modelos de cámaras y templos funerarios también con ofrendas de comida y bebida ante éstos, así como pórticos, patios, graneros, establos y finalmente casas, desde las muy esquemáticas hasta las que presentan con detalle una morada con dos pisos.
Todos los difuntos en Egipto, grandes amantes de su tierra, anhelaban tener una vida similar a la que habían disfrutado o, en cualquier caso, mejorada. Gracias a las Casas del Alma disfrutaban de una tumba, una casa, una mesa de ofrendas, es decir, todo lo que se anhelaba y se esperaba para poder vivir en la eternidad.

CASA DEL NACIMIENTO

Casa del nacimiento

Fue Jean-François Cahmpollion el primero que, en el siglo XIX, empleó el término copto mammisi para designar el lugar donde se celebraba la unión entre una divinidad masculina con las diosas Hathor o Isis y el nacimiento de Horus (incluyendo sus distintas formas).
El mammisi es el lugar que rememora el emplazamiento donde la mujer daba a luz, que llevado al plano divino, se situaba en o junto al templo.
Ejemplos de esta concepción son los misterios del nacimiento de la reina Hatshepsut en Deir el-Bahari y del rey Amenhotep III en el templo de Luxor. En el primero, más que en el segundo, se detalla, mediante una serie de relieves y descripciones inscritas en caracteres jeroglíficos todas las fases desde el momento en que la divinidad anuncia a la madre que va a ser engendrada por un dios (encarnado en el faraón reinante) y que dará a luz un futuro rey para Egipto.
El mammisi más antiguo conocido hasta la actualidad es el Nectanebo I en el templo de Dendera (quizás también este rey erigió un mammisi en Filé, que quedó englobado en el posterior, grecorromano). Sin embargo es conveniente recordar que en Dendera se erigió otro mammisi posterior en el periodo romano y que algunas dependencias del rameseum y en la capilla sur de Abu Simbel pudieron tener un sentido similar, al servir como salas donde el rey divinizado se regeneraba y nacía fundido a otras entidades divinas que estaban representadas en los muros.
En general están decorados con deidades que protegen el nacimiento divino, sobre todo el dios Bes, pero también deidades leontomorfas, genios serpentiformes, etc.

CEBOLLAS

Cebollas

Cebollas

Copyright Alain Guilleux Une promenade en Egypte

La cebolla (Allium cepa) jugó un papel muy importante en la alimentación egipcia, apareciendo en multitud de representaciones, tanto en contextos funerarios como parte integrante de las repletísimas mesas de ofrendas, en las tumbas (sobre todo tebanas) donde el difunto las lleva en la mano a modo de ofrenda. No obstante, la cebolla también tuvo fuertes connotaciones religiosas y fue utilizada para el culto y cuidado de los vivos y de los muertos pese a que los autores clásicos insistan en su prohibición.
Graindorge (1992) opina que las cebollas guardaban cierta relación con el culto al dios Sokar y que también representaban los dientes del propio Osiris. Durante la fiesta del día
Graindorge, también piensa que existe una conexión entre las cebollas y el dios de la 25 del mes de Joiak se ofrendaban collares hechos con esta hortaliza y se presentaban para el culto al difunto, colocándolas, en ocasiones sobre o dentro del cuerpo momificado.
La importancia que los egipcios concedieron a esta planta y a sus cualidades terapéuticas hizo que se empleara no sólo en contextos mágico-religiosos sino, también, en medicina puesto que reconocieron sus cualidades sanadoras y antisépticas ya que se entendía que proporcionaba salud, actuaba como antídoto ante a picadura de animales ponzoñosos, abría el apetito y era eficaz ante el mal de ojo. Pero además, favorecía el flujo sanguíneo, el parto y era afrodisíaca.
Se utilizó como potente y eficaz amuleto con el fin de mantener alejadas a los ofidios.

CEDRO

Cedro

Procedente de Sirio-Paestina, y más concretamente del Líbano, el transporte de esta madera hacia Egipto está documentado con mucha frecuencia por tener una madera resistente, de larga duración y una resina aromática. Por todo ello, los egipcios lo consideraron incorruptible y lo vincularon con la durabilidad algo que, irremediablemente les llevó a elaborar una leyenda en la que Osiris estaba involucrado. En algunas variantes de su leyenda, su cuerpo, después de ser asesinado y lanzado al río Nilo, quedó varado en el Líbano, en el interior del tronco de un cedro.
El cedro se empleó para la construcción de barcos y muebles, sarcófagos y objetos menores y su madera fue muy preciada.

CERA

Cera

Parece que la apicultura se empezó a desarrollar en Egipto durante el Neolítico, aunque la primera representación conocida data del reinado de Niuserra, del Reino Antiguo, en su templo solar de Abu Gurab. En cualquier caso, la apicultura como tal no es un motivo constante en la iconografía egipcia (aunque sí las abejas en la escritura jeroglífica),
La cera en el Antiguo Egipto se obtenía únicamente de las abejas y se entendía que tenía un origen divino, al proceder del Ojo de Ra (Pap. Bulak III), siendo las abejas las lágrimas del Sol.
Quizá la organización de estos insectos, su laboriosidad y los cuidados que prodigan a su prole fueran el modelo que siguieron los habitantes del Valle del Nilo para la identificación entre este insecto, el propio monarca, su corte y sus súbditos. Por ello al faraón se le denominó “El de la Caña y la Abeja” como símbolo de su reino.
Fue empleada para fines muy distintos, tanto benéficos como maléficos ya que se le atribuían cualidades mágicas y según los diferentes colores se relacionó con distintos conceptos mágico-religiosos. Su capacidad para modelarse y para transformarse, para fundirse y renacer en una nueva forma fascinó a la mente egipcia. Una figura podía ser elaborada una y otra vez en un acto “creador”; pero también podía ser eliminada por el fuego o por la acción de los rayos solares. En este sentido, en Egipto encontramos prácticas de execración por magia y en ella está implicada la cera. Como en el “vudú”, se elaboraban figuras donde se dañaba la parte de la persona o divinidad –real o ficticia- a dañar o se creaban estatuillas de seres abominables (apofis) que después se lanzaban al fuego.
Antagónicamente, la cera también se usó para encantamientos en los que se deseaba conseguir los favores del amado/a.
Los egipcios emplearon la cera en el proceso de la momificación ya que reconocieron las cualidades preservadoras de esta sustancia; es decir, era ideal para conservar eternamente, para mantenerse inalterable en el Más Allá. Sólo puede ser atacada por el calor pero es inalterable al aire, la humedad y en ella no existe el proceso de putrefacción. Suele encontrarse cubriendo la boca y la nariz.
En otro orden también la emplearon en la cirugía, siendo utilizada para cerrar heridas abiertas, en cosmética…

