La tumba G7000x de Guiza

Jaume Vivó – Septiembre de 1998

En el año 1925 la Universidad de Harvard y del Museo de Boston estaban realizando una campaña de excavaciones en la zona este de la necrópolis de Guiza, dirigida por el Dr. George Andrew Reisner. El 2 de febrero de ese mismo año, el fotógrafo de la expedición al situar el trípode, para fotografiar las excavaciones que se estaban realizando en el cementerio este de la pirámide de Quéope (Jufu), se dio cuenta de que había restos de yeso en el suelo de caliza.

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Plano de situación de la tumba de Hetep-heres.

Seguidamente se limpió la zona y los ayudantes de Reisner, –que en aquellos días estaba de viaje en los Estados Unidos–, examinaron atentamente aquellos restos de yeso, utilizados para encajar unas piedras de calcárea. Una vez extraídas, apareció una abertura con doce escalones que desembocaba en un pozo de 1,75 x 2,35 m de sección, completamente disimulada bajo un pavimento de piedra. A una profundidad de 7,5 m encontraron una losa de piedra en el muro oeste, que sellaba un pequeño nicho donde estaban depositados los restos de un sacrificio, consistentes en un cráneo con cuernos y tres patas de un toro envueltas en una estera, dos jarras de vino, y algunos trozos de carbón. También se encontraron dos lascas de basalto negro procedentes probablemente de la construcción del pavimento del templo funerario de Quéope. Entre los bloques extraídos del pozo se encontraron restos de cerámica y un sello de barro con el nombre del rey Quéope.

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Entrada y escaleras de acceso al pozo. Esquema de la sección del pozo y la cámara funeraria de Hetep-heres.

El equipo de Reisner continuó excavando el pozo, cortado irregularmente y que se iba estrechando a medida que se avanzaba (1,75 x 1,40 m). Finalmente a 25,50 m de profundidad y en la pared sur, apareció la parte superior del techo de una cámara. El Ayudante de Reisner, Alan Rowe, y su asistente T.R. Duncan Greenlees, retiraron un bloque de piedra y a la luz de una vela entrevieron en el interior de la cámara, un sarcófago de alabastro y algunos objetos de oro.

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Interior de la cámara funeraria con el sarcófago de alabastro de Hetep-heres a la izquierda y restos de su ajuar funerario.

Se hicieron numerosas fotografías con la luz que reflejaban unos espejos colocados en el exterior y en el interior del pozo y con la ayuda de unos prismáticos pudieron leer parte de una inscripción: “Señor de las Dos Coronas, Esnofru, el Horus Nebmaat”. A causa de las informaciones poco aclaratorias del informe oficial realizado por el equipo investigador, la prensa internacional se hizo eco del hallazgo y publicó que se había localizado la tumba del Rey Esnofru, padre de Quéope. Reisner, desde los Estados Unidos, visiblemente contrariado, telegrafió a Rowe y le dijo que la tumba no podía pertenecer a Esnofru y le ordenó que la cerrara inmediatamente hasta su regreso a Egipto.

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Lámina de oro con incrustaciones con el cartucho y el nombre de Horus del rey Esnofru.

Un tiempo después, al llegar a Egipto, Reisner inició el trabajo dentro de la cámara que medía 5,20 x 2,70 m. En un primer vistazo se dio cuenta que la parte superior del sarcófago y la inferior de la tapa tenían unos desperfectos a consecuencia de haber sido forzado para abrirlo. No obstante, la tumba no había sido saqueada, por lo que estos desperfectos solamente podían haberse producido antes de ser sellado el pozo de acceso. Posiblemente este hecho se habría perpetrado en alguna otra tumba, donde inicialmente se habría realizado el enterramiento. Reisner cada vez estaba más seguro que este pozo era producto de un segundo enterramiento.

El interior de la cámara era un conglomerado de restos de objetos, junto con una especie de ceniza de color gris, producto de la desintegración de los objetos orgánicos, como la madera, telas, cestos, estoras, etc. Todo esto formaba una capa desigual por todo el suelo que iba desde unos 10 cm de altura hasta prácticamente un metro en el lado sur de la cámara. La totalidad de los objetos de madera habían desaparecido con el paso de los años y únicamente quedaba su chapado de oro esparcido por el suelo. El sarcófago no se podría abrir hasta que no se pudieran sacar unos plafones dorados con incrustaciones y los palos de un dosel que estaban situados sobre él, lo cual no se podría hacer hasta que éste fuera accesible por todos los lados, posteriormente a la extracción de todo lo que había en el suelo. Reisner y su equipo empezaron a extraer y registrar, capa por capa, y en pequeñas porciones los objetos diseminados por el suelo de la tumba. Con mucho cuidado llegaron a una hilera de signos jeroglíficos de oro, que originariamente habían sido incrustados en un plafón de madera que se había desintegrado totalmente. Los textos decían: “La madre del rey del Alto y Bajo Egipto, seguidora de Horus, guía del gobernante… hija de su cuerpo del dios, Hetep-heres”. Ahora Reisner estaba seguro de que habían encontrado la tumba de la hija del Rey Huni, esposa de Esnofru, fundador de la IV dinastía y madre del Rey Quéope.

