Pilar Pérez – Julio de 2003
El sistro, los egipcios lo denominaban sechechet, era un instrumento ceremonial que podía tener dos formas características: 1). En arco. Un mango que sujetaba ocho aros metálicos con tirantes de metal cruzados, donde se sujetaban los discos también de metal. 2). Hathóricos. Un mango coronado con un capitel con una cabeza de Hathor, que sostenía una pieza central rectangular o en forma de dintel de templo con dos bandas metálicas a cada lado.
Ambos tipos de sistro estaban asociados a la diosa Hathor aunque también se utilizaban en el culto a otras divinidades como Amón o Isis.
El sonido cadencioso que proporcionaban, recordaba el susurro de los tallos de papiro cuando los agitaba el viento y se consideraba altamente protector.
El sistro lo utilizaban fundamentalmente las sacerdotisas de los cultos a los que se asociaban y parece que tenían un carácter erótico y de fertilidad como su diosa primordial, era pues un instrumento de las orquestas religiosas. A partir de la dinastía XVIII, en la región de Tebas, la esposa del dios (primero la reina y a partir de Ramsés VI una hija del rey) tenía entre sus funciones la de agitar el sistro en los rituales para tranquilizarle y estimularle en la conservación de la fertilidad.
Hathor poseía una naturaleza dual, por un lado proporcionaba la fertilidad y la vida nueva, pero por otro la destrucción. En sus cultos, una parte se dirigía al apaciguamiento de su lado peligroso y el sistro se sacudía como medio de control. La iconografía es abundante, y por ejemplo, los encontramos también representados en la “capilla roja” de Hatshepsut en el templo de Karnak.
Como símbolo o amuleto, representa la música, las fiestas y los ritos sagrados.
En la actualidad aún podemos escuchar el sonido de los sistros en las ceremonias religiosas cristianas de Etiopía, último regalo de la tradición faraónica.