CERDO

Cerdo

Como ocurre actualmente en la religión islámica y en la judía, este paquidermo doméstico fue un animal impuro y como tal representaba al dios Seth. Los motivos pudieran estar relacionados más con cuestiones profilácticas y sanitarias que con el animal en sí. No obstante sus hábitos de rebuscar en las inmundicias y de revolcarse en la suciedad propiciaron esta imagen. Por otra parte el cerdo, aun siendo un omnívoro, tiene los caninos muy desarrollados, presentando en ocasiones un carácter agresivo (sobre todo el macho).
Sobre los muros del templo Ptolemaico de Horus en Edfú, podemos ver las diferentes etapas de las luchas acaecidas entre Horus y su tío Seth. Éstas comenzaron, en la noche de los tiempos, para vengar la muerte del padre de Horus, el dios Osiris, asesinado por Seth en un intento por hacerse con el trono. En estas representaciones, Seth aparece iconografiado de formas distintas (cerdo, hipopótamo, cocodrilo), todas ellas son aspectos que enfatizan su negatividad. Uno de ellos era el cerdo macho.
En el Libro de las Puertas (del Reino Nuevo), el cerdo se encuentra sobre una barca, donde también está un babuino que lo domina y conduce. En este caso al cerdo se le denomina ”el canalla.”
Sin embargo, y como ocurre con la diosa hipopótamo Tueris, la hembra del cerdo tenía unas connotaciones mucho más positivas. Posiblemente esta diferenciación tan clara entre el macho y la hembra sea fruto de reconocer el espíritu maternal de este animal que defiende a sus lechones con furia cuando siente que están amenazados. Además, la cerda estaba relacionada con la maternidad múltiple, con la vida y con las diosas Reset y Nut, entidad celeste. Se interpretó que diosa y animal actuaban del mismo modo: se tragaban a sus hijos (en el caso de Nut las estrellas) para darlas a luz en la noche siguiente y provocar un renacimiento completamente renovado. En el caso de la deidad femenina que personifica la bóveda celeste, se relacionaron las estrellas con los lechones. Por ello la cerda (y no el cerdo) se consideró un animal portador de buena suerte.
Pese a sus connotaciones y a las prohibiciones (de Baja Época) de su consumo, sabemos que formó parte de la alimentación de los egipcios desde el Neolítico documentados, por ejemplo, en Sais y mucho más tarde en Amarna, donde se hallaron porquerizas.

CERVEZA

Cerveza

Dentro de los productos básicos de la alimentación egipcia se encontraba la cerveza, que fue “la bebida por antonomasia”. Tanta fue su importancia que hubo determinadas divinidades asociadas a ella. Pero esta bebida en Egipto se “comía” en lugar de beberse ya que era mucho más espesa que la que elaboramos hoy; además tenía un alto valor nutritivo, llegando a formar parte del menú del difunto.
Se elaboraba amasando harina de cebada o trigo con la que se hacía pan poco cocido. Éste se deshacía y se mezclaba con agua y dátiles, dejándolo macerar y fermentar durante un tiempo, luego se añadía agua y se pasaba por un filtro. En el terreno mitológico que entendió que la cebada crecía a partir de las extremidades de Osiris.
Una deidad asociada a la cerveza fue Menket.

CIELO

Cielo

Los egipcios entendieron el cielo bajo muy distintos aspectos, pero siempre como entidad femenina (en oposición a la tierra, entidad masculina). Por un lado era la diosa Nut arqueada, con las manos y los pies en el suelo. En ella estaban las estrellas y dentro de ella se producía el rejuvenecimiento del Sol.
Uno de los mitos entendía que el astro surcaba el cielo diurno diariamente y que al llegar la noche era engullido por esta diosa, (la bóveda celeste) para recorrer los espacios nocturnos, generalmente ubicados bajo la tierra. A la mañana siguiente, una vez completado el ciclo, sería alumbrado por la diosa plenamente rejuvenecido y habiendo adoptado el aspecto de un escarabajo o un niño.
Una emotiva leyenda de origen heliopolitano narra cómo el cielo y la tierra habían sido separados por el dios del aire Shu para dejar espacio a los seres vivos.
El cielo podía representarse de muy variadas formas, dependiendo del contenido y del modo de explicar el fenómeno de la creación en el comienzo de los tiempos. Este acontecimiento fue narrado de forma distinta en cada centro religioso pero la variedad de leyendas no fue un problema para los egipcios ya que todas ellas utilizaron imágenes distintas para explicar un hecho concreto e indiscutible. Así encontramos que el cielo puede tener el aspecto de una vaca y que sus patas eran los pilares que la mantenían separada del suelo. Sobre su panza se encontraban las estrellas y por ésta surcaba el Sol. Por otro lado también entendieron que el cielo era una plancha plana que estaba sujeta por cuatro pilares. En algunos textos esta plancha se considera metálica y por esta razón, al vibrar se produce el sonido de los truenos. También podía aparecer mediante la imagen de un gran árbol cuya copa cubre la tierra y del cual penden las estrellas.
En otros aspectos, el cielo también estaba representado en el interior de templos y tumbas, en sus techos. Por otro lado, las puertas de madera que cerraban la capilla del santuario, donde se encontraba la imagen más sagrada del dios, se denominaron “Las puertas del Cielo”. Además, los propios sarcófagos o en la tapa de los ataúdes se recogió el mismo simbolismo. La cuba era el dios de la tierra Gueb y la tapa la diosa del cielo Nut y precisamente en este último lugar es donde suele aparecer grabada o pintada, sobre todo a partir de la Dinastía XXVI. Mediante este juego mitológico, el difunto (o el santuario) se introduce en un microcosmos que le posibilitará tanto su resurrección como su integración en el cosmos.

CIEMPIÉS

Ciempiés

El ciempiés es un artrópodo que se caracteriza por tener un elevado número de patas (un par en cada anillo de su cuerpo), unas pinzas venenosas detrás de la cabeza y cola bífida. Existen más de 2.000 especies de ciempiés, entre los que se encuentra la escolopendra, siendo muy posiblemente éste el que relacionaron los egipcios con ciertos aspectos de la divinidad.
Al ser un animal estrechamente unido al interior de la tierra, desde periodos muy tempranos se consideró emblema del dios Osiris. Ambos eran ctónicos y se relacionaron con las necrópolis. Como otros animales ponzoñosos se relacionó con la magia y se consideró que podía curar y proteger a su poseedor de las picaduras de estos animales

CINTURÓN (CEÑIDOR)

Cinturón (ceñidor)