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Fotografía de los restos orgánicos descompuestos y los brazaletes decorados con mariposas de la reina Hetep-heres.

La extracción de objetos de este importante descubrimiento continuó sin pausa durante casi un año. Entre los objetos rescatados había sillas, vasos de ungüentos, un palanquín, una cama, un dosel, varias cajas, numerosos vasos y jarras de cerámica, alabastro y piedra, etc. También se encontró una caja que contenía veinte brazaletes de plata decorados con incrustaciones.

El equipo de Reisner, en los 321 días que duró la excavación, hizo un total de 1.057 fotografías. Las notas, bocetos y planos ocuparon 1.701 páginas. Finalmente tan sólo quedaba el sarcófago de alabastro por abrir; esto sucedió el 3 de marzo de 1927, cuando Reisner y sus dos ayudantes Dows Dunham y Noel F. Wheeler, junto con el ministro de Obras Públicas y el Subsecretario de Estado egipcio, el director general de Antigüedades Pierre Lacau, el ministro americano para Egipto y Joseph Lindon Smith representante del Museo de Boston, fueron bajados uno a uno, atados a una silla, los 27 metros hasta el fondo del pozo. Reisner en un principio les informó de los indicios que había de que el sarcófago hubiese sido forzado en la antigüedad. La tapa fue levantada lentamente y con mucho cuidado, después de romper los cinco sellos. Reisner, y todos los invitados, estaban atentos a lo que encontrarían dentro, pero… ¡el sarcófago estaba completamente vacío! Solamente una ligera mancha oscura en el fondo indicaba que alguna vez el cuerpo de la reina había sido depositado en su interior. La decepción de Reisner y de los otros invitados fue enorme, la única esperanza que les quedaba era descubrir que había dentro del nicho sellado en la pared occidental. El 21 de mayo retiraron los bloques de sillares que sellaban el amplio nicho. En su interior encontraron un cofre cúbico de alabastro y cuatro palos de madera que posiblemente habrían servido para transportarlo desde su tumba original. En el interior del cofre había cuatro compartimentos con cuatro paquetes canópicos envueltos con telas de lino. Estos fueron los únicos restos mortales de la Reina Hetep-heres que se encontraron en el interior de la tumba.

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Interior de la tumba con los restos descompuestos del ajuar funerario y el sarcófago de alabastro de Hetepheres.

Reisner, con un gran alarde de imaginación, expuso una interesante teoría, digna de una novela de aventuras, para explicar lo que posiblemente había sucedido. El resumen de esta historia es la siguiente: La madre de Quéope murió y fue enterrada en Dashur cerca de la tumba de su esposo el rey Esnofru. En los primeros años de reinado de su hijo y sucesor, Quéope, la tumba fue saqueada y el cadáver de la reina destruido. El gran visir Hemiunu, enterado de este hecho se lo ocultó al rey, informándole solamente que la tumba había sido saqueada y que los daños eran poco importantes y que lo mejor era enterrarla cerca de su propia tumba en Guiza, en aquellos tiempos en plena actividad constructora.

El Rey Quéope no se imaginó nunca que el cadáver de su madre no estaba dentro del sarcófago y se procedió a realizar un nuevo enterramiento, en un pozo al lado de su pirámide, con todos los objetos recogidos de la antigua tumba.

Muchas otras teorías alternativas al relato de Reisner han sido expuestas hasta el día de hoy por numerosos egiptólogos e historiadores, pero aún ninguna de éstas ha podido ser mantenida y confirmada con total certeza y fiabilidad.

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Reconstrucción de la situación de los objetos del ajuar funerario en el interior de la cámara funeraria de Hetep-heres.

Algunos autores opinan que la tumba G7000x formaba parte del proyecto inicial de la pirámide GIx –de la que sólo existe el inicio de excavación–, y que en un cambio de planes fue abandonada construyendo la pirámide GIa, unos cuantos metros más al oeste, donde habría sido enterrado el cuerpo de Hetepheres con un nuevo ajuar funerario. Para apoyar esta teoría, se ha comprobado que tanto el dosel de la reina como la totalidad del ajuar funerario encontrado en el interior del pozo, encajan perfectamente en la cámara sepulcral de la pirámide GIa.

Sea como fuere, esta versión tampoco explicaría satisfactoriamente el hecho de que se hallaran en el interior del pozo los vasos canopos intactos y que no hubiesen sido trasladados junto con el cuerpo de la reina a su nuevo enterramiento.

Sería de esperar que nuevas excavaciones en las zonas de Dashur y Guiza nos pudieran dar algún día, la respuesta correcta al interesante “misterio” de la tumba G7000x de Guiza.

 


* Este artículo fue publicado originariamente en catalán en el Full Informatiu #11/1998 de la Societat Catalana d’Egiptologia (Barcelona)

Fotografías tomadas de BMFA 25, May 1927 Special Supplement, pp. 1-36 y BMFA 27, Nº 164, December 1929, pp. 83-90.

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