Entre los distintos tipos de cinturón que encontramos en el Antiguo Egipto hemos de destacar dos: el llamado cinturón de Sheshmetet, con elementos colgantes, y aquel que llevaban las mujeres ceñido en sus cinturas.
El arcaico cinturón Sheshemet tenía poderes mágicos, profilácticos y era un símbolo de poder. Era de piel y de él pendían unas tiras adornadas con cuentas de malaquita, pequeñas cabezas de Bat o Hathor y, aveces conchas cowrie o Cypraea moneta. (Aufrère 1991).
Aparece muy pronto en la iconografía y se encuentra en la cintura de algunos reyes del periodo tinita o del Reino Antiguo; entre ellos podríamos citar a Narmer y Dyeser, aunque el ceñidor permaneció en la iconografía hasta el periodo romano.
Estaba asociado a la diosa Sheshmetet (“la del cinturón Sheshemet” o “la de la malaquita”) una deidad cuyo centro de culto podría establecerse en la localidad de Saft el-Henneh, una localidad próxima al lugar donde se veneraba a Bastet.
Todo parece indicar que la semejanza entre el nombre de la divinidad y la piedra ornamental condujeran a los propios egipcios a cierta confusión, llegando a asociarlos ya en el Reino Antiguo.
Como observó Newberry, otras deidades masculinas también se representan con el citado cinturón: Horus, Seth, Thot, Sopdu y Sepa se encuentran en los monumentos portando este atuendo, aunque en un texto encontrado en el templo solar de Niuserra, se entendió Sheshmetet aparece como un aspecto de la diosa Bastet relacionando a ambas como Señoras de Menfis.
Otro tipo de cinturón muy particular, es aquel que llevaban las mujeres –posiblemente bajo la ropa- y que era también un elemento protector relacionado con la fertilidad y con la protección de los órganos reproductores. Estaba adornado con conchas cowrie, cuentas, peces… y se ajustaba al cuerpo sin que de él pendieran tiras, como es el caso del cinturón de Sheshmetet. Fue típico del Reino Medio aunque en el Reino Nuevo también se conocen ejemplares como los hallados en el enterramiento de las tres esposas de Tutmosis III. Era tal la importancia de la cowrie que se reproducía con todo detalle en distintos materiales, tales como oro, fayenza o piedras ornamentales.

CIPPUS

Cippus

Es el término que los estudiosos modernos emplean para designar la imagen de Horus niño y que procede del latín cippum, cuyo significado es pilar, hito, mojón o pilón, soporte o no de inscripciones. Sería más correcto llamarlo por el nombre descriptivo “Horus sobre los Cocodrilos.
Aparece en el Tercer Periodo Intermedio aunque en la Dinastía XVIII ya existían ciertas figuras que cumplían la misma función. En cualquier caso se trata de estatuas en las que está Horus niño desnudo, en pie y sobre un par de cocodrilos, llevando en las manos animales ponzoñosos: serpientes y escorpiones, o peligrosos leones o gacelas, es decir, las fuerzas peligrosas que estaban relacionadas con Seth. Podían encontrarse en forma de estatuas o amuletos, y bajo este último aspecto podría decirse que se consideraba un instrumento de medicina preventiva muy empleado por los viajeros en Baja Época, que estaban expuestos a estos peligros. En ambos casos suelen estar trabajados en piedras de color gris, negro o verde (véase “color”), cargando al objeto con la magia del renacimiento, es decir de la curación.
Al entenderse que estelas que protegían contra los animales venenosos, se cubrieron de textos jeroglíficos milagrosos y sobre ellas se derramaba agua que más tarde se hacía beber al enfermo para obtener su curación. Otro método consistía en aproximarlas al individuo enfermo para que, al rozar su cuerpo, se produjera el “milagro”.
Las estelas se colocaban en lugares públicos para que los enfermos pudieran acceder a ellas. Otras se situaban en el interior de las casas o en los jardines, y servían como repelente, para que los ofidios no entraran en las moradas y picaran a sus ocupantes.
Es indudable que el agua no tenía cualidades curativas, pero al menos servía para tranquilizar a un enfermo acosado por problemas respiratorios.

CLEPSIDRA

Clepsidra

La clepsidra, llamada por los antiguos egipcios “el que dice la hora” consistía en un vaso hecho de distintos materiales con un agujero en la base, por donde escapaba lentamente el agua. En su interior había doce columnas separadas por once marcas que determinaban el tiempo transcurrido durante su vaciado en cada uno de los meses egipcios y el exterior se decoraba con motivos divinos relacionados con los meses, los astros, etc.. En el exterior estaba decorada con motivos astronómicos repartidos, generalmente, en tres registros.
Durante el Reino Nuevo y, concretamente, a partir de Amenhotep III, la ofrenda de la clepsidra se hizo frecuente pero entonces no parece que tuviera una conexión directa con la diosa vaca, sino con el advenimiento del Año Nuevo. Gracias a la presentación de esta ofrenda en manos del soberano se aseguraba que el caos no retornara a Egipto, que Maat se afianzara, algo deseado y esperado por todo egipcio para su país.
Como instrumento de medida de fracciones del tiempo, la presentación de la clepsidra estaba relacionada tanto como con el tiempo horario, como con el concepto de tiempo-espacio, es decir, servía para conjurarlo de forma mágica y mantenerlo inalterable. Gracias a la clepsidra los fenómenos naturales que puntualmente acontecían en el Valle del Nilo se producían de forma cíclica y benéfica sin temer su interrupción. De igual modo, el tiempo y las estaciones transcurrían ordenadamente, sin sorpresas, tal y como debía acontecer para la buena marcha del país. Por todas estas razones la clepsidra se relacionó en Época Ptolemaica con el Ojo de Ra y con la diosa Hathor, símbolos del retorno de la crecida, aunque también con otras deidades femeninas con cabeza de leonas (Naguib 1990).
Este fenómeno tan esperado llegaba cada año, para más tarde retirarse habiendo fertilizado la tierra del Valle; todo gracias a la ofrenda de la clepsidra que posibilitaba la medida exacta del tiempo.

COBRA

Cobra

En Egipto existieron varios tipos de cobras, unas más agresivas que otras, pero en cualquier caso, todas asociadas al Sol. En este país la cobra estaba considerada como un animal femenino.
Las serpientes, en general, se encuentran representadas en objetos egipcios desde periodos muy tempranos; ya en Nagada I (Amratiense) podemos observarlas sobre la superficie de paletas o cerámica.. Más tarde, algunos monarcas emplearon este mismo motivo para escribir sus nombres.
La cobra era entendida como una entidad divina beneficiosa, protectora y justiciera ya que castigaba con su picadura a aquellos que habían cometido actos de poca rectitud, personificando a diosas como Uadyet o la tebana Meretseguer. También representó conceptos de vida, de orden y de legitimidad real, es decir de la divina realeza, en forma de ureo.
La cobra era una divinidad solar, considerada la hija de Ra, pero además era la personificación de su propio Ojo. Éste podía tener personalidad propia y enfurecerse separándose de su padre y actuando a su antojo.
La cobra también pudo estar vinculada a la protección de las cosechas, aunque con esta función puede aparecer en foma de culebra. Asimismo, un paralelismo entre el grano, (Osiris) y los difuntos hizo que esta divinidad pasara al ámbito funerario y que se convirtiera en protectora de los fallecidos.
Otra divinidad identificada con la cobra fue Urethekau.

COCODRILO

Cocodrilo

El cocodrilo fue quizá uno de los reptiles que por su aspecto primitivo, su carácter y su hábitat llamó más la atención de los egipcios, por lo que terminó siendo relacionado con Sobek u otras divinidades. De carácter agresivo, como el hipopótamo tuvo dos interpretaciones, una negativa y la otra eminentemente positiva; por un lado, los egipcios vieron en él una entidad que emergía de las aguas buscando el Sol o, incluso, que salía de éstas “como” el Sol, por lo que se relacionó con el astro, por otro, en ciertas épocas incluso, los cadáveres de los difuntos podían ser arrojados al Nilo, en la creencia que esta divinidad acudiría para llevarlos al Más Allá, considerándose por tanto, un símbolo de renacimiento.
Fue frecuente que el feroz cocodrilo atacara las barquichuelas de papiro y asesinaba al ser humano y a los animales por lo que los habitantes del Valle del Nilo hiciero unas figurillas que reproducían su aspecto para obtener un poder mágico sobre estos animales.
Por ello, sobre los muros del templo de Horus, en la ciudad de Edfú, podemos ver al cocodrilo como representante de Seth, el hermano asesino del dios Osiris. En esta imagen es Horus el encargado de aniquilarlo por medio de un poderoso arpón, pero como es habitual en la iconografía egipcia Horus representa al monarca que en este acto aniquila o somete a las fuerzas del mal.
Si el difunto adquiría la apariencia del cocodrilo (o de cualquier otro animal) adoptaba también sus facultades de movimiento, es decir, era más rápido cuando tenía que cruzar un río o un terreno pantanoso.
El cocodrilo fue la manifestación de varios dioses en áreas donde el medio acuático estaba presente de una forma más patente, por ejemplo en el-Fayum. De entre todas las hipóstasis de dioses con aspecto de cocodrilo podríamos destacar a Jentijet y a Sobek, que tuvieron su templo principal en la ciudad de Kom Ombo. Tanto allí como en Crocodilópolis (Fayum) los cocodrilos se momificaban y enterraban con toda clase de ceremonias.
Hubo veces en las que el cocodrilo podía adoptar aspectos compuestos, por ejemplo, en Edfu se reprodujo con cuerpo de cocodrilo y cabeza del halcón.
Un cocodrilo situado en cada uno de los puntos cardinales era el método para delimitar el cosmos, según se cita en el “Libro de los Muertos” del Reino Nuevo y este animal también sirvió para representar cierta constelación pudiendo ser observado en los techos astronómicos, sobre todo en el de la tumba de Sethy I en el Valle de los Reyes o en la de Sennenmut en Deir el-Bahari, ambas del Reino Nuevo.
En los casos citados últimamente hemos de resaltar que el cocodrilo se conecta con el cielo o con el agua indistintamente, ya que según una de las concepciones egipcias, el cielo estaba formado por este elemento líquido elemento.

COFRES MERET

Cofres Meret

Eran cuatro cestos o cajas trapezoidales, rectangulares o cónicos, de uso ceremonial adornados con cuatro plumas de avestruz cada uno (aunque en la iconografía pueden aparecer con dos y con tres). Están envueltos con lo que parecen ser vendas de lino ya que mitológicamente contenían los lienzos o la ropa de diferentes colores que Isis, había empleado para la momificación de su compañero. Mediante éstos había logrado unir el cuerpo del dios cuando el hermano de ambos, el dios Seth, había asesinado y desmembrado el cuerpo de Osiris lanzando los trozos al río Nilo. Teóricamente eran de color blanco, verde, rojo y azul, aunque estos colores podían variar.
Mediante el rito asociado a estos cofres y su relación con el dios del Más Allá también se vinculaban al propio difunto en las ceremonias fúnebres y en opinión de Egberts (1995), restauraban la energía psíquica de Osiris, y por extensión del finado.
Cuando aparecen representados en los muros de los santuarios simbolizan cierta etapa de una ceremonia religiosa en la que se celebraba un rito, mediante el cual el rey debía golpear cada uno de los cofres cuatro veces ante el dios. Cada cofre era emblema de un punto cardinal y, por tanto, un rincón de la tierra. Por ello guardan relación con los Hijos de Horus y de hecho, este pasaje se parece mucho a la acción de soltar cuatro ocas o lanzar cuatro flechas de otros rituales egipcios que tienen idéntico simbolismo. Durante esta ceremonia el monarca debía cambiar de vestido y de corona para cada acto concreto.
Durante el Periodo Ptolemaico, los cofres Meret simbolizaban la propia tierra de Egipto por la similitud consonántica entre el nombre del país (tA-mri) y el propio nombre de los cofres Meret (tA mrt). Este nombre designaba al Egipto unificado, las “dos tierras”.
Tanto los cofres Meret como el rito de “Consagración de los Cofres Meret” aparecen bajo el rey Antef V, en la Dinastía XVII y permanecen hasta el periodo romano. No obstante existieron otros objetos parecidos en el Reino Antiguo (los enigmáticos contenedores Setjat) que, aunque de uso exclusivamente funerario, pueden llegar a confundir por su similitud. Éstos no tienen relación con los contenedores de vendas de Osiris que aquí tratamos y, además, tenían distinta aplicación tanto práctica como ritual.

COLORES

El empleo del color en el antiguo Egipto, no es arbitrario; en muchas ocasiones sirve para añadir un sentido concreto a algunos símbolos y signos, dotándoles de un poder mágico preciso. Por supuesto los artistas egipcios emplearon el color para recrear e imitar naturalezas vivas y muertas así como para marcar ciertas diferencias, como puede ser el tono más claro en la piel de la mujer.:

Amarillo y los dorados

Amarillo y los dorados

Simbolizaba la incorruptibilidad y la totalidad, el Sol y se asoció con el oro al ser eterno e inalterable. Era el color de la carne de los dioses y de las estrellas, representadas en los techos de los santuarios y de las tumbas. Muchas de las Cámaras del Sarcófago de los enterramientos egipcios, están pintadas de amarillo simbolizando el oro, la inmortalidad.

Azul

Azul

En general el azul era el color del infinito, del cielo, del aire, el color de las aguas (las cósmicas, las primordiales y las terrestres). De este modo, simbolizaba la vida, el renacimiento, la regeneración, la gestación y el río Nilo.
Parece que los egipcios hicieron una sutil diferenciación entre el azul claro y el oscuro. El claro era la vida, el renacimiento, la luz de la mañana. El oscuro, la noche; podía guardar conexión con el negro y el verde, como ejemplo podemos citar la existencia en algunos relieves del dios Osiris con la piel de este tono.
Este color también se utilizó en la piel de los dioses relacionados con el río, con la inundación benéfica y anual del Nilo y, en definitiva con el agua, así como otras deidades relacionadas con la fertilidad.
Los textos no cesan de citar la relación del azul con el pelo y la barba de los dioses. De hecho estos atributos se dice estaban elaborados con lapislázuli un material divino cargado de simbolismo ya que evocaba el cielo estrellado y la regeneración, mientras que la turquesa era el agua como elemento de protección y alegría. Por otro lado, la corona o casquete Jeperesh debió de ser de este color, según se desprende de las representaciones egipcias.

Blanco

Blanco

Fue un color asociado a la Luna y la plata, el color de la luz y, por tanto, un símbolo de pureza, limpieza y verdad que sirvió de alegoría para las cosas sagradas, en oposición al rojo.
De color blanco eran, entre otras cosas, las sandalias, el vestido de los sacerdotes y la corona del Alto Egipto, así que el blanco representaba el Sur. Por ello, la diosa Nejbet era denominada “La Blanca de Nejeb” y la planta heráldica de este punto cardinal, el loto, se entendía era de este color.

Negro

Negro

Representaba la oscuridad de la noche, la muerte, el Mundo Subterráneo, pero paradójicamente también tenía otro simbolismo muy distinto ya que existía una curiosa y estrecha conexión con el verde y con el azul. Los tres colores estaban identificados con el renacimiento y la regeneración por tres razones concretas: el negro es el color del fértil limo que permite la germinación y el crecimiento óptimo de las plantas, es decir obtiene el verde el de las plantas que nacen, se desarrollan, mueren y renacen, el azul el color de las aguas que hacen revivir la vegetación.
El negro también sirvió para simbolizar las aguas cósmicas y el cielo nocturno (como el azul) ya que tanto los profundos abismos como el firmamento pueden aparecer de este color que, por otra parte, era eminentemente benéfico.

Rojo

Rojo

Nos encontramos ante un color complejo que para los egipcios fue el opuesto del negro, y que simbolizó conceptos antagonistas.
Como cabría esperar, el rojo era un color vital y cargado de energía que podía representar el fuego, la sangre que fluía por las venas, la energía, el poder, la fuerza, el color del Sol y de su feroz “Ojo” ya que los rayos del astro tenían en Egipto una fuerza particular. Este acontecimiento hizo que los habitantes del Valle lo relacionaran con la fiereza de su Ojo, aunque también lo identificaron con su protección al ser conscientes de su importancia en el desarrollo de la supervivencia de hombres, animales y plantas. Por todo ello era el color que representaba la vida, la regeneración y la energía, siendo un color protector que simbolizaba la defensa.
El rojo era también el color heráldico del Bajo Egipto (el Norte), de la corona representativa de este punto cardinal.
Pese a todas estas consideraciones, el rojo también era alegoría de conceptos agresivos, violentos, dañinos y peligrosos. Es decir se ponía en conexión con la destrucción, las desgracias, la amenaza de la vida y, por consiguiente, la muerte.

Verde

Verde

Representaba el color de todos los vegetales que nacían y crecían en la fértil tierra egipcia. Estaba asociado al negro y al azul.
Era un color eminentemente positivo, alegre, símbolo la naturaleza renovada, de la salud, del nacimiento, de la vitalidad, de la juventud acaecida tras la muerte y de la resurrección en analogía con las plantas que afloraban tras la retirada de las aguas de la crecida, favorecidas por el limo fertilizador. El verde era la fertilidad de la vegetación y de la vida (tanto terrena como ultraterrena), de la regeneración mágica, el desarrollo, la eclosión. Por ello Osiris (y otros dioses del Más Allá) tenían la piel de este color, y que todo lo relacionado con la existencia en el Mundo del los Muertos se identificó con el verde. Por otro lado, algunos estudiosos creen que existe conexión con el hecho de ser el verde el color propio de la putrefacción, es decir, aquel que se emplea en un estado transitorio para alcanzar una vida futura, una regeneración, que se afianza a través del nacimiento de las plantas. Todo ello encajaría perfectamente con Osiris y, por extensión, con los difuntos, asociados a la deidad.
Otra divinidad relacionada con el verde era Uadyet, patrona de la zona Norte del país y, en numerosas ocasiones, la corona del Bajo Egipto, a la que se denominaba “la verde” en muchos textos (aunque fuera roja). Quizá esta relación se deba al material vegetal con el que fue hecha en los comienzos, o a la diosa con la que está relacionada (Uadyet).
Asimismo, el Ojo de Horus presenta en numerosos textos este color ya que el verde tenía propiedades relacionadas con la sanación y con la salud.-

CORAZÓN

Corazón

Para los egipcios el corazón era la víscera más importante del ser humano, aquel que proporcionaba la libertad de acción y de discernimiento. Emplearon dos palabras distintas para designar el órgano: una era ib y la otra Haty. Aunque existen problemas para percibir de una forma clara cuándo debía ser usado un término u el otro, parece que el primero se suele referir a la entraña como responsable de los actos, la conciencia, la sede del pensamiento, la memoria, la inteligencia, la imaginación, el valor, la fuerza de la vida, el deseo, etc, mientras que la segunda suele utilizarse cuando quieren indicar el corazón en su aspecto físico. Por todo ello era un órgano que no se retiraba del cuerpo en el proceso de la momificación.
La adscripción del corazón como sede del razonamiento queda clara en la teología menfita. En ella se explica cómo Ptah creó gracias a que su corazón “pensó” y, posteriormente, por la intervención de la palabra. Es decir, gracias a que “pensó” y lo que deseaba esto se hizo realidad originando todo cuanto existe.
Como órgano que originaba los sentimientos, tanto buenos como malos, era el que debía testificar en el Más Allá. Es decir, debía someterse a un juicio en el que el difunto sería juzgado por sus actos en la tierra. Para ello, era el corazón el que se pesaba en una balanza donde se situaba, como contrapeso, a la diosa del orden cósmico y de la justicia, Maat o la pluma de avestruz que la representaba. Para salir venturoso y ser considerado merecedor de vida futura, el corazón debía de ser tan ligero como la diosa. En caso contrario, éste sería devorado por un genio que esperaba al pie de la balanza y de este modo perecía definitivamente. En este acto parece que el corazón puede interpretarse como la conciencia (de ahí el término “psicostasia”). Sin embargo conviene tener presente que, aunque en el Reino Medio existía un tribunal que juzgaba los actos del individuo, entonces no existía aún el arbitraje que hizo su aparición en el Segundo Período Intermedio y de forma continuada en el Reino Nuevo.
Por esta razón, sobre los cuerpos de las momias y en concreto sobre su pecho, se incluía un sustituto del corazón, que consistía en un escarabeo (véase “escarabajo”) en piedra o pasta, grande, inscrito con el Capítulo 30 del “Libro de los Muertos”. En la inscripción se exhortaba al órgano para que no testificara en contra del finado, una especie de “fórmula mágica para la seguridad del fallecido”.

CORONA

Corona

En Egipto existieron distintas coronas que debían de ser usadas por el rey o los dioses (representados por el clero o en la iconografía sagrada) dependiendo del rito o del acto que se celebrara. Algunas representaban puntos geográficos (Corona del Alto y Corona del Bajo Egipto), otras estaban relacionadas con ciertos dioses, como por ejemplo la corona Atef, símbolo de Osiris. Un tercer grupo eran aquellas mal llamadas “de guerra” como por ejemplo la corona Jeperesh.
Conviene recordar que, sobre todo a partir de la Dinastía XIX, en la iconografía aparecen una serie de coronas recargadas que incluyen signos y símbolos no tradicionales en ellas. Éstas corresponden a un gusto más abigarrado por el que se incluían numerosos motivos que llegan a tener una destacable complejidad, dotándolas de mayor poder aún.
Según se aprecia en la la escena de coronación que se grabó en la capilla Roja de la reina Hatshepsut, el orden para la imposición de coronas era el siguiente: primero el nemes, después del Jeperesh, tras él la ibes, en cuarto lugar la net, en quinto la atef, en sexto la Henu, en séptimo la corona de Ra, en octavo la corona blanca y en noveno y último la corona roja.
En este apartado no se incluye el término “nemes”, que tiene su apartado independiente por considerarse más un atuendo que una corona.
Tampoco se incluye el casquete etíope por ser únicamente un distintivo de carácter étnico que aparece en un momento muy puntual de la historia egipcia.

Corona Atef

Corona Atef

La corona Atef era la corona tradicional de los dioses Osiris y Herishef, aunque según Basílica y Hugonot estuvo relacionada con Ra-Horajty desde el reinado de Amenhotep II.
Da la sensación de que la corona Atef es una forma más elaborada (por adición) y compleja de la corona blanca del Alto Egipto. A ambos lados estaba adornada con sendas plumas de avestruz a las que más tarde (Reino Nuevo) se añadieron un disco solar, a veces unos Ureos y dos cuernos horizontales de carnero sobre los que se sustenta.
En estudio realizado por J. Hugonot primero y por Sowada después, se relacionó el motivo circular que aparece en la parte alta de esta corona durante el Reino Nuevo, con el fruto del árbol Ished, dándole un valor solar. Aparece por vez primera en el templo de Deir el Bahari, concretamente en la capilla de Hathor y suele estar pintado de color amarillo.
De forma mágica la corona, junto a otros atributos, facilitaba el renacimiento del difunto en el Más Allá, aun cuando este difunto no perteneciera a la familia real.

Corona Blanca

Corona Blanca

La corona blanca o corona del Alto Egipto, llamada por los antiguos egipcios Hedyet, Uereret (que significa “La que llega a ser grande”), estaba compuesta por una pieza troncocónica alta con el extremo superior redondeado, a modo de mitra. Aparece en el Protodinástico y se encuentra sobre las cabezas de los reyes tinitas; tal es el caso de Escorpión y Narmer. Estaba protegida por la diosa buitre Nejbet, deidad que aparece denominada en los textos como “La Blanca de Nejeb”.
Cuando el monarca se hace representar sobre los muros de los templos ataviado con esta corona suele hacerlo en los lugares orientados al Sur. En contrapartida, cuando lo hace con la corona roja, las imágenes suelen estar orientadas al Norte.
Aunque sigue siendo una incógnita el material con el que estaba hecha esta corona, todo induce a pensar que debió confeccionarse con motivos vegetales, por lo que presumiblemente debía de ser de color verde aunque en la iconografía aparezca pintada de blanco.
En opinión de Goebs (1998) mediante un estudio minucioso de los textos, puede afirmarse que esta corona podría tener un simbolismo lunar guardando, además, cierta conexión con el ojo Udyat (véase “Ojo de Horus”) y con el dios Thot.
El Blanco fue el color representativo del Alto Egipto, es decir, del Sur, sin embargo, la mención a las Coronas Verdes (tanto la blanca como la roja) se encuentra desde antiguo.

Corona Doble

Corona Doble

La unión entre la corona blanca del Alto Egipto y la corona roja del Bajo Egipto (llamada por los habitantes del Valle del Nilo sejemty, cuyo nombre significa “Las Dos Poderosas”) aparece desde la primera Dinastía.
Esta reunión servía para representar la unificación entre los dos puntos geográficos egipcios, el Sur y el Norte. Dependiendo de la zona del país en que se quisiera hacer énfasis, la corona roja estaba sobre la blanca o viceversa.

Corona Hemhem

Corona Hemhem

Era una variante de la corona Atef. Puede decirse que estaba formada por una triple Atef. Se cree que su nombre sea (onomatopéyicamente) la materialización de un grito de guerra.Curiosamente esta corona suelen llevarla las divinidades que se representan como niños ya que simboliza el triunfo del Sol sobre las tinieblas del Más Allá, el vigor, la vida que renace y la juventud. Por ello, también es frecuente encontrarla sobre la cabeza del rey difunto y podía combinarse con el nemes. La representación más antigua se encuentra en la tumba de Panehesi en Amarna.

Corona Jeperesh

Corona Jeperesh

El casquete, corona Jeperesh o corona azul tradicionalmente, aunque de forma errónea, ha sido denominado corona de guerra. Actualmente nada permite afirmar que se empleara en las batallas y lo que parece más acertado es que fuera una corona de “aparato” o ceremonial que aparece en la Dinastía XVIII. Cervelló (1996) opina que esta corona habría tenido su antecedente en desde comienzos del Segundo Periodo Intermedio, en una corona bonete. Por otro lado, el Jeperesh tiene una curiosa semejanza con un elaborado peinado que llevan los tutsi, actualmente (Iniesta 1989, il. 4).
El material con el que estaba confeccionada no se ha determinado pero podemos suponer sin riesgo a equivocarnos mucho que debió de ser paño o cuero de color azul y que su superficie se adornaba con discos de metal, que bien pudieran ser de oro. En opinión de Desroches-Noblecourt podría haber sido confeccionada con piel de avestruz.
Su significado es oscuro, pero algunos textos parecen indicar que tal vez tuvo que ver con el estado ideal de vigor y juventud,
La diosa Uerethekau “la Grande en Magia”, debió estar asociada a este casquete durante el Reino Nuevo, ya que suele encontrarse presente en los relieves que reproducen dicho acto.

Corona Roja

Corona Roja

Documentada desde Nagada I y II, esta corona fue la que representaba al Bajo Egipto y fue llamada por los egipcios mHs (“La del Norte”), net (como el nombre de la diosa Neith), bit (véase “abeja”, “miel” y “cera”) o deshret (“La Roja”), dependiendo del aspecto de ésta que se quisiera destacar.También, podía llevar el nombre de Uert, es decir, “La Grande”. Tanto su nombre como el estudio de su función parece indicar que era la corona más antigua e importante. En contextos funerarios, se la nombra como “madre del rey difunto”.
Estaba protegida por la diosa Uadyet, aunque también es la corona que suelen llevar las diosas Neith, de la ciudad de Sais, y Amonet, contrapartida femenina de Amón, en la ciudad de Tebas. Representa al Bajo Egipto, es decir al Norte del país y por ello, generalmente, cuando aparecen representaciones del monarca sobre los muros de los templos ataviado con esta corona, éste se encuentra en lugares orientados al Norte.
Aunque esta corona aparece en la iconografía egipcia de color rojo, muchos textos hacen referencia a ella citándola de color verde. Otros se refieren tanto a la corona del Norte como a la del Sur denominándolas “las Coronas Verdes”.
Sin embargo debemos plantearnos una pregunta: ¿cuál es la razón para denominar como verde una insignia real que se encuentra en la iconografía claramente pintada en rojo? Quizá para encontrar la respuesta debamos trasladarnos a los periodos más antiguos. Entonces ésta pudo estar confeccionada de materiales vegetales, quizá coloreados, pero que condicionaron su denominación a través de los siglos.

Corona Shuty

Corona Shuty

Estaba compuesta por dos plumas de halcón y se empleó desde el reinado de Seneferu. Desde el Reino Nuevo pasó a ser emblema de las mujeres de alto nivel social de la casa real y de las Divinas Adoratrices, así como ciertas divinidades, primero masculinas (Amón, Horus de Hierakómpolis) y más tarde femeninas (Renenutet, Uerethekau o Isis-Sothis), vinculándose a la regeneración anual del sol. Podía acompañarse de dos cuernos, enfatizando conceptos de fertilidad.
Simbolizó la unión de las dos tierras, las diosas Uadyet y Nejbet, pero además al añadírsele un disco solar adquirió un simbolismo que la puso en relación con los dos horizontes y con Shu y Tefnut. Fue un emblema de dualismo, de complementariedad.

COSMOGONÍA

Cosmogonía

La palabra griega Kosmogonia sirve para designar la parte de las mitologías que narran el nacimiento del mundo en culturas de la antigüedad.
En Egipto las más importantes fueron las de las ciudades de Heliópolis, Hermópolis, Menfis y Tebas. Todas ellas tienen elementos comunes y conceptos similares, entre los que cabe destacar el océano primordial, una colina primigenia, el Sol y unas aguas desorganizadas y caóticas donde se encontraba la potencia del dios creador. Precisamente éste, en un momento impreciso, toma conciencia de sí mismo y comienza el acto creador, separando las aguas, haciendo emerger un primer trozo de materia sólida (la tierra) y creando a dioses, hombres, animales y plantas.
La variedad de cosmogonías en el Valle del Nilo provoca, en el lector moderno, perplejidad y confusión. Hemos de ser conscientes de que son tradiciones locales que explican la creación desde diferentes puntos de vista y que la convivencia de distintas interpretaciones nunca supuso un problema de entendimiento para el habitante del Valle del Nilo. Por un lado él no conocía las complicadas especulaciones teológicas y, en cualquier caso, aunque las hubiese tenido presentes, todas ellas relataban algo que en definitiva se había producido: la creación. Todas las cosmogonías se apoyan en el dios principal del área donde estén elaboradas y a su alrededor se crea toda una “estirpe” nacida del propio creador, que constituye los elementos de la tierra, del cosmos o incluso aquellos que se relacionan con los principios de la monarquía.
Las deidades que se agrupan en las distintas cosmogonías egipcias se reúnen según la propia estructura básica social humana, es decir, según el ideal terrenal plasmado en el ámbito divino, esto es, la familia. Estos conjuntos divinos se denominan eneadas o lo que es lo mismo agrupaciones de nueve dioses, según el esquema heliopolitano. Sin embargo este término a veces se aplica erróneamente a conjuntos de más de nueve deidades. De forma curiosa cuando estas formaciones están compuestas por ocho entidades divinas (Hermópolis) sí se aplica un término apropiado ya que se las designa Ogdóada.

CREACIÓN

Creación

Como ocurre con otras civilizaciones, la egipcia creó ciertas leyendas que explicaban hechos tan inquietantes como el origen del mundo y de la humanidad.
Así, cada uno de los centros religiosos interpretó que esta creación estaba relacionada directamente con su dios local y le puso a la cabeza de tal acontecimiento, creando una serie de dioses demiurgos. Sin embargo todas ellas tienen puntos en común: la aparición de ciertos símbolos que emplean, de uno u otro modo, todas las escuelas teológicas, tales como el caos primordial o Nun, el Sol como creador o la tierra emergida. Los más importantes fueron los que se desarrollaron en Heliópolis, Hermópolis, Menfis y Tebas.
El caos se nos presenta como el lugar donde estaban “en potencia” todos los elementos, todos los gérmenes que más tarde toman aspecto concreto y emergen con el establecimiento del orden, es decir con la creación. Los textos dejan constancia de que en este caos se encontraba, en esencia, el creador andrógino y que tomando conciencia de sí mismo, comienza su labor creadora. Asimismo también están en potencia los seres y criaturas que poblarán el mundo terreno y el de los dioses, pero todos ellos dependen de la decisión del creador para su real existencia.
En casos excepcionales el dios creador no es dios sino es diosa. Tal es el caso de NeitT como ocurre en Esna, sin embargo ella, a juzgar por los egipcios contaba con dos tercios de su personalidad masculinos y uno femenino.
La creación según Heliópolis agrupaba a 9 dioses, y se les denominaba la Enéada. A la cabeza de encontraba el dios solar Ra (o Atum) que con su saliva o mediante la masturbación (según los textos) había creado una primera pareja llamada Gueb, (la tierra) y Nut, (la bóveda celeste). De ellos nacieron, Shu, (el aire) y Tefnut, (la humedad) y de éstos dos parejas: Osiris e Isis, Set y Neftis. Así encontramos la creación del “uno” que se convierte en “muchos”, en una multiplicación sin límite. En esta concepción era importante la dualidad. El Sol crea parejas que a su vez dan a luz a otras parejas.
En este caso concreto tendríamos un primer grupo formado por Atum_Ra, Shu y Tefnut que simbolizan la organización cósmica, un segundo grupo en los que hemos de incluir a Nut, Gueb, Osiris, Isis, Seth y Neftis que representan la vida de la naturaleza y, finalmente, en último lugar a Horus, representante de la vida del hombre. Así el mito de creación se divide en dos: el mitos cósmico (Atum-Ra, Shu, Tefnut, Nut y Gueb) y un mito de monarquía formado por Osiris, Isis, Seth, Neftis y Horus; éste último corresponde a la teologización del faraón. Todos ellos forman la Maat sin la cual el mundo no puede existir.
Veamos de forma esquemática la creación según la ciudad de Heliópolis:

Gráfico creación

Según la ciudad de Hermópolis Magna, la creación había tenido lugar gracias a cuatro parejas de ranas y serpientes llamados en conjunto “los padres y las madres que crearon la luz” o más recientemente la Ogdóada de Hermópolis. Se denominaban Nun y Naunet, (el agua primordial), Heh y Hehet, (el espacio infinito indeterminado), Kek y Keket, (las tinieblas) y Nia y Niat, (la vida o la indeterminación espacial). Todos ellos eran parte del caos de los comienzos. Los miembros masculinos tenían forma de serpiente y los femeninos de rana. Estas formas se deben a que los egipcios notaron que cuando se retiraban las aguas de la crecida del río Nilo, estas criaturas eran las primeras que aparecían en las aguas pantanosas. Así asociaron esta aparición con la creación del mundo. Estas parejas eran manifestaciones del dios Thot, artífice real de la creación; eran las responsables de cuidar e incubar el huevo cósmico de donde más tarde nacería el Sol.

Gráfico creación

Finalmente Menfis elabora una concepción mucho más intelectualizante ya que su dios Ptah crea gracias al pensamiento, al deseo y al acto de la palabra, es decir, la creación se materializa gracias al raciocinio y a la articulación mágica de la palabra que logra que las cosas devengan a la existencia.

CUCHILLO Y MARFIL MÁGICO

Cuchillo y marfil mágico

El frecuente empleo del término cuchillos mágicos como forma de designar ciertas varillas curvas y planas de marfil con forma de bumerangs e inscritos con figuras apotropaicas no parece ser correcto; quizá fuera más acertado denominarlos “Marfiles Mágicos”
De uso únicamente religioso, sirvieron a modo de talismán. Estaban hechos de colmillo de hipopótamo e inscritos con deidades y genios protectores (Bes, Heket, Ihy, Tueris y entidades del tipo grifo) que generalmente se encargaban de la guarda de los niños, de las mujeres embarazadas, de los malos sueños y, por tanto, de los genios malignos que podían acosarles durante este tiempo incierto. Precisamente la razón para emplear el marfil del hipopótamo como elemento protector se debió a que este animal está dotado de una gran fuerza y por ello se presuponía que su colmillo era especialmente válido ya que poseía la fuerza apotropaica tan necesaria en momentos proclives al ataque de fuerzas del mal.
Otro tipo de “cuchillos mágicos” eran aquellos que se utilizaban en operaciones mágicas de ataque de demonios o en ritos concretos como es la apertura en el costado del cuerpo en la ceremonia de momificación, etc. Éstos debían estar hechos de un material concreto, como por ejemplo el sílex.
También denominado como “cuchillo” encontramos el Peseshkaf, un instrumento empleado en la ceremonia de la Apertura de la Boca, documentado desde tiempos remotos. Mediante este cuchillo de sílex se conseguía y se garantizaba al difunto que sus sentidos pudieran ser empleados en el Más Allá. Posiblemente el empleo original de este cuchillo fue cortar el cordón umbilical del recién nacido; los dedos o cuchillas que lo acompañan tal vez servían para limpiar el mucus de la boca del recién nacido, por lo que también se uso en la Ceremonia de la “Apertura de la Boca” para reconstruir la etapa del nacimiento y producir un renacimiento mágico. Este objeto es relativamente frecuente en el Reino Antiguo y ocasional en el Nuevo ya que entonces fue sustituido por la tradicional azuela.

CUERPO FÍSICO

Cuerpo físico

Fue uno de los elementos que formaban al ser humano, una de las partes del hombre que los egipcios denominaron Jat,.es decir, cuerpo físico perecedero. Él era el que tenía que someterse a una serie de ritos de embalsamación puesto que era necesario que permaneciera incorruptible para que el fallecido pudiera tener una vida eterna.

CYPRAEA

Cypraea

Los egipcios también emplearon las conchas marinas para expresar algunos símbolos y como en otras culturas, se relacionaron con la sexualidad, la procreación, la fertilidad y para ser más concretos con la vulva femenina. Concretamente la Cypraea moneta o concha cowrie representa este concepto y su uso es típico en la joyería egipcia, aunque no es la única concha de esta familia que emplearon los egipcios.
La Cypraea moneta se encuentra con frecuencia desde el periodo Badariense y permanece hasta el final de la civilización, bien al natural o imitada en oro, faienza u otros materiales semi-preciosos. Los egipcios la identificaron con la vulva femenina y, como tal, la convirtieron en amuleto, interpretando que protegía estas partes íntimas de la mujer. Además servía de talismán contra la esterilidad, para favorecer la fecundidad y para potenciar la sexualidad, obteniendo la protección, es decir, consiguiendo que las fuerzas negativas que podían atacar a la embarazada o aquellas que acuciaban provocando la imposibilidad para la concepción, no fueran efectivas.
Las cowries fueron muy frecuentes en el Reino Medio y aparecen en un tipo de cinturón que se colocaban las mujeres ceñido a la cintura.

CHACAL

Chacal

El chacal, es un carnívoro con personalidad audaz, carroñero de costumbres nocturnas y solitarias que vive en el desierto y que parece haber sido otro de los mamíferos que fascinaron a los egipcios.
Según las representaciones murales parece que los egipcios no hicieron distinción entre el chacal y el perro salvaje lo que dificulta el interpretar correctamente cuál es el animal que sirvió para representar al dios Anubis.
En cualquier caso, la razón para la identificación del dios, sea perro o chacal, con las necrópolis parece clara y puede aplicarse también al perro salvaje. Ambos son animales carroñeros, pero además, el chacal se adapta a la presencia humana y puede deambular cerca de los hombres irrumpiendo en los pueblos, aldeas o cementerios, al abrigo de la noche, en busca de alimento. Por ello, los egipcios asociaron al animal con las cercanías de los lugares donde inhumaban a sus difuntos. En los primeros tiempos, los habitantes del Valle del Nilo ya notaron que al escarbar con sus garras hallaba cadáveres bien conservados (por la acción preservadora de la arena) y se alimentaba de ellos. Así interpretaron que el cánido acudía para llevarlos al Más Allá.
Fue el animal totémico de dioses tales como Anubis, Upuaut (“El Abridor de Caminos”) o Jentamentiu, una deidad local de Abidos.